Sociólogo y politólogo.  Profesor de la Universidad Autónoma de Madrid (2003/2022)

Trabajo, empleo y desarrollo, desde una perspectiva global


Trabajo, empleo y desarrollo, desde una perspectiva global[1]

 

Antonio Antón

Introducción

 

Se han seleccionado para este CUADERNO DE TRABAJO, diversos artículos y trabajos relacionados con el título de ‘Trabajo, empleo y desarrollo, desde una perspectiva global’. El tema inmediato es el gran problema del paro y la fractura social que ha aparecido en Europa con el comentario y la valoración crítica de las propuestas que se están realizando para hacerles frente. Son textos que he elaborado en los últimos años con el hilo conductor de profundizar en la crisis del empleo y sus efectos y tratar de clarificar las nuevas perspectivas sociales derivadas de esa prolongada crisis socioeconómica y cultural, especialmente cuando se da una importante crisis de la propia teoría sociológica.

El primer bloque está constituido por los cuatro primeros capítulos sobre la ‘Crisis del Estado de Bienestar’, el ‘Reparto del trabajo, el salario social y la ciudadanía’, las ’35 horas’ sobre la reducción de la jornada, y ‘La tercera vía y el fin del trabajo’, que es un estudio sobre las propuestas de Rifkin y de la renovada socialdemocracia europea.

 Un segundo bloque lo constituyen tres artículos sobre, ‘Burocracia e institucionalización de los sindicatos’, con una valoración histórica  sobre el papel de los sindicatos y de la clase obrera, ‘Trabajo, ecología y modelos de bienestar’ con una reflexión sobre el lugar del trabajo en la sociedad desde el punto de vista de un influyente pensador ecologista y ‘Sujeto y cambio social’ que es un comentario crítico a las ideas de Rousseau, Marx, Weber y Marcuse sobre este tema. Aquí se aborda este bloque desde una perspectiva histórica, para tratar de valorar el bagaje del pensamiento occidental moderno heredado y profundizar en los límites de las diferentes corrientes teóricas.

El tercer bloque lo constituyen dos trabajos de carácter teórico. Uno, con el título de ‘Mandeville, la justificación del egoísmo’, sobre las ideas y valores morales que, poniendo en primer plano el egoísmo, el trabajo y la economía, fundamentaron y legitimaron el desarrollo del orden social moderno. El segundo, con el título ‘Liberalismo y ciudadanía social’, consiste en una exposición crítica del pensamiento liberal actual sobre los derechos sociales y los problemas para la construcción de una nueva ciudadanía.

Cada uno de ellos aborda un aspecto parcial y al reunirlos aquí se pretende resaltar su complementariedad para tratar de forma multilateral y desde diferentes ángulos algunos problemas relacionados con el trabajo, el desarrollo y la crisis social actual.  Son trabajos diversos desde el punto de vista metodológico, algunos de ellos han sido fruto de discusiones colectivas, otros han sido comunicaciones o ponencias en diversos seminarios o conferencias. Varios han sido publicados en revistas, indicándose sus referencias bibliográficas. Unos son comentarios críticos a diversos autores y teorías, y otros análisis de la realidad y las dinámicas sociales. Se ha preferido mantener el diseño original, con amplios resúmenes de los textos base a los que se refieren algunos comentarios y conclusiones, e incluso la forma de notas críticas.

Esta selección está pensada para servir de lectura y apoyo para el Curso de Postgrado que con el mismo título coordino este curso 1999/2000 en el Instituto Universitario ‘IEPALA-Rafael Burgaleta’, para el título de Experto de la Universidad Complutense de Madrid. Corresponde por tanto a varios módulos del programa. Sin embargo esta edición puede ser utilizada y servir de base para toda persona estudiosa de esta amplia problemática.

[1] Introducción a este texto titulado Trabajo, empleo y desarrollo, desde una perspectiva global, de Antonio Antón, editado por el Instituto Universitario IEPALA-Rafael Burgaleta de la Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 1999 (176 pp.).

Trabajo, empleo y desarrollo desde una perspectiva global

Antonio Antón

Trabajo, empleo y desarrollo,

desde una perspectiva global

Instituto Universitario

‘IEPALA-Rafael Burgaleta’

(Universidad Complutense de Madrid)

 Madrid, octubre de 1999

CUADERNO DE TRABAJO

Índice:


Páginas

Introducción.

4

La crisis del Estado de Bienestar.

5

Reparto del trabajo, salario social y ciudadanía.

28

35 horas, reparto del trabajo y salario social.

74

La tercera vía y el fin del trabajo.

79

Burocracia e institucionalización de los sindicatos.

92

Trabajo, ecología y modelo de bienestar.

110

Sujeto y cambio social.

119

Mandeville y la justificación del egoísmo.

135

Liberalismo y ciudadanía social.

148

Introducción.

Se han seleccionado para este CUADERNO DE TRABAJO, diversos artículos y trabajos relacionados con el título de ‘Trabajo, empleo y desarrollo desde una perspectiva global’. El tema inmediato es el gran problema del paro y la fractura social que ha aparecido en Europa con el comentario y la valoración crítica de las propuestas que se están realizando para hacerles frente. Son textos que he elaborado en los últimos años con el hilo conductor de profundizar en la crisis del empleo y sus efectos y tratar de clarificar las nuevas perspectivas sociales derivadas de esa prolongada crisis socioeconómica y cultural, especialmente cuando se da una importante crisis de la propia teoría sociológica.

El primer bloque está constituido por los cuatro primeros capítulos sobre la ‘Crisis del Estado de Bienestar’, el ‘Reparto del trabajo, el salario social y la ciudadanía’, las ’35 horas’ sobre la reducción de la jornada, y ‘La tercera vía y el fin del trabajo’, que es un estudio sobre las propuestas de Rifkin y de la renovada socialdemocracia europea.

 Un segundo bloque lo constituyen tres artículos sobre, ‘Burocracia e institucionalización de los sindicatos’, con una valoración histórica sobre el papel de los sindicatos y de la clase obrera, ‘Trabajo, ecología y modelos de bienestar’ con una reflexión sobre el lugar del trabajo en la sociedad desde el punto de vista de un influyente pensador ecologista y ‘Sujeto y cambio social’ que es un comentario crítico a las ideas de Rousseau, Marx, Weber y Marcuse sobre este tema. Aquí se aborda este bloque desde una perspectiva histórica, para tratar de valorar el bagaje del pensamiento occidental moderno heredado y profundizar en los límites de las diferentes corrientes teóricas.

El tercer bloque lo constituyen dos trabajos de carácter teórico. Uno, con el título de ‘Mandeville, la justificación del egoísmo’, sobre las ideas y valores morales que, poniendo en primer plano el egoísmo, el trabajo y la economía, fundamentaron y legitimaron el desarrollo del orden social moderno. El segundo, con el título ‘Liberalismo y ciudadanía social’, consiste en una exposición crítica del pensamiento liberal actual sobre los derechos sociales y los problemas para la construcción de una nueva ciudadanía.

Cada uno de ellos aborda un aspecto parcial y al reunirlos aquí se pretende resaltar su complementariedad para tratar de forma multilateral y desde diferentes ángulos algunos problemas relacionados con el trabajo, el desarrollo y la crisis social actual.  Son trabajos diversos desde el punto de vista metodológico, algunos de ellos han sido fruto de discusiones colectivas, otros han sido comunicaciones o ponencias en diversos seminarios o conferencias. Varios han sido publicados en revistas, indicándose sus referencias bibliográficas. Unos son comentarios críticos a diversos autores y teorías, y otros análisis de la realidad y las dinámicas sociales. Se ha preferido mantener el diseño original, con amplios resúmenes de los textos base a los que se refieren algunos comentarios y conclusiones, e incluso la forma de notas críticas.

Esta selección está pensada para servir de lectura y apoyo para el Curso de Postgrado que con el mismo título coordino este curso 1999/2000 en el Instituto Universitario ‘IEPALA-Rafael Burgaleta’, para el título de Experto de la Universidad Complutense de Madrid. Corresponde por tanto a varios módulos del programa. Sin embargo, esta edición puede ser utilizada y servir de base para toda persona estudiosa de esta amplia problemática.

Madrid, octubre de 1999.

Antonio Antón.

La crisis del

Estado de Bienestar

Sumario:

INTRODUCCIÓN.

1) LOS TRES MUNDOS DEL ESTADO DE BIENESTAR.

            a) Las tres economías políticas.

            b) Sistemas de estratificación y regímenes del Estado de bienestar

            c) El Estado de Bienestar en la sociedad postindustrial.

            d) Algunos interrogantes.

2) ALGUNOS DEBATES SOBRE EL ESTADO DE BIENESTAR.

            a) Las condiciones del estado de bienestar.

            b) El alcance de la crisis del estado de bienestar.

            c) Capitalismo de rostro humano contra capitalismo salvaje.

            d) La reformabilidad del estado de bienestar.

            e) Efectos políticos y sociales de la crisis.

3) CRISIS DE LAS POLÍTICAS SOCIALES.

            a) Desigualdad social y pobreza hoy.

            b) Las dificultades para la integración social.

            c) El salario social y la experiencia francesa.

            d) Los límites en la lucha contra la exclusión.

4) CONCLUSIONES SOBRE LA CRISIS DEL ESTADO DE BIENESTAR

            a) Algunas características del Estado de Bienestar.

b) Algunas causas de la crisis.

c)  Sociedad civil y estado.

LA CRISIS DEL ESTADO DE BIENESTAR[1]

INTRODUCCIÓN.

            La cuestión de si a través del Estado de Bienestar (en adelante E.B.) y la democracia parlamentaria pueden anular las divisiones de clase y las desigualdades sociales producidas por el capitalismo, las características de los diferentes modelos de E.B., de sus bases sociales y de sus causas, las perspectivas de la crisis de los E.B. son aspectos fundamentales de la actual teoría sociológica.

            En el libro "Los tres mundos del Estado de bienestar" de Gosta Esping-Andersen se hace un buen repaso de estas cuestiones y es un buen punto de partida. En este primer capítulo se resumen las ideas centrales que defiende este autor en el libro citado y en su articulo "El Estado de Bienestar en la sociedad postindustrial", brillante síntesis de sus posiciones.

            Para profundizar en las perspectivas del E.B. se abordan en el segundo capítulo otros debates, en primer lugar, las contradicciones internas en el propio capitalismo, la envergadura de la crisis del E.B. y las posibilidades de su reforma a partir de autores como Claus Offe y Michel Albert. Posteriormente se abre un capítulo sobre la nueva configuración de las clases en Europa, haciendo hincapié en la nueva segmentación entre la clase obrera con empleo y un nuevo sector empobrecido por la gran amplitud del paro y la precarización, siguiendo las investigaciones del equipo EDIS para Cáritas y de Mario Gaviria y la crisis de las políticas sociales en el actual E.B. Finalmente trato de exponer, teniendo en cuenta algunas consideraciones de M. Mishra, algunas reflexiones a título de conclusiones provisionales sobre varios de estos temas.

1) LOS TRES MUNDOS DEL ESTADO DE BIENESTAR.

            a) LAS TRES ECONOMÍAS POLÍTICAS.

            * La posición de la socialdemocracia: el E.B. incrementa las capacidades políticas y disminuye las divisiones sociales, que son el obstáculo para la unidad política entre los trabajadores. La conclusión es que la movilización parlamentaria es un medio eficaz para la realización de la igualdad, la justicia, la libertad y la solidaridad.

            La sociología contemporánea, por oposición a la economía política clásica, debe ser positiva y no normativa, promoviendo un método comparativo e histórico. Podemos describir sucintamente varias de las perspectivas actuales de la economía política del E.B.

            * La perspectiva estructuralista/sistémica. Viene a decir que la industrialización hace necesaria y posible la política social. El Estado de bienestar también es necesario como burocracia, como forma de organización racional, universalista y eficaz. Dentro de esta perspectiva la corriente marxista se plantea que "la acumulación capitalista crea contradicciones que hacen inevitable la reforma social" (O'Connor). Así el Estado satisface los intereses colectivos del capitalismo. Por tanto sería mas bien el capitalismo y no el socialismo quién crea el Estado de bienestar.

            * La perspectiva institucional. Según Polany la economía debe estar incrustada en comunidades sociales, por lo que las políticas sociales son necesarias para la integración social. El Estado de bienestar es defensivo de países pequeños presionados por mercados internacionales, que entonces regulan el conflicto interno y promueven la concertación (Cameron). Mill y Tocqueville ponen el acento en el impacto de la democracia. Para ellos hay mayoría social, no movimientos de clase. Dentro de esta corriente se pueden citar a Marshall y Bendix en su defensa de los derechos sociales y la ciudadanía; la teoría de la elección pública, con la exigencia electoral de la clase media; y a T. Skocpol, con su enfoque histórico, del comienzo de los E.B. a partir de los estados autoritarios como en la Prusia de Bismark y el retraso en EEUU, con un estado menos centralizado.

            * La clase social como agente político. La tesis socialdemócrata es que la clase obrera es un agente de cambio, por la vía parlamentaria, como fuerza organizada a través del movimiento obrero, un agente del avance de los derechos sociales y progresivamente con una mayor unidad y más fuerza avanza para conseguir más poder. Sin embargo el poder de la clase obrera depende del poder del capital, es decir de los recursos de las fuerzas adversarias, de la duración histórica de la movilización obrera, de las pautas de alianzas de poder.

            Por tanto, se pueden establecer, según Gosta, tres objeciones a esta concepción. En primer lugar, el poder se traslada del parlamento a las instituciones neocorporativas. En segundo lugar, la estructura de poder esta dependiente de la estructura de poder de los partidos de la derecha con gran influencia en la propia clase obrera, como por ejemplo en el sueco-centrismo. En este sentido se apoya en una falacia básica, "que el socialismo es la base natural para la movilización de la clase obrera". En tercer lugar, se da una visión lineal del poder de la clase obrera y se debe completar con un enfoque de coalición de clases. En los orígenes se podía hablar de una alianza obrero-campesina, y luego en una alianza clase obrera industrial con trabajadores no manuales. En conclusión, hay que pensar en términos de relaciones sociales, en términos de coalición de clase.

            * ¿Qué es el Estado de bienestar? En primer lugar, hay que definir qué es el E.B. ¿Cuándo responde funcionalmente a la necesidad de la industrialización o reproducción y legitimación capitalista? ¿Cuándo corresponde a las demandas de una clase obrera movilizada?. ¿Es una responsabilidad estatal para asegurar unos mínimos de protección social para sus ciudadanos, y en ese sentido se define por su política social?

            No puede quedarse, desde luego, en una simple valoración cuantitativa del gasto público. Según Therborn, hay que definirlo por la propia estructura del estado, y aquí tendrían tres enfoques: el del propio Therborn de empezar con la transformación histórica; el de Titmuss que diferencia E.B. residual y subsidiario del universalista e institucionalizado; y el enfoque ahistórico de DAY-Myles de juzgarlo según criterios teóricos previamente seleccionados.

            * La reespecificación del Estado de bienestar. El concepto de ciudadanía social promovido por Marshall implica la estratificación social, el estatus competirá o reemplazará a la posición de clase. En el E.B. no sólo hay derechos sino entrelazamiento de estado/protección social/mercado/familia. Los derechos han sido un factor de desmercantilización. La introducción de los modernos derechos sociales implica una pérdida del estatus de mera mercancía de la fuerza de trabajo. La desmercantilización se produce cuando se presta un servicio como un asunto de derecho y cuando una persona puede ganarse la vida sin depender del mercado. La mayoría de los primeros progresos de la seguridad social fueron deliberadamente proyectados para maximizar la participación en el mercado laboral, o sea la seguridad social era subsidiaria y escasa como en el modelo anglosajón. El segundo modelo sería el de Alemania, con una seguridad social obligatoria con derechos reconocidos y bastante grandes. El tercer modelo es el de Beveridge, con un subsidio básico, igual e independiente de su actividad previa, de su contribución. Este subsidio no es desmercantilizador por escaso, aunque sí universal. Ahora en Escandinavia además de universal es mayor y por tanto desmercantilizador.

            b) SISTEMA DE ESTRATIFICACIÓN Y REGÍMENES DE E.B.

            * El E.B. como sistema de estratificación. El E.B. no sólo modifica la desigualdad, sino que es un sistema de estratificación en sí mismo, una fuerza activa en el ordenamiento de las relaciones sociales. Con la ayuda a los pobres se da una estratificación y una reproducción de la pobreza. Con Bismarck se promovió el apoyo corporativo de la aristocracia obrera al Estado. Con el movimiento obrero se avanzó en las mutualidades obreras, comunidades socialistas según los segmentos fuertes de la clase obrera, con la frustración de la unidad y la movilización del conjunto de la clase obrera. En el modelo de Beveridge con una protección universal pero escasa se produce un dualismo, los pobres con una asistencia social pública y una clase obrera empleada y que a través del empleo se garantiza su protección social. En definitiva, se establece un E.B. básico universal y complementario con el mercado para la clase media.

            * Los tres regímenes del E.B. A modo de síntesis se pueden establecer los tres modelos siguientes:

            - El liberal (EEUU). Con subsidios modestos, no desmercantilizado. El estado favorece el mercado, con límites a la protección social en función de estimular al trabajo. La estratificación se produce entre un segmento igualitario en pobreza y con un sistema de protección básico, y una clase obrera con empleo, basada en el mercado.

            - El continental europeo (Alemania). Generado con un enfoque conservador y corporativista. Se da una conservación de los diferentes estatus y los derechos vinculados a la clase y estatus siendo poco redestributivos entre los diferentes segmentos sociales. Han sido conformados por la Iglesia y son subsidiarios de la familia como agente importante de la protección social.

            - El socialdemócrata escandinavo (Suecia). Aquí es universal, desmercantilizado y también está incorporada la clase media. Se socializa el coste de la familia e influye en el mercado. Se fusiona el bienestar social y el trabajo con garantía de pleno empleo para financiar el propio E.B.

            * Las causas de los regímenes del E.B. No hay una sola causa de las diferencias entre los diferentes tipos de E.B. Por tanto, no hay que basarse sólo en las necesidades de la industrialización o en las presiones de la movilización de la clase obrera. Hay que tener en cuenta tres factores fundamentales:

            - La naturaleza del movimiento de la clase obrera. La clase trabajadora no forjará una identidad socialista de clase de forma automática y natural. La formación histórica de los colectivos de la clase obrera será diferente y sus aspiraciones, ideologías y capacidades políticas serán variadas y sometidas a factores diversos, destacando la importancia del papel de los sindicatos.

            - La estructura de las coaliciones de clase. La estructura de las coaliciones de clase es mucho más decisiva que los recursos de poder de cualquier clase por sí misma. En Escandinavia se ha dado una coalición rojo-verde y en Europa continental no. Se dio una alianza reaccionaria y los sectores rurales se aliaron con la burguesía y sin embargo la clase media sí se incorporó. En el Reino Unido sin embargo la clase media se mantiene en el mercado produciéndose una dualidad en el E.B.

            - El legado histórico de la institucionalización del Régimen. El proceso histórico es fundamental para determinar la consolidación del E.B. con la incorporación o no de la clase media. Así en Alemania la incorporación de las clases medias en un proceso de consolidación nacional se da través de Estado prusiano que generó una estabilidad política necesaria para su reafirmación nacional en el marco europeo. Por otra parte, la falta de apoyo de la clase media británica será uno de los elementos de fragilidad del E.B. en el Reino Unido.

            * Necesidad de una alternativa a la teoría de la movilización de clase obrera y a la estructuralista. Como hemos visto no resultan satisfactorias estas teorías y hay que avanzar viendo la dinámica generada por las fuerzas históricas interactivamente: La formación de la clase obrera, las alianzas con otras clases, en particular la rural y la clase media y el marco y desarrollo institucional.

            * Hay unos riesgos de reducción y decadencia del E.B. El riesgo de retroceso es superior en Estados con menor base social y mayor aislamiento de la clase obrera, y al contrario el riesgo es menor cuando hay una alianza con la clase media ya sea socialdemócrata como en Escandinavia o corporativa como en Alemania.

            c) EL E.B. EN LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL

            Gosta Esping-Andersen, parte de la consideración de que el actual E.B. es incompatible con la economía postindustrial, que ha supuesto una generación de empleo en el sector servicios y una flexibilidad de la mano de obra. La esencia del Estado de Bienestar es armonizar el ciclo vital de la clase obrera, la infancia, vejez, enfermedad y desempleo. Aunque el volumen de empleo queda fijado por la economía, el E.B. generaliza la seguridad frente a los riesgos. Es decir, el mercado (la economía) cuida la fase adulta y el E.B. (la política) cuida la infancia, la vejez y la enfermedad. Por tanto, el E.B. en la fase postindustrial debe crear empleo y ser activo en la fase vital del ciclo vital.

            * Los tres modelos de construcción del ciclo vital fordista:

            - El modelo americano de carácter privado, con un E.B. mínimo y privado con seguros para el segmento más fordista de los trabajadores industriales y gran empresa.

            - El modelo de Seguridad social europeo contributivo. Con un salario familiar y prestaciones sociales familiares. La familia es el pilar en la reproducción, el bienestar social y con dependencia de la mujer. Exige una larga trayectoria en el empleo para "contribuir" a las prestaciones sociales, con lo que el trabajo es una garantía social y se mantiene una rigidez del mercado de trabajo.

            - El modelo escandinavo universal. Se trata de garantizar a la clase obrera las oportunidades de paso a la clase media, evitando una segmentación con un sector precario y una clase obrera fordista. Se da una igualdad de sexo, el E.B. elabora servicios de ciclo intermedio, sustituye trabajo doméstico familiar generando trabajo asalariado para la mujer, aunque trabajo segmentado.

            El punto clave es la capacidad de adaptación a la economía postindustrial que está sobredeterminada por la forma de organización del E.B., según las formas de organización del ciclo vital fordista. Así nos encontramos con las tres hipótesis:

            - Modelo americano (modelo Baumol) con crecimiento desigual, gran productividad industrial y ascenso salarial en la industria. Escaso crecimiento de la productividad en los servicios con estancamiento salarial, aunque con diferencias sectoriales (crecimiento de la productividad en administración, informática y telecomunicaciones, pero no en sanidad, enseñanza y servicios sociales).

            - Modelo escandinavo con subvención de los salarios de los servicios.

            - Modelo europeo continental de crecimiento sin empleo.

            * La necesidad de la flexibilidad. El autor plantea este elemento como fundamental. El riesgo y la oportunidad no está ahora sólo en la infancia y la vejez, sino en la fase activa del adulto. Hay que dejar de lado el tipo de ciclo fordista lineal garantizado.         Por un lado se rechaza la flexibilidad de tipo americano, de crear empleo en el sector servicios a cambio de bajos salarios, es decir con crear empleo y desigualdad.

            Se rechaza también el modelo europeo continental con una franja de clase obrera con empleo fijo, salario familiar y un E.B. clásico. El mantenimiento de esas prestaciones del E.B. destruirá empleo y no se creará nuevo y la flexibilidad creará un abismo entre la clase obrera integrada y la marginal ampliándose la dualidad social. Por tanto con el modelo continental de E.B. se autodestruirá, en una economía mundial y global que requiere flexibilidad laboral. Este modelo mantiene empleo y protección social para un segmento de la clase obrera y paro y desigualdad y ausencia de protección social para el segmento precarizado.

            El modelo escandinavo tampoco es válido. Se subvenciona los servicios y por tanto el empleo público para las mujeres, pero genera una fuerte crisis fiscal. Los trabajadores del sector privado se oponen a la moderación salarial que tira del sector público, predominantemente compuesto por mujeres, generándose el bloqueo y la crisis del E.B. que culmina con la presión a la baja salarial en los servicios y por tanto a la americanización.

            * Las perspectivas del E.B. En términos realistas se puede prever dos dinámicas. Una la continental europea con paro y dualidad social. Otra, la americano/escandinava con empleo pero con desigualdad salarial con el sector servicios privados en el primer caso y con el sector servicios públicos en el escandinavo.

            Gosta nos ofrece una tercera opción, partiendo de la necesidad de la flexibilización. Admitir la desigualdad generacional, precariedad en la juventud, pero cierta garantía de movilidad dentro del sistema, sobre todo con la formación. ¿Este sistema de estratificación social postindustrial conduciría a una diferenciación de clase? Con la hipótesis de ciertas garantías de movilidad y ascenso al pasar a la edad adulta y su posterior seguridad en el empleo y en las prestaciones del E.B. este modelo se podría aceptar según él.

            d) ALGUNOS INTERROGANTES.

            Son muy sugerentes las valoraciones sobre las causas del E.B., de no reducirla a la presión o movilización de la clase obrera, criticado la misión esencialista del proletariado, o al reduccionismo de las posiciones estructuralistas de la funcionalidad para el capitalismo. Es positiva una visión histórica y multicausal, aunque solamente se centra en tres, la presión de la clase obrera, las alianzas y el marco institucional.

            En esos textos sin embargo se tiende a ver al E.B. más desde su función social. El E.B. también se debe valorar por su papel en el proceso económico, y en el marco de los acontecimientos históricos y políticos de entreguerras y como proceso de normalización de los estados europeos tras la IIª guerra mundial. Así el papel del E.B. en la Europa Occidental está guiado por los imperativos económicos keynesianos a los que se subordina la política social. El tipo de acumulación capitalista y del desarrollo tecnológico, la amplia hegemonía de EEUU y la subordinación del Tercer Mundo con materias primas baratas.

            Todos estos elementos junto a la gran importancia que tuvo la existencia del bloque soviético serán decisivos para que los estados occidentales cuiden especialmente tras la IIª Guerra la integración nacional y social de sus sociedades evitando nuevas crisis como las generadas en los años 20 y 30.

            Está clara la incompatibilidad del E.B. actual con las dinámicas internacionales dominantes. Estamos en un auge del neoliberalismo y de las llamadas fuerzas del mercado como se llama ahora al capitalismo. El keynesianismo ha entrado en crisis y la competitividad internacional es lo dominante. Pero también estamos asistiendo a la crisis de la propia clase obrera, de las fuerzas de izquierda y en especial del llamado socialismo real del Este. Hay pues también una crisis ideológica y de la propia cultura obrera, así como un debilitamiento del poder transformador de los sindicatos.

            Por tanto, es razonable pensar que en la medida en que se amplíe el aislamiento de las fuerzas de izquierda y progresistas serán mayores las dificultades de defensa del E.B. Pero hablar en términos de alianza o coaliciones de clase es difícil en el Occidente actual con la amplia diversificación social, política y electoral. Así los sujetos de partidos y sindicatos no reflejan claramente una representación nítida de los diferentes segmentos sociales. Las mediaciones sociales y políticas se han trastocado mucho más, y la representación de intereses inmediatos y más generales es mucho más ambigua y confusa. Hay pues un problema de correlación de fuerzas, de poder y capacidad de legitimación social. Y ello no se puede contemplar sólo cuantitativamente o en los apoyos electorales, sino sobretodo como capacidad de influencia social, de capacidad de su vertebración y organización interna de los diferentes grupos sociales. Sin embargo, hoy día el neoliberalismo parece imparable y la capacidad de freno electoral, cultural o social, difícil para las fuerzas sociales vinculadas a una perspectiva de mantenimiento del bienestar social y de ampliación de la igualdad.

            Son muy pertinentes las valoraciones críticas a los efectos sociales de los diferentes modelos del E.B. La opción que Gosta propone es menos mala que otras al confiar en que la flexibilización del mercado de trabajo y por tanto de los riesgos se sitúe en la juventud con la esperanza de que sea transitoria y provisional para luego modificar sus condiciones en la edad adulta. Así no se enquistaría una situación duradera. No estaríamos ante la dualidad de clase estable, como la segmentación social continental, la diferenciación en el empleo público y privado según el sexo de Escandinavia, o la marginación étnica en EEUU. Aquí se considera que la precarización juvenil no supondría tanta disgregación o inestabilidad social.

            Está subyacente una valoración pragmática de un retroceso inevitable del E.B., dadas las fuerzas en presencia, cosa realista, pero el interrogante es cuál es la actitud mejor para evitar una legitimación de las actuales dinámicas mundiales de debilitamiento de los E.B. Se trata de poder generar unas energías de oposición al aumento de la desigualdad social, de la precarización y del malestar que se está extendiendo por amplias capas de Occidente, además del empobrecimiento masivo en el Sur.        

            Por tanto, hay que reformular la defensa no tanto del actual esquema de E.B. sino de una nuevo replanteamiento del papel de la propia sociedad y del Estado y de las posibles nuevas fuerzas sociales que puedan ser la base de una nueva perspectiva igualitaria.

            Uno de los grandes problemas planteados por Gosta es la configuración de las nuevas alianzas de clase. La constitución de nuevas fuerzas sociales, de las relaciones entre los diferentes movimientos y segmentos de la población es fundamental pero también es difícil de prever. No caben ya las formulaciones genéricas sobre el gran papel del proletariado, del relevante papel de las clases medias, o del nuevo lumpemproletariado, ni tampoco el escepticismo por la muerte de la clase obrera (Gorz). La constitución de nuevas fuerzas sociales, sus características y alianzas, es un proceso complejo y laborioso y estamos ante una nueva etapa histórica. Desde este punto de vista las nuevas generaciones de juventud precarizada pueden condicionar en el futuro una nueva dinámica social. Pero antes de llegar a conclusiones vamos a profundizar con otros debates.

2) ALGUNOS DEBATES SOBRE EL ESTADO DE BIENESTAR.

            a) LAS CONDICIONES DEL ESTADO DE BIENESTAR.

            El Estado de bienestar se va construyendo desde la IIª Guerra mundial, especialmente en la Europa más desarrollada. Durante los años 50 y 60 se dan unas condiciones de sostenido crecimiento económico, con relativo pleno empleo, con ampliación y generalización de prestaciones sociales (pensiones, subsidios, sanidad, enseñanza...). Hay una base social de clase obrera relativamente estable, una presión y prestigio de la izquierda (sindical, política y electoral) y la pugna con los países del Este. Todo ello favorece el consenso social y la institucionalización del conflicto, la confianza en la democracia política.

             Ya a primeros de siglo con el fordismo y taylorismo, se plantea una nueva forma de organización del trabajo, con un nuevo esquema de acumulación de capital y de consumo masivo. Con la gran crisis de 1929/30 Keynes, plantea los límites del capitalismo liberal: Ante la crisis económica, son insuficientes los mecanismos del propio mercado (de los diferentes capitalistas privados en competencia), y se plantea la necesidad de una mayor intervención estatal en la regulación de la economía promoviendo una política basada en la demanda de bienes, y corrigiendo los excesos del capitalismo salvaje. El alto grado de productividad alcanzado, el avance tecnológico industrial, la utilización masiva y barata de materias primas y recursos naturales, y la explotación y dependencia del Tercer Mundo, permite un gran aumento de los beneficios y un aumento de los salarios reales y el bienestar social en los países capitalistas más desarrollados. Así se atenúan las presiones obreras y aumenta la legitimidad del sistema.

            Tenemos, ya las tres condiciones básicas sobre las que se ha asentado el E.B.: Una presión social de la izquierda (y del socialismo real del Este) con una base social amplia y estable, unos intereses de los sectores más dinámicos del propio capitalismo, y en tercer lugar un proceso de crecimiento económico compatible con una generalización de la protección social.

            Una primera discusión se da sobre la importancia y relación de cada una de estas tres condiciones. Al decir, por ejemplo, que el E.B. es sobretodo fruto de las luchas obreras, una conquista social (Gaceta sindical), se puede embellecer lo que tenemos, o bien, ante el debilitamiento actual de la izquierda, a augurar su desmantelamiento. Al forzar el argumento de que el Estado de bienestar es sobre todo necesario para el capital, y más con la progresiva concentración monopolista, se confía en su mantenimiento y se infravalora el alcance de la crisis y del recorte del bienestar social. Por otra parte, se puede intentar reproducir el mismo esquema de crecimiento y las políticas económicas pasadas ignorando la profundidad de la crisis económica y sus repercusiones sociales.

            b) EL ALCANCE DE LA CRISIS DEL ESTADO DE BIENESTAR.

            Tras la crisis económica de mediados de los 70, se inicia un fuerte ataque contra el E.B. Esta crisis económica es debida a los límites del aumento de la productividad, planteándose las fuerzas de la derecha y los sectores neoliberales de la economía, cambiar la correlación de fuerzas sociales, incrementar la flexibilidad económica (descentralización productiva, nuevas tecnologías, etc.) y laboral (segmentación, reforma mercado trabajo, etc.). Se trata de aumentar la competitividad, con un aumento de los beneficios empresariales, y una transferencia de rentas hacia el capital. Para ello hay que disminuir el déficit público y en consecuencia las prestaciones sociales. La otra cara de la moneda es la desprotección social y el empobrecimiento de amplias capas sociales, la desvertebración y división y exclusión social, la tendencia hacia la individualización e insolidaridad.

            En los primeros años 80 con los pioneros Reagan y Thatcher se lanza una gran ofensiva contra los fundamentos del Estado de bienestar. En los noventa y con el derrumbe del Este se va generalizando en Europa. En un principio, fundamentalmente, es una ofensiva ideológica y cultural. Se pone en boga el discurso neoliberal contra el intervencionismo del estado y por la autonomía de la economía. Las propias leyes del mercado, la "mano invisible" regulan todo. La competitividad económica es lo principal, lo demás (salarios, protección social) subordinado, por tanto, el E.B. (el intervencionismo social y político) sobra al no adecuarse a las nuevas necesidades económicas.

            Al núcleo central de este discurso neoliberal, a veces se le añaden algunos matices. Se defiende un cierto liberalismo social con el que confluyen sectores de la socialdemocracia clásica. Aceptando la subordinación a la competitividad, se plantea la conveniencia de hacerlo con mayor consenso social, con la preocupación por la cohesión social e intentando integrar a las cúpulas sindicales.          

            Otro aspecto diferente es el ritmo de concreción y envergadura de la reducción del E.B. Antes en el Reino Unido y en los noventa en el resto de Europa se han ido ampliando los recortes, pero todavía no hay un proceso de desmantelamiento total y masivo. Se van transformando las condiciones básicas (crisis económica, desvertebración social, ofensiva ideológica, debilitamiento de la presión social), hay proyectos, tanteos y medidas concretas, pero todavía es difícil prever el alcance y generalización del desmantelamiento del E.B.

            Por tanto, ya tenemos algunas discusiones. Por un lado, la caracterización y crítica del discurso ideológico neoliberal (Andrés Bilbao, Julio Rodríguez). Y por otro el alcance y características de la crisis fiscal (O'Connor) y de la reducción de la protección social (González i Calvet, Gaceta sindical, Luis I. López). En definitiva, en qué medida, hasta ahora, ha sido sobretodo una crisis ideológica, y qué otros factores pueden frenar el desmantelamiento del Estado de bienestar. Aquí aparecen diferentes énfasis: Las presiones de nuevas fuerzas y movimientos sociales que forzarían un nuevo consenso y legitimación (Offe, Habermas), la recomposición basada en la vieja izquierda, con las tradicionales bases sociales y doctrinas más o menos renovadas (Serrano, Serra), la eficacia y necesidades del capitalismo de "rostro humano", (Albert).

c) CAPITALISMO DE ROSTRO HUMANO CONTRA            CAPITALISMO SALVAJE.

            Los análisis de M. Albert son muy lúcidos y sugerentes en múltiples aspectos. La idea central, tras el debilitamiento de la izquierda y la caída del Muro, es la polarización de la lucha entre el capitalismo de rostro humano con el E.B., contra el capitalismo salvaje con el estado mínimo liberal. Por un lado, estaría Alemania (por eso se llama también capitalismo "renano"), y países como Holanda, Austria, y en cierta medida Francia y con otras especificidades Japón. Por otro, el capitalismo "anglosajón" de EEUU y Reino Unido (aunque éste conserva todavía mucho de la época laborista).

             Para Albert las sociedades "renanas" son muchos más igualitarias e integradoras. Hay una mayor estabilidad social, consenso y legitimación por el alto nivel de protección social, compatible con el crecimiento económico y el aumento de la productividad y competitividad. En conclusión, este capitalismo con E.B., es más eficaz económicamente a corto y largo plazo. Está basado en el capitalismo industrial y no el financiero/especulativo, y ha estado condicionado por la socialdemocracia y el keynesianismo. Se pone el acento en su eficacia y racionalidad, con abundante demostración empírica frente al capitalismo liberal y despilfarrador. Plantea, así mismo, la paradoja de su pérdida de credibilidad y menor capacidad política. En la pugna mundial por la hegemonía, últimamente, Alemania y Japón van perdiendo la batalla, sobre todo en el terreno ideológico, y el ámbito financiero/especulativo refuerza la cultura del éxito a corto plazo y a cualquier precio.

            El mantenimiento del E.B., no se podría sostener sobre la presión social o el consenso social y su mayor legitimación, sino sobre la esperanza del fortalecimiento del capitalismo de rostro humano, siendo los otros aspectos necesarios pero secundarios. Las conclusiones e interrogantes son evidentes. El objetivo es fortalecer el núcleo duro de la Unión europea, forjando una identidad europea más social. Defender la eficacia de las multinacionales industriales, frente a la especulación financiera a corto plazo. Así para mantener el nivel de protección e integración social, la gente trabajadora, con una visión eurocéntrica, debería apoyar a este capitalismo favoreciendo su competitividad, y defendiendo su mayor racionalidad económica. A partir de ahí se trataría de ajustar algo los excesos de las llamadas fuerzas del mercado y favorecer cierta estabilidad social, el consenso político y parlamentario y la corresponsabilidad sindical y la democracia industrial. Como se ve, es la apuesta del Plan Delors y del eurosocialismo y de cierto discurso social con la aceptación crítica de los elementos centrales de la convergencia europea de Maastrich, pero con una Unión europea más social.

            d) LA REFORMABILIDAD DEL ESTADO DE BIENESTAR

            Claus Offe plantea una serie de ideas interesantes. La crisis del E.B. está asociada a la crisis de la vieja alianza del capital monopolista (fordista) con la clase obrera industrial (izquierda y sindicatos). Estamos, sobre todo en Alemania, con un ascenso social de los movimientos verdes, con cierta renovación de la socialdemocracia y con un capitalismo alemán bien situado en la división internacional de trabajo. Offe avanza sobre la necesidad de reforma y democratización del Estado con la presión del conjunto de los movimientos sociales. Cogen protagonismo los nuevos movimientos (basados en la clase media y en los sectores marginados) debiendo forjar una alianza con los sectores de la clase obrera industrial y sus representantes sindicales. Así se forzaría una mayor descentralización del aparato estatal y una mayor participación ciudadana. Es la base para un nuevo consenso y una mayor legitimación. Su representación política, con unos movimientos sociales fuertes, sería la convergencia de verdes y una socialdemocracia renovada.

            Sin embargo C. Offe tiene una visión eurocéntrica e infravalora el grado de opresión al Tercer Mundo que ejerce este capitalismo supuestamente avanzado. Quizá sobrevalora la fuerza y potencialidades de los nuevos sujetos y alianzas sociales, al mismo tiempo que las necesidades de consenso y legitimación derivados de esta presión social. Sus conclusiones son más dependientes de las expectativas creadas en los 70 y aún en los 80, pero más difíciles de compartir en esta década de mayor ofensiva neoliberal y mayor disgregación social. Por otra parte hay que tener en cuenta las tendencias hacia la institucionalización y el neocorporativismo de gran parte de estos movimientos (con el fortalecimiento de la democracia política y la reproducción estatal) y por tanto su debilitamiento como polo autónomo, o también las mutuas vinculaciones y funciones entre la periferia del estado asistencial y las organizaciones sociales y ONG más autónomas pero muchas veces dependientes financiera e institucionalmente del propio Estado por la pérdida de dinamismo y amplitud de su base afiliativa voluntaria.      

            En estos planteamientos hay una variante (en parte en el propio Offe y desde posiciones neokantianas en la socialdemocracia y a veces de sectores cristianos), que en este marco de reforma del Estado, se basan más en una motivación ética. Viendo los efectos de desigualdad y pobreza, se trataría de corregirlos. Salvando la competitividad del sistema de desarrollaría un compromiso moral contra tanta injusticia social.

            Por último, en relación a la reformabilidad del Estado hay que citar el discurso eurocomunista (y de la socialdemocracia más clásica) de ir hacia la alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura, avanzando por la democracia parlamentaria, y con el apoyo de la presión social ir forzando la democratización y el papel público del Estado. Hoy día este discurso está cada vez más a la defensiva entre la opinión pública, cada vez queda más debilitado, y especialmente su variante más radical de impulsar una mayor movilización obrera, con parecido esquema general. Hoy día el movimiento sindical se debate entre la consolidación de la concertación social y el corporatismo, en un marco muy defensivo y sin poder avanzar en reformas sociales y, por otro lado, en ser cauce del malestar social con algunas explosiones de descontento de los sectores afectados por los recortes sociales y el deterioro de sus condiciones laborales.

            e) LOS EFECTOS POLÍTICOS Y SOCIALES DE LA CRISIS.

            Para valorar la situación concreta, y especialmente para ver sus tendencias, es preciso siempre un análisis empírico. Huir de las grandes formulaciones de alianzas, leyes y tendencias necesarias. Como dice T. Skopol, es preciso un gran proceso de investigación social. A veces se cae en una caracterización abstracta como representación de un capital colectivo, sin ver que múltiples medidas se forjan según la presión de los diferentes lobbys, coyunturas sociales, relaciones de fuerzas, etc. Varios elementos hay que tener en cuenta.

            Al hablar de E.B., se tiende a ver solamente la faceta social del Estado. Se pueden citar aquí, de pasada, algunos factores sociopolíticos asociados a esta crisis del E.B. y de las economías y sociedades occidentales. Igual que el E.B. ha cumplido múltiples funciones de estabilización y legitimación política y social, al contemplar su crisis, también es necesario ver algunas dinámicas políticas, sociales y culturales que se pueden dar.         

            Por una parte, no hay que olvidar que el Estado Occidental también tiene unas funciones de coacción y control social tanto interior como en el plano político-militar internacional y de garantía de estabilización del statu-quo mundial con la gran desigualdad con el SUR. El reforzamiento de la OTAN y su creciente intervencionismo es patente al igual que un nuevo reequilibrio mundial con predominio político-militar de EEUU. También hay que señalar el reforzamiento de las tendencias culturales eurocéntricas y en algunos aspectos (comunicación, cine...) un nuevo hegemonismo norteamericano.

            Igualmente debemos contemplar el carácter despilfarrador y destructivo de la naturaleza de muchas dinámicas económicas e industriales que la nueva sensibilidad ecologista pone en evidencia. Hay que citar también las dinámicas e intereses de la propia burocracia estatal y funcionarial como bien nos ha explicado algunos neoweberianos y siguiendo a Giddens. Otro factor importante es la presencia de conflictos nacionales y desigualdades territoriales que influyen en la configuración política y social de los Estados y que se pueden exacerbar con la crisis. Igualmente, los condicionamientos diferentes según sexo o edad, o las nuevas dinámicas autoritarias y racistas que invaden a ciertos segmentos de la sociedades occidentales.

            Otro enfoque más evolutivo (siguiendo a Ashford) es contemplar las dinámicas históricas concretas de la conformación del Estado de bienestar y ahora las etapas y procesos de su debilitamiento y crisis. Así convendría diferenciar los diferentes ritmos del discurso ideológico, la evolución y envergadura de las contrarreformas concretas y sobre todo los efectos sociales, así como la conformación de la conciencia y el comportamiento social y el desarrollo cultural de los nuevos sujetos sociales y especialmente de la juventud.

            El E.B. no ha dado un bienestar igual para todo el mundo y todos los países, e igualmente su proceso de desmantelamiento y las medidas concretas de recorte de las prestaciones sociales tampoco afectan por igual a la sociedad. Incluso la misma medida puede afectar en diferente manera a cada persona, y cada persona o sector social pasar por diferentes fases a lo largo de su vida. En el caso particular del Estado español las repercusiones sociales, desigualdades, empobrecimiento y malestar se acentúan ya que sólo se había llegado a mitad de camino en relación a los estados centrales de la Unión europea, con un E.B. más raquítico, y con papel periférico en el primer mundo y una mayor gravedad de su crisis económica, con un alto grado de paro estructural.

            Hay autores, que se plantean, más allá del Estado mínimo liberal, las probabilidades de una especie de Estado mixto, con unas funciones de bienestar público y privado para sectores más acomodados, incluida una minoría muy rica, una red de asistencia social mínima integradora para sectores intermedios, y unas funciones de contención y exclusión social para sectores más marginados e inmigrantes (reforzada con el racismo). Desde esa posición se aspira a una estabilidad y consenso social con una parte de la sociedad (las clases medias y aristocracia obrera en ascenso) junto a sus representaciones institucionales (partidos de izquierda y aparatos sindicales). Luego quedaría una amplia franja con tendencias y expectativas de descenso económico, pero con un mínimo Estado asistencial (sanidad, enseñanza, subsidios y pensiones mínimas, y con vivienda, empleo, salarios o situación familiar algo precarios), donde se encuentra una gran parte de la población trabajadora con empleo y condiciones más precarias. Por último, estaría un tercer sector más empobrecido y con dificultades, incluso para las prestaciones sociales y sobre el que se debería ejercer una tarea de control social.            

            Es difícil generalizar los efectos para toda la sociedad y si es verdad, que los pobres son cada vez más pobres y los ricos más ricos, hay que analizar concretamente la evolución de los diferentes segmentos sociales, su mejora relativa y tendencias acomodaticias en las clases medias y el empeoramiento relativo y la amplitud del malestar que empieza a ser mayoritario en el tercio más desprotegido.

3) CRISIS DE LAS POLÍTICAS SOCIALES.

            a)  DESIGUALDAD SOCIAL Y POBREZA HOY.

            El aumento de la desigualdad, el crecimiento de la pobreza afecta ya a amplios sectores sociales y está lejos de ser un problema marginal. La crisis económica y las políticas neoliberales están generando un alto porcentaje de paro, estancado en más de un 20% de la población activa. La precarización en el empleo y el recorte de las prestaciones sociales generan un mayor empobrecimiento de capas cada vez más amplias. En la Unión Europea ya hay unos 55 millones de pobres, de los que más de 8 millones son del Estado Español como nos informan los estudios de Cáritas o de Mario Gaviria.

            Los fenómenos de la dualización y la segmentación de la sociedad se ven cada vez más claramente. La situación de relativo pleno empleo, estabilidad laboral y social del grueso de las clases trabajadoras y la existencia de una cierta seguridad ante los diversos riesgos de enfermedad, vejez etc. ha dejado paso a una situación de empobrecimiento masivo y de marginación social. Por tanto, no estamos tratando de un tema marginal o a extinguir en las sociedades capitalistas occidentales, sino de un fenómeno amplio que tiene repercusiones para el conjunto de las capas populares.

            Ricos y pobres son dos caras de la misma moneda. La pobreza es un concepto relativo en relación a la media de la renta de la población. Por tanto, el problema es que la riqueza se va concentrando en la cúspide de la pirámide social, junto a un sector de clases medias con sus beneficios y privilegios en ascenso. Mientras por abajo se da un deterioro de las condiciones económicas y sociales de la mayoría de la población trabajadora.

            En el marco del E.B., el mecanismo de integración social principal venía por el empleo, es decir por el salario (o las prestaciones consiguientes) y las condiciones económicas y de estatus derivadas. Los otros mecanismos, como la familia, la escuela, los servicios sociales y asistenciales, la propia cultura, la comunidad nacional, la institucionalización democrática, etc. cumplían también un papel fundamental en la integración social, en la conciencia de pertenencia a una misma sociedad. La crisis del E.B. supone una gran transformación de todos estos mecanismos que ya no pueden cumplir la misma función de vertebración social.

            También hay que considerar que estos fenómenos no se dan por igual entre los diferentes sectores sociales, lo que afianza la división y la disgregación social y se generan diversos niveles de precarización, marginación y exclusión social. El progresivo recorte de las prestaciones por desempleo, los planes de recorte de las pensiones, avalados por el Pacto de Toledo, aunque se mantenga el sistema público de protección social, el deterioro de la sanidad, de los servicios públicos y de la vivienda hacen recaer más sus consecuencias en la población más empobrecida por su situación en el mercado laboral.

            Los jóvenes en búsqueda de su primer empleo o con una contratación precaria, los pensionistas que componen la mitad de los pobres, con un predominio de las mujeres en uno y otro colectivo, además de otras mujeres que, dado su nuevo papel en la familia y su precaria integración en el mercado laboral, se sitúan en claros niveles de pobreza, por lo que podemos hablar del rostro femenino de ésta. Incluso comportamientos diferentes a los impuestos por las normas mayoritarias, según la cultura, la opción sexual o diversas particularidades son fruto de marginación o exclusión. Podemos citar más específicamente la ampliación de la marginación social en colectivos como la población gitana y los inmigrantes, o en ámbitos como la drogadicción, el SIDA, la delincuencia o la prostitución.

             Para la lucha contra la marginación y la desigualdad, no podemos contentarnos con repetir las recetas keynesianas, en la espera de un crecimiento económico, que haga de un hipotético aumento del empleo el elemento central de lucha contra la pobreza. Sería caer en la trampa del neoliberalismo de confiar en una economía, que va por otro lado.

            Por otra parte, hay que ser conscientes, ante la envergadura de estos grandes problemas, del papel limitado de algunos mecanismos y políticas puestos últimamente en marcha, como la formación ocupacional, los programas de rentas mínimas de inserción o diferentes servicios informativos o asistenciales, etc. Es verdad que se palían muchas situaciones precarias, pero su función principal suele ser la de embellecer ante la sociedad la preocupación de las instituciones públicas en la lucha contra el paro y la precariedad, cuando al mismo tiempo, son sus principales responsables y aplican o apoyan las políticas económicas neoliberales. Sin embargo, vamos a profundizar en algunos aspectos concretos.

            En primer lugar, el concepto pobreza hay que definirlo en términos relativos, es decir en relación al nivel medio de la sociedad en cada momento. Ahora estamos hablando de sociedades occidentales. El criterio europeo más aceptado es el de considerar pobre a la persona que no dispone del 50% de la renta media del país. En el caso del Estado Español la renta media per-cápita ronda las 85.000 ptas. mensuales, con lo que pobre es una persona con menos de 42.500,- ptas. y pobre severo cuando no llega al 25%, es decir a 21.250,- ptas. Por tanto, no hablamos de mendigos o de una cosa marginal, sino de una realidad más amplia, incluyendo a la pobreza moderada. En este caso estaríamos hablando de más del 20% de la población de forma estable o estructural (en el Estado Español entre 8 y 10 millones de pobres), sin que en esta década se haya modificado substancialmente, a pesar de otras interpretaciones más positivas como la de Gaviria.

            En segundo lugar, está el nivel de exclusión social. El problema es si consideramos solamente a las personas que no participan en el conjunto de la sociedad, o a todas las personas que están excluidas también en algún aspecto o faceta determinada. El asunto tiene su importancia, ya que, si tenemos una concepción restringida de la exclusión social, y definimos el trabajo social como la acción específica a este sector, sigue vigente el gran problema de la acción con respecto al conjunto de la gente pobre y marginada. Estamos por tanto en la tensión entre un universalismo más general y la prioridad a los sectores más excluidos con servicios sociales específicos. Esta cuestión es resoluble si no encubre la ausencia de recursos y la falta de responsabilidad del Estado con respecto al conjunto de esta población.

            En tercer lugar, los niveles de marginación por aspectos culturales, étnicos, nacionales, de género, de opción sexual, etc. y que pueden coincidir o no con otros rasgos. En este campo aparecen un montón de problemas y la necesidad de modificar las pautas de comportamiento dominantes y los valores culturales, sexuales y éticos dominantes. Implica un replanteamiento de los conceptos de inadaptación o conducta desviada y las alternativas de normalización, y mas en general las propias pautas culturales de la civilización occidental.

            Por tanto, cuando se habla de la lucha contra la pobreza, la exclusión y la marginación pueden variar mucho las dimensiones del personal afectado y las implicaciones presupuestarias, sociales y culturales. Es decir, se suele hablar de cosas muy diferentes, incluso con enfoques políticos y teóricos contrapuestos. 

            b) LAS DIFICULTADES PARA LA INTEGRACIÓN SOCIAL.

            En primer lugar, es conveniente empezar por el propio concepto de "integración social" planteado como el objetivo de las políticas sociales y del trabajo social. Es un concepto fundamental surgido como objetivo básico de la constitución de los E.B. Este concepto hoy es problemático ya que hace referencia a la "normalización" en un conjunto de valores culturales, estatus socioeconómico, sistema social, valoración de la civilización occidental, etc. que, a veces es contradictorio con las pautas de partes de la población. La gran amplitud de la inmigración en algunos países europeos (Alemania, Francia...), con altos porcentajes de personas de fuera de la tradición cultural occidental (Turquía, Magreb, Africa negra...) plantea numerosos interrogantes sobre esta tarea, a diferencia de los años 50 ó 60 con una inmigración de los países del sur de Europa.

            Por otra parte, en las dinámicas de marginación y exclusión social, influyen diversos aspectos culturales, nacionales, de ciudadanía, étnicos y lingüísticos, de género, de opción sexual, etc. Los mecanismos tradicionales de integración, socialización, o normalización a través de la familia, la escuela, la nación o el trabajo están en crisis y transformación. Así, además de los sectores precarizados pero con relativa identidad cultural aparecen importantes bolsas de comunidades con otras señas de identidad étnica o cultural.

            A veces se dan procesos de asimilación, pero otras se reacciona con autoafirmación de sus identidades culturales. Por otra parte, van apareciendo fuertes conflictos con generalización de la xenofobia. También los más nuevos mecanismos de integración y normalización cultural, como, el consumo masivo o la propaganda de "masas" también son problemáticos apareciendo movimientos contraculturales en su contra.

            En segundo lugar, hay que mencionar la crisis y falta de credibilidad de las propias ciencias sociales y en especial su supuesto carácter científico, para definir las políticas sociales a plantear. La propia imagen de neutralidad o de metodología profesional e independiente está presentando sus limitaciones. La tradición de la sociología y también del marxismo, han solido priorizar los aspectos económicos tanto en los análisis sociales como en los objetivos. Así el objetivo del empleo se sigue considerando el elemento central de la integración social, cuando el paro es masivo y estructural.

            Las clases sociales han variado su composición. La clase obrera está segmentada y dividida y aparece una nueva realidad de desigualdad y pobreza. Como se sabe, el E.B., con todos sus mecanismos de cohesión y vertebración social está en crisis y la asistencia social como parte de él también está en crisis y retroceso. No tenemos muchos soportes teóricos claros, ante una realidad cada vez más amplia. El conjunto de las ciencias sociales y de la sociología en particular, apenas ha empezado a replantearse las bases teóricas para comprender y definir líneas de actuación ante esta nueva realidad social.

            Dentro de este panorama general tiene una variada gama de problemas específicos la crisis del papel de los propios trabajadores y trabajadoras sociales y de los servicios sociales e instituciones dedicados a la asistencia social. Lo dominante ha sido la educación teórica y práctica, en un ambiente de avance del E.B. y ahora se da una gran perplejidad ante las nuevas realidades y funciones a realizar. Hay que citar igualmente las dificultades profesionales y la inestabilidad laboral que hoy se agudizan por el retroceso del gasto social y la ampliación de los problemas sociales. La complejidad teórica es grande, la experiencia e investigación limitada, los planos muy diversos, muchos problemas son nuevos y muchos enfoques viejos obsoletos. Sólo desde un pensamiento critico y abierto y una conexión directa con las nuevas realidades se podrá avanzar en este campo, aunque la concreción y especialización pueda ser muy diversa.

            Por último, hay que señalar las diferencias de las diversas políticas de integración. De forma concreta a veces se queda en una aportación monetaria. Otras se acompañan de algunas medidas o contratos de contraprestación de formación, empleo o inserción socioeconómica. Algunos establecen una relación jerárquica e individualizada, y otros tienen una dinámica más participativa y comunitaria. Y, en fin, otras establecen programas de actuación en diversos campos familiares, sanitarios, culturales, etc. desde diversos organismos, que suelen estar descoordinados. Pero ahora nos vamos a detener en la experiencia de los Salarios sociales como elemento central de las nuevas políticas sociales y por su novedad y generalización en esta década de los 90.

            c) EL SALARIO SOCIAL Y LA EXPERIENCIA FRANCESA.

            Ante los nuevos problemas de la cohesión social cobra una nueva importancia la lucha contra la pobreza como en los comienzos del E.B. Ahora, desde los primeros años de la década de los 80, se va planteando en Europa, con un nuevo enfoque, el debate sobre la integración social y la utilización de nuevos mecanismos para conseguirlo. Se parte de la generalización de una nueva realidad social, tras la crisis económica de los 70, con un amplio sector en paro y con una gran franja de pobreza, con dinámicas de desestructuración social, exclusión y marginación. No nos vamos a detener en los antecedentes tanto de la situación social como de las diversas políticas aplicadas antes de la IIª Guerra Mundial. Durante los 50, 60 y parte de los 70, se da una situación de relativo pleno empleo, con la integración a través del trabajo, y los avances del E.B.

            Debemos hacer la salvedad del caso español, donde el E.B. es muy reciente al empezar, prácticamente, en los 70, ha habido una fuerte emigración interna y externa, una frágil economía, y a finales de los 70 y en los 80, cuando estas dinámicas se bloquean y empiezan a entrar en crisis, los efectos son más amplios y los mecanismos de integración más débiles.

            En este contexto se producen los nuevos debates sobre las Rentas o Ingresos "Mínimos" de Integración o Inserción (o Ingreso o Salario Social "Universal"). Esta diversidad de denominaciones indica diversos acentos en algunas características y objetivos de estos nuevos planes puestos en marcha ante el mantenimiento en Europa en los años 80 de grandes bolsas de paro y pobreza.

            Se empieza a sistematizar estos problemas en la Conferencia Internacional de Lovaina (Bélgica) en 1986, y a partir de ahí se comienza a generalizar algunas medidas institucionales contra la pobreza y exclusión. En Francia se aplica un Plan amplio desde 1989, que luego analizamos. También se establecen este sistema en Holanda y Bélgica. Por parte de la Unión Europea, ya en 1994, se publica un Informe sobre la Protección social en Europa, con la pretensión de establecer objetivos comunes para los Estados miembros. Por otra parte, se debe señalar que en estos últimos años, con el Plan Delors, y la construcción de la llamada Europa Social se está generalizando el discurso de todas las instituciones políticas de la prioridad de la lucha contra el paro y la pobreza.

            En el Estado español, se empieza en la Comunidad Vasca en el 89, y luego se va generalizando por casi todas las Comunidades Autónomas. En general, nos encontramos con unos planes muy limitados de los poderes públicos, pero que se suelen presentar con un discurso embellecido de sus efectos para la lucha contra la pobreza y la exclusión. Ante la situación de malestar y los riesgos de cierta disgregación los planes de los Gobiernos europeos se han lanzado a una gran campaña de legitimación del orden social vigente pero sin los supuestos económicos keynesianos presentes en los años 50 y 60. Por una parte las economías europeas son incapaces de generar empleo y mantienen unos planes de convergencia europea basados en políticas económicas restrictivas y por otra lado los Estados pretenden dar la imagen de una gran preocupación social.

            La experiencia francesa de la implantación de RMI (Rentas Mínimas de Inserción) durante los años 1989 al 92 es de las primeras y más amplias. Una gran parte de los problemas teóricos y prácticos se han ido reproduciendo y aplicando aquí y en el resto de Europa, en general de forma parcial. Se pueden entresacar algunos aspectos del Informe realizado por la Comisión Nacional (francesa) de Evaluación del RMI. Como se sabe, el Gobierno de la derecha de Balladur anuló este programa en el 93 y en la reciente victoria electoral, la misma derecha con Chirac, ha hecho de la batalla de la lucha contra el paro y la desigualdad un tema central y ha vuelto a resucitar nuevamente estos programas:

            - Según ese Informe, el RMI ha constituido un avance social y jurídico innegable al dar, en el curso de estos tres años, el derecho a condiciones adecuadas de existencia a 950.000 personas, es decir, cerca de 2 millones contando beneficiarios indirectos.

            - Ha conseguido efectivamente asegurar a los perceptores una cierta seguridad material y una mejora de sus condiciones de vida.

            - Por contra en cuanto a dispositivo de inserción ha suscitado una dinámica insuficiente en relación con las esperanzas que había despertado entre los beneficiarios.

            - El nuevo dispositivo no ha llegado principalmente a las poblaciones en las que se pensaba en un principio, es decir a las que viven en el cuarto mundo y poblaciones marginalizadas. Afecta sobre todo a mujeres solas y jóvenes.

            - Las dificultades en el acceso al empleo y por tanto a la inserción socioeconómica son bastante insuperables y la lógica del mercado de trabajo determina que se reintegren por esta vía los que ya que están en mejores condiciones. La propia tendencia hace separar la dinámica de formación ocupacional y apoyo a la búsqueda de empleo a los sectores menos marginados seleccionando a los más "competitivos", y una dinámica sin perspectivas de integración socioeconómica, tímidamente asistencial y que mantiene la bolsa de la exclusión social.

            d) LOS LÍMITES EN LA LUCHA CONTRA LA EXCLUSIÓN:

            * En primer lugar hay que destacar las diferencias substanciales de las dimensiones del IMI (madrileño y en general de todas las comunidades autónomas), y del RMI francés. Desde esa comparación los IMI tienen una función muy marginal para la lucha contra la pobreza y la marginación. En el caso español los IMI han afectado a unas 70.000 personas. No llega al 2% de la población pobre. Desde una perspectiva más unificadora de las prestaciones sociales (subsidios de desempleo) y pensiones (contributivas bajas y no contributivas), nos encontraríamos con un mecanismo algo más amplio de prestaciones económicas. Por tanto desde un punto de vista global es un instrumento muy limitado. Otra cosa es la experiencia directa que reporta, la ligazón con una serie de problemas, gente profesional y tipo de personas "imistas", etc. y todo el conjunto de problemas prácticos, de orientación, y teóricos que asoman desde esta actividad.

            La confusión se plantea cuando se presenta, de forma embellecida como instrumento fundamental para la lucha contra la pobreza y la exclusión, con una función de propaganda de las instituciones públicas y de excusa ante el agravamiento del empobrecimiento masivo de amplios sectores sociales.

            * Un segundo problema sustancial, al igual que en Francia son los límites cualitativos para su supuesta función de integración social. Además de las advertencias planteadas antes sobre este concepto, se reconoce las dificultades para la inserción en el mercado de trabajo. La crisis y las condiciones económicas futuras no anuncian una mejoría de este aspecto. En este sentido hay que replantearse la tradicional orientación general de fondo de conseguir un empleo como instrumento de integración social. Se vuelca en este aspecto casi todo. La función sería mejorar las condiciones personales y profesionales en relación al mercado de trabajo. Con esa dinámica, como también se dice, se tiende a volcarse en los sectores más rentables a corto plazo en su incorporación al mercado de trabajo. Se desplaza la atención de la clásica asistencia social sin contrapartidas y guiada por las necesidades de cada sector y persona, para centrarse en el personal más rentable y competitivo para esta nueva función.

            * En tercer lugar hay que destacar, las restricciones presupuestarias para el gasto social y en particular para las prestaciones sociales y las pensiones. Citamos aquí solamente el aspecto de que las restricciones presupuestarias para las prestaciones sociales asistenciales se pretenden justificar haciendo hincapié en los esfuerzos personales, tanto de los profesionales de los servicios sociales como de las propias personas para los proyectos de integración con el argumento progresista de "mejor enseñar a pescar que dar peces". Igualmente en la otra faceta de la lucha contra el paro vinculadas al INEM se intentan ampliar algo los presupuestos de unos 65.000 millones para las llamadas políticas activas de empleo sobre todo a través de la formación ocupacional y el autoempleo, pero se reduce, como efecto del Decretazo del 92 y de la Contrarreforma Laboral, las prestaciones y subsidios por desempleo en cerca de medio billón con el mismo argumento de que lo importante es prepararse para un nuevo empleo, es decir aprender a pescar. Si comparamos esta disminución con lo que se dedica al salario social que supone unos 30.000 millones, nos encontramos con que su partida presupuestaria es una ridiculez.

            Por tanto, se suele plantear, la contradicción entre la necesidad de una buena cobertura asistencial y económica por una parte y una dinámica de integración socioeconómica y de empleo, por otra, como excluyentes. Incluso, a veces, se extreman las críticas a la tradición asistencialista, por ejemplo, de la Iglesia, o el quedarse solamente en las contribuciones económicas para priorizar los proyectos de integración y promoción de empleo, cuando hay grandes necesidades y deficiencias en ambos campos.   

            El asunto está, en que hay más de 8 millones de pobres, la mitad de ellos dependen de una pensión, pero cada vez más se da una pobreza entre la juventud que siguen esperando una mejoría socioeconómica. Por otro lado, tenemos unos 4 millones de parados y más del 35% de personas con empleo están en precario, y todo ello sin expectativas de mejorar a través del trabajo. Por tanto, aunque en un sentido abstracto es importante ayudar a los procesos de integración social, a través de una participación personal más activa, hay que asegurar la asistencia social y las prestaciones económicas de forma independiente a los contratos de inserción laboral. A veces los contratos de inserción se convierten en una barrera, y la exigencia de "integrarse" es un pretexto para no responsabilizarse de una grave y amplia situación de pobreza. Por otra parte, los programas de formación ocupacional, solo sirven, en su gran mayoría, para mantener a una gran bolsa de gente parada con una expectativa pero que para una gran mayoría suele acabar en nuevas frustraciones.

            * En cuarto lugar el empleo como elemento de integración social. El pleno empleo como objetivo social a conseguir, está subyacente en los planes de lucha contra la pobreza. Sin embargo, el tipo de proceso económico actual en las sociedades occidentales, va a mantener una alta tasa de paro, y la dinámica neoliberal dominante va a agudizar la pobreza y el aumento de la desigualdad social. En las pasadas décadas los servicios sociales, la asistencia y la protección social se contemplaban como una faceta secundaria y complementaria al empleo como mecanismo central de integración socioeconómica. Al entrar en crisis el modelo de pleno empleo se acelera la crisis de estos mecanismos, pensados como subsidiarios pero que ahora deberían de cubrir a una cuarta parte de la población.

            * También conviene recordar las discusiones y debates sobre el reparto del trabajo. Sobre la base de considerar el empleo el elemento principal para la integración social, y admitiendo la dificultad para generar empleo se plantea el reparto de éste como elemento de redistribución e igualdad. Son muy interesantes algunos de los problemas puestos en cuestión con estos debates, en particular Gorz, aunque a veces se caen en las mismas soluciones economicistas y por otra parte las tendencias dominantes no apunten por esa vía y los pasos dados son muy limitados.

            * Otra perspectiva global diferente es plantear la exigencia del Ingreso Social (Renta o Salario) Universal cuyo alcance más general ha dado Van Parijs. No es un asunto marginal, y afecta a casi un tercio de la población. Aunque no hay ni va a haber suficiente empleo, (por motivos económicos y ecológicos), en Occidente hay suficiente recursos económicos y productivos para garantizar unas rentas mínimas para cubrir las necesidades básicas de la población. Estamos hablando de un subsidio de carácter universal, atendiendo a las necesidades sociales y dirigido a los sectores precarizados de la sociedad. Sería un salario unificador y generalizador de otros actuales como el subsidio de desempleo, las pensiones no contributivas o las propias rentas mínimas actuales. Es una cuestión de reforzar los derechos subjetivos. Es un debate surgido en estos años en Europa, y más allá de algunas pretensiones algo utópicas, puede enriquecer el debate de ideas sobre los nuevos mecanismos de redistribución social de la riqueza.     

            * Otro de los problemas importantes es las características y problemas de los propios trabajadores y trabajadoras sociales, sociólogos y personal técnico en este campo, ya aludidas anteriormente. La función de la llamada "socioburocracia" en la política social es fundamental, por lo que la crisis institucional, financiera y de orientación, de ésta, les afecta directamente. A diferencia de EEUU, en que desde la época de Mary Richmond ha predominado el trabajo de organizaciones no gubernamentales, en Europa las políticas sociales, salvo la parte realizada por la Iglesia, han estado muy institucionalizadas y dependientes del Estado.

            Así con los IMI y los servicios sociales, y la asistencia social en general nos desplazamos al trabajo pagado y desde las instituciones. Hay un problema de mejorar las propias condiciones laborales de estos profesionales que con la crisis también se ven afectados en sus condiciones materiales, profesionales y de estatus. Pero por otro lado está el trabajo voluntario de algunos de ellos y en general los límites del voluntariado en este campo, dada el poco dinamismo actual y la necesidad de ciertos conocimientos especializados.

            De forma crítica podemos mencionar algunas dinámicas negativas entre los profesionales más institucionalizados analizadas por algunos estudios de investigación. En esta "socioburocracia" con su poder institucional o económico (de decidir sobre una prestación, un contrato de inserción, o un plan de formación profesional), suele aparecer, a veces, un problema de desigualdad con la gente necesitada, una inercia burocrática y prepotente, desprecio por el trabajo colectivo, o la prevención o falta generación de iniciativas o dinámicas asociativas fuera de su control.

            * La orientación del trabajo social, en el marco de este E.B. en retroceso, debería de ir por otro camino. Hay que ayudar a la gente a que mejoren sus condiciones sociales. Pero también a generar experiencia asociativa y conciencia social, forjar lazos más solidarios con estos sectores sociales, unas relaciones sociales menos competitivas. A estimular la participación y apoyo entre la gente empobrecida, favoreciendo la experiencia comunitaria. Estamos pues ante la perspectiva de generar una nueva sociabilidad, una nueva vertebración social, una integración en una dinámica social diferente y alternativa. Es una situación de tensión y de cierto conflicto permanente, de integración y al mismo tiempo de ampliación de la participación y del desarrollo del espíritu crítico. Por tanto, hay que resistir a las tendencias uniformizadoras y normalizadoras, generando unas nuevas relaciones sociales, un nuevo tipo de personas, con un nuevo enfoque del bienestar social. En definitiva, es una perspectiva de ampliación del bienestar social y de profundización en la participación democrática, de fortalecer la sociabilidad de esta sociedad individualizada.

4) CONCLUSIONES SOBRE LA CRISIS DEL ESTADO DE BIENESTAR

            a) ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL E.B.  

            * En primer lugar el contexto de la política económica y la convergencia europea. Los acuerdos de Maastrich y el proyecto de construcción de la Unidad Europea, están inscritos en una dinámica de competitividad, de desregulación de la economía y de reducción del gasto social, mientras se produce un espectacular crecimiento del dualismo social. A pesar de toda la propaganda sobre la creación del empleo o la supuesta preocupación por la disgregación social, lo cierto es que la perspectiva inmediata abunda hacia el aumento de la competencia internacional, el avance del desmantelamiento de parcelas del E.B., a la quiebra de la solidaridad interna entre las diferentes capas sociales y de la cohesión de las sociedades europeas. Aunque la Unión monetaria vaya para adelante no parece que suponga grandes avances sociales para amplias capas de la población europea.

            Por otra parte, se generalizan el empobrecimiento del SUR, los conflictos nacionales y étnicos y los desequilibrios ecológicos. También se refuerza el autoritarismo y fenómenos como el racismo y la xenofobia. Igualmente, se fortalece el papel subordinado de las mujeres, haciendo recaer sobre la familia la responsabilidad de frenar el deterioro económico y la desvertebración social, al mismo tiempo que se feminiza la pobreza.

            * En segundo lugar su evolución histórica. El comienzo de la crisis del E.B. se remonta a los años 70, se amplía en los 80, y ahora en los 90 lejos de atenuarse, se acentúa. Los rasgos más visibles son el aumento del paro y el mantenimiento de un alto volumen de desempleo, el alto crecimiento del empleo precario, el recorte o estancamiento del gasto social y de las prestaciones y derechos sociales. Todo ello supone un aumento sustancial de la desigualdad social, de la segmentación y dualización social, del aumento de amplias bolsas de pobreza y nuevas dinámicas de marginación y exclusión social.

            * En tercer lugar los objetivos principales. El E.B., como proceso de reformas sociales y económicas, es una respuesta a la grave crisis europea de los años 30, seguida por la IIª Guerra mundial y la consolidación del "socialismo real" en el Este. Buscaba unos objetivos: hacer a la economía capitalista más productiva y armoniosa, asegurar la estabilidad y la cohesión social y fortalecer el sentimiento de solidaridad y de comunidad nacional. Todo ello con un amplio consenso político y con un alto grado de legitimación social del sistema.

            * En cuarto lugar hay que señalar los dos componentes económico y social. El componente principal del E.B. es el económico, regido por las políticas keynesianas de mayor intervencionismo publico, para asegurar un crecimiento económico estable y mantener el objetivo de pleno empleo. El componente social, está subordinado al anterior.

            Se trataría de dar cobertura universal a la población de una serie de prestaciones (sanidad, educación, pensiones, servicios sociales...), extendiendo el derecho a la ciudadanía social y proporcionando cierto bienestar social especialmente en las sociedades europeas. Por otra parte, en el E.B. se aumentaron el poder adquisitivo y las mejoras económicas y sociales y por otro lado no ha habido un significativa disminución de la desigualdad social o de la redistribución de la renta que se consideran dos grandes logros. Es decir, ha habido una redistribución horizontal dentro de las clases trabajadoras, y no una redistribución vertical con las otras clases sociales.

            b) ALGUNAS CAUSAS DE LA CRISIS.

            Paralelamente a la crisis económica mundial de mediados de los 70, y como su expresión más significativa, aparece la crisis del E.B. Las bases del crecimiento económico con casi pleno empleo se rompen, así como el relativo consenso político y social. Esta pérdida de legitimidad se acentúa ante la pérdida de confianza de la capacidad de intervención del Estado y de las políticas sociales, de la constatación de la persistencia de grandes desigualdades sociales y de la pérdida de ilusiones en el "socialismo del bienestar" y el hundimiento del "socialismo real". Las políticas neoliberales sustituyen a las keynesianas y se refuerza la nueva ideología neoliberal de subordinarlo todo a la economía, regida por la mano invisible del mercado.

            La crisis del E.B. se refuerza también con una serie de dinámicas económicas internacionales (competencia cada vez más fuerte, creciente inestabilidad de las relaciones económicas y monetarias, estancamiento del mercado mundial...) que mantienen a la economía, básicamente, en el estancamiento, aunque se sucedan pequeñas recesiones y recuperaciones. Incluso una relativa recuperación económica no repercutiría en el aumento del empleo, dadas las profundas transformaciones productivas y tecnológicas.

            Todo ello hace que las políticas económicas se trasladen a la economía de oferta, es decir a la mejora de la competitividad en el mercado internacional, y por otra parte, que se consoliden la contención o reducción de los gastos laborales y sociales. No valen las recetas keynesianas de unas políticas expansivas inexistentes, o de un crecimiento con empleo. Por tanto las bases en que se construyeron en Europa los E.B. han cambiado profundamente, y estamos en presencia de grandes transformaciones políticas, económicas y sociales a las que hay que hacer frente con otras perspectivas y con la posibilidad de que se configuren otros actores sociales en un contexto diferente al de estos últimos 50 años.          

            c) SOCIEDAD CIVIL Y ESTADO.

            Llevamos ya unos 20 años de crisis del E.B. y muchas fuerzas económicas y políticas han ido renovando su discurso neoliberal: "Es necesario menos estado y más sociedad civil". No cabe duda de que el actual estado ha sido presa de dinámicas despilfarradoras, ineficiencias e incluso corrupción. Todos estos elementos han sido utilizados para desprestigiar al E.B. por las fuerzas de derecha y los grandes poderes económicos. Igualmente aparece un discurso neoliberal de fortalecer la sociedad civil, que normalmente se centra en ampliar la libertad de las fuerzas económicas más poderosas para ampliar su libertad de acción. Es la exigencia del máximo de libertad para las fuerzas del mercado que no deben ser reguladas por los poderes políticos, es decir por el Estado.

            En la tradición de la izquierda tanto socialdemócrata como comunista ha predominado las concepciones estatalistas, de apoyarse en la política y en el Estado para influir en la economía y en la sociedad. Pero esquematizando, a veces parece una confrontación entre Smith para dejar hacer a la "mano invisible del mercado" y Hobbes de garantizar un fuerte Leviatán, un fuerte Estado frente a la sociedad civil que tiende al caos. Este debate, en términos económicos se plantea en torno a la defensa de lo privado frente a lo público y en términos de filosofía política entre la libertad individual y la identidad colectiva del ser humano.

            El futuro del bienestar no puede venir del liberalismo, y menos de las fuerzas del mercado, sin embargo, el Estado actual y la política también dejar traslucir muchas grietas. Estamos en este fin de siglo en una encrucijada donde es necesario un nuevo impulso de reflexión crítica de un nuevo replanteamiento de los elementos clave que han servido para definir las relaciones sociales y el papel del Estado en este siglo. Hay que defender las funciones sociales del Estado de bienestar, y al mismo tiempo abrir otra dinámica que es la de potenciar la sociedad civil revisando el papel del propio Estado.

            En la tradición liberal de potenciar la sociedad civil se expresaba la emergente burguesía frente al Estado del Antiguo Régimen. Tenía un contenido fundamentalmente económico como en Locke, con la prioridad de la defensa de la propiedad privada, frente a la arbitrariedad de un Estado no sujeto a derecho. Pero si hablamos desde el punto de vista de la población trabajadora, y estamos siguiendo una concepción amplia de clase obrera, ésta no puede basarse en la defensa de una economía frente a las instituciones reaccionarias como hizo la burguesía en los siglos XVII y XVIII, sino que debe basarse en su propia capacidad como fuerza social, no como fuerza económica, y enfrentarse al poder económico, transformando la política y el Estado.

            Por lo tanto, no valen ya las viejas formulaciones de la misión histórica del proletariado, inscritas en su propia esencia, y que culmina en su propio Estado socialista, ante la evidencia histórica de su fracaso que ha provocado la confusión y perplejidad actual. Pero tampoco se puede proclamar su muerte, sin más. Se nos plantea la problemática de como se puede constituir unos nuevos sujetos sociales en este fin de siglo, nuevas fuerzas sociales transformadoras.

            Estamos ante uno de los grandes retos del futuro, la renovación de unas relaciones entre sociedad y Estado, que han configurado las sociedades modernas en estos últimos siglos. Las alternativas están entre impulsar una mayor capacidad asociativa y comunitaria o bien en dejarse llevar por las tradiciones más estatalistas de delegación en el propio Estado, o liberales de confiar en el mercado. Se trata de tener una sociedad civil, una sociabilidad fuerte donde el aspecto principal es la propia sociedad, su propia vertebración social y su participación democrática, para influir en la economía y en la política. 

            Aumentar la propia democratización del Estado, su mayor descentralización y la posibilidad de mayor participación democrática supone plantear al mismo tiempo un Estado de bienestar más vigoroso en sus funciones sociales, pero no tanto como aparato burocrático. Pero las grietas producidas por el retroceso de su papel acentúan las necesidades de tener que resolver la propia sociedad múltiples aspectos de asistencia y apoyo social que va dejando el propio Estado. Así aparecen nuevos tipos de organizaciones como la ONG, nuevos papeles del voluntariado social, y por otro lado nuevos impulsos al tradicional papel asistencial de la Iglesia y sobretodo una nueva replanteamiento del papel de la familia.

            La familia, como institución central en los siglos anteriores en la reproducción de la fuerza de trabajo y en su papel de protección social, había modificado algo estas funciones al aumentar el papel del Estado. Ahora nuevamente se plantea una nueva reestructuración de sus relaciones, ampliando su papel y generando unas nuevas contradicciones con el papel de la mujer tradicionalmente subordinado, que durante estas décadas había conseguido incorporarse en gran medida al mercado de trabajo y a la actividad social y política pública, y que ahora nuevamente se plantea su vuelta a casa para cumplir esa tradicional misión de ser el elemento fundamental en la reproducción y protección social.

            El futuro sin embargo no aparece muy optimista. La crisis ideológica y la segmentación social debilitan la capacidad de transformación y resistencia social de las fuerzas de izquierda, del sindicalismo y de los movimientos sociales y populares. La crisis cultural y moral que padecemos en occidente dificulta y al mismo tiempo estimula una renovación del pensamiento y de nuevos valores sociales. Por otra parte, esta situación económica y social pone de manifiesto de forma más clara las miserias y lacras del capitalismo, su pérdida de legitimidad entre amplios sectores sociales y facilita la necesaria crítica al mismo. Las perspectivas de sostenimiento el E.B. tal como ha sido conocido son muy difíciles.

            Como dicen Mishra y Albert las tendencias neoliberales son muy importantes y algunos sectores socialdemócratas también participan del progresivo desmantelamiento del E.B. El retroceso de las fuerzas progresistas y de izquierda, de la capacidad de movilización del movimiento sindical parece imparable a corto plazo. El futuro también aparece con la probabilidad de una mayor división y disgregación de la clase obrera y un retroceso de las organizaciones sindicales y movimientos populares levantadas en torno a ella.

            Tampoco parece que esté en ascenso los nuevos movimientos sociales (pacifistas, ecologistas y feministas) surgidos tras el mayo francés y que han tenido un especial protagonismos en los 80.

            El aumento de la pobreza y la marginación puede facilitar la aparición de nuevos factores de descontento y malestar, de nuevas energías y explosiones sociales, pero, a corto plazo, parece difícil la constitución de nuevos sujetos sociales activos y organizados desde los sectores en paro o precarizados. Las teorías sobre la aparición de un nuevo sujeto a raíz del lumpemproletariado, o de los sectores marginados, de momento no parecen que tengan éxito.

            Sin embargo, la acción contra la pobreza y la desigualdad, la búsqueda del bienestar social seguirá siendo un imperativo ético para los sectores más críticos y solidarios de la sociedad. En este sentido el actual E.B., a pesar de su crisis y debilitamiento todavía tiene una función que cumplir. Pero al mismo tiempo permanece el reto de una profundización crítica sobre el conjunto de las relaciones económicas y sociales, sobre la configuración de un nuevo modelo de Estado y sociedad. Solo así podrá avanzar en una de las tradiciones de los movimientos progresistas desde la Revolución Francesa, como es la lucha por la igualdad social y renovarla para este nuevo siglo XXI.                                                                                                                

                                                                                               Enero de 1997

BIBLIOGRAFÍA :

* LOS TRES MUNDOS DEL ESTADO DE BIENESTAR. G. Espin-Andersen (Ed. Alfonso el Magnánim y Debats)

* EL ESTADO DE BIENESTAR EN CRISIS. R. Mishra (Mº Trabajo)

* CAPITALISMO CONTRA CAPITALISMO. M. Albert (Ed. Paídos)

* LA APARICIÓN ESTADOS DE BIENESTAR. E. Ashford (Mº Trabajo)

* GACETA SINDICAL. Nº Monográfico enero/94. (Ed. CCOO)

* POLÍTICA SOCIAL Y CRISIS ECONÓMICA. I. Cruz (Ed. Siglo XXI)

* LA SOCIEDAD DE LA DESIGUALDAD. Varios (Ed. Gakoa)

* SÉPTIMA POTENCIA. Mario Gaviria (Ediciones B)

* EL SIGNIFICADO DE LA CRISIS. J. O'Connor (Ed. Revolución)

* CLASE, CRISIS Y ESTADO. E. Olin Wright (Ed. Siglo XXI)

* EL ESTADO REGRESA A PRIMER PLANO. T. Skopol (Zona Abierta 50)

* CONTRADICCIONES EN EL ESTADO DE BIENESTAR. C. Offe (Ed. Alianza)

* COMPETITIVIDAD ECONÓMICA Y ESTADO DE BIENESTAR.

            A. Pfaller, I Gough y G. Therborn (Mº Trabajo)

* LA ESTRUCTURA DE CLASES EN LAS SOCIEDADES AVANZADAS.

            A. Giddens (Ed. Alianza)

* LA FORMACIÓN HISTÓRICA DE LA CLASE OBRERA. E.P. Thompson (Ed. Laia)

* IDEOLOGÍA DEL PODER Y EL PODER DE LA IDEOLOGÍA. G. Therborn (Ed. Siglo XXI)

·      TEORÍA DE LAS NECESIDADES HUMANAS. L. Doyal/I. Gough (Ed. Icaria)

Reparto del trabajo,

salario social y ciudadanía

Sumario:

I. EL DIAGNÓSTICO. DE QUÉ SE TRATA

            a) Cómo nació el debate sobre el salario social.

            b) La crisis económico-social y de los sistemas de protección social.

            c) Pobreza, exclusión social y mercado de trabajo.

d)  Evaluación de las RMI y los IMI.

e)   La carta de derechos sociales.

f)    Cobertura asistencial e integración socioeconómica.

g)  Paro, reparto del trabajo y distribución de la riqueza.

h)  Debate de ideas y reforma social.

II.  REPARTO DEL EMPLEO Y SALARIO SOCIAL.

a)  La renta básica según Iglesias y

b)  El reparto del empleo según Riechmann.

c)   Gorz y el papel del trabajo.

d)  La cuestión de la reproducción social según Riechmann.

            e) Derechos económicos de ciudadanía según C. Offe.

f) Oposición y complementaria entre reparto del empleo y distribución de la    riqueza.

            g) La universalidad del salario social.

            h) Condicionalidad y contrapartidas.

            i) Salario social, dualización y mercado de trabajo.

            j) Utopía y posibilismo fiscal y político.

III. DERECHO A LA CIUDADANÍA Y SALARIO SOCIAL.

            a) Los derechos sociales y el concepto de ciudadanía.

            b) Bases para ampliar la ciudadanía según C. Offe.

            c) Ciudadanía y cambio social. La cuestión del sujeto.

            d) La legitimación del marco actual y el socialismo.

            e) Necesidades básicas y ciudadanía.

            f) Motivaciones morales y solidaridad.

Reparto del trabajo, salario social y ciudadanía[2]

I. EL DIAGNÓSTICO. DE QUÉ SE TRATA

A) CÓMO NACIÓ EL DEBATE SOBRE EL SALARIO SOCIAL[3]


Durante los años 50, 60 y parte de los 70, se da una situación de relativo pleno empleo, con la integración a través del trabajo y con los avances del Estado de Bienestar. Durante estas décadas, se modifican y amplían los mecanismos tradicionales de integración social, como la escuela, la familia, la religión, la cultura, la familia o las instituciones democráticas. En ese período cobra nueva fuerza el Estado, transformándose en Estado de bienestar, con la integración de la mayoría de la clase obrera y del movimiento obrero en las instituciones de regulación social, estableciéndose un marco de pacto y estabilidad social  y nacional (enfrentado al Este) en el terreno político-social y de estabilidad  y mejora socioeconómica con el pleno empleo y la protección social. Tras la crisis económica de los años 70, se configura una nueva realidad social con un amplio sector en paro y con una gran franja de pobreza, con dinámicas de desestructuración social, exclusión y marginación. Al mismo tiempo se producen diversos cambios sociales y culturales que la acompañan cuestionándose la validez de los mecanismos de regulación social. Así, se va planteando en Europa, desde los primeros años de la década de los 80, con enfoques más o menos nuevos, el debate sobre las bases para la integración o cohesión social y la utilización de nuevos mecanismos para conseguirlo.

En este contexto se producen los nuevos debates sobre las Rentas o Ingresos Mínimos de Integración o Inserción (Ingreso o Salario Social Universal). Esta diversidad de denominaciones  indica diversos acentos en algunas características y objetivos de estos nuevos planes. Aquí nos vamos a centrar fundamentalmente en esta nueva propuesta de reforma social, de su relación con otra también parcialmente novedosa como el reparto del trabajo, para, a continuación, comentar el debate de ideas más generales que aparecen.

Se empiezan a sistematizar estos problemas en la Conferencia Internacional de Lovaina (Bélgica) en 1986, y a partir de ahí se comienzan a generalizar algunas medidas institucionales contra la pobreza y la exclusión. Aunque hay antecedentes desde la Revolución Francesa, se puede citar como precedente más inmediato su implantación en Holanda en 1965, siendo por otra parte Finlandia el país que en esta década mantiene hasta ahora un subsidio de desempleo indefinido. En Francia se aplica un Plan amplio desde 1989, que luego analizaremos. También se establece este sistema en Holanda y Bélgica. En el Estado español, se empieza en la Comunidad Vasca en el 89, y luego se va generalizando por casi todas las Comunidades Autónomas.

La Unión Europea publica en 1994 un Informe sobre la protección social en Europa, con la pretensión de establecer objetivos comunes para los Estados miembros. En estos últimos años, con el Plan Delors y la retórica de la construcción de la llamada Europa Social, se está generalizando en todas las instituciones políticas el discurso de la prioridad de la lucha contra el paro y la pobreza y por la llamada cohesión social.

En general, nos encontramos con unos planes muy limitados de los poderes públicos pero que se suelen presentar con un discurso embellecido de sus efectos para la lucha contra la pobreza y la exclusión. Ante el malestar social y los riesgos de cierta disgregación, las instituciones y Gobiernos europeos se han lanzado a una gran campaña de legitimación del orden social vigente. Por una parte, la economía capitalista hace estragos, pero ellos se desresponsabilizan considerándola como una cosa natural. Y, por otro lado, los Estados pretenden dar la imagen de una gran preocupación social. Sin embargo, aunque la realidad se vea poco modificada, es preciso tanto profundizar en el diagnóstico de estos nuevos cambios socioeconómicos como, sobretodo, valorar críticamente el conjunto de discursos e ideas, algunos nuevos, y otras presentadas con nuevos ropajes más o menos legitimadores o reformadores del actual orden social.

B) LA CRISIS ECONÓMICO-SOCIAL Y DE LOS SISTEMAS

DE PROTECCIÓN SOCIAL

El comienzo de la crisis del Estado de bienestar se remonta a los años 70, se amplia en los 80, y ahora en los 90, lejos de atenuarse, se acentúa. Los rasgos más visibles son el aumento del paro y el mantenimiento de un alto volumen de desempleo, el alto crecimiento del empleo precario, el recorte o estancamiento del gasto social y de las prestaciones y derechos sociales. Todo ello supone un aumento sustancial de la desigualdad social, de la segmentación y dualización social, del aumento de amplias bolsas de pobreza y nuevas dinámicas de marginación y exclusión social.

1. Algunas características del Estado de Bienestar

El Estado de bienestar, como proceso de reformas sociales y económicas, fue una respuesta a la grave crisis europea de los años 30, seguida por la IIª guerra mundial y la consolidación del "socialismo real" en el Este. Buscaba unos objetivos: hacer a la economía capitalista más productiva y armoniosa, asegurar la estabilidad y la cohesión social, y fortalecer el sentimiento de solidaridad y de comunidad nacional. Todo ello con un amplio consenso político y con un alto grado de legitimación social del sistema.

2. Componentes del Estado de bienestar

El componente principal del Estado de bienestar es el económico, regido por las políticas keynesianas de mayor intervencionismo público, para asegurar un crecimiento económico estable y mantener el objetivo de pleno empleo. El componente social está subordinado al anterior. Se trata de dar a la población la cobertura universal de una serie de prestaciones (sanidad, educación, pensiones, servicios sociales,...), extendiendo el derecho a la ciudadanía social y proporcionando cierto bienestar social especialmente en las sociedades europeas.

3. Algunas causas de la crisis del Estado de bienestar

Paralelamente a la crisis económica mundial de mediados de los 70, y como su expresión más significativa, aparece la crisis del Estado de bienestar. Las bases del crecimiento económico con casi pleno empleo se rompen, así como el relativo consenso político y social. Esta pérdida de legitimidad se acentúa ante la pérdida de confianza de la capacidad de intervención del Estado y de las políticas sociales, de la constatación de la persistencia de grandes desigualdades sociales y de la pérdida de ilusiones en el "socialismo del bienestar" y el hundimiento del "socialismo real". Las políticas neoliberales sustituyen a las keynesianas y se refuerza la nueva ideología neoliberal de subordinarlo  todo a la economía, regida por la mano invisible del mercado.

La crisis del Estado de bienestar se refuerza también con una serie de dinámicas económicas internacionales (competencia cada vez más fuerte, creciente inestabilidad de las relaciones económicas y monetarias, estancamiento del mercado mundial...) que mantienen a la economía, básicamente, en el estancamiento, aunque se sucedan pequeñas recesiones y recuperaciones. Incluso una relativa recuperación económica no repercutiría en el aumento del empleo, dadas las profundas transformaciones productivas y tecnológicas. Todo ello hace que las políticas económicas se trasladen por un lado a la económica de oferta, es decir a la mejora de la competitividad en el mercado internacional y, por otra parte, que se consoliden la contención o reducción de los gastos laborales y sociales. No valen las recetas keynesianas de unas políticas expansivas inexistentes o de un crecimiento con empleo. Por lo tanto, las bases en que se construyeron en Europa los Estados de bienestar han cambiado profundamente, y estamos en presencia de grandes transformaciones políticas, económicas y sociales a las que hay que hacer frente con otras perspectivas y con nuevas energías sociales.

Con respecto a las políticas sociales hay planes más universalistas (Reino Unido -Plan Bedverige- 1942) o más contributivos (Alemania). Las prestaciones sociales son elementos de garantía frente a los riesgos (de enfermedad, paro, vejez) o preparación para la socialización e incorporación al mercado de trabajo y a la sociedad (escuela, familia, nación, etc.). El empleo es un elemento de integración fundamental y ampliamente mayoritario con incorporación masiva de la juventud y una gran parte de las mujeres. En ese contexto el paro, la pobreza y la exclusión son considerados aspectos secundarios y transitorios. Se generaliza la protección social a la gente empleada y a sus familias ante sus condiciones de riesgo. Para los sectores más pobres son las llamadas políticas sociales de carácter asistencial y benéfico (los servicios sociales) o bien sistemas de protección y redistribución, como el subsidio de desempleo, apropiados a esa función de complemento transitorio y que afecta a una pequeña parte, o sea al paro cíclico, ya que no hay paro estructural.  Tenemos, pues, casi pleno empleo y dos tipos de prestaciones sociales para el grueso de la población: una en especie (educación y sanidad de carácter casi universal y relativamente igualitaria más otros como vivienda, transporte, bienes culturales...) y otra monetaria (subsidio de desempleo y pensiones). Y para la gente ‘marginal’ se establecen unos servicios sociales (y la asistencia de la Iglesia) con un carácter cuasi benéfico. Sin embargo, desde los ochenta se desborda esta situación ante una realidad de otra dimensión cualitativa.

Según C. Offe[4] hay una crisis de los sistemas de regulación social. Es interesante plantearlo en esos términos: no es una crisis coyuntural o exclusivamente económica, sino también civilizatoria, es decir, pre-política, de fondo y duradera y por tanto de cuestionamiento de los sistemas de regulación institucional, normativa y de valores, etc., junto a las dinámicas de insolidaridad y disgregación social. Por tanto, junto con la crisis económica (el polo económico) se desestabiliza el Estado de bienestar (el polo social), con lo que se configura una nueva realidad social de conjunto donde se modifica y replantea el papel de cada mecanismo. Todo ello configura una nueva estructuración social, mayores contradicciones internas en la clase obrera, una distinta configuración del orden social y de los mecanismos de integración (empleo...). En particular aparece la necesidad de un nuevo replanteamiento de las políticas sociales y del Estado de bienestar que supone un reto en el plano práctico (político, económico y social) y en el cultural (de la sociedad) y teórico (de las élites).

Ante esta situación, se abre una nueva etapa histórica con cambios en las políticas institucionales. La derecha se vuelve neoliberal, así como la mayoría de la izquierda, con algunos tintes de liberalismo social, mientras otra parte se mantiene en los postulados socialdemócrata-keynesianos. Esta última se  mantiene, en lo fundamental, con  los mismos presupuestos y políticas basados en el pleno empleo y el Estado de bienestar. Sin embargo hay alguna renovación con posiciones ‘neorreformistas’ y además de mantener los elementos anteriores o cambiándolos parcialmente, se  introducen dos ejes parcialmente novedosos: reparto del trabajo y/o la redistribución de la riqueza a través del salario social.

Por lo tanto, frente a las dinámicas de disgregación y exclusión social y de retroceso de los derechos sociales y del Estado de bienestar, se trata de afirmar la ciudadanía social, la defensa y ampliación del Estado de bienestar y la profundización de los mecanismos de integración y sociabilidad. Por otra parte aparece una nueva incógnita: la evolución cultural y sociopolítica de esa gran bolsa de juventud precarizada (en más del 60% entre los 16 y 29 años) y, ante el bloqueo socioeconómico, su expresión asociativa y cultural en la próxima década.         Debemos hacer la salvedad del caso español, donde el Estado del bienestar es bastante raquítico y muy reciente, dado que prácticamente no empieza hasta los años 70. Además ha habido una fuerte emigración interna y externa, una frágil economía, y a finales de los 70 y en los 80, cuando estas dinámicas de ampliación del bienestar social se bloquean y empiezan a entrar en crisis, los efectos aquí son más amplios y los mecanismos de integración más débiles.

C) POBREZA, EXCLUSIÓN SOCIAL Y MERCADO DE TRABAJO[5]

La cuestión es que hay  más de 8 millones de pobres de los que el 40% depende de una  pensión, pero la pobreza se da cada vez más entre la juventud que sigue esperando una mejora socioeconómica. Por otro lado tenemos unos 4 millones de parados, y cerca del 40% de personas con empleo están en precario, la mayoría jóvenes y  dándose también la generalización del trabajo a tiempo parcial entre las mujeres. Y todo ello sin expectativas de mejorar a través del trabajo. En Madrid, cerca de 400.000 parados/as y 500.000 pobres (el 9,4%) en 1995 (11,9% en 1988), y unos 60.000 en extrema pobreza (el 1,2%).

Algunas puntualizaciones sobre conceptos:

1. El concepto de pobreza

Hay que definirlo en términos relativos, es decir en relación al nivel medio de renta de la sociedad en cada momento. Ahora estamos hablando de sociedades occidentales y con un contenido fundamentalmente socioeconómico. El criterio europeo más aceptado es el de considerar pobre a la persona que no dispone del 50% de la renta media individual del país.

En el caso del Estado Español la renta media per cápita no llega a las 86.000 ptas. mensuales (1995), con lo que pobre es una persona con menos de 43.000,- ptas. y pobre severo cuando no llega al 25%, es decir a 21.500,- ptas. Por lo tanto, no hablamos de mendigos o de  marginales, sino de una realidad más amplia, incluyendo a la pobreza moderada. Por lo que si hablamos de medidas, éstas deberían afectar a cerca del 25% de la población de forma estable o estructural (en el Estado español en torno a 10 millones de pobres o rondando la pobreza).

2. El concepto de exclusión social

Exclusión hace referencia a ‘estar fuera’ mientras otros ‘están dentro’, y tiene una dimensión socioeconómica, pero sobre todo social y cultural. 

Al referirse a la exclusión social estamos hablando de los que están o se sienten fuera del tipo de normas, derechos, instituciones y niveles de bienestar comunes del conjunto de la sociedad. Para calcular su dimensión podemos optar por considerar solamente a las personas que no participan en el conjunto de la sociedad, o por considerar a todas las personas que están excluidas sólo en algún aspecto o faceta determinada y en otras no. El asunto tiene su importancia, ya que si tenemos una concepción restringida de la exclusión social y definimos el trabajo social como la acción específica a este sector, sigue vigente el gran problema de la acción con respecto al conjunto de la gente pobre y marginada. Estamos por tanto en la tensión entre un universalismo más general y la prioridad a los sectores más excluidos con servicios sociales específicos. Esta cuestión es resoluble si no encubre la ausencia de recursos y la falta de responsabilidad del Estado con respecto al conjunto de la población.

3. El concepto de marginación

Éste expresa una situación donde se dan aspectos culturales, étnicos, nacionales, de género, de opción sexual, etc. y que pueden coincidir o no con otros rasgos.

En este campo aparecen un montón de problemas y la modificación en determinados sectores de las pautas de comportamiento y los valores culturales, sexuales y éticos dominantes. Implica un replanteamiento de los conceptos de inadaptación o conducta desviada, y las alternativas de normalización y, más en general, de las propias pautas culturales de la civilización occidental.

Por lo tanto, cuando se habla de la lucha contra la pobreza y la exclusión social, pueden variar mucho las dimensiones del personal afectado y las implicaciones presupuestarias, sociales y culturales. Es decir, se suele hablar de cosas muy diferentes, incluso con enfoques políticos y teóricos contrapuestos. Aquí nos vamos a centrar en la dimensión socioeconómica, sin entrar a valorar los aspectos más específicos del resto de los problemas, mecanismos y políticas que conlleva la marginación y la exclusión social.

De entrada, hay que precisar la relación de la división del mercado de trabajo y la pobreza empezando por la importante la distinción de planos entre empleo y pobreza. La segmentación o división del mercado de trabajo no se realiza sólo en dos partes homogéneas y bloqueadas entre sí, de gente con empleo y gente en paro. Así, la gente empleada se puede agrupar en varios segmentos:

- Uno, de personas fijas (mercado primario con empleo estable, cualificaciones altas y estatus de clase media).

- Otro, compuesto por un gran sector de personas fijas (llamado también mercado primario subordinado, especialmente en algunos países como el Estado español) pero vulnerables con baja cualificación, con poca capacidad adquisitiva y de consumo (contemplando el ámbito de la familia como unidad de consumo).

- Un tercero, de gente precaria (mercado secundario con empleo inestable o a tiempo parcial), y que en el tiempo unas veces aparece como parada y otras como empleada.

- Un cuarto, de las personas desempleadas (algunas de las cuales pueden pasar a lo largo del año por un empleo regular o irregular).

 -Si a estos cuatro bloques añadimos un quinto formado por las personas que son consideradas inactivas, pero en realidad son paradas 'pasivas' o resignadas hasta que ven alguna posibilidad de incorporarse al trabajo (que es cuando engrosarían las estadísticas de paradas) tenemos cinco segmentos más reales de la situación del conjunto del mercado de trabajo.

Estadísticamente pertenecerían entre 3 y 4 millones de personas a cada uno de esos segmentos.

Como dice Offe, el tipo de contrato es muy importante para fijar las rentas y el estatus de las personas, pero ya no es siempre el elemento central. Así, tendríamos gente empleada, incluso fija que puede estar en el umbral de la pobreza, y por otra parte gente en paro o con contrato precario, pero que por otros recursos familiares o de rentas está perfectamente integrada y con cierto nivel de consumo.

D) EVALUACIÓN DE LAS RMI Y LOS IMI[6]

1. Las Rentas Mínimas de Inserción (RMI)

La experiencia francesa de la implantación de las RMI entre los años 1989 y 1992 es de las primeras y más amplias. El Gobierno de derechas de Balladur anuló este programa en el año 93 aunque, posteriormente, la misma derecha, desde la victoria de Chirac, ha intentado utilizar demagógicamente estos programas contra el paro y la desigualdad,  especialmente tras el fuerte conflicto social de diciembre del año 95. Todo ello no ha tenido mucho éxito social, y ante el estancamiento real de las políticas sociales se ha generado en Francia un nuevo clima que ha llevado a la izquierda al Gobierno.  En el Estado español se ha aplicado de forma parcial y reducida, reproduciéndose los diferentes problemas teóricos y prácticos a diferente escala.       Para sintetizar esta experiencia podemos entresacar algunos aspectos del Informe realizado por la Comisión Nacional francesa de Evaluación del RMI:

- Según ese Informe, el RMI ha constituido un avance social y jurídico innegable al dar, en el curso de estos tres años, el derecho a condiciones adecuadas de existencia a 950.000 personas, es decir, a cerca de 2 millones de personas incluyendo los beneficiarios indirectos.

- Ha conseguido efectivamente garantizar a los perceptores una cierta seguridad material y una mejora de sus condiciones de vida.

- Por contra, en tanto que dispositivo de inserción, ha suscitado una dinámica insuficiente en relación con las esperanzas que había despertado entre los beneficiarios.

- El nuevo dispositivo no ha llegado principalmente a las poblaciones en las que se pensaba en un principio, es decir, a las que viven en el cuarto mundo y poblaciones marginadas. A destacar que afecta sobre todo a mujeres solas y jóvenes.

- Las dificultades en el acceso al empleo y por tanto a la inserción socioeconómica son bastante insuperables y la lógica del mercado de trabajo determina que se reintegren por esta vía los que ya están en mejores condiciones. La propia tendencia hace separar la dinámica de formación ocupacional y apoyo a la búsqueda de empleo de los sectores menos marginados, seleccionando a los más "competitivos", de una dinámica sin perspectivas de integración socioeconómica, tímidamente asistencial y que mantiene la bolsa de la exclusión social.

2. El Ingreso Madrileño de Integración (IMI)

Ésta es una prestación cuyo acceso se limita a las personas con unos ingresos inferiores a un límite determinado, que es de ámbito familiar (no individual), limitada en el tiempo (normalmente semestral pero prorrogable) y que vincula la prestación económica a un llamado contrato de inserción que puede tener más un contenido de inserción ‘social’ o ‘laboral’, según la gente beneficiaria y sus expectativas o posibilidades de entrar en el mercado de trabajo.

a) Aspectos concretos sobre población atendida y algunos datos comparativos:

- La población atendida es de 9.123 personas (Unos 8.000 anuales). 6.350 en Madrid capital, 2.138 en la corona metropolitana y 635 en el resto de la Comunidad.

- En Madrid, el año 1992, se utilizaron 3.084 millones y en el 93, el presupuesto fue de 2.909 millones de presupuesto. Para el año 94, el presupuesto fue similar de 2.900 millones. Desde 1995 sigue congelado en unos 3.000 millones. La media mensual es de unas 37.000 ptas. por persona.

- El presupuesto del conjunto de Comunidades Autónomas para el año 1992 fue de 22.000 millones y en 1993 unos 30.000 millones. Todo ello son las prestaciones monetarias.

- En el caso francés con encontramos con unas cifras de unos 222.000 millones de ptas. en 1991 ( al cambio actual serían cerca de 300.000 millones) Es decir una diferencia sustancial de diez veces mas que en el caso español, teniendo una tasa de paro inferior a la mitad (un 11% frente al 24% español).

- En algunas estadísticas y para embellecer el caso español, se cuentan todo el conjunto de gastos en el tratamiento de esta asistencia social (gastos de personal, de infraestructura, de administración, sanitarios, de proyectos de formación etc.) con lo que se llegaría a unos 255.000 millones en 1991 en el caso español y unos 32.000 millones en Madrid.

- Si tenemos en cuenta el conjunto del presupuesto de gasto social (incluyendo las pensiones contributivas y todo tipo de subsidios, servicios sociales etc.) en 1989, Francia dedicó 30 billones de ptas. (al tipo de cambio actual, serían unos 40), y España en torno a 11 billones. Si recordamos, el dato de la población atendida en Francia con las RMI, en tres años, era de  un millón, y en el caso español de unas 200.000 (en Madrid unas 25.000). Es decir, no estamos sólo ante diferencias cuantitativas, sino cualitativas en relación con la amplitud de la población afectada, las dinámicas de integración conseguidas y los efectos de conjunto, teniendo en cuenta que la situación en España es mucho más grave.

- Por último, para hacernos una idea con respecto a su incidencia sobre la situación de conjunto, se puede constatar que en Madrid existen unos 500.000 pobres. Hay más de medio millón de pensionistas y según la EPA, unas 400.000 personas en paro, de todos los cuales, una parte son pobres y otra no. Por tanto, con el mecanismo IMI, se está atendiendo solamente, a menos del dos por ciento de la gente pobre en Madrid.

3. Algunas conclusiones sobre el RMI y el IMI

Ambos tienen en común de que se trata de un ‘subsidio condicionado’ a un ‘contrato de inserción’ para las ‘familias’,  para ‘compensarlas’ cuando no llegan a un nivel de renta próximo al umbral de pobreza.

A veces aparecen contrapuestos el derecho de ciudadanía frente a la lucha contra la pobreza (con el IMI y RMI). No hay que establecer, si embargo, una oposición tan tajante entre estos objetivos. La diferencia más importante desde el punto de vista práctico, es decir, de su efectividad en la lucha contra la exclusión y de su función social, es la limitación de los actuales mecanismos y sus beneficios a unos sectores muy reducidos de los pobres. Así, la vinculación del derecho al condicionamiento de los planes de ‘inserción’ los convierten en un sistema de control, selección  y rechazo de la prestación para dejarlo en un mecanismo muy limitado por su ridiculez presupuestaria ( el 0,038 del PIB) y de personas que cubre, algo más del 1% (unas 100.000 personas mientras las RMI francesas cubren diez veces más) del conjunto de los ‘pobres’. Por lo tanto, es un pequeño paso (algo mayor en Euskadi y bastante más en Francia) para un pequeño sector y fuente de experiencia, y que se queda, a veces, en un instrumento de propaganda, de neutralización del posible malestar y de embellecimiento institucional. Comparativamente, tiene todavía un peso presupuestario  mucho mayor (casi medio billón) y de personas beneficiarias (más de medio millón) el subsidio de desempleo pagado durante seis meses a las personas paradas que han terminado sus prestaciones contributivas de desempleo.

a) La primera de las reflexiones nos lleva a destacar las diferencias substanciales de las dimensiones del IMI (madrileño y de todas las comunidades autónomas) y de las RMI francesas.

Desde esa comparación, los IMI tienen una función todavía más limitada para la lucha contra la pobreza y la exclusión. En el caso español, los IMI han afectado a unas 70.000 personas. No llega al 2% de la población pobre. Ante sus límites presupuestarios y de personas afectadas, tampoco podemos hacer de la necesidad virtud, y plantear los IMI exclusivamente para pobres extremos y excluidos. Desde una perspectiva más unificadora de las prestaciones sociales (subsidios de desempleo, PER...) y pensiones (contributivas bajas y no contributivas), nos encontraríamos con un mecanismo algo más amplio de prestaciones económicas, aunque globalmente siguen siendo unos instrumentos todavía limitados. Otra cosa es la experiencia directa que reporta, el tipo de trabajo profesional y el papel del voluntariado, la relación con personas "imistas", etc., y todo el conjunto de problemas prácticos, de orientación, y teóricos que asoman desde esta actividad.

El problema se plantea cuando se presenta de forma embellecida como instrumento fundamental para la lucha contra la pobreza y la exclusión, con una función de propaganda legitimadora de las políticas de las instituciones públicas y de excusa ante el agravamiento del empobrecimiento masivo de amplios sectores sociales.

b) Un segundo problema sustancial, al igual que en Francia son los límites cualitativos para su supuesta función  de integración social.

El informe reconoce las dificultades para la inserción en el mercado de trabajo. La crisis y las condiciones económicas futuras no anuncian una mejoría de este aspecto. En este sentido, no es muy efectiva la tradicional orientación general de conseguir un empleo como instrumento de integración social. Se parte de este aspecto para volcarse fundamentalmente en mejorar las condiciones personales, formativas y profesionales en relación al mercado de trabajo. Con esa dinámica, como también se dice en el informe, se tiende a priorizar los sectores más rentables a corto plazo en su incorporación al mercado de trabajo. Se desplaza la atención de la clásica asistencia social sin contrapartidas y guiada por las necesidades de cada sector y persona, para centrarse en el personal más rentable y competitivo para esta nueva función de inserción laboral. Y por otra parte está el componente más ‘social’ de la inserción para los sectores más excluidos y marginados del mercado laboral, y que suele tiene connotaciones de conseguir una mayor  normalización  cultural y social.

c) En tercer lugar, hay que destacar las restricciones presupuestarias para el gasto social y en particular para las prestaciones sociales y las pensiones.

Se puede decir que las restricciones presupuestarias para las prestaciones sociales asistenciales se pretenden justificar haciendo hincapié en que la solución pasa por los esfuerzos personales, tanto de los profesionales de los servicios sociales como de las propias personas para los proyectos de integración con el argumento progresista de "mejor enseñar a pescar que dar peces".

Igualmente, en la otra faceta de la lucha contra el paro vinculada al INEM, se intentan ampliar algo los presupuestos de unos 65.000 millones (90.000 millones según el presupuesto para 1998) para las llamadas políticas activas de empleo, sobre todo a través de la formación ocupacional y el autoempleo, pero se reducen, como efecto del Decretazo del 92 y de la contrarreforma laboral, las prestaciones y subsidios por desempleo en cerca de medio billón con el mismo argumento de que lo importante es prepararse para un nuevo empleo, es decir, aprender a pescar. Si comparamos esta disminución con lo que se dedica al salario social que supone unos 30.000 millones, para menos de 100.000 personas, nos encontramos con que su partida presupuestaria es una ridiculez. Así, 325.000 personas cobran una pensión no contributiva con media de 32.000 ptas. y un total de 160.000 millones. Si contamos el subsidio de desempleo ‘no contributivo’ tenemos unos 600.000 millones para medio millón de personas. Sin embargo, la nueva situación política y socioeconómica hacen temer nuevos recortes del gasto social y en particular el recorte de las pensiones y del subsidio de desempleo, además de otras prestaciones sociales. El aumento del subsidio de desempleo y de las pensiones bajas son un componente central para reducir la pobreza.

E) LA CARTA DE DERECHOS SOCIALES Y OTROS

INTENTOS INNOVADORES

1. Los elementos fundamentales de esta Carta de Derechos Sociales promovida en Euskadi por un conjunto de fuerzas sociales y sindicales y presentada al Parlamento autónomo vasco, a través de una Iniciativa Popular Legislativa, son los siguientes:

- Reparto del empleo y distribución de la riqueza en función del mercado de trabajo.

- Tener la condición de paro siendo la prestación indefinida para ‘quienes demandan y no encuentran empleo’.

- ‘El derecho de ciudadanía implica obligación social de contribuir con su trabajo’.

- Se establece un ‘acuerdo negociado de aportación o contrapartida social’ (no laboral).

Es decir, es similar al clásico subsidio de desempleo indefinido con la contraprestación social. Del texto no se deduce que dentro de esa contrapartida se incorpore también la preparación para el mercado de trabajo (formación profesional, etc.) que es actualmente  la presión social principal.

Las polémicas principales, que denotan la diversidad de enfoques de fondo sobre la ciudadanía y el papel del trabajo en la sociedad  se han centrado en la importancia mayor o menor de los aspectos de reparto del empleo o la distribución de la riqueza y, en segundo lugar, en la vinculación y las características de la contrapartida social. Por otra parte la universalidad se concreta en un derecho de la gente ‘parada’ que ‘busque empleo’ y mientras esté en paro, es decir, una vinculación muy excesiva con el empleo y el  mercado de trabajo.

2. Realidad y retórica de otros intentos innovadores: sus límites

Los planes y proyectos a los que nos vamos a referir suponen ciertos intentos de reformas parciales que pretenden generar una expectativa social nueva.

En Europa se pueden destacar:

          - El plan francés Aubry, el más interesante de todos, con empleo para unos 350.000 jóvenes con trabajo en organismos públicos, con subvención del 80% por el gobierno y el resto por el organismo correspondiente, por un periodo de cinco años, complementado con el ‘objetivo’ de la reducción de jornada a 35 horas para el año 2000, cuestión que pretende imitar el Olivo y Refundación comunista en Italia.

- El Plan Blair, de 871.000 millones de ptas. repartidos entre unos 178.000 jóvenes que no podrían renunciar a una oferta de empleo o de trabajo comunitario.

Estamos en un cambio del clima político-electoral en Europa pero todo ello se mantiene en la dinámica del Plan Delors y la Europa social con la aceptación del marco económico internacional  y de Maastrich, y las políticas económicas neoliberales y restrictivas. En todo caso, estamos asistiendo también a la gran retórica y discurso de la acción contra el paro y por la ‘cohesión social’, desproporcionado con respecto a los avances reales en este campo, positivos, pero todavía lejos de conseguir reformas de gran envergadura contra el paro y la exclusión. Otra propuesta socialdemócrata es la de Esping-Andersen de favorecer la precariedad juvenil, en una especie de reparto generacional del empleo para estabilizar el de los adultos, y estimular el empleo en los servicios, externalizando el trabajo doméstico hacia la economía formal e incorporando a la mujer  (con unos planes de formación específicos y desarrollando contratos a tiempo parcial) a ese empleo.

Aquí se puede destacar el Plan Jaúregui del gobierno vasco de unos 9.000 millones para unas 12.000 familias que amplía los planes anteriores y que pretende contrarrestar la Iniciativa popular legislativa de Euskadi. Los sindicatos mientras tanto, siguen con sus propuestas, quedándose muchas veces en el terreno de la propaganda, sobre la necesidad de crear empleo y hablar sobre el reparto del trabajo con el Gobierno.

F) COBERTURA ASISTENCIAL E INTEGRACIÓN

 SOCIOECONÓMICA     

Con frecuencia se plantea la contradicción entre la necesidad de una buena cobertura asistencial y económica por una parte, y una dinámica de integración socioeconómica y de empleo, por otra, como términos excluyentes. Incluso, a veces, se extreman las críticas a la tradición asistencialista, por ejemplo de la Iglesia, o el quedarse solamente en las contribuciones económicas para priorizar los proyectos de integración y promoción de empleo, cuando hay grandes necesidades y deficiencias en ambos campos.

Desde este punto de vista, debería producirse tanto una ampliación presupuestaria como una mayor envergadura de los programas y posibilidades de integración, tanto laboral como social, así como el estimulo de formas de actividad social y comunitaria. La crítica podría venir en relación con las características de esa integración o con su papel de control social (con los intentos de ‘normalización’, etc. que se pueden cuestionar), y con respecto a la voluntariedad (aunque en algunos aspectos se entrecruzan los derechos individuales y sociales) o identidad especifica de cada grupo humano.

Así, desde la sociedad se pueden establecer tanto subsidios como mecanismos de integración. No se trata de coartar la necesaria autonomía y libertad individual, sino de dar más posibilidades socioeconómicas para fortalecerlas. Y no se trata tampoco de estimular el individualismo, sino la participación y vinculación a los grupos sociales y comunidades en que se institucionaliza la sociedad (en el contexto de la socialización, nacionalización...). La experiencia nos dice que en numerosas ocasiones se da el conflicto entre la autonomía individual (o grupal) y las dinámicas forzadas de asimilación o control social.

Por lo tanto, aunque en un sentido abstracto es importante ayudar a los procesos de integración social a través de una participación personal más activa, hay que asegurar la asistencia social y las prestaciones económicas independientemente de los contratos de inserción, establecidos siempre de forma voluntaria. En la experiencia de los IMI se dan los dos componentes de forma dependiente, aunque en algunos predomina más la prestación monetaria y en otros el contrato de inserción.

El problema, dada la carestía presupuestaria es que los contratos de inserción se convierten en una barrera, y la exigencia de "integrarse" es un pretexto para no responsabilizarse de una grave y amplia situación de pobreza y restringir las prestaciones económicas. Por otra parte, la experiencia de los actuales programas de inserción suponen muchas veces una forma de aumentar el ‘control social’ sobre la parte de la población más marginal.

Por último, hay que señalar que el desarrollo actual de los programas de formación ocupacional, con una subvención importante de la UE, permite llevar a cabo y financiar cierta labor de los sindicatos y de nuevas instituciones, y realizar campañas de opinión sobre la lucha contra el paro o las llamadas ‘políticas activas de empleo’. A veces son utilizados por el Gobierno para suprimir partidas presupuestarias a los subsidios de desempleo (las llamadas políticas pasivas), y en su gran mayoría, suelen quedarse en mantener a la gran bolsa de gente parada, rotando a veces con un trabajo precario e inestable, aunque sosteniendo ciertas expectativas a corto plazo pero que, en un futuro, suelen acabar en nuevas frustraciones para muchas personas.

G) PARO, REPARTO DEL TRABAJO Y DISTRIBUCIÓN

 DE LA RIQUEZA

El pleno empleo, como objetivo social a conseguir, está subyacente en los planes de lucha contra la pobreza. Sin embargo, la dinámica económica en las sociedades occidentales va a mantener una alta tasa de paro, y la estrategia neoliberal va a agudizar la pobreza y el aumento de la desigualdad social. Con la presente crisis económica, y en la próxima década, puede haber relativo crecimiento económico, pero dado el desarrollo tecnológico, no se va a generar apenas empleo. Según las proyecciones más optimistas con un crecimiento anual del PIB del 4%, se mantendría el empleo y por tanto el estancamiento de las altas tasas de paro.

1. Algunos aspectos y datos sobre empleo

a) La creación de empleo  

Esping-Andersen es de los que apuesta por la 'externalización' del trabajo doméstico pensando en generar mucho empleo en los servicios e incorporar a las mujeres al trabajo asalariado. Es conocido el artículo de J. Albarracín y P. Montes sobre su valoración de que una disminución del 20% de la jornada de trabajo (de 40 a 32 horas) supondría apenas una creación de 4 puntos de empleo. La fórmula empresarial de flexibilización de los horarios puede ir generalizando (más que el ocasional reparto del empleo) la 'adaptación' de la fuerza de trabajo a las necesidades de la producción (con la consiguiente reducción de empleo), o bien los contratos a tiempo parcial (por jornada reducida) o de forma discontinua y 'flexible' pueden generar más empleo pero sin ser estable, y garantizar el poder adquisitivo medio. En este sentido las patronales van imponiendo en la realidad su formula de ‘reparto del empleo’, pero no pagándolas y manteniendo de forma disciplinada y flexible la mano de obra.

Por otra parte, hay que tener en cuenta el tipo de empleo creado (parcial o total) y la dimensión de la población activa. Por ejemplo, en Holanda ha crecido bastante el empleo (pero a tiempo parcial) y la mayoría de esas personas (que son mujeres y un sector de jóvenes) aceptan voluntariamente esa jornada y rechazarían estar a tiempo completo. En cambio, en el Estado Español la gran mayoría dice que desearía trabajar a tiempo completo. Una de las razones es que los niveles salariales son mucho más bajos aquí y el porcentaje de la población activa es mucho menor. Aquí no habría mucha aceptación entre la gente que tiene (o depende de) un empleo, una reducción de la jornada con reducción salarial.

b) Relación entre el paro y las variables económicas

El empleo es difícil de modificar, pero el nivel de paro, que depende además de la evolución demográfica, puede tener algunas fluctuaciones significativas. Por ejemplo, en España, tenemos casi el 24% de paro, y en Portugal apenas el 6%. En Francia y Alemania, en torno al 12%, con fuerte inmigración. Aquí, en 20 años, no se ha creado más empleo global, pero se ha destruido un millón de puestos de trabajo en la agricultura y se ha creado otro millón en los servicios (una parte en la Administración. pública). Por otra parte, se ha trasvasado otro millón de la industria y construcción al sector de servicios (debido a la disociación o subcontratación de las áreas administrativas, comerciales o de servicios de muchas empresas que antes se contabilizaban como empleo industrial). Es decir, el sector industrial, a pesar de todas las reconversiones, mantiene un similar volumen de empleo, habiendo destruido y creado empleo, y es al mismo tiempo el de mayor crecimiento de la productividad. Por lo tanto, sí se ha creado empleo nuevo, aunque se ha destruido mucho del sector agrícola en estos 20 años, cosa que no puede suceder en los próximos veinte. En el sector servicios, aunque se genere nuevo empleo en diversas áreas de 'servicios personales', probablemente bajará por la informatización en las áreas administrativas y financieras, estancándose en la Administración pública. En todo caso, las políticas económicas de los gobiernos, y menos la acción sindical, tienen poco margen para condicionar esas variables económicas.

c) Relación entre paro y evolución demográfica

Algo muy importante que puede hacer bajar la tasa de paro con el mismo volumen de empleo es la evolución demográfica. Las nuevas generaciones en edad de trabajar van disminuyendo en dimensión, fruto de la baja natalidad desde finales de los años 70. Es decir, la población activa puede disminuir en un millón en los próximos quince años y bajar el paro, de los cerca de 3,5 millones a dos millones y medio si hay un mayor crecimiento o algo de reparto del empleo (o desarrollo de los contratos a tiempo parcial), a millón y medio. Ésta es la versión optimista, aunque no alejada mucho de la realidad. Por otro lado, hay que contar con que la población activa española es del 48%, la más baja de Europa a diferencia de la media europea en que el porcentaje de población activa es superior a la española (por ej. Portugal alcanza casi 20 puntos más y Dinamarca el 75%), y que hay una bolsa de más de 3 millones de personas inactivas compuesta por una gran mayoría mujeres y una parte de jóvenes, que no buscan ahora empleo (y no son considerados activos manteniéndose una parte en la economía sumergida), pero que podrían desear un empleo si aumentasen las expectativas. Al incorporarse al mercado de trabajo, se pasaría a aumentar el paro significativamente (sin modificar las dinámicas inmigratorias).

Por lo tanto, dada la crisis de las políticas keynesianas, el tipo de crecimiento, los efectos limitados del reparto del empleo y la evolución demográfica, en los próximos 15 años podemos tener un paro permanente entre el 10% y el 30%. Los efectos sociales y las repercusiones en los sistemas de prestaciones sociales no serán indiferentes si la tasa se acerca a una u otra cifra, notándose más según su distribución geográfica y los colectivos sociales más afectados (jóvenes con el 42% de paro, mujeres con el 29% y de larga duración que son la mitad del total, siendo especialmente grave la existencia de cerca de un millón de familias sin ningún componente con empleo).

d) Los efectos sobre el empleo del reparto del trabajo

Sobre la base de considerar que el empleo es el elemento principal para la integración social, y admitiendo la dificultad existente para generar empleo, el reparto de trabajo aparece como un elemento de redistribución e igualdad. No se pone tanto el acento en la creación de empleo a través de la expansión de la demanda y de las políticas keynesianas clásicas, sino por la redistribución del empleo existente. Sin embargo, una fuerte reducción de la jornada de trabajo en torno al 20%, apenas reduciría el paro en torno al 4%, es decir unos 400.000 nuevos empleos. Se mantendría por lo tanto una tasa de desempleo cercana al 20% y siempre con más de 3 millones de parados. También habría que considerar que si la reducción de jornada se hiciera con reducción salarial y dado los bajos salarios españoles, se generaría otra dinámica de empobrecimiento en una gran parte de la población.  En conclusión, aunque son muy interesantes algunos de los problemas puestos en cuestión con estos debates, las tendencias dominantes no apuntan hacia del reparto del empleo, y de iniciarse esta vía, los efectos contra el paro y la pobreza serían todavía muy limitados.

2. Problemas y datos de la redistribución de la riqueza

a) Tipo de productos y entre quién se distribuyen

Este es un aspecto a tener en cuenta, y más desde una perspectiva mundial. ¿Se reparte con el Sur? ¿Sólo en cada país del Norte?. Aquí están presentes componentes etnocéntricos, aunque es evidente que las reivindicaciones son también deudoras del marco estatal actual. Otra cuestión que subyace es que el capitalismo y sus actuales estructuras son los que garantizan el mejor método de crecimiento, y que hay que colaborar para aumentar el producto social con este alto grado de desarrollo de la productividad y todo lo que lleva consigo.

b) ¿Repartir lo que hay para todas las personas por igual?

Si se parte de esta premisa, se puede incurrir en la contradicción de que no se puedan cubrir las necesidades básicas de los que no tienen otros recursos. En este caso el reparto igual mantendría la desigualdad y la pobreza y exclusión. Es decir, el mismo dinero sería diferente repartirlo entre toda la población a 30.000,- ptas. al mes, manteniendo las mismas desigualdades, que a la mitad más pobre 60.000,- y nada a la mitad más rica, acercándose a una mayor igualdad. La cuestión principal en todo caso sería el ingreso ‘neto’, es decir, el resultado de la renta básica menos el aumento de los impuestos,  que deberían ser desiguales pagando más el que más tiene. O, dicho de otra manera, si a las personas ricas se les da una renta básica (RB), pero se les aumenta el impuesto por encima de su importe, al final serían menos ricas, con lo que la RB para ‘cubrir sus necesidades básicas’ como derecho ciudadano tampoco existiría, aunque resolviera con suficiencia el hecho de vivir dignamente.

c) Dualidad del mercado de trabajo y  dualidad social

Hay que distinguir un término de otro ya que no siempre corren parejos. Sin entrar en el análisis de clase se puede hacer una clasificación según la renta disponible distinguiendo las partes más ricas, intermedias y las más pobres (excluidas o marginadas). A las rentas derivadas del empleo (salariales o autónomos), se deben añadir las rentas del capital, las medidas fiscales y de protección social y, por otra parte, el tipo de agrupación familiar y unidad de consumo. Agrupadas las familias en cuatro sectores (con datos de 1991 publicados por el INE en 1996), un 30% posee el 12,6%, es decir, son pobres (8 millones), o están ligeramente por encima del umbral de la pobreza (4 millones); otro 30% tiene el 23,9% de la renta, o sea está entre la mitad y la renta media (es decir 12 millones tienen entre 42.500,- ptas. y 85.000,- ptas. al mes por persona); otro 30% se reparte el 48,7% de la renta, es decir está entre la renta media y el 150% de la misma (entre 85.000,- y 128.000,- ptas.) y, por último, está el 10% rico, que posee casi la cuarta parte de la renta.

Si miramos los extremos, el 20% inferior es pobre, el 20% superior tiene el 40% de la renta; o sea, la diferencia entre el 10% superior y el inferior (casi todo por debajo del umbral de pobreza severa) es de 10 a 1. Es decir, en una redistribución global de la renta, el 60% inferior tendría que ganar a costa del 40% superior, y especialmente del 10% más rico. A nivel mundial, las 365 personas más ricas del mundo poseen lo mismo que los 2.000 millones de personas más pobres.

d) Distribución de la riqueza

En los diez años transcurridos desde 1981 a 1991, prácticamente no se ha modificado la estructura de renta en el Estado español, aunque el 30% inferior ha ganado en su conjunto un insignificante 0,7% más (incluido el sector de extrema pobreza), a costa de la disminución de otro tanto del 10% rico, manteniéndose exactamente con el mismo porcentaje de renta el 60% intermedio. Frente a las interpretaciones de avance en la igualdad en la distribución de la riqueza (por ej. Gaviria, en su libro Séptima Potencia), la desigualdad se ha mantenido a pesar de duplicarse la producción y la riqueza en estos 20 años. Pero no se deben comparar sólo los aspectos estrictamente monetarios. La persistencia de esta desigualdad profundiza los perjuicios para la gente más desfavorecida, mientras en términos de poder económico y político, de estatus social y de desarrollo social y cultural se consolidan y amplían las diferencias y los efectos negativos. Se va reproduciendo la desigualdad social, distribuyéndose desigualmente la riqueza. Además, en estos últimos años, ha empezado a haber un desplazamiento regresivo en beneficio de las rentas del capital (en el año 96 fueron superiores a las salariales cosa que no pasaba en la anterior década) acentuado por los beneficios fiscales del Gobierno del PP.

En estas décadas pasadas, los servicios sociales, la asistencia y la protección social se contemplaban como facetas secundarias y complementarias al empleo como mecanismo socioeconómico central. Al entrar en crisis el modelo de pleno empleo se acelera por tanto la propia crisis de estos mecanismos sociales de integración. Sin embargo, aunque no hay, ni va a haber, suficiente empleo por motivos económicos y ecológicos, en Occidente hay suficiente recursos económicos y productivos para garantizar unas rentas mínimas para cubrir las necesidades básicas de la población.  De ahí la otra gran propuesta por una nueva redistribución de la riqueza.

H) DEBATE DE IDEAS Y REFORMA SOCIAL

1. Dos perspectivas

Tanto la propuesta de distribución de la renta, a través del salario social, como las propuestas de reducción o reparto del empleo, se pueden ver desde dos perspectivas, como ideas o discursos, incluyendo la posibilidad de reivindicaciones con cierta expectativa social, o como la posibilidad  de generar un amplio movimiento que pueda conseguir una gran reforma social.

Desde mi punto de vista estamos sobre todo en lo primero, ante una polémica de ideas y por tanto ante la configuración de un pensamiento mas o menos innovador y crítico en torno a estos temas. Pero también estamos ante intentos de reformas limitadas, que despiertan ciertas expectativas y la posibilidad de alguna actividad reivindicativa en torno a ellos. En todo caso, el eco social que suscitan, las posibilidades de renovación práctica que pueden suponer, así como la discusión de los elementos teóricos que subyacen, hacen conveniente la profundización y la participación activa con una posición específica en relación con estos aspectos.

2. Dos versiones sobre la reducción del tiempo de trabajo y el reparto de trabajo

Una, pone el acento en la mejora de las condiciones laborales y otra, en la generación de más empleo. En cada una de esas dos versiones, desde otro punto de vista, se pueden plantear como elementos de crítica y de cuestionamiento del papel del trabajo y del capitalismo, o bien de legitimación y revalorización de los mismos.

3. Las ideas y aspiraciones que subyacen

Una de las más interesantes es la de la ciudadanía social. Supone el derecho de las personas a los bienes sociales, no como protección o asistencia, ni tampoco por una serie de contraprestaciones, sino como derecho por razón de pertenencia a esta sociedad, que debe garantizar las necesidades básicas de la población. En estas décadas se ha ido extendiendo el derecho a la educación o la sanidad con carácter prácticamente universal. También se debe incorporar a esa realidad otros derechos como, por ejemplo, el derecho a una vivienda digna, a determinados servicios públicos o a los bienes culturales.

Ahora se plantea la necesidad de incorporar a los derechos sociales universales el derecho a una vida digna y por tanto a un ingreso social suficiente para vivir por encima del umbral de pobreza. Ante la crisis del Estado de bienestar y la reducción de las prestaciones sociales, se trata de reforzar los derechos subjetivos, especialmente de la gente en paro y en precario, y profundizar en los criterios morales universalistas. Pero la acción a favor de un concepto comunitario de ciudadanía social y por el ingreso social como derecho universal también puede ayudar a oponerse a la división social y la cultura insolidaria e individualista dominantes. Esta actitud puede enmarcarse en una dinámica de lucha contra la pobreza y la exclusión, para frenar la dualidad social y con una perspectiva de una transformación profunda de las desigualdades de esta sociedad. Por otra parte, hay elementos que cuestionan la cultura del trabajo y muchas pautas de consumo individual y de despilfarro de los recursos medio-ambientales.

          Es saludable criticar y tomar distancias contra este desarrollismo económico. Se trata de ver los elementos contradictorios de esta modernidad tardía y valorar los elementos existentes de una nueva cultura, un nuevo modo de vida y un reforzamiento de los derechos colectivos.

4. El apoyo social a estas ideas y las expectativas de reformas sociales

Todo este bagaje de ideas no tiene por qué ir necesariamente asociado a la reivindicación de Rentas Básicas (RB) o del reparto del empleo, sino que dependerá del enfoque y discurso con que se aborden y acompañen. Es decir, una reivindicación o consigna  no se puede dar por rellena de contenido, o expresión de un discurso hasta que no se convierte en un símbolo significativo de un amplio sector social y expresa sus aspiraciones.  Y hoy todavía es un debate, sobre todo de élites,  que aunque refleja unos problemas generales de la sociedad, no coincide con un estado de opinión más amplio, que tiene grandes componentes de confusión y marketing político. Hoy es difícil de predecir el eco que puedan tener las ideas más criticas y radicales, y si van a polarizar una amplia movilización social.

Por otra parte, hay que considerar que los avances en la mejora de las prestaciones sociales y la integración en el empleo y el consumo también tienen efectos contradictorios. Las reformas económicas y sociales y el propio Estado de bienestar han permitido unas dinámicas de estabilización y consenso social, y también han tenido una funcionalidad económica para el capitalismo. Pero, por otro lado, son una conquista social y resultado de la presión social. Es positiva la mejora de las condiciones económicas, de vida y los derechos colectivos de la población, en especial de la gente pobre. Sin embargo, muchas veces, las prestaciones generan pasividad y conformismo social llegando a la pérdida de autoestima de las personas perceptoras.      

II. REPARTO DEL EMPLEO Y SALARIO SOCIAL

Para profundizar en el trasfondo de los problemas que plantea el salario social y el reparto o el papel del trabajo, y estudiar los argumentos más polarizados, he escogido la polémica publicada, fundamentalmente, en la revista Mientras Tanto y protagonizada por José Iglesias y Jorge Riechmann, que representan en el Estado Español dos de las versiones más contrapuestas. Posteriormente se exponen las posiciones de C. Offe que son más intermedias y multilaterales y con aspectos específicos novedosos.

A) LA RENTA BÁSICA SEGÚN IGLESIAS[7]

1. Breve resumen de la opinión de Iglesias (similar a la que viene defendiendo Parijs desde mitad de los 80 -ver más adelante-): 

* "La renta básica (RB) consiste en establecer un sistema de distribución social de la renta, por el que se proporcionará a cada persona, por derecho de ciudadanía, una renta que le permita cubrir sus necesidades básicas".

* Debe ser incondicional y por lo tanto: “Dirigida a personas y no a familias. Independientemente de cualquier otro ingreso por otros recursos. Sin necesidad de estar en plantilla o haber realizado un trabajo anteriormente, ni tampoco sujeto a aceptar un trabajo si le fuese ofrecido".

2. Iglesias plantea algunos pros y contras de la renta básica   

a) Las ventajas de la RB

La principal es "la seguridad que proporciona a todos los ciudadanos el saberse acreedores a un renta que garantice sus necesidades materiales más elementales, quedando cubiertas permanentemente". Además, "la RB favorece la aceptación social de la reestructuración económica y social en marcha y "el trabajo proporcionará un ingreso adicional. La principal ventaja que expone Iglesias es compartida también con un sistema de renta compensatoria, que podría cubrir incluso mejor esas necesidades elementales que no están cubiertas. La ventaja de la aceptación social no es muy crítica con el sistema y la dinámica neoliberal actual.

Hay una contradicción entre querer presentar la RB como gran avance social, elemento central del progreso social e incluso de la transición al socialismo, y mantener una posición respetuosa o embellecedora del capitalismo visto como el mejor marco para el aumento de la productividad y de la riqueza, cosa que evidentemente realiza, pero a costa de grandes desigualdades sociales y de los costos sociales y ecológicos de todo tipo. Parijs, por ejemplo, ve imprescindible el desarrollo del capitalismo como el mejor marco para el impulso de la productividad... y por lo tanto para financiar las RB, y caminar hacia el comunismo sin pasar por el socialismo.

De lo anterior se desprende que el esfuerzo principal consiste en conseguir una mejor distribución que sea compatible con las bases fundamentales en que se asienta esa productividad. Por otra parte, el ingreso adicional a otras rentas puede ser positivo, pero no va precisamente en contra del consumismo. Y por último, si la RB se da a todo el mundo, y el que trabaja acumula su salario a la RB, ¿por qué el pensionista o el que tiene otro tipo de subsidio no se le puede mantener también sin que sea absorbido por la RB?. Es también absurdo que al desempleado que cobra un subsidio se le quite al compensarse con la RB y no se absorba la parte del salario porque se acumula a la RB. Aquí habría que diferenciar las prestaciones contributivas (por desempleo o de jubilación, etc.) de las no contributivas, asimiladas más a las características de la RB.

b) Las desventajas a la RB

- `El desinterés personal por el trabajo’, que se puede corregir ya que, dado que la mayoría de la gente quiere más consumo que el mínimo necesario, estaría dispuesta a trabajar para aumentar sus ingresos. Además, si el PIB baja por el aumento de los subsidios y del desempleo, la RB también bajaría, con lo que la gente volvería a animarse a retornar al trabajo.

- ‘Los trabajos penosos’: la gente se retiraría de ellos, a no ser que se incrementasen los salarios de estos trabajos, en cuyo caso la gente se reincorporaría.

- ‘Los servicios personales’: se tendería a aceptar estos trabajos y con bajos salarios.

Aquí hay un planteamiento insuficiente en la relación trabajo/consumo, ya que habría que considerar la crítica al consumismo excesivo y a los ‘deseos’ de trabajar por ello. Los aspectos de crítica a la cultura del trabajo serían positivos en vez de negativos. Estas críticas vienen de quienes ven la prioridad fundamental en la inserción en el mundo laboral, cuando la participación y la integración social y cultural podrían resolverse también por otras vías que no son el trabajo asalariado. Tampoco es cuestión de resolverlo a través del mecanismo ‘autorregulado’ de los incentivos económicos y de consumo que en el contexto de las sociedades actuales tienen los diferentes segmentos de la población. La cuestión fundamental no sería la libertad individual para elegir no trabajar (para lo que la RB tendría que ser bastante elevada y superior a las 35.000 ptas. que se plantean como posibilidad en Francia), ya que seguramente la mayoría de la gente desempleada preferiría elegir trabajar.

El asunto importante está en las dificultades de un gran sector para poder trabajar y, por lo tanto, para poder resolver sus necesidades básicas y su integración y ciudadanía social por otros medios, es decir mediante unas prestaciones y una RB suficientes. Otra cuestión es, tener en cuenta, desde el punto de vista  colectivo, tanto económico como moral y de relación social solidaria, la necesaria y conveniente participación en la construcción de la sociedad.

Según Iglesias, la aplicación de esta RB sería la siguiente:

‘En Francia consideran que una RB por persona y mes que no tuviera efectos negativos sobre la eficiencia del sistema productivo habría de comenzar con unas 35.250,- ptas., aunque el umbral de la pobreza se calcula en unas 64.450,- ptas. Para los EE.UU., serían unas 46.329 ptas. al mes (en 1985)’.

Sin embargo, con una R.B. mínima para todo el mundo aparecen diversos problemas. Resulta que con las 35.250,- solamente se llega hasta el umbral de la pobreza extrema. Es decir la gente más pobre y excluida no saldría de la pobreza en Francia con esos recursos, y todo por el criterio universal de darlo a todas las personas, y la compatibilidad con la eficiencia del sistema productivo, que se colocan por delante del avance contra la pobreza, la desigualdad y los derechos sociales de los sectores más precarios y excluidos.

B) EL REPARTO DEL EMPLEO SEGÚN RIECHMANN[8]

1. Dice Riechmann:

estar "a favor de una renta mínima universal garantizada, a condición de que no se entienda ‘renta’ en sentido restrictivamente monetario, ni se entienda ‘universal’ como equivalente a ‘ciudadano de un país que se cuenta entre los más ricos del planeta". 

Y continúa:

"Lo que estoy a favor de garantizar es la satisfacción de las necesidades básicas de todos los seres humanos, y los ingresos en papel moneda no son ninguna necesidad básica, sino en todo caso un medio para la satisfacción de aquellas". Por otra parte, ‘no debe identificarse ‘trabajo’ con ‘trabajo en el sistema productivo’ (el trabajo doméstico es trabajo socialmente necesario), ni mucho menos con ‘trabajo asalariado’...".

a) Distinción entre ingreso ‘monetario’ y en ‘especie’

En nuestras sociedades mencantilizadas casi todo se puede convertir en valor monetario pero hay fórmulas mixtas que también se aplican hoy, en que se ofrecen gratuitamente (o casi) aspectos como la enseñanza o la sanidad. Una rebaja global del precio y del alquiler de las viviendas, que se lleva un alto porcentaje de las rentas (en torno al 25%), puede ser contemplada, llegando a ser la vivienda gratuita para algunos sectores. Otro de los gastos básicos importantes en dinero es la alimentación (al que se dedica entre el 30 y el 40% del gasto), y tampoco hay que descartar la promoción de comedores públicos gratuitos o subvencionados. Igual el transporte público, etc. El asunto nos llevaría igualmente no dar la misma cantidad de ‘RB en dinero’ a toda la gente sino ‘valorar’ de forma equilibrada el conjunto de rentas en dinero y en especie. Y aquí se añade otro problema, el de los criterios de evaluación y su control.

b) Igualmente hay que distinguir trabajo y trabajo asalariado

Esta distinción es importante, aunque luego se queda algo diluida y Riechmann habla de ‘empleo’. El concepto trabajo se asocia al realizado en el mercado laboral (que puede ser asalariado o autónomo). Se suele adjetivar ya el trabajo ‘doméstico’, no suele utilizarse para el doméstico-familiar complementario (tipo bricolage o agrícola), apenas se utiliza el término trabajo para el ‘trabajo social, cultural, etc. voluntario’, aunque si el que a veces se realiza en ese ámbito sin pagar pero con expectativas de experiencia, aprendizaje o colocación profesional, e igualmente pasa con la actividad intelectual o formación profesional. A veces estas actividades son consideradas de ‘ocio’ aunque habría que diferenciarlas de las más estrictamente ocioso-recreativas (deportivas, culturales o ver la TV...). En todo caso es positivo el ir rompiendo la barrera tan amplia que hay entre ‘trabajo’ (formal), ‘actividad’ y ‘ocio’, y por otro lado considerar esas actividades como trabajo socialmente necesario como dice el texto, que es útil y se beneficia la sociedad.

2. Desacuerdos de Riechmann con la RB

- "No estoy de acuerdo con la propuesta de desvincular el ‘derecho a la renta’ del ‘derecho al trabajo’. En lugar de desconectar completamente trabajo e ingresos (como hace el subsidio universal incondicionado-SUI), parecería adecuado desvincular los ingresos de la cantidad de horas de trabajo aportadas. Salir de las relaciones salariales no es lo mismo que salir del mundo del trabajo"...

- "...No estoy de acuerdo, en definitiva, con la idea de un subsidio universal incondicional: ‘El Subsidio Universal Garantizado (SUG) es una renta que recibe toda la población, independientemente de toda otra consideración que no sea la de la edad que permite cubrir las necesidades básicas. Lo recibe quien tiene trabajo y quien no, quien tiene medios de producción y quien no... por ser un subsidio universal’. (Daniel Raventós y Rafael Gisbert  en ‘Trabajar o no ... pero vivir’  publicado en Viento Sur nº 14 de abril de 1994). No me parece  que semejante subsidio sea ética ni políticamente deseable, ni tampoco políticamente viable...".

Riechmann continúa diciendo que "tampoco me parece cierto que las estrategias de reducción de tiempo de trabajo y de SUI sean complementarias. Más bien tenemos que elegir entre una política del tiempo y una política del subsidio. ‘O bien consideramos que la exclusión es inevitable y que es prioritario repartir las riquezas para disminuir la pobreza; o bien consideramos que es prioritario dar trabajo a todos y usamos el reparto de las riquezas como un medio para lograrlo’ (Aznar)... La lógica del SUI es la del primer término de la disyunción y... la de reducción del tiempo de trabajo la del segundo.

La posición de Riechmann es:

Pleno empleo con tiempo reducido (‘trabajar menos para trabajar todos’), formas de autogestión del tiempo de trabajo y ‘segunda nómina’ para completar los ingresos de los trabajadores, (que es una forma de salario indirecto que el estado abona los asalariados que no trabajen a jornada completa)... ‘segunda nómina’ y SUI son incompatibles: no pueden financiarse a la vez. La diferencia esencial es que la primera está vinculada con el trabajo en la esfera pública y el segundo no.

Aquí conviene comentar la distinción entre trabajo, trabajo asalariado y empleo.

En primer lugar se puede salir (y es, la aspiración de muchos) del trabajo asalariado, hacia del trabajo autónomo, considerando a este menos ‘explotador’. Por otra parte, también es trabajo el trabajo doméstico. Además, aquí se entiende como participación en el ‘empleo remunerado’ y también en el resto del trabajo socialmente útil en la sociedad. Se podría avanzar planteando una elección  voluntaria si hubiese suficiente oferta institucional como plantea Offe, en el sentido de ser conveniente participar en el trabajo ‘social’, aunque no sea ‘productivo’, a través de un empleo formal. Parece claro que se puede salir de un empleo con relación salarial, pero mantenerse en el mundo del trabajo. La forma de condicionar las RB a participar como mínimo en ese trabajo social, aunque se participen pocas horas de Riechmann es menos sutil que Offe que habla más de convención social y moral que de vinculación de derechos al ‘mundo del trabajo’.

Para Riechmann, los derechos de ciudadanía vendrían determinados por el nivel de integración en el mundo del trabajo. De entrada habría que considerar con derechos y no excluidas a todas las personas ‘incapacitadas’ para trabajar, es decir, independientemente de su aportación laboral o social.

Por otra parte, la cuestión de fondo sobre el SUG ya está planteada en la polémica con Iglesias. Riechmann parece tener razón en que la RB no puede ser indiferente al conjunto de las rentas e ingresos que cada individuo posee. Aunque se insista en que todo el mundo cobre lo mismo de RB, para avanzar en la igualdad, se deberían gravar los impuestos de las personas con mayores rentas, con lo que no recibirían un ingreso ‘neto’ ciudadano. Es positiva la diferenciación de Riechmann de considerar universal el ‘derecho a satisfacer las necesidades básicas’, pero pudiendo realizarse no necesariamente a través de la RB monetaria.

C) GORZ Y EL PAPEL DEL TRABAJO[9]

Iglesias cita a Gorz y a Aznar con sus objeciones a la RB desde una visión más global, y que en gran medida comparte Riechmann. Aunque A. Gorz y G. Aznar parten de posiciones diferentes,  argumentan que la renta no integraría social ni laboralmente a ningún perceptor de la misma en la sociedad capitalista.

Para Gorz, "...el ingreso social no conlleva la participación ni cooperación voluntaria en las actividades de la sociedad. Solo supone un medio de compensación por los efectos negativos del mercado de trabajo. Para Aznar, ‘representaría un reforzamiento del dualismo social’... por consiguiente ambos autores proponen la recuperación del valor trabajo y de no renunciar a la idea de ‘que es prioritario dar trabajo a todos’ (Aznar). La persona sólo gana y usa sus derechos económicos y civiles de ciudadano cuando desempeña un trabajo en el sector macrosocial para otros ciudadanos (Gorz). Sólo confiere reconocimiento en la sociedad a la persona, haciéndola que se sienta igual e integrada en la sociedad. Para Gorz y Aznar, es el acceso al trabajo asalariado que existe en el sector mercantil, y no la RB, lo que es esencial para estar integrado en la sociedad. La participación en el proceso social de producción es un factor esencial de socialización y de pertenencia a comunidades y grupos formalizados, a parte de permitir al ciudadano cubrir con su trabajo sus necesidades básicas... Por ello ambos autores son partidarios del reparto del trabajo, oponiéndose a cualquier concesión de una renta básica.

Gorz posteriormente admite, de forma realista, que la evolución cultural va relegando el valor del trabajo a un segundo plano y colocando en un primer plano el ‘pleno desarrollo personal’ (según el concepto de Giddens), pero que todavía no hay un estatus social de reconocimiento de las actividades no remuneradas que sustituya lo que representa hoy en día el dinero y el contrato laboral.

Gorz y Aznar, tienen razón, en el sentido que las RB son insuficientes para la integración social y que además podrían reforzar la dualidad social. La realidad es que todavía el empleo es un componente muy importante de fuente de ingresos (poder adquisitivo, consumo...), de estatus y también de valoración social y autovaloración. Pero la cuestión es ambivalente. Por un lado hay que cuestionar todo eso garantizando no solo unos ingresos suficientes, sino también las condiciones para la participación en la actividad social y la propia valoración social y la autoestima de las personas desempleadas en el mercado laboral, pero con derecho a participar igualitariamente en la sociedad. Pero el otro aspecto de la realidad es que, de momento, la RB es fundamentalmente un elemento discursivo y crítico, mientras que la gran mayoría de la gente desempleada ante la evidencia de mantenerse en una situación más desigual (en términos económicos y de proyección social y ante la perspectiva de una RB limitada),  sigue apostando por conseguir un empleo (remunerado) y cuanto más estable mejor. Así un gran sector se mantiene entre la aspiración al empleo con similar cultura del trabajo y la realidad de la pobreza y la frustración personal de no tenerlo.

Por lo tanto,  hay que partir de la realidad inmediata: el 10% vive fundamentalmente de las rentas del capital, el 25% de pensiones y subsidios, y el resto, de 65% de rentas del trabajo, considerando a las familias ‘obreras’ en su conjunto. La cuestión es que un 30% de la población dependiente de subsidios y de la ausencia de un empleo, o sólo de un empleo precario, no participa completamente en el proceso de producción social formal (aunque quizá sí en el informal y en el trabajo social en sentido amplio) y que ni el sistema de protección social actual, ni el empleo les garantiza la ‘ciudadanía social’ y sus derechos sociales. Es esa crisis social, sobre todo, la que cuestiona el papel del trabajo y también el papel del actual estado de bienestar, como mecanismos de integración social, al menos para ese importante sector.

A partir de ahí se puede uno dirigir al sistema económico (los empresarios, las políticas económicas, el reparto del empleo...) o al sistema político (al Estado, a las políticas sociales...) con actitudes diversas: para legitimarlo, buscando algunas pequeñas reformas parciales, planteando una perspectiva de una dura y muy difícil transformación global de ambos o manteniendo un discurso crítico con respecto al conjunto del tinglado y las graves lacras que genera al mismo tiempo que vamos construyendo fuerza social en la medida que se pueda.

Gorz y Aznar ensalzan el valor del trabajo embelleciendo su papel y convirtiéndolo en un deber normativo. Y una cosa es pedir puestos de trabajo para gente parada, incluso mejorar su estabilidad y su poder adquisitivo, y otra eliminar el aspecto central de la crítica a este tipo de empleo normalmente precario y fuente de explotación, y a la propia cultura del trabajo.

No se trata tanto de exigir trabajo para todos,  sino de que, el que no lo tenga, no quede excluido, cosa que se garantizaría con  transformaciones más amplias y no sólo con una RB limitada que podría quedar como la fuente de ingresos restringida para la gente no suficientemente competitiva para entrar en el mercado de trabajo, resignándose involuntariamente a un estatus inferior.

En el contrato laboral se intercambia (se vende) una parte de la fuerza de trabajo por un salario y otra se la queda el capitalista como plusvalía. Es un contrato desigual que genera dependencia y explotación bajo el capitalismo, aunque aporte poder adquisitivo y estatus. La acción sindical pretende mejorar o mantener lo primero y el conjunto del entramado institucional y de valores lo segundo. En el caso de las prestaciones sociales (vinculadas más o menos al trabajo como salario indirecto o a la reproducción de la fuerza de trabajo) se negocia con el Estado y con las instituciones. Los avances en uno u otro plano pueden tener dos caras.

Una es la mejora de las condiciones laborales o sociales (y de derechos y ciudadanía) y otra, la aceptación e ‘integración’ en ese marco económico y/o institucional. Es decir, que tanto el avance en el reparto del empleo o en la RB pueden no llevar necesariamente al cuestionamiento del capitalismo o del estado sino todo lo contrario, ya que depende también de otros elementos puestos en escena.

Iglesias plantea algunos interrogantes sobre el reparto del trabajo:

‘La hipotética solución al problema del paro se organiza a expensas del sacrificio salarial y la redistribución entre los trabajadores, y excluyendo explícitamente a las empresas. Esto supone desviar la lucha de clases, entre capital y el trabajo, y podría surgir un enfrentamiento entre los propios trabajadores. Tampoco pone en cuestión las relaciones de propiedad, así como la naturaleza explotadora y alienante de las actividades de la empresa capitalista’.

Toda la crítica es muy justa dando por supuesto que el reparto del trabajo implica la reducción total o parcial de los salarios correspondientes, sin cuestionar las relaciones de propiedad y la explotación capitalista. Gorz y Aznar lo suelen plantear como palanca central de la transformación económica y social, aunque en un sentido posibilista.

El enfoque de la reducción del tiempo de trabajo y de la desvinculación del trabajo (más que el reparto de empleo y la creación de empleo) como medida parcial, o como exigencia reivindicativa asociada a otro tipo de discurso, puede ser también canal de crítica a las actuales desigualdades del mercado de trabajo, utilizándola como un elemento más de un discurso anticapitalista e incluso contra la cultura del trabajo. Pero, con ese enfoque de Gorz y Aznar del reparto del empleo, lo que aparece en primer plano es el problema de las contradicciones entre empleados y desempleados, sin cuestionar el capitalismo como fuente de desigualdad y explotación. A veces incluso se utiliza el lenguaje de la igualdad entre los dos sectores como la clave para resolver el ‘paro’, desresponsabilizando a las dinámicas neoliberales y consolidando el discurso sobre los sucesivos ‘planes de solidaridad por el empleo’, etc. utilizados para reducir las resistencias al empeoramiento de las condiciones laborales y de empleo de las personas empleadas. El tener empleo es un relativo privilegio, pero para la gran mayoría que trabaja en el Estado español, tampoco es una fuente de un gran bienestar, estabilidad, satisfacción o consumo, por lo tanto es normal que la gente empleada se aferre a ese empleo, que no se esté dispuesto a compartirlo con otros y que se oponga a la reducción salarial. En otro marco, con otro tipo de transformaciones más igualitarias en su conjunto podrían tener más eco los llamamientos solidarios entre la clase obrera.

Todo eso sin obviar otras medidas compensatorias como aumentar la presión fiscal de forma progresiva a los beneficios y rentas más altas, cerrar el abanico salarial, y congelar o reducir (con o sin reducción de jornada) los salarios más altos, perseguir el pluriempleo o las horas extras. etc.

Por otra parte la propuesta de Ingreso social universal, sin necesidad de contraprestación laboral no supone, necesariamente, aplaudir la vida ociosa. En todo caso siempre supone cierta renuncia a un nivel de vida y consumo más elevado. Estas ideas chocan con la cultura del trabajo dominante en nuestra sociedad, con aquello de que "el que no trabaje que no coma" y que también se dan en el seno de las clases trabajadoras en cuanto que, todavía, se valora el trabajo como un elemento de identificación social y de autoafirmación, teniéndose que realizar un esfuerzo pedagógico en esta cuestión. Sobrevalorar el papel del empleo en este final de siglo, con un paro estructural que afecta a casi cuatro millones de personas en el Estado Español, sería estigmatizarlas y excluirlas de la valoración social y generarles una mayor crisis personal.

D) LA CUESTIÓN DE LA REPRODUCCIÓN SOCIAL

 SEGÚN RIECHMANN

Estamos en esta sociedad capitalista con explotación, desigualdad y fuertes lacras sociales y el acento se pone ahora en combatir  estas condiciones laborales y sociales, y no en ensalzar las virtudes del trabajo. En ese sentido, ese enfoque es una apuesta más crítica y destructiva que constructiva.

La producción, reproducción y distribución económica y social vienen impuestas en el régimen capitalista, y eso hace que no podamos establecer un contrato social libre y voluntario de coparticipación solidaria a través del empleo. Por lo tanto,  no se ponen en primer plano el embellecimiento de la colaboración social y la construcción social a través del empleo remunerado, que la gran mayoría debe buscar a cambio de conseguir un pequeño poder adquisitivo para vivir.

La expropiación de la riqueza se  realiza, en primer lugar, por los propios capitalistas que acumulan los beneficios conseguidos por el conjunto de la clase obrera. Es verdad que la sociedad aporta a cualquier persona una serie de bienes, y que para permanecer en ella se sigue sirviendo de una serie de bienes públicos, lo que debe suponer una exigencia de corresponsabilidad social. Pero la responsabilidad principal de la destrucción de fuerzas sociales, de la existencia de un gran ejercito de reserva y de la ampliación del paro, de la marginación de grandes sectores de gente, junto con la destrucción de la naturaleza y el sometimiento del Sur, es el propio sistema capitalista. Hay una parte de la sociedad, la que tiene más poder y riqueza, que no cumple su parte del contrato social de colaborar en la producción y la distribución de forma equitativa.

Es positiva y necesaria la perspectiva de la contribución colectiva a la sociedad de forma solidaria, pero no aquí y ahora y planteando que el mecanismo fundamental para realizarlo sea la participación en el empleo formal. En esta segunda parte está la diferencia. La persona en cuanto ser social está vinculada y participa en la sociedad, y por lo tanto debe colaborar en la sociabilidad. A partir de ahí se puede caminar hacia un contrato social pactado sobre el papel de cada cual que difícilmente puede ser ahora el definido del comunismo.  Poner el acento en eso es fundamental, pero Riechmann se desliza a que hay que realizarlo sólo y desde dentro del empleo remunerado.

Su fórmula de reparto del empleo no contiene tanto una oposición a desligarse de la explotación, sino a forzar la participación de todos en el empleo y fortalecer la cultura del trabajo. Si la atención principal fuese la construcción colectiva de la sociedad podría haber ido por el camino de Offe, ampliando la posibilidad de otras formas de participación en un trabajo social útil aunque no fuese remunerado, poniendo el acento en los cambios institucionales y culturales para impulsar esa vía.

Pero Riechmann en vez de avanzar desde el punto anterior de contemplar el conjunto del ‘trabajo socialmente necesario’, retrocede y ahora le preocupa que todo el mundo trabaje ‘formalmente’. Hoy día, el trabajo social ‘voluntario’ se puede realizar a duras penas de forma transitoria por la gente que quiere y ‘no puede’ tener un puesto de trabajo formal, o que tiene resueltas las necesidades básicas y tiene fuertes motivaciones, o combinándolo con el trabajo o con otras rentas. Difícilmente la gente más pobre podrá realizar un trabajo voluntario si sus esfuerzos principales están encaminados a subsistir y a buscar los medios para resolverlo. Por lo tanto, la alternativa no es frente a trabajo (empleo/contribución social/solidaridad) el ocio con RB (individualista y disgregador), sino abrir la posibilidad de ese trabajo social útil para construir la sociedad y la sociabilidad, precisamente para la gente desempleada y rompiendo la gran barrera existente entre ambas ‘situaciones’. Pero para que sea realista esta alternativa es precisa una gran modificación institucional y cultural, como señala Offe. Estas ideas de Riechmann, además, al expresar la incorporación al empleo en términos prácticamente obligatorios como deber normativo, y en oposición a la distribución de la riqueza con la gente más desfavorecida, pueden confundirse con el discurso dominante valorando el papel de las personas por su posición en la producción ‘formal’ y el estatus derivado de su riqueza.

No es muy afortunada la expresión ‘derecho a la pereza’ que critica bien Riechmann, ya que en algunos contextos refleja un  enfoque individualista. Pero tenemos que saber a qué atenernos. Los millones de desempleados están obligados por el propio sistema a ‘no producir’, ya que aquél es el causante del desperdicio de muchas de las capacidades y potencialidades humanas de la población. El capitalismo prefiere a una parte de la sociedad (además de la ociosidad de sus representantes directos) en el ‘paro’ y la ‘pereza’ y a otra parte que trabaje mucho. Podemos hablar también del ermitaño contemplativo, o del ‘sin techo’ que depende de la asistencia pública pero que no encajan en ese derecho a la pereza.

El aspecto principal no es la responsabilidad individual, sino el hecho de que no haya suficientes cauces colectivos de participación para un trabajo socialmente útil y que permita el desarrollo humano. En ese sentido se puede hablar del derecho ‘a no trabajar’. A partir de ahí se trata no de marginar al excluido y desempleado sino de revalorizar la propia autoestima, sus potencialidades y desde luego de facilitar socialmente la resolución de sus necesidades básicas. Si nos estamos refiriendo a la típica persona de clase media-alta, desempleada pero con amplios recursos financieros y de relaciones económicas, integrado en la élite cultural y social, en pleno consumismo y que nos reclama su derecho a la pereza y su RB, compartiría el criterio de Riechmann de criticar esa ‘holganza’ a costa de los demás, rechazando moralmente ese modelo de vida (aunque la mayoría social estaría encantada de ser así). Todavía más, estaría dispuesto a aguarle su ‘buena vida y su felicidad’ aumentando (si pudiera) sus impuestos (sobre la herencia, el patrimonio y las rentas) para transferir una parte substancial de sus rentas (incluyendo su hipotética RB) al aumento del gasto social, por ejemplo destinándolo a RB de los demás, y no me preocuparía mucho, de momento, de encontrarle un empleo.     

Según Riechmann, ‘el trabajo genera sentimientos de pertenencia, participación y utilidad social... dignidad propia ... acceso a la esfera pública.... El mecanismo del SUI sin contraprestación en trabajo socialmente necesario es esencialmente un mecanismo de dependencia, que puede contribuir a mantener a las personas en un estado de inmadurez perpetua’.

A estas consideraciones se les pueden contraponer los siguientes efectos del trabajo y el SUI. El trabajo puede reportar lo señalado y también sufrimiento y explotación. El SUI, puede generar también dependencia, e incluso como se dice más adelante, el riesgo de estabilizar la dualización social (o la división sexual y la división internacional del trabajo) con diferencias substanciales de poder, estatus y capacidad adquisitiva entre la gente empleada y la desempleada (o de varones frente a mujeres, o de ciudadanos del norte frente a los inmigrantes del sur). El problema es que sin SUI, todavía la marginación, la exclusión y el desarraigo social y económico, podrían ser superiores, y con él puede mejorar su situación de pobreza y también la ‘integración’ social y la sociabilidad que no tiene en exclusiva el trabajo en la esfera pública.

La cuestión en perspectiva es que se ha reducido la función socializadora del papel del trabajo (para una gran parte de la sociedad que no lo tiene, o lo tiene precario) y que además se tiene que relativizar (junto a la propiedad y la riqueza) como eje del estatus social y de la vertebración de la sociedad, rompiendo las barreras entre el empleo en la esfera pública y remunerado y el trabajo social supuestamente ‘privado’, voluntario o no remunerado. Por otra parte como se decía antes, el SUI por sí solo es insuficiente y tiene que estar asociado a otra serie de cambios y transformaciones en las relaciones económicas y sociales.

Por último, citando a Offe, ‘la revalorización del ocio y de las actividades individualmente elegidas para llenarlo o, a la inversa, la devaluación social de la participación en el mercado laboral, es un proyecto dirigido al corazón moral, institucional y económico de las sociedades industriales democráticas... La parte de la población realmente implicada en la creación de valor económico seguirá disminuyendo. Al mismo tiempo, los mecanismos 'capilares' de la distribución, como son la familia, el Estado de bienestar e incluso las políticas de ayuda al desarrollo ... serán mutilados.’

E)  DERECHOS ECONÓMICOS DE CIUDADANÍA, SEGÚN C. OFFE

Se puede exponer un resumen de las posiciones de C. Offe en el capítulo La selección de la política clave.

‘O creemos y actuamos conforme a la convicción de que estas consecuencias de desorganización social pueden ser controladas y finalmente eliminadas a través de la restauración y el fortalecimiento del mercado laboral como generador central del orden social, o bien creemos, y actuamos de acuerdo a la convicción de que  esos esfuerzos de restauración son inútiles (o intrínsecamente inaceptables por sus efectos económicos y morales) y que hay que buscar la respuesta, en vez de en la eliminación de las causas, en la neutralización gradual del efecto que tienen los factores causales (tecnológicos, económicos, políticos e institucionales, culturales y morales por si mismo no eliminables) sobre las oportunidades de vida de los individuos, sobre el orden institucional y sobre la cohesión social. Las alternativas que se plantean son, por lo tanto, la restauración del 'pleno' empleo por un lado y, por otro, la conversión del no-empleo en alto tolerable, controlando sus consecuencias en términos de precariedad’.

En este artículo se aboga por la segunda de estas dos alternativas básicas. Offe expone que por motivos de realismo y honradez, no se debería definir el desempleo y las dos formas de precariedad como un 'problema' (insinuando que éste puede ser resuelto con suficiente ingenio político, esfuerzo y resolución), sino como un fenómeno y un reto inexorable que han de afrontar las economías, los gobiernos y las sociedades de la OCDE. Según él es inútil acercarse a esta condición penosa y crónica mediante la retórica del pleno empleo.  Y añade:

‘La cuestión clave sigue siendo, cómo y si podemos estructurar esta situación para reducir al mínimo sus negativos efectos sociales y políticos, combinando los modelos contractuales y de mercado, que hasta ahora han regulado la situación social, con un estatus de trabajo de otros modelos institucionales y, concretamente, con los que se basan en los principios de ciudadanía y comunidad’. ‘La reacción predominante que estamos experimentando en Europa ante esta situación es, evidentemente, la primera de las dos alternativas citadas antes’

C. Offe, seguidamente plantea los derechos económicos de ciudadanía por encima del pleno empleo, optando por la vía de neutralizar las consecuencias del desempleo:

            "La otra respuesta... en vez de la eliminación de las causas de los niveles deficientes de la absorción de la mano de obra en el mercado, esta respuesta sugiere la neutralización de sus consecuencias. El enfoque correspondiente de los problemas de la precariedad, son estrategias que abogan por un ingreso básico como derecho económico de ciudadano (en contraste con empleado). En los modelos de ingresos básicos, la transferencia de ingresos no va ligada a unas circunstancias individuales relacionadas con el empleo sino exclusivamente al estatus de ciudadanía de cada individuo. Este sistema tendría la ventaja de que las ayudas de ingresos dejarían de estar sujetas a fluctuaciones en la demanda de mano de obra (barata); en cambio, la transferencia de ingresos se haría efectiva (y con ella una reducción del desempleo manifiesto) en cuanto los ciudadanos decidieran hacer uso de ella. Según su situación personal y las circunstancias del mercado laboral, podrían decidir si desean aumentar sus ingresos de subsistencia aceptando un trabajo regular"...

"En segundo lugar las categorías de distribución no pueden estar ligadas al contrato laboral sin que se cree una exclusión injusta. Mientras la mayoría de los trabajadores tengan la posibilidad real de contribuir a la generación de la riqueza a través de un empleo remunerado, el problema de la distribución se resuelve por el contrato laboral de cada individuo, los subsidios familiares y los acuerdos de seguridad social correspondientes. Una vez que esto deje de ser el caso, y desaparezca definitivamente esta condición supuestamente 'normal', el problema de la distribución no podrá resolverse si no es mediante el establecimiento de derechos económicos específicos que todos los ciudadanos se conceden mutuamente como un elemento de su ciudadanía. Esta idea central de un 'ingreso de ciudadano', consiste en el derecho a un ingreso suficiente y no condicionado por un empleo remunerado... Y no requeriría para hacerse efectivo, el que una persona se convirtiese previamente en 'trabajador', es decir, que cumpliese con su papel en el mercado de trabajo. Serían una consecuencia automática de la condición de ciudadanía de cada persona".

F) OPOSICIÓN Y COMPLEMENTARIDAD ENTRE REPARTO

 DEL EMPLEO Y DISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA

Aquí también hay que establecer los dos planos diferentes, como debate y expectativa social o como reforma social amplia. Hay ópticas diferentes.

1. Con respecto al punto de partida y la posibilidad de su transformación

a corto/medio plazo

La cuestión es que hay una gran bolsa de paro y pobreza estable y permanente, por lo menos en el medio plazo. No es que se considere ‘inevitable’ por los siglos de los siglos, ni que no pueda variar su envergadura con diferentes medidas posible de aplicar, sino que en esta etapa histórica por las dinámicas económico-sociales, el tipo de crecimiento etc. no hay una expectativa de pleno empleo.

Riechmann puede considerar que es una situación transitoria y fácil de resolver, pero debería de admitir que, mientras en la realidad no se consiga su propuesta de pleno empleo (distribuyéndolo con tiempo reducido), esas bolsas están ahí y hay que paliarlas distribuyendo las riquezas existentes.

2. La relación entre las estrategias de reducción de tiempo de trabajo y de RB

Pueden ser complementarias en la medida que ambos son medios que obedecen a un objetivo común: avanzar contra la desigualdad y garantizar unos medios suficientes para vivir toda la población, favoreciendo la integración social y la ciudadanía. La estrategia de reducción del tiempo de trabajo, por la situación actual y por razones más de fondo (ver Offe) puede tener efectos limitados  para la creación de empleo, como se ha dicho antes. Las dos estrategias pueden considerarse poco posibles de realizar en las actual correlación de fuerzas sociales y con estas dinámicas económicas a nivel mundial, aunque en su justificación se puede poner el acento en diversas cuestiones de mayor o menor interés educativo y de conformación de una conciencia crítica o una agrupación social.

3. ¿Trabajo para todos?

El énfasis en ‘dar trabajo a todos’ es excesivo no solo por el tipo de desarrollo económico existente (ecológicamente no deseable) sino como objetivo de incorporar a toda la población al empleo remunerado, aunque sea reducido. En la versión anterior de valorar el conjunto del trabajo social, podría ser admisible (como hace Offe) la participación de todas las personas (que puedan) en la construcción social y desde luego en otro contexto de sociedad, seguir el criterio de ‘cada cual según su capacidad’. En la formulación de Riechmann está presente la valoración del ‘trabajo’ (a veces como empleo y en la esfera pública y, por lo tanto, plenamente integrado en la cultura del trabajo) como elemento central de la aportación y del contrato social. El ‘trabajo para todos’ es el valor que pretende inculcar para avanzar en su tipo de sociabilidad. Ahora bien, siguiendo con su criterio inicial, se puede dividir el trabajo socialmente necesario en dos partes: el empleo formal remunerado y el resto del trabajo útil socialmente (aunque eso sea todavía algo difuso). Esta división es importante. Riechmann termina asociando la corresponsabilidad de toda la sociedad a través de la producción y el empleo remunerado.

Tradicionalmente se ha planteado lo de ‘trabajo o subsidio’ para todos, admitiendo que, en caso de no tener trabajo, se debe tener un subsidio suficiente. Este subsidio se ha recortado cada vez más y se ha vinculado a la necesidad de buscar, prepararse y encontrar empleo. Esa es la gran justificación de los poderes públicos y del INEM, para seguir restringiendo los subsidios en cantidad y duración, e irle quitando el carácter más relativamente incondicional. La cuestión es ir a la inversa, planteando la conveniencia (modificando las pautas institucionales, culturales y las motivaciones morales) de un trabajo o actividad solidaria y que facilite la sociabilidad y sin que necesariamente se ponga como ‘condición’ (en el sentido estricto y jurídico), sino de forma más abierta, como en Offe, como una línea de cambios materiales y normativos que favorezcan la integración y participación de los individuos al mismo tiempo que se facilitan las RB.

4. Empleo o Renta Básica

En torno a empleo o RB se han planteado muchos aspectos diversos, pero su objetivo básico, el conseguir unos ingresos mínimos, es común. Como medio para cubrir las necesidades básicas, la oposición entre los dos no tiene sentido, a no ser que se plantee en términos absolutos de para todos empleo o para todos RB. La realidad es que para unas personas es útil y suficiente el empleo y para otras no y hay que resolverlo con la RB, o bien se dan situaciones intermedias que se pueden resolver con fórmulas mixtas, al igual que el trabajo no remunerado y las RB.

Por otra parte, ninguno de los dos aspectos es suficiente para avanzar mucho en la vinculación social del individuo, aún ampliando su contenido. Los dos, en realidad, pueden ser medios (y por tanto derechos) para poder vivir dignamente y pueden resolver una parte de los problemas (entre otros el básico de un poder adquisitivo algo mayor o menor para subsistir). A partir de ahí permanece el gran reto de cómo se construye la sociedad, cómo se impulsan la sociabilidad, la solidaridad y el espíritu comunitario que las actuales relaciones económicas y sociales dominantes también contribuyen a deteriorar, y que debemos contemplar no solamente desde la motivación individual, sino de los necesarios cambios culturales, morales e institucionales colectivos. Y en el terreno de su concreción aparece otro grupo de problemas como son la vinculación voluntariado/remuneración, o RB/precarización de ese empleo estable o con aspiración a empleo estable y remunerado.

Hay diversos aspectos a considerar en esta polarización entre atacar las causas o los efectos de la precariedad. A veces se esquematiza demasiado reduciendo la elección al poner el acento en la producción o la distribución, o en la forma de oponerse a través del empleo (reparto o pleno) o la distribución de la riqueza.

Sería caer en un nuevo economicismo el pasar de considerar como principal el campo de la producción (de sus relaciones y su propiedad y control) a considerarlo el de la distribución (de la renta). Ambos no dejan de quedarse en el ámbito de lo económico cuando la realidad social es más multidimensional, las contradicciones muy diversas y la generación de conciencia crítica y agrupación social (ya que no hay grandes sujetos sociales) de momento es difícil, limitada y compleja.

En el texto de Offe se han expresado numerosos factores causales de la precariedad, así como consecuencias. Por otra parte hay diversos planos en la mutua relación de cada causa y cada efecto y, al mismo tiempo, elementos de antagonismo o complementariedad. Sin entrar ahora en la polarización entre reparto del empleo o de la riqueza (como plantea Riechmann), hay que señalar que en cada uno de ellos hay diversos tipos y planos y habrá que ver su potencialidad crítica anticapitalista o los valores que conlleva, su papel como reformas sociales y su posibilidad, su vinculación con diferentes sectores sociales o su capacidad de articular fuerza social, etc.

A veces la discusión discurre por lo que es más fácil o posibilista, argumentando a favor de unos u otros en función de ello. La excesiva esquematización en un aspecto parcial (empleo o riqueza) tiende a desconsiderar el conjunto de aspectos y 'causas de la precariedad', del entramado capitalista (llámese mercado, competitividad, globalización o neoliberalismo) y que como "no se pueden cambiar" se tiende a legitimarlos. Offe tiene una visión mas multilateral, pero priorizando la acción sobre las 'consecuencias'.

G) LA UNIVERSALIDAD DEL SALARIO SOCIAL

1. El ‘derecho universal a una vida digna’

Esta es una de las discusiones básicas y hay que diferenciar aspectos diversos. En las sociedades occidentales se estableció el Estado de bienestar, entre otras cosas, como un conjunto de instituciones y prestaciones sociales tales como enseñanza, sanidad, pensiones, subsidios..., subvenciones a la vivienda, al transporte público.... Algunas más dependientes del empleo, otras de las rentas; unas de carácter más universal y otras más o menos limitadas. Todo ello ha constituido la concreción de los derechos sociales y la ciudadanía social. Con la consolidación y expansión del Estado de bienestar se fueron ampliando esos derechos y su desmercantilización, traduciéndose en bienes colectivos y de acuerdo con las necesidades ciudadanas. Al mismo tiempo, se generó pleno empleo (y más cotizaciones sociales)  con aumento de la riqueza y del poder adquisitivo, con el que se solían cubrir otra parte de necesidades básicas más mercantilizadas, la alimentación, bienes domésticos (una gran parte la vivienda) , ocio, cultura...

La crisis del Estado de bienestar trae una reducción y una nueva mercantilización de muchas prestaciones, y la crisis del empleo remunerado disminuye el poder adquisitivo para conseguir unos bienes de consumo necesarios para ‘vivir’. Por lo tanto, se trata de mantener y mejorar esos derechos y prestaciones, así como el poder adquisitivo (monetario) para conseguir esos bienes. A esa aportación en dinero es necesario quitarle la connotación benéfica o asistencial y por lo tanto, hay que reforzar ese derecho de ciudadanía. Ser pobre no depende de la voluntad divina, o del propio individuo, y tampoco afecta a un sector marginal en vías de extinción. En la sociedad se han establecido unas relaciones de desigualdad y, en las últimas décadas, en Occidente, se han generado importantes bolsas de pobreza y vulnerabilidad social que afectan hasta a un tercio de la población.

Dada la gran productividad y riqueza social, es un deber de la sociedad proporcionar los medios de subsistencia y, por lo tanto, existe un derecho universal a una vida digna, para ejercerlo por todas las ‘personas que lo necesitan’. Pero ¿por qué se debe dar a todas las personas una misma aportación monetaria ‘independientemente de cualquier otro ingreso por otros recursos’?. Según Iglesias, también se da a los ricos que tienen grandes ingresos del capital y a todos los que tienen resuelto, por otras propiedades y otros ingresos, de rentas o salariales, el cubrir sus necesidades más que básicas. Pero, para esas personas, no sería una necesidad el cobrar esa RB.

2. Beneficiarios y requisitos para una vida digna

El propio Iglesias admite posteriormente una aplicación progresiva empezando por los sectores pobres. En la práctica, el salario social casi siempre se plantea condicionado, como mínimo, a la edad. ¿Por qué se excluye a los menores de edad, por ej. de 18 años, o de 25, en el caso de Offe, si se da por supuesto que también tienen necesidades y derechos sociales, aunque no tengan derecho al voto o edad penal?. También se suele excluir a los pensionistas que tienen su propio sistema de pensiones. Es decir, serían sujetos de ese derecho las personas adultas en edad de trabajar. Indirectamente se asocia al derecho al trabajo y, por otra parte, al contexto de la familia y al salario familiar ,que tendría que financiar a niños y jóvenes, que no tendrían ese derecho a RB.

Otra cuestión a tener en cuenta es la discusión entre renta "compensatoria" en función y como condición de no tener suficientes recursos para vivir, es decir, ser pobre, en contraposición a renta ‘igual’ para todos (interpretando así su universalidad), o bien si la RB debe estar ‘condicionada’ a un estado de ‘necesidad’ de  rentas y/o ausencia de empleo.

Está bien el desvincular la renta del empleo, aunque luego se verá esta problemática sobre la ‘participación en el trabajo socialmente necesario’ y/o en la ‘construcción de la sociedad’. Ahora la cuestión es con qué grado de generalización se reparte, y qué redistribución es más justa e igualitaria, algo ya debatido por Parijs y Carens[10] en torno al carácter compensatorio de los subsidios sociales. Problema diferente es como se avanza en la conciencia crítica, en los derechos subjetivos y los resultados prácticos de cada una de ellas.

3. Ciudadanía social o exclusión

Por otra parte, hay que diferenciar entre ‘universalidad’ como ‘derecho’ de todas las personas, y su ejercicio como derecho positivo ‘cuando lo necesiten’, y no necesariamente aplicarlo ‘para todos los ciudadanos por igual’. Hay una diferencia entre derechos subjetivos sociales o de ciudadanía social y su grado de generalización positiva. El caso de la enseñanza es el más general y aún así es algo limitado en calidad, gratuidad y edad. En sanidad se supone que recibimos una asistencia preventiva generalizada pero, sobre todo, ejercemos ese derecho ante la enfermedad. El sistema de pensiones y subsidios es bastante raquítico. Desde luego, derechos como el del trabajo, la vivienda o el transporte público ni siquiera se pueden ejercer para los que lo necesitan o quieren.

La cuestión es cómo se avanza en la ciudadanía social y contra la exclusión. El derecho a una vida digna es universal, pero la sociedad tiene diversos mecanismos para ofrecérsela a las personas (la propiedad, las rentas del capital, el trabajo remunerado...el gasto social público). Por lo tanto, hay que cubrir el derecho a la ‘vida digna’ para todas las personas, pero los mecanismos de los que se dota la sociedad son diferentes. No hay que confundir ‘derecho a la vida digna’ con derecho a la R.B. Cuando la sociedad no resuelve colectivamente ese derecho por los mecanismos que tiene, es cuando se demuestran insuficientes y hay que articular otros para garantizar ese derecho de la ciudadanía a cubrir las necesidades básicas.

La crisis del empleo  ha hecho que una parte importante de la clase obrera corra los riesgos de pérdida de derechos sociales reales y de los mecanismos tradicionales basados en el empleo para mantener una ‘vida digna’. Por lo tanto, es fundamental para un tercio de la sociedad el garantizar otros mecanismos colectivos de integración en la ciudadanía para cubrir las necesidades ‘básicas’ de ese tercio. Los otros dos tercios tienen ese derecho universal,  pero tienen los otros medios (capital, trabajo, algunas prestaciones gratuitas o casi y otras resueltas por su capital o por sus cotizaciones sociales derivadas del empleo remunerado) como mecanismos de integración y satisfacción de sus necesidades y no necesitan ‘afianzar su ciudadanía social’ a través de la RB que es otro mecanismo ‘complementario’ y universal en cuanto derecho que se ejercita al no utilizar los otros mecanismos.

La introducción de derechos sociales colectivos gestionados públicamente incorpora  un elemento progresivo de desmercantilización y no dependencia de las renta de cada cual, y al mismo tiempo, el criterio de adecuarlo a las necesidades de cada individuo o grupo social, relativizando progresivamente la importancia del empleo. En este sentido, es un elemento importante para combatir la cultura del trabajo. Por lo tanto, sin legitimar la realidad actual, (del papel de la propiedad y el empleo como fuentes de distribución de riqueza) hay que partir de ella para modificarla en esa dirección de la ciudadanía social. Sin embargo, las tendencias entre las clases medias van por el sentido contrario hacia la privatización e individualización del sistema de protección social y de las prestaciones sociales (especialmente en el ámbito de los seguros privados y los fondos de pensiones individuales). Su posición es rebajar impuestos y privatizar su seguridad más que ampliar sus derechos frente a un Estado de mínimos’ y, por lo tanto, ejercen sus resistencias a ampliar el Estado de bienestar y la protección social. Si a eso le añadimos que el beneficio neto de una RB es neutro o incluso negativo para ellas, por la deducción de impuestos correspondientes, que sería en todo caso un ingreso secundario con respecto al grueso de sus rentas, desde el punto de vista práctico o educativo, no van a encontrar muchas ventajas las clases medias y altas para generalizar esa RB, a no ser que la imposición fiscal sea regresiva.

H) CONDICIONALIDAD Y CONTRAPARTIDAS

El ingreso ciudadano está bien definido y muy matizado por Offe. Según él no debe estar 'condicionado' al 'empleo remunerado' o a haber entrado en él, y está fundamentado en el derecho de ciudadanía. Sería 'libre' para dejar el trabajo (o no haberlo conseguido) y tener acceso a él y parece que da por supuesto lo contrario, ya que dejaría de recibirlo cuando se incorporase al trabajo. Tenemos aquí un ingreso básico fundamentado en la ciudadanía y, por lo tanto, universal como derecho, pero su ejercicio no es automático e 'igual' para todos como en el caso de Iglesias. El trabajo ha dejado de ser  el elemento exclusivo de reparto de la riqueza (antes tampoco lo era totalmente, ya que también la proporcionaban el capital, la propiedad de bienes y el estatus... y la propia ciudadanía) y ahora se apela a los derechos sociales de ciudadanía como criterio de esa distribución.

Como dice Offe, el ejercicio real está condicionado por el nivel económico y de rentas de las personas, siendo un ingreso neto sólo para las personas necesitadas, mientras para las rentas altas se retiraría al tener unos impuestos superiores. Por lo tanto, es un derecho universal, pero, en la práctica, 'condicionado' y combinado con el resto de las rentas que se reciben.

En relación con la actividad social y el ingreso básico, Offe plantea una aplicación gradual con dos tipos de medidas:

Una, la exención condicional ampliando substancialmente la lista de ‘excusas’ para la no participación en el mercado laboral  (voluntariado, actividades sociales...). Y otra, la exención temporal con una ‘cuenta sabática’.

La cuenta sabática es un tipo de reparto del empleo que, en vez de reducir la jornada diaria o semanal de trabajo (o al mismo tiempo), reduce la vida laboral en su conjunto disminuyendo la edad de jubilación, aumentando la edad de entrada en el mercado de trabajo (por ejemplo, a 18 ó incluso 20 años), poniendo un tope máximo de años de vida laboral (30 años), o adelantando la edad de jubilación a los 60 ó incluso 55 años. La cuenta básica de Offe consiste en poseer 10 años de libranza a discreción de cada cual; es decir, si la vida laboral es, por ejemplo, de 20 a 60 años, se trabajarían como máximo 30 (actualmente la vida laboral de los jubilados en el régimen general es de 32 años pero está bajando) y se librarían diez,  por hijos, estudios, etc., e incluso se podrían añadir otros diez a la entrada de 20 a 25 años o la salida 55 a 60 años, con media jornada.

En todo esto se sobrentiende que las empresas no se responsabilizan de sus salarios (o con un sistema gradual como el de Offe) por sus períodos de libranza y se hace cargo el Estado a través de subsidios o del ingreso básico. Por lo tanto, se tendría derecho 'incondicionado' a un ingreso básico durante 10 años que, por cierto, es el derecho que hoy en día se tiene a la prestación contributiva por desempleo en el Estado Español si una persona, de cada ocho años, trabaja seis y está dos en paro.

Como derecho de ciudadanía son propuestas muy interesantes e incluso las dos medidas se pueden también interpretar como reparto del empleo. Se sale del mercado laboral pero haciendo un trabajo útil para la sociedad, y por tanto descondicionando el derecho económico de ciudadanía al trabajo 'formal', pero considerando positivo y complementario al ingreso básico el realizar un trabajo social no asalariado sin llegar a formularlo como condición de validez jurídica para ejercer el derecho.

Riechmann considera este tipo de actividad 'trabajo socialmente necesario' y, por lo tanto, sin apearse de su criterio de exigir la condición de realizarlo para recibir el ingreso social, es más amplio en la caracterización de esta actividad considerándola útil socialmente (incluyendo por ej. el trabajo doméstico), aunque en otras ocasiones habla exclusivamente de la vinculación del ingreso básico al empleo. Con la primera medida, Offe trata de borrar la diferencia entre trabajo 'formal' y un trabajo en los ámbitos sociables o culturales (¿ y el doméstico?) que cumplen una función social. Como dice más abajo, hay que 'reinventar' institucionalmente este tipo de actividades para favorecer su expansión y utilización. La Carta de derechos sociales de Euskadi también comparte este criterio de condicionar el ingreso a una actividad social acordada.

Entre las personas que podrían cobrar entero el ingreso social (por ejemplo el 20% por debajo del umbral de la pobreza) y las que no lo cobrarían (por ejemplo el 40% por encima de la renta media) hay un porcentaje amplio de un 40% en que se pueden combinar fórmulas intermedios de este ingreso básico y el resto de ingresos salariales u otras prestaciones (pensiones, etc.), sin que se absorbiesen totalmente estos últimos. Universal no quiere decir, necesariamente, que lo cobran igual todas las personas independientemente de sus ingresos. Por otra parte es similar si se da monetariamente o se deduce vía impuestos. Otra cuestión es qué límite se fija desde un determinado nivel de renta (sea el SMI o la mitad de la renta media como umbral de la pobreza u otro nivel) para tener acceso al ingreso. Y por otro lado (según Riechmann) también podría ser una parte monetaria y otra en especie con la tendencia a intentar desmercantilizar determinados bienes básicos.

En definitiva, se trata de compensar a los más desfavorecidos y por lo tanto, ir contra la pobreza y la desigualdad, consolidando la integración social y, en consecuencia, la ciudadanía social de los sectores que más en crisis pueden estar con respecto a sus derechos sociales como ciudadanos.

I) SALARIO SOCIAL, DUALIZACIÓN Y MERCADO

DE TRABAJO

C. Offe expone la objeción más importante a las RB:

"Una 'exclusión' de una parte de la población adulta del mercado laboral incluso con una protección material adecuada, podría considerarse como cinismo moral, ya que, este tipo de políticas, pretenden 'poner fuera de funcionamiento' la capacidad humana de hacer algo útil o arrinconarla del todo. En una palabra salvando el estado de precariedad de la distribución, el esquema consolidaría una situación de precariedad en la producción, lo que supondría una exclusión permanente. Semejante enfoque sería contrario a los principios de la igualdad material (particularmente a los que prohiben la discriminación de los sexos) así como al derecho moral del individuo de desarrollarse a través de actividades que son (reconocidas como) útiles. La importancia causada por este argumento puede ser reducida, en una pequeña parte, con medidas que condicionen el derecho a un ingreso de ciudadano a una edad mínima del beneficiario (digamos 25 años) y con otras formas que fomenten y promuevan la 'rotación' entre el empleo remunerado y las actividades fuera del mercado laboral."

1. Los efectos de la relación entre Ingreso básico y la exclusión social.

El contraargumento de la posibilidad de generar una exclusión del empleo de un segmento de gente que quiere empleo (con todo lo que conlleva) es desde luego importante, y no queda demasiado bien resuelto por Offe. Es cierto, según dice, que el ingreso no es, desde luego, algo voluntario para aquél que 'no quiere' trabajar, sino, sobre todo, un derecho que afecta a las personas que 'no pueden trabajar', ya sea por no tener las calificaciones necesarias que le exigen en el mercado de trabajo, o por situaciones de discriminación específicas, o por la dedicación a otras actividades no remuneradas.

Es decir, es un derecho contra la exclusión social. El ingreso básico tendería a suavizar muchos efectos negativos de la pobreza, pero al mismo tiempo también puede prolongar una situación de exclusión involuntaria del mercado de trabajo que todavía para la gran mayoría sería una situación de menores ingresos, estatus  y autoestima que un deseado empleo. Para evitar eso, Offe propone medidas de reparto (rotación) del empleo (sin condicionarlo al ingreso básico) y restringir el derecho al ingreso social de los jóvenes de entre 18 y 25 años para forzar su integración en el mercado laboral e impedir por tanto su exclusión del empleo. Es decir, que según Offe, puede ser positivo generar medidas 'activas' de empleo para integrar a la juventud al trabajo asalariado, y al mismo tiempo limitar el "derecho universal de ciudadano" a la renta básica durante esos siete años, ya que podría ser contraproducente para su integración en el mercado laboral.

2. La vinculación del salario social con el mercado de trabajo

Dos posiciones generales entre quienes están a favor del salario social:

- En tanto que salario para aguantar por un período provisional para reinsertarse en la producción. En este caso se partiría de la necesidad y deber de las personas de trabajar y producir, y de una consideración del paro como una situación 'anormal' y siendo necesario, por lo tanto, cubrir ese período. Así, este salario social debería ir acompañado de 'obligaciones' de reconversión profesional, de adecuación de otras actividades, de registro y control para aceptar los empleos que se ofrezcan, etc.

- En tanto que salario social universal y mínimo para existir, es decir, sin obligación de aceptar o 'prepararse' para un nuevo empleo y, por lo tanto, para entrar en la producción. Se plantea, pues, como una exigencia a la sociedad y como un derecho individual para sostener las condiciones de vida de todas las personas, independientemente de su aportación a la producción.

Evidentemente, el enfoque general de este trabajo está más inclinado hacia el segundo punto de vista, aunque hay diferentes tipos de problemas en los que hay que seguir profundizando:

- No se puede plantear que el trabajo es un deber y que, por lo tanto, todas las personas están obligadas a aceptarlo. Aquí y ahora, en esta sociedad capitalista, con un nivel de 'superexplotación' y unos trabajos más alienantes que satisfactorios y bien remunerados, se puede  considerar el derecho a rechazar el trabajo y a exigir el derecho a 'vivir dignamente', puesto que se vive en el marco de esta sociedad.

- Hay que partir del supuesto de que, en la nueva situación, en la que se ha dicho adiós al 'pleno empleo', con un paro estructural amplio y a largo plazo, con un progresivo envejecimiento de la población y con la crisis de la Seguridad Social (asistencial, subsidios, sanitaria, pensiones, etc.) se genera un amplio sector de la población que, total o parcialmente, se sitúa al margen de la producción.

- Por lo tanto, el salario social, desde este punto de vista, no estaría tan ligado a la perspectiva individual de querer estar o no proyectado hacia el mercado de trabajo. Además, también sería problemático seguir con la moral productivista de tener volcada toda la vida hacia el empleo, hacia una perspectiva de incorporarse al trabajo y a ser útil para la producción.

- Por último, cabe preguntarse si este derecho está vinculado a la existencia de una suficiente plusvalía y productividad para subvencionarlo, y si es planteable sólo en el capitalismo avanzado.

Finalmente, cabe expresar, tal como hace Offe, una primera objeción a los efectos del incentivo:

"¿Porqué unos agentes racionales querían seguir trabajando si pueden asegurarse lo indispensable para vivir sin ningún empleo formal?...Pero una retirada temporal sería deseable. Por otro lado, esta retirada será limitada, ya que, el incentivo adicional de unos ingresos mayores, seguiría teniendo su efecto movilizador sobre la participación en el mercado’.

3. Interdependencia mutua entre ingreso básico y el empleo

Algunos, para intentar no desincentivar la búsqueda de empleo plantean una renta básica baja, inferior o similar al umbral de la pobreza (42.500 ptas.) ya que si se acercase al SMI, nadie querría trabajar en los empleos más descualificados y bajos. Pero si el ingreso es básico esa es la prioridad principal, y no si genera dificultades por agravios comparativos con una parte de la gente trabajadora. Una renta básica puede ser aceptable en torno al actual SMI (65.000,- Ptas.), la cuestión es que el SMI habría que aumentarlo por lo menos al nivel de la renta media (85.000,- ptas.). No es nada del otro mundo. En Francia el SMI es de 131.000,- ptas. justo lo mismo que la renta media, es decir en Francia tienen un 60% de renta más que en Estado español. El actual sistema de aumentos proporcionales es bastante perverso para los ingresos bajos. En las dos últimas décadas, con el mismo porcentaje, el SMI ha pasado de 32.000,- a 65.000,- ptas. (un aumento de 33.000,-), y un salario de 100.000,- ha pasado a 200.000,- (un aumento de 100.000,-).

La cuestión es el retroceso real de las rentas más bajas aunque guarden la proporción. Al igual que con las pensiones y otras prestaciones, las más bajas deberían subir de forma inversamente proporcional, o linealmente (al igual que hasta ahora se hace con los impuestos sobre la renta). Se garantizaría así un ingreso básico suficiente, y por otra parte cierta diferencia con la persona trabajadora. Otra cosa es buscar fórmulas mixtas o complementarias de las personas que tienen otros ingresos salariales (y también aparece aquí los del trabajo irregular y económica sumergida) no poniendo como tope máximo entre ambos ingresos esas 65.000,- ptas. del ejemplo deduciendo de su renta lo que gana con un empleo a tiempo parcial.

J) UTOPÍA Y POSIBILISMO FISCAL Y POLÍTICO

La cuestión de la financiación, desde el punto de vista ‘técnico’, no ofrecería muchas dificultades. Puede haber diferentes fórmulas. Traspasar parte del gasto de otras partidas hacia las RB. O bien ampliar los impuestos para financiarlas. En este sentido, Parijs se plantea aumentar los impuestos al consumo (el IVA) o un impuesto ecológico sobre el consumo de energía. En ambos casos hay mayor presión fiscal ‘a la población’ y no a la propiedad o al capital y en el marco necesariamente de la UE, que supondría también en el último caso favorecer a los países del Sur (menos consumidores de energía).

Una RB importante, por ejemplo igual al SMI de 65.000,- ptas. para 10 millones de personas, sería de 7,2 billones, es decir, de la envergadura de todo el sistema de pensiones. Pero incluso se podría financiar sin forzar los mecanismos fiscales y el aumento de impuestos.

Los gastos en el pago de los intereses de la Deuda Pública (casi 5 billones) y el combate al fraude fiscal podrían servir para su financiación, sin aludir que la presión fiscal es menor que la europea, o que se podrían suprimir numerosos gastos despilfarradores. La cuestión no es técnica ni tiene que ver con la imposibilidad para mantener el propio sistema económico. La dificultad viene del sistema de equilibrio de fuerzas y sus repercusiones en el bloqueo social y político de la redistribución de rentas e impuestos. Siguiendo con el ejemplo  anterior de los 5 billones dedicados a la deuda, si decimos que sobran porque no hay deuda, y se pueden dedicar a la RB, enseguida se invertirían en otros gastos para reproducir el sistema o seguramente, vendrían los empresarios y la clase media a exigir rebaja de impuestos en esa proporción (ya lo hacen) antes de que vayan a financiar a ‘vagos que no quieren trabajar’ etc.

El reparto de rentas e impuestos depende de la correlación de fuerzas sociales, y la cuestión es la transferencia global de ese nivel de rentas (por ej. del 10% de PIB) del capital (y de las altas rentas salariales y de bienes) a los pobres ( y a las rentas bajas salariales). Se puede recordar el ‘impuesto de solidaridad con la Alemania del Este’ para favorecer la unificación y la ‘integración nacional y social’, y que ha supuesto para las arcas alemanas un aumento del 7,5% de impuestos sobre las rentas, y ello sin desestabilizarse demasiado la economía alemana. Pero, como es sabido, el conjunto de la OCDE va disminuyendo el gasto social. En el Estado Español la realidad es que tras más de una década en 1996 el nivel de las rentas salariales ha disminuido y ha quedado por debajo de las rentas de capital y que se han recortado las pensiones, y antes los subsidios de desempleo, congelándose el gasto social y favoreciendo últimamente los beneficios y subvenciones fiscales para las ganancias del capital. Por lo tanto, las valoraciones financieras más que para justificar la posibilidad de la RB (cosa contablemente clara pero no social y políticamente), puede servir para seguir denunciando la hipocresía de este sistema fiscal o para cuestionar determinados gastos (militares o de la burocracia estatal, de subvenciones a la banca o al gran capital, etc.) improductivos o despilfarradores.

Volviendo a Offe, está bien definido que las dos alternativas, atacar las causas o neutralizar las consecuencias del desempleo, son utópicas tomadas en el sentido global y radical, pero también hay aspectos posibilistas o pragmáticas en las dos facetas. La cuestión del poco realismo de una perspectiva de pleno empleo (con medidas de reparto o de aumento de la demanda) está clara y se abundan las razones. Igualmente se cuenta con la crisis de los sujetos (clase obrera y su representación sindical) que hasta ahora se situaban vinculados al contrato laboral. Pero, a veces, no se deja suficientemente claro que también está en crisis el conjunto del sistema de protección social, de pensiones y prestaciones sociales, es decir, del propio Estado de Bienestar. Por lo tanto, las posibilidades de una transformación sustancial de la desigualdad, es decir, de una redistribución global de la renta también aparece bloqueada (y no aparecen nuevos sujetos que puedan llevarla a cabo) y asociada a un cambio sustancial de las relaciones de poder político, social-cultural y económico. Offe plantea bien que está agotada la orientación, la dinámica y el discurso economicista de la izquierda tradicional del cambio en el plano de la producción (propiedad, empleo), para considerarlo más fácil en el ámbito de la distribución a partir de la tradición democrática y de los valores y cultura liberal con una política social autónoma de la política económica y de las constricciones del mercado. Sin embargo tampoco está clara su mayor viabilidad práctica.


III. EL DERECHO A LA CIUDADANÍA SOCIAL

A) LOS DERECHOS SOCIALES Y EL CONCEPTO

DE CIUDADANÍA

Además de la tradición más específica de la moral universalista, conviene extenderse algo en la tradición más 'normativa' de la ciudadanía. Rosemary Crompton[11] sintetiza bien este concepto y su desarrollo histórico. El término ciudadanía implica tanto derechos como obligaciones: derechos contra el ejercicio arbitrario del poder estatal y obligaciones en relación con las actividades del Estado, y denota un aspecto particular del estatus social del individuo o grupo.

La tesis principal de Marshall, que impulsó y generalizó este concepto en los años 50 y 60, es que 'las igualdades básicas que comparten todos los ciudadanos de las democracias industrializadas occidentales contemporáneas sirven tanto para reducir como para legitimar las desigualdades persistentes entre las clase sociales'.

Un aspecto importante es considerar que el desarrollo de la democracia y de los Estados de Bienestar pueden tener un efecto ambivalente. La ciudadanía civil describe los derechos necesarios para la libertad individual (empezando en el siglo XVII, con la libertad de pensamiento, a la propiedad privada, religiosa, de contrato mercantil o laboral...). La ciudadanía política se refiere al derecho a participar en el ejercicio del poder político (al voto, a la asociación...). Ambos constituyen el ideal liberal de ciudadanía. La tercera dimensión que desarrolla Marshall en el contexto de los Estados de bienestar de la posguerra, son los derechos sociales:

'Desde el derecho a una cantidad módica de bienestar económico y seguridad hasta el derecho a compartir la herencia social y a vivir como un ser civilizado de acuerdo con los niveles predominantes de la sociedad'. ‘La gran contribución de la ciudadanía a la atenuación de las clases reside en su dimensión social. La incorporación de los derechos sociales al estatus de ciudadano crea un derecho universal a un ingreso real que no es proporcional al valor de mercado del que lo reclama y contribuye al 'moderno impulso hacia la igualdad social'.

Por otra parte, hay una versión conservadora que 'confiere más poder a los individuos en relación con las grandes burocracias de los servicios públicos' y como 'esfuerzo por  reprivatizar los conflictos'.

Según Lockwood la ciudadanía emergió como elemento central del orden de estatus moderno frente al orden de estatus de la era feudal que el capitalismo terminó por disolver y que se basaba en desigualdades legalmente sancionadas y no en derechos comunes de todos los ciudadanos. Según Giddens vale más señalar que el conflicto de clases ha sido un medio para la extensión de los derechos ciudadanos, que subrayar que la extensión de los derechos de ciudadanía ha debilitado las divisiones de clase. Considera que la extensión de la ciudadanía social puede ser considerada como un resultado de las aspiraciones políticas de la clase obrera con derecho a voto, aunque reconoce que las políticas encaminadas hacia el desmantelamiento y la mercantilización de las instituciones del bienestar, denotan la naturaleza discutible y esencialmente frágil de la ciudadanía moderna.

Otros autores ponen el acento en la estrategia de la clase dominante para utilizar la ciudadanía para integrar a la clase obrera, y otros como Turner ponen el acento en la aportación de los movimiento sociales a la extensión de la ciudadanía. En todo caso, la ciudadanía 'social' guarda una relación directa con las cuestiones distributivas debido a que garantiza ciertos derechos a conseguir beneficios materiales relacionados con el estatus de ciudadanía. Por lo tanto, la ciudadanía social intenta mitigar las desigualdades relacionadas con la desigual distribución de la propiedad privada y las recompensas del mercado en las sociedades clasistas.

Inicialmente, estos derechos de ciudadanía hacen referencia al ciudadano, varón, primero como 'propietario' y luego como 'empleado'; y como dirá Pateman, la ciudadanía es un concepto básicamente 'cargado de género'. Más tarde, con el ascenso de los movimientos por los derechos civiles, y en particular del movimiento feminista, se han ampliado a todas las personas 'nacionales'. Queda pendiente una interpretación más amplia y flexible de la ciudadanía social (por delante y aunque no sea asociada a la ciudadanía política) como derechos sociales para los inmigrantes que 'vivan o trabajen' en el país.

B) BASES PARA AMPLIAR LA CIUDADANÍA, SEGÚN C. OFFE

Offe considera de forma realista que puede bloquearse la situación por la crisis, que la perspectiva de un cambio social importante hacia una amplia redistribución de la renta puede ser utópica pero que existen tres factores que probablemente determinarán la trayectoria del aprendizaje, de la reorientación y de la innovación en favor de una dinámica de avance en esa dirección y no tanto en la de generación o reparto del empleo:

1) Las tradiciones normativas con una moral universalista y de preocupación por los derechos humanos y de ciudadanía, así como por las condiciones materiales previas para el disfrute de las mismas.

2) La experiencia,  ya que a lo largo del último siglo y medio, la percepción o expectativa de la inminente desintegración del orden y la cohesión social, siempre ha sido una fuerza impulsora de innovaciones en la política social. Las formas de esta desintegración y de la disolución de la cohesión social han cambiado... [12]

3) Campo para innovaciones iniciadas por las élites.

Offe sigue exponiendo que :

‘Las élites políticas y económicas... empiezan a valorar las ventajas y desventajas entre el coste de la desintegración social y los beneficios que trae la economía globalizada con su precariedad a gran escala... el problema de cómo hacer frente a las alternativas que se plantean entre eficiencia económica contra cohesión social, se impondrá como un problema clave de gobierno... Hay dos características de la configuración de las fuerzas políticas, que facilitan aun más esta apertura del horizonte de reflexiones sobre la creación de políticas y la construcción de instituciones. Por un lado, el final de la Guerra Fría,... y (la ausencia) de movimientos militantes de masa organizados, y de reivindicaciones 'revolucionarias'. Por otro lado el potencial de innovación institucional... también ha cambiado del extremo radical de las élites hacia el centro... Es posible que las ricas tradiciones del liberalismo político republicano (frente al liberalismo económico del mercado) se redescubran como fuente intelectual para el diseño (tal como se sostiene en este artículo) de un nuevo equilibrio de derechos de ciudadanos y recursos económicos’.

C) CIUDADANÍA Y CAMBIO SOCIAL. LA CUESTIÓN

DEL SUJETO

Son muy realistas y sugerentes los elementos de disgregación social que expone Offe. La cuestión es saber qué papel han jugado tanto su 'percepción' como sus destinatarios en tanto que  factores decisivos para reorientar las políticas sociales. Se da por sentado que las propias élites políticas y económicas, ante la gravedad de las dinámicas sociales y de disgregación generadas, van a ser conscientes y van a elaborar políticas que compensen y coarten la libre expansión de las dinámicas económicas puestas en marcha. Sería el liberalismo social el que corrige al liberalismo económico (siguiendo a Polany).

Offe es consciente de las reducidas diferencias reales de las grandes alternativas político-económicas, que se quedan entre la izquierda social-liberal y la derecha democrático-liberal. Por lo tanto, descarta las fórmulas anteriores de las políticas de la izquierda basadas en el conflicto y el pacto social de los años 50 a los 70: keynesianismo, intervencionismo del Estado, regulación de la economía para impulsar la redistribución social, Estado de bienestar, etc. Esa época fue de un crecimiento importante con generación de riqueza y aumento del bienestar social, y de fuerte consenso e integración social y nacional, aunque no tanto de redistribución entre las clases y de eliminación de la desigualdad. Ahora, según Offe, con la eliminación de la polarización (de clase y de bloque internacional) y el predominio del consenso de 'centro', tendrían la palabra las mayorías sociales y electorales que,  a través de los cauces institucionales políticos y sociales, podrían ser un elemento de presión a las élites.

El viejo conflicto de clase se ha dado sobre todo en el campo económico y laboral a través del movimiento sindical, pero el movimiento obrero también ha tenido un componente 'democrático' y 'social'. La democracia y el Estado de bienestar han formado parte de la tradición obrera y sindical en su integración social. Al transformarse los individuos en ciudadanos 'iguales' en derechos, se corre el riesgo de  perder la visualización del viejo conflicto de la desigualdad económica y social. Es la vieja distinción marxista de tener derechos formales pero no reales, aunque, normalmente, se infravalora el componente simbólico, cultural e institucional de integración de los derechos civiles y políticos. Sin embargo se ha caído el gran sujeto de la clase obrera que nos afirmaba el marxismo, y se ha debilitado el conflicto social por la igualdad social.

Parijs[13], que reinterpreta la ciudadanía social, apunta a la conformación de una nueva clase de los desempleados por oposición a los empleados (como propietarios de la fuente de riqueza básica que sería el trabajo), con un nuevo sujeto social y político que impulsaría la ciudadanía social con una perspectiva de transición directa al comunismo y que, dadas las dificultades de los movimientos de parados, sería el movimiento verde. Las contradicciones internas en el seno de la clase obrera irían a más, conformando un nuevo panorama de la lucha de clases en las sociedades de bienestar. Los derechos sociales y los subsidios universales serán, según Parijs, el mecanismo de unificación de la gente parada, de la redistribución de la riqueza real (derivada del empleo) y del avance hacia el comunismo.

La tradición socialdemócrata de posguerra, más que la comunista, ha impulsado, empezando por Marshall, la ciudadanía social basada en derechos que contribuyesen a la distribución de la riqueza y a las políticas sociales en el marco del estado de bienestar, pero sin cuestionar las bases del capitalismo, hasta que se han ido pasando al liberalismo de Maastrich. Hay en todo caso, en Europa, una cierta cultura redistributiva y de solidaridad que todavía tiene algún papel y aportaciones de interés.

Offe realiza una síntesis y superación de estas ideas. Pero, si resulta de interés en relación con los diagnósticos y con la perspicacia para descubrir aspectos nuevos, a la hora de desarrollar alternativas globales, es más problemático. Recogiendo las tradiciones de ciudadanía social, y manteniéndolas como programa alternativo de avance social, se le han ido viniendo abajo los sujetos transformadores (con la combinación del movimiento sindical y los nuevos movimientos sociales) que venía señalando estos años atrás.

Ahora parece que da bastante autonomía propia y capacidad a las élites políticas y sociales actuales para su renovación y reorientación, basadas precisamente en la tradición normativa (moral universalista, ciudadanía social) y las instituciones democrático-liberales. Es quizá una visión excesivamente optimista y embellecida de las élites y de la capacidad de 'persuasión' de la 'sociedad democrática', que pasa a tener un papel subalterno en el cambio social. Su reformulación innovadora de la ciudadanía social, incluso como propuesta utópica, que puede convertirse en nueva norma moral, está engarzada en una visión posibilista y pragmática que no cuestiona los grandes pilares económicos y políticos de esta sociedad capitalista. Para Offe está la ciudadanía democrática, como sujeto con una gran bagaje cívico-cultural, pero relativizado al estar expresado por las actuales élites socio-políticas

La ciudadanía social se generalizó en un marco histórico y social concreto de desarrollo del Estado de bienestar que ha entrado en crisis. Es conveniente no solamente resistir frente a su desmantelamiento, sino estimular la defensa de los derechos sociales que han ido configurando el bienestar y la conciencia social de las sociedades occidentales a lo largo de estas décadas. Pero como dice Giddens, hay que reconocer la fragilidad de la propia ciudadanía social y de la aplicación de los derechos sociales, en particular para sectores importantes que se van viendo 'fuera', en el paro y la exclusión. Las dinámicas destructivas de la cohesión social y sus causas, como el propio Offe nos ha ido diciendo, son muy fuertes y poderosas; el propio enfoque global de avanzar en la ciudadanía social da por supuesto no solamente una consolidación del Estado de Bienestar, sino un avance sustancial del mismo, cosa difícil de ver a medio plazo, aunque es un reto como propuesta útil contra el neoliberalismo imperante.

      El mismo Offe plantea la hipótesis de que se puedan generar otras dinámicas conservadoras y reaccionarias con cambios regresivos, que no hay que descartar. Por otro lado, es verdad que hay preocupación entre las élites por estos problemas (entre la nueva socialdemocracia francesa, laborista, alemana o el Olivo italiano, e incluso entre sectores de la derecha) y hay que estar atentos a los diversos discursos que se van planteando.

Pero su hipótesis optimista, más que guiar, puede servir para confundir (creando la expectativa en la evolución de las élites) y desviar la atención sobre el gran reto de ir conformando unas ideas críticas y una dinámica social que puedan abrir unas expectativas más prometedoras de transformación social. Como efecto educativo entre las élites, en lo que se refiere a la gente más inquieta, habrá que insistir en el espíritu innovador como nos enseña Offe, en estimular el pensamiento crítico. La acción por la ciudadanía social es pues un elemento de crítica y de denuncia, de resistencia y reivindicación social, más que una vía de reformas posibles en el momento actual que pueda ser apoyado, aquí y ahora, por una movilización social amplia. Pero en todo caso eso pertenece al futuro que no está escrito.

D) LA LEGITIMACIÓN DEL MARCO ACTUAL Y EL SOCIALISMO.

En el caso de Iglesias y Parijs se plantean los derechos a la ciudadanía en el marco del capitalismo como mejor sistema para aumentar la productividad y, por lo tanto, para tener recursos para la RB. Así, se introduce un elemento ‘igualitario’ progresivamente, como punto de partida de igualdad de oportunidades, pero bajo la subordinación al criterio de equilibrio de la ‘eficiencia económica’, y dependiente del producto social global, tendiendo la relación empleo (cotización social) y paro (o prestaciones sociales) a una situación de equilibrio por el nivel de la RB.

E.O. Wright[14], en su polémica con Parijs, tiene razón al señalar la necesidad de cambios políticos profundos para facilitar y garantizar una sustancial redistribución de la riqueza y poder avanzar hacia la igualdad y el comunismo. Y ello, independientemente de la discusión sobre el grado mayor o menor de desarrollo de la productividad en el marco del capitalismo o del socialismo.

Desde la perspectiva comunista, redistribuir el ‘conjunto de la renta según las necesidades’ supone dejar en un segundo plano el trabajo (socializando también el grueso de la propiedad privada y el capital) como fuente básica de derechos sociales. Ello significa una transformación global de la producción y distribución de la riqueza y otra dinámica social y de valores solidarios e igualitarios, donde el contrato social se establece con el criterio de ‘cada cual según su capacidad’, siendo éste un compromiso moral y social lejano al actual egoísmo e individualismo. Se trata de que el trabajo remunerado (y la propiedad y las rentas del capital) vayan dejando sitio en tanto que  elementos básicos de redistribución de la riqueza, de bienes y de estatus, introduciendo a través de la sociedad mecanismos de redistribución según las ‘necesidades humanas’. Este criterio tampoco es ‘igualitarista’ en el sentido de aportar todos lo mismo y recibir lo mismo sino que lo justo sería la aportación proporcionada ‘según la capacidad’, recibiendo según ‘la necesidad’ en el contexto de otro tipo de sociedad.  En algunas de nuestras actuaciones y relaciones podemos estar más cerca de este criterio generoso y solidario como guía de comportamiento humano a escala reducida (en el ámbito familiar o comunitario), pero se supone que ambos aspectos del contrato van parejos. Hay que reconocer que la familia, más que otros ámbitos comunitarios,  es todavía un poderoso instrumento de socialización y también de  unidad de consumo, e incluso de unificación de bienes (gananciales) y redistribución de ingresos, independientemente de su desigualdad interna en función del sexo o la edad.

Otro criterio es el de 'a cada cual según su trabajo' (y contra la plusvalía para el capitalista) por el que se definía el socialismo y que tenía el componente progresista de excluir la propiedad y otras rentas como fuentes de ingresos, que debían corresponder con el esfuerzo de cada cual.

La ética protestante y el movimiento liberal-burgués ya afirmaban al trabajo como fuente de riqueza por oposición a la propiedad de la tierra (improductiva) y el sistema de estamentos de la nobleza. El movimiento obrero, tanto en el marxismo como en el anarquismo, siguió reafirmando el trabajo como fuente de riqueza  añadiéndole la oposición a las rentas derivadas del capital (la plusvalía extraída del trabajo productivo). Hoy el trabajo es insuficiente por la crisis del empleo, y los ingresos básicos se deben garantizar también al margen de la aportación laboral. Pero eso no excluye ir en contra de las rentas provenientes del capital o de la acumulación de bienes, o de reconocer que todavía el trabajo (la venta de la fuerza de trabajo) es un medio básico de adquisición de ingresos para la mayoría de la población, aunque muchas veces insuficientes para una ‘vida digna’. Otra cuestión es que, cuando hablamos de derechos y ciudadanía, se da también por supuesto un marco general de ‘integración’ o ‘participación’ (aunque a veces no se tenga interiorizado como deber ú obligación social, pero sí algo como valor moral y normativo) en las sociedades democráticas occidentales con sus instituciones y valores correspondientes y, en este sentido, es la enseñanza y la cultura el derecho más generalizado como mecanismo de socialización y nacionalización.

E) NECESIDADES BÁSICAS Y CIUDADANÍA

El concepto ‘necesidad humana’[15] es bastante complejo. Siguiendo a Doyal y Gough, son las necesidades fisiológicas, culturales, sociales e institucionales..., en tanto que persona individual y ser social, vinculada a una comunidad o sociedad, las básicas comunes a toda la humanidad, y  otras (intermedias), definidas histórica y culturalmente según las características de cada civilización. Para ellos son necesidades básicas la salud y la autonomía personal. Considerándolas en sentido amplio, la primera supone tener las condiciones necesarias para prevenir las enfermedades y la segunda el mantener las condiciones sociales y culturales imprescindibles para poder participar en la sociedad. Las necesidades intermedias son un soporte de las básicas y, fundamentalmente, son la alimentación, la vivienda, la sanidad, la educación y la seguridad. La Renta básica debería cubrir una parte imprescindible de las llamadas necesidades intermedias. Iglesias habla de renta ‘básica’ y se puede sobreentender en el umbral de la pobreza y resuelta de forma fundamentalmente monetaria. A veces, en la discusión de su papel en la transición socialista, se confunde con el criterio del comunismo de ‘a cada cual según sus necesidades’, es decir, según ‘el conjunto de todas sus necesidades’ no sólo de las básicas y con otro marco general de referencia.

En la formulación de Iglesias hay una RB, para garantizar las necesidades básicas de todas las personas, ‘pero’ como hay que sacar una media común para toda la población, y se fija en función del producto social (en el actual contexto de régimen económico y social), en la práctica no permite resolver las necesidades básicas de la parte de población que precisamente la necesitaba más. También es significativa la cita de Parijs sobre su enfoque del subsidio básico (o RB) ya que ‘no debe estar conectado ... con las necesidades básicas’; ¿con qué entonces? Para él, con una visión abstracta de la ciudadanía, que está al margen, aquí y ahora, de la desigualdad material y social de esta sociedad. Para Parijs el aumento gradual e igual para todas las personas de la RB, favoreciendo el actual modelo capitalista, es la mejor forma de llegar al comunismo. Asimila el aumento igual de un poco de renta a cada individuo, con el aumento igual de una pequeña cuota de ciudadanía. Sin embargo, la acción contra la desigualdad y la distribución más igualitaria de la riqueza, supone replantear los mecanismos de reproducción desigual de la riqueza y, ahora, una distribución desigual, dando más a los que no tienen, y quitando a los que más tienen, es decir, reduciendo el poder económico y político a la minoría dominadora, y socializándolo entre la población.

Del mismo modo, la distribución de la ciudadanía (especialmente la social) es desigual y hay que fortalecer a los sectores más vulnerables por la ausencia de derechos o de mecanismos sociales de vinculación, así como la participación solidaria en la construcción de esta sociedad. La cuestión de fondo en la concepción de la justicia es que, aunque las personas somos iguales en derechos, el punto de partida es diferente, ya que nacemos y somos desiguales en nuestras condiciones sociales, al adquirir la ciudadanía en una sociedad basada en la desigualdad y la explotación. Por lo tanto, la acción por la igualdad social conlleva consecuencias sociales desigualdades para los diferentes segmentos de la población y supone el cuestionamiento de las bases socioeconómicas y políticas de estas sociedades.

Por lo tanto, es fundamental relacionar los ingresos sociales (las prestaciones sociales en general y la propia ciudadanía social) con los sectores más desprotegidos y con riesgos de marginación y disgregación social. Es decir, se trata de evitar el deterioro de la ciudadanía (y por tanto también de las rentas y medios necesarios para vivir dignamente) allí donde está amenazada o en crisis.  En este sentido, tiene razón Riechmann al señalar la debilidad de alguno de los fundamentos de Iglesias y Parijs.

La consolidación de la ciudadanía ha ido ampliando los derechos desde las minorías propietarias del siglo XVII hasta las amplias mayorías en los modernos estados de bienestar. Ahora estamos en un periodo de retroceso de condiciones, derechos y prestaciones sociales y,  por lo tanto, de la ciudadanía, sobre todo social, pero también civil y política. Riechmann infravalora esta dimensión, volcándonos en la necesidad de tener un empleo remunerado en una sociedad en crisis. Ambas cuestiones, avanzar en la ciudadanía social y en la igualdad, en los derechos y en el bienestar social son paralelos y se influyen mutuamente en las modernas sociedades occidentales. No se trata de sustituir el derecho al trabajo por el derecho a la asistencia pública, o al revés, sino de saber combinarlos adecuadamente, sin subordinar el uno a lo otro y participando en la construcción de la sociabilidad y de la propia comunidad, y en la oposición a este sistema de explotación y exclusión.

F) MOTIVACIONES MORALES Y SOLIDARIDAD

1. La motivación para el reparto del empleo

Son bastante realistas las consideraciones de Offe de que:

‘Para el empleado individual resulta una exigencia moral excesiva apoyar el modelo de reducción del tiempo de trabajo (pensando que puede tener pocos efectos para generar empleo) y conformarse con sus resultados (de menor consumo y estatus)’.

El asunto no es que el personal que trabaja tenga una motivación fundamentalmente egoísta e insolidaria, que también puede tenerla, sino que duda, y en gran parte con razón, de que su posible sacrificio sirva a los desempleados y en cambio sí beneficie a su empresario. Los discursos institucionales y del movimiento sindical de adoptar políticas de solidaridad, compartiendo sacrificios entre la clase obrera que no tienen apenas resultados prácticos para la gente más desfavorecida, desmoviliza la exigencia de la consolidación de los derechos económicos y laborales (de la parte empleada pero también del conjunto) y encima suele salir ganando el poder económico y político. El lenguaje es incluso bastante perverso y se mantiene una retórica de la solidaridad pero hasta que le toca a cada cual. Las motivaciones morales y de solidaridad podrían aumentar en otros contextos generales o más concretos de compartir sacrificios entre los de abajo, exigiendo sobretodo el sacrifico hacia los de arriba.

2. Las dificultades de la solidaridad

La existencia de un alto volumen de paro puede arreciar la competencia interna en la clase obrera y por tanto la división interna y la neutralización de la protesta y la solidaridad. No se considera a los desempleados como el nuevo y fundamental sujeto transformador (y en contraposición a los empleados como hace entre otros Parijs). Estamos en una época de pequeños, variados y heterogéneos sujetos. En su desarrollo influyen muchos aspectos y entre ellos la dimensión socioeconómica que puede desempeñar un papel mayor o menor en la conformación de la identidad y dinámicas de cada grupo, asociación o movimiento social. Los cambios suelen venir de la protesta de los sectores que se ven afectados por los problemas, y las motivaciones morales como dice Offe son insuficientes en un contexto de fragmentación social y pérdida de referencias ideológicas e identidades colectivas. Pero también en algunos textos se parte de cierto 'realismo' para basarse todo en los incentivos económicos o ventajas materiales como base de la motivación y por tanto de las decisiones 'voluntarias', sin valorar que para una acción por una gran reforma social también entran en liza y se modifican las expectativas y motivaciones sociales. Offe considera fundamental potenciar las bases morales y culturales que pueden influir en la acción colectiva y que según él son más favorables para la distribución de la riqueza.

3. Integración versus uniformización

Hay que mantener una nueva perspectiva con respecto a que tipo de sociedad aspirar. El concepto de integración social se debe cuestionar, aceptando la complejidad y pluralidad de las sociedades modernas, de sus tradiciones y valores culturales y sociales, entre los que hay que convivir con tolerancia. El objetivo no es la "integración" (normalización) al marco social y cultural dominante. Convivimos en él, pero la orientación de la acción social, no debe quedarse en una mera adaptación al medio social. Debería de ir por aumentar la igualdad social y al mismo tiempo la capacidad autónoma, reflexiva y comunitaria de las personas y grupos sociales respetando su propia diversidad cultural y étnica y la voluntariedad para el mestizaje. Es una situación de tensión y conflicto pero hay que resistir a las tendencias uniformizadoras y normalizadoras, generando unas nuevas relaciones sociales, un nuevo tipo de personas.

4. Conclusión

Se tienen que combinar diferentes actitudes. Las instituciones y organizaciones sociales tienen que ayudar a la gente y a que mejoren sus condiciones sociales. La acción contra la pobreza y la desigualdad debe avanzar de forma concreta apoyando la mejora de la situación de estas capas precarizadas, aumentando su grado de integración y vinculación social, estimulando su participación y agrupación. Hay que rechazar el paro, la desigualdad y la dualización, pero hay que ser conscientes de que, al mismo tiempo, el mantenimiento de esa realidad puede desencadenar fenómenos diversos, entre ellos, una mayor deslegitimación y crisis social junto a dinámicas disgregadoras y autoritarias. Los cambios profundos contra la desigualdad y la pobreza suelen venir de la mano de grandes convulsiones sociales y no se puede perder de vista esa perspectiva de la necesaria transformación profunda de las estructuras sociales y políticas.

La crisis ideológica y la segmentación social debilitan la capacidad de transformación y resistencia social de las fuerzas de izquierda y de los movimientos sociales y populares. Sin embargo a pesar de esta situación se ponen de manifiesto las miserias y lacras del capitalismo, su pérdida de legitimidad y se puede facilitar la necesaria crítica al mismo. Ante la crisis del Estado de bienestar, el mantenimiento del paro y el aumento de la pobreza y la marginación pueden aparecer nuevos factores de descontento y malestar, nuevas energías y fuerzas sociales transformadoras y también plantea nuevos retos para un pensamiento crítico. Cuando va a comenzar el nuevo siglo XXI, se mantienen las incógnitas y también las expectativas de en qué medida van a continuar o renovarse y cómo las tradiciones de los movimientos populares y progresistas desde la Revolución Francesa en la lucha por la igualdad social.    

Abril de 1998.

35 horas,

reparto del trabajo

 y salario social

Sumario:

Paro y precariedad.

La reducción de la jornada.

Derecho a la ciudadanía social.

El salario social y las prestaciones básicas.

Empleo formal y trabajo social.

35 HORAS, REPARTO DEL TRABAJO Y SALARIO SOCIAL[16]

            La reducción de la jornada a 35 horas por el Gobierno y el Parlamento francés, tras la movilización popular y el éxito electoral de la izquierda, el compromiso similar del Gobierno italiano del Olivo forzado por Refundación Comunista, así como la importante movilización de los desempleados y desempleadas francesas junto a diversas organizaciones solidarias y sindicales por el aumento de los subsidios de desempleo y de las Rentas Mínimas de Inserción, así como diversas movilizaciones en otros países europeos, ha puesto de relieve nuevamente la importancia de la reducción de la jornada y el reparto del empleo, así como el aumento de los subsidios y prestaciones sociales.

            Aquí en el Estado Español, la protesta social es más débil y el debate social está menos desarrollado. CCOO y UGT han propuesto al Gobierno la negociación de un Plan de Empleo, defendiendo más tímidamente la reducción de la jornada a 35 horas. El sector crítico de CCOO, la izquierda sindical, y otros sindicatos como ELA, LAB o CGT, defienden una reducción generalizada y por ley de las 35 y una Carta social con la mejora de la protección social para los desempleados y desempleadas. En particular se ha puesto el énfasis en el derecho ciudadano al salario social. Por otra parte I.U. y otras fuerzas sociales también han planteado iniciativas, como la recogida de más de medio millón de firmas, para apoyar una Ley sobre las 35 horas. En la Comunidad Vasca y Navarra continua la campaña iniciada con la ILP por la Carta de derechos sociales. Por otra parte, en diversos puntos del Estado se van formado algunos colectivos de parados y actividades en solidaridad contra el paro.

            Paro y precariedad.

Expondré brevemente la realidad socioeconómica que envuelve la problemática del paro y la precariedad, y algunos de los debates y propuestas para combatirlos. El punto de partida de la realidad social es la gravedad del alto volumen de paro. En 1998 todavía existe en torno a un 20 % de tasa de paro, aunque con la tendencia de una ligera disminución, pero la precariedad todavía afecta a más del 33%. En total la mitad de la población activa, es decir más de 6,5 millones de personas padecen el paro o la precariedad laboral. Se pueden completar estos datos diciendo que en un millón de familias no han nadie con empleo, que hay una bolsa de desempleo juvenil de más del 40%, de mujeres del 30%, y que la mitad de los pobres, o sea cuatro millones, lo son por una pensión insuficiente. Si a eso le añadimos la desigual distribución territorial del paro, llegando en algunas comarcas andaluzas hasta el 40%, tenemos una radiografía más completa de la situación del paro y la pobreza.

            También conviene recordar las características actuales del paro. Es estructural, estable, derivado de los profundos cambios tecnológicos, del tipo de las relaciones económicas internacionales y de las políticas neoliberales dominantes en Europa y el mundo entero. Esta situación no sólo profundiza la dependencia y el empobrecimiento del Sur sino que en el Occidente genera dualidad social, la precariedad se estabiliza y los niveles de malestar y marginación se consolidan. Es más, aumentan los riesgos de vulnerabilidad y de exclusión social en los sectores más desprotegidos.

            El Estado de bienestar también está sometido a una profunda crisis. Se han recortado las prestaciones de desempleo y las pensiones y disminuye la calidad de la asistencia sanitaria y de la enseñanza, mientras se encarece la vivienda o los servicios públicos.

            En particular hay que mencionar la disminución de la cobertura de las prestaciones y del subsidio de desempleo que solamente cobran la mitad de los dos millones inscritos en el INEM (medio millón cada uno de los dos tipos). Es decir, en torno al 15% de los 3,3 millones de personas paradas según la EPA (1998) cobra una prestación contributiva por desempleo. Por último hay que recordar que el salario social distribuido por las Comunidades autónomas apenas llega a unas 100.000 familias.

            El movimiento sindical lleva ya dos décadas con propuestas, a veces retóricas, para generar empleo y ha sido incapaz para cambiar substancialmente la situación de paro y precariedad. Las ultimas iniciativas por el empleo, apenas se quedan en campañas publicitarias. Por otra parte la última reforma laboral pactada por CCOO y UGT con la patronal CEOE, no ha supuesto ningún avance en materia de empleo o reducción de jornada. Tampoco se ha avanzado significativamente, en la rebaja de la temporalidad y la alta rotación de los contratos ni en el aumento de la estabilidad del empleo. Las nuevas contrataciones indefinidas están subvencionadas por dos años, con el riesgo de su finalización entonces y tienen menos derechos. Además se comienza a aplicar el nuevo artículo del Estatuto con una mayor flexibilidad y abaratamiento del despido.

            Por otra parte, los efectos de esta reforma laboral y de esta dinámica de concertación en este contexto con fuertes tendencias hacia la dualidad y exclusión social favorecen el debilitamiento de la capacidad de presión del movimiento sindical, reforzando las dinámicas de impotencia y pasividad social.

            La reducción de la jornada.

            Siguiendo la vieja consigna de 'trabajo o subsidio para todos', dos bloques de medidas fundamentales se pueden plantear. En primer lugar medidas de reparto del empleo, de reducción de la jornada de trabajo, de fomento del empleo. En segundo lugar medidas de protección del desempleo, una Carta de derechos sociales, y el fomento de la participación y organización de las personas paradas.

            En relación al primer bloque es fundamental la reducción de la jornada laboral a las 35 horas semanales y sin reducción salarial. Por supuesto, hay que presionar en la negociación colectiva, pero es fundamental su generalización y para ello es imprescindible una Ley. La reducción de la jornada a las 35 horas, no va a resolver substancialmente el problema del paro. En el mejor de los caso ese 12% de reducción del tiempo de trabajo crearía unos 400.000 empleos (en Francia se calcula que unos 750.000).

            En todo caso y estimulado por los avances en Francia e Italia y las nuevas expectativas sociales abiertas, la lucha por la jornada de 35 horas debe estar enfocada a conseguir un aumento de la sensibilidad social, a generar una movilización social amplia y abrir una brecha en el fuerte estancamiento de esta situación de paro, precariedad y pasividad sindical. Las propuestas de diluir y dispersar la acción por la reducción de la jornada en la negociación colectiva, además de las dificultades  para su conquista dada la actual situación de debilidad sindical, tienden precisamente a neutralizar esas posibilidades de presión social más generalizada. En este sentido la dirección de CCOO y UGT están más preocupadas por salvar su proceso de institucionalización y concertación sindical con el Gobierno y la patronal. Por contra la exigencia de una Ley general de reducción de la jornada permite también articular la acción sindical y la participación de diversos colectivos sociales y apuntar a un cambio del clima social y político más amplio.

            Por otra parte, hay que apuntar a medidas más ambiciosas de reparto del empleo, así como al cuestionamiento de muchos de los pilares y valores en que se asienta esta sociedad y la cultura del trabajo. Algunas de las reivindicaciones y propuestas más concretas son las siguientes.

            La reivindicación de la reducción de la jornada a las 32 horas, ya está incorporada incluso en el programa de la CES (Confederación europea de sindicatos). Hay que apuntar a una reducción global de la jornada anual y de la vida laboral en su conjunto. En los últimos 20 años ha aumentado más del doble la productividad del trabajo, es decir, para producir lo mismo se necesitan la mitad de los trabajadores y trabajadoras, o bien los mismos con poco más de 20 horas semanales. Pero la tendencia ha sido la contraria ya que la jornada apenas ha disminuido, e incluso en los últimos años ha aumentado la jornada real con lo que se ha aumentado el nivel de paro. Otras medidas complementarias son: eliminar las horas extras (pagadas o no pagadas), aumentar las vacaciones anuales (la quinta semana), adelantar la edad de jubilación a los 60 años, y favorecer fórmulas voluntarias de excedencias y años sabáticos subvencionados.

            Asimismo, hay que regular el trabajo y los contratos a tiempo parcial, para que no sean el mecanismo patronal de precariedad, flexibilidad y redistribución del empleo y se puedan convertir en un mecanismo de participación y reparto del empleo voluntario. En especial en el caso de la juventud, buscando fórmulas mixtas de formación, o en general combinando con períodos de recualificación profesional, o de sustitución de otras personas, como en los contratos de relevo.       

            Por último hay que defender el empleo existente, promover nuevos empleos y evitar la precarización laboral. Ello supone oponerse a la destrucción de empleo y las reestructuración empresariales que solo contemplan la reducción del empleo o de los costos salariales, así como exigir una mejor cobertura de los servicios públicos o medidas de apoyo a la economía social o a zonas deprimidas. Igualmente es necesario el reforzamiento de los derechos sociales y sindicales y favorecer la contratación indefinida (eliminación de las ETT, de los contratos precarios, aumento de las garantías frente a los despidos, contrato fijo ante un trabajo estable, etc.).

            Derecho a la ciudadanía social.

La segunda parte de esa vieja consigna, presentaba como alternativa a la ausencia de empleo, el subsidio para todas y todos. Es decir, en la medida en que no hay empleo, y mientras la sociedad no pueda ofrecerlo para todas las personas que lo deseen, la propia sociedad debe garantizar las prestaciones básicas a todos los ciudadanos. Se exige por tanto el derecho a un trabajo para la gente parada o las prestaciones y rentas básicas necesarias para vivir. Es una cuestión fundamental para favorecer la ciudadanía social, la solidaridad y la integración social y por tanto para evitar las dinámicas de exclusión social y de segmentación de la sociedad. La consolidación de la ciudadanía social supone el avance contra el paro y la desigualdad. Por tanto al defender el derecho universal a una vida digna hay que exigir el derecho a unas prestaciones básicas para todas las personas que no tienen recursos económicos suficientes y no tienen acceso a un empleo. Se trata de realizar una redistribución de la riqueza, en favor de la gente más desfavorecida y que permita cubrir sus necesidades básicas.

            El salario social y las prestaciones básicas.

Así en relación a este segundo bloque de propuestas, se pueden sintetizar los siguientes elementos centrales:

            Garantizar un salario social o renta básica para todas las personas desempleadas o sin recursos económicos suficientes. Partiendo de la existencia actual de tres tipos de prestaciones monetarias, prestación contributiva por desempleo, subsidio de desempleo e ingresos mínimos de inserción (además del PER, como subsidio agrario en Andalucía y Extremadura), se pueden establecer medidas que converjan en la generalización del derecho al salario social como derecho de ciudadanía.

            En primer lugar hay replantear los recortes a los subsidios del ‘Decretazo’ del 92. Por tanto hay que ampliar las cantidades y mejorar las condiciones para aumentar la cobertura de las prestación por desempleo. Frente a la reducción del presupuesto del INEM, habría que duplicar el tiempo actual de cobertura. Al mismo tiempo se debe prolongar la percepción del subsidio de desempleo siendo indefinido y en torno al SMI, en particular para las personas desempleadas de larga duración, con responsabilidades familiares o mayores de 45 años.

            Por otra parte es necesaria la modificación de los actuales Ingresos mínimos de inserción de las diferentes Comunidades autónomas, que están congelados presupuestariamente y que apenas cubren al 2% de las personas pobres. Estos ingresos sociales, sufren múltiples condicionamientos para su prestación y no se utilizan solo para gente muy pobre o marginal, sino que, a veces, es una prolongación del subsidio de desempleo. Por tanto hay que eliminar estas restricciones y universalizar este ingreso mínimo para la gente sin recursos, además de estimular los mecanismos necesarios de integración social.

            El tercer aspecto fundamental es la garantía de las prestaciones sociales básicas para toda persona parada o sin recursos económicos. Ante el deterioro del Estado de Bienestar hay que defender la generalización y calidad de los servicios públicos y prestaciones sociales, pero en particular hay que realizar políticas específicas para los colectivos más necesitados. En especial subvencionando su acceso a la vivienda, al transporte público, a la formación y bienes culturales, a la gratuidad de los medicamentos, asistencia sanitaria o enseñanza, etc. La situación de mayor vulnerabilidad y los riesgos hacia la exclusión son importantes en determinados sectores por lo que es imprescindible a su vez llevar a acabo políticas sociales particulares y de discriminación positiva.

            Empleo formal y trabajo social.

El cuarto aspecto fundamental, son las medidas de estímulo de la economía social y alternativa en sentido amplio, el reconocimiento del trabajo doméstico y favorecer el voluntariado y la actividad asociativa, de cooperación y solidaridad. Son elementos claves para ampliar la participación, reforzar los mecanismos de integración y de ciudadanía social. Al mismo tiempo se rompen las barreras tan fuertes entre el empleo formal y el trabajo social y permite que, especialmente, amplios sectores de la juventud y de las mujeres, marginados del empleo regular puedan participar colectivamente en la sociabilidad y la valoración social. La acción de la gente desempleada no se agota en la lucha o en la búsqueda de un empleo, sino también en su propio desarrollo personal y social participando en las tareas colectivas y construyendo lazos solidarios y comunitarios.

            Vivimos en una etapa con unas fuerzas económicas y política dominantes generadoras de desigualdad y mientras no se modifiquen las dinámicas y variables actuales, se va a mantener un gran desempleo y precariedad. Por otra parte se dan al mismo tiempo múltiples formas de opresión, marginación y exclusión social que requieren una visión y acción multilateral. En el debate sindical y social actual estas son algunas de las ideas de carácter socioeconómico que pueden permitir avanzar en el cuestionamiento de esas dinámicas y apuntar a nuevas expectativas y movilizaciones sociales, generando unas mejores condiciones para una nueva ciudadanía social.

Marzo de 1998.

La tercera vía y

el fin del trabajo

Sumario:

0. INTRODUCCIÓN.

1ª Parte: RESUMEN DE LAS PROPUESTAS DE RIFKIN:

         I.  Las nuevas tecnologías y el paro.

II. Las propuestas: La era postmercado.

2ª Parte: ALGUNOS COMENTARIOS CRÍTICOS:

A. Determinismo tecnológico y legitimación del orden mundial.

B. Desmantelamiento del estado de bienestar, tercer sector y voluntariado.

C. Familia y control social.

D. El problema es el paro pero también el trabajo precario.

E. Efectos contradictorios sobre el ocio y el consumo.

F. El espejismo de la tercera vía.

LA TERCERA VÍA Y EL FIN DEL TRABAJO[17]

O. INTRODUCCIÓN.

El libro de J. Rifkin, El fin del trabajo[18] ha tenido una gran difusión tanto en EEUU como en Europa. Por una parte refleja la decadencia del trabajo por una nueva revolución tecnológica, y por otra, propone unas fórmulas nuevas sobre la reconstrucción de la sociedad  y la cultura actuales que abriría una nueva época histórica, la era postmercado. Ante la generalización del desempleo en el mundo, Rifkin plantea cuatro propuestas fundamentales: La reingeniería de la semana laboral, un nuevo contrato social, la potenciación del tercer sector y la globalización de la economía social. La clave sería la existencia de voluntad política para llevarlas a cabo, y ello dependería de la conformación de una nueva fuerza política cuyo potencial ve en el voluntariado y en la conciencia sobre la importancia de los servicios a la comunidad.

Rifkin  expone la idea de que después de siglos de valorar al ser humano en términos productivos, ahora los trabajadores se quedan sin autodefinición o función social y por tanto se produce una crisis de identidad, de valores y de estatus. Pero tras este sugerente diagnóstico la cuestión es cómo se llena ese vacío. Este autor, aunque no entra en los problemas para la conformación de una nueva identidad colectiva, si que le da una dimensión histórica a la crisis del trabajo como fundamentación de la vida social. Sus propuestas de ir hacia la creación de una nueva cultura basada en la solidaridad social son sugerentes, pero su alternativa de un nuevo contrato social deja intactas las bases de esta sociedad de mercado.

Este pensador norteamericano ha sido asesor de Clinton para diseñar de las políticas públicas de EEUU, por lo que además de ser teorías algo novedosas, han tenido bastante difusión. Por otra parte, estas propuestas tienen una gran influencia en políticos que como el laborista ingles Blair, el alemán Schröeder y otros socialdemócratas europeos, quieren presentar sus políticas como una tercera vía entre el neoliberalismo y la antigua socialdemocracia de tipo keynesiano. Estamos ante un discurso con elementos renovadores y, ante la influencia social que van teniendo algunas de estas ideas y su presentación atractiva, conviene detenerse en ellas y valorarlos críticamente.

En la primera parte se hace una exposición amplia de sus análisis y de sus propuestas y en la segunda se hace una valoración crítica de las mismas.

1ª parte: Resumen de las propuestas de Rifkin.

I. LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS Y EL PARO.

            Según Rifkin, se está produciendo una generalización del desempleo en el mundo. Hay unos 800 millones de desempleados o subempleados y esa cifra va en ascenso. Al mismo tiempo hay grandes beneficios empresariales. Entramos en una nueva fase histórica en que se necesitan menos trabajo para conseguir los bienes necesarios de la humanidad.

            Todo ello se debe, en gran parte, a la tercera revolución tecnológica actual, imparable para bien y para mal, y cuyas características más importantes son:

            a) Cambio en la cultura de consumo que pasa  de ser vicio a ser virtud. Se fortalece la tendencia de mayor consumo y por tanto la necesidad de más trabajo y no de más ocio (sin consumo), bloqueándose el reparto del trabajo.

            b) Nueva imagen del futuro a través de la técnica y de la ética utilitarista hacia un cielo de riqueza y ocio y sin trabajo.

            c) Avances técnicos y aumento de la productividad en el siglo XX, aunque se ha realizado una reducción de la jornada laboral y se han creado nuevos sectores productivos. Pero ahora, por la automatización, los efectos son de disminución generalizada del empleo.

            La consecuencia general es el  declive de la fuerza de trabajo global. Se da un reducción del trabajo en el conjunto de sectores. Primero en la agricultura, luego en la industria y después en los servicios por la informatización y las telecomunicaciones. Por tanto generalización del paro.

            La consecuencia social del ‘progreso’ es la gran dualización social. Se dan dos frentes irreconciliables y potencialmente contrarios:

            a) Una nueva élite cosmopolita que controla las nuevas tecnologías y fuerzas productivas.

            b) Un creciente grupo de trabajadores despedidos, con poca esperanza y posibilidades de encontrar empleo. Esta persistencia del desempleo puede generar crimen y violencia, instalándose la cultura de ‘fuera de la ley’.

            Pero las nuevas tecnologías pueden tener efectos positivos y no solo negativos. Pueden liberarnos del trabajo, disponer de más tiempo libre. Depende de como hace frente cada país al aumento de productividad.

            Con el nacimiento de la era postmercado hay varias formas de mitigar el desempleo masivo derivado de la tecnología. Al mismo tiempo hay un cambio cultural sobre el valor de las personas. En la época moderna se basaba en el rendimiento que produce su trabajo. Ahora que tiene menos peso el trabajo hay nuevas formas de definir el valor de la persona y de las relaciones humanas.

II. LAS PROPUESTAS: LA ERA POSTMERCADO.

Cuatro propuestas fundamentales plantea Rifkin para hacer frente a esta disminución del trabajo (del empleo), y como comienzo de la nueva era postmercado: La reingeniería de la semana laboral, un nuevo contrato social, la potenciación del tercer sector y la globalización de la economía social.

            Según Rifkin es necesario reconceptualizar el contrato social y un nuevo significado del trabajo humano en el futuro. También es conveniente un nuevo equilibrio entre sector público, mercado y tercer sector, y por tanto tres tipos de capital:  público, mercantil y social.

            La clave es la existencia de voluntad política y ello depende de la conformación de una nueva fuerza política para presionar al mercado y al sector público, el cual debería tender más hacia el tercer sector y menos hacia el mercado (privatizaciones...). Según Rifkin, ahora no existe esa fuerza política, pero hay un potencial que es el voluntariado, aunque todavía no tiene conciencia global. No obstante, existe en la sociedad una creencia de la importancia de los servicios a la comunidad y de la creación de un capital social, que si se transforman en identidad y propósitos comunes, contribuirían  a reelaborar el mapa político. Pero veamos detalladamente cada una de sus propuestas.

A. La reingeniería de la semana laboral.

            Hasta hace unos años frente al aumento de productividad se había ido reduciendo la jornada laboral (en Europa y Japón). Pero sobretodo se da una ‘reordenación’ para aumentar la competitividad de las empresas: optimización del capital y el equipo, la flexibilidad de horarios y la reducción de la fatiga. Según los empresarios las ganancias de productividad son por las nuevas tecnologías y por tanto deben ir a beneficios empresariales y a la inversión, dando algo de regalo a los trabajadores y trabajadoras en la negociación colectiva (y a fondos de pensiones en EEUU).

            Hay una fuerte oposición patronal a repartir los beneficios de la productividad. También a reducir la jornada laboral porque genera una menor competitividad en el mercado internacional al tener más costes laborales.

            En estas décadas, por ejemplo en EEUU entre 1948 y 1995 se ha duplicado la productividad, pero se ha generado una reducción de los puestos de trabajo con más paro, y al mismo tiempo un aumento de las horas de trabajo de los que mantenían el empleo debido a la reducción de los salarios y de los subsidios y prestaciones sociales.

            Por tanto hay una necesidad de reducción de la jornada y de creación de más empleo y más ocio. En EE.UU. la jornada semanal de las mujeres, incluyendo el trabajo doméstico, es de 80 horas, teniendo las mujeres un interés especial por la reducción. Además se ha reducido el tiempo de la dedicación a los hijos, entre 1960 y 1986, unas 10 horas en las familias blancas  y 12 horas en las familias negra, generándose el llamado ‘síndrome de abandono’

B. Un nuevo contrato social.

            Después de siglos de valorar al ser humano en términos productivos, ahora los trabajadores se quedan sin autodefinición o función social y por tanto se produce una crisis de identidad, de valores y de estatus. Disminuye la importancia del Estado-nación, a nivel mundial, con una mayor influencia de las multinacionales, más flexibles y móviles.

            Ante la disminución del papel del Estado, hay que reorientar la atención a la comunidad local, no al mercado. Rifkin propone como alternativa la comunidad local y la tercera fuerza, basada en el voluntariado y la economía social. En el voluntariado en EE.UU., participa el 51% de la población con una media de 4,2 horas semanales y supondrá unos 9 millones de empleos. Hay 1,4 millones de organizaciones sin ánimo de lucro. La economía social genera el 6% del PIB y supone el 9% del empleo de EE.UU.

            Rifkin, hace alusión a las tradiciones norteamericanas, ya valoradas por Tocqueville, que estaba impresionado por las asociaciones de voluntarios y las nuevas formas participativas de la democracia. Incorpora elementos de una visión alternativa a la ética utilitarista de la economía de mercado. Señala además el agotamiento y desequilibrio ecológico (EE.UU. con e 5% de la población consume el 30% de la energía y de las materias primas). Por otra parte en Europa se ha estatalizado la protección social a través del Estado de bienestar.

            Rifkin continúa con los ejes de su alternativa de un nuevo contrato social. Apuesta por la cohesión social y por la unidad en una identidad colectiva, contando con una disminución de la importancia del trabajo en la economía formal. Según él hay razones para la esperanza de una nueva visión basada en la transformación de la conciencia y en nuevos compromisos comunitarios. También defiende una ética de la transformación personal y una conciencia medio-ambiental. Con todo ello se extendería el fundamento intelectual para una época postmercado.

            Cada vez habrá más tiempo libre, aunque la fórmula se resolverá en el ámbito político: O bien será forzado, involuntario, a tiempo parcial o desempleo. O bien será a través de la reducción de la jornada laboral, con mejores ingresos por las ganancias de la productividad. En el primer caso sin una sociedad compasiva y amable, y con consecuencias de disturbios sociales, violencia y enfrentados unos con otros, y con los ricos de la economía global. En el segundo caso habrá un beneficio para los trabajadores y trabajadoras y tiempo libre para lazos en comunidad, rejuveneciendo el legado democrático y el cuidado de la biosfera.

C. Potenciación del tercer sector.

            Ante la disminución del sector público y los riesgos de la cultura de ‘fuera de la ley’, Rifkin propone potenciar el tercer sector/voluntariado para rellenar el hueco de la disminución del Estado de Bienestar. Sólo con comunidades locales fuertes se podrá resistir las consecuencias de la globalización y los cambios tecnológicos. Se solicita el apoyo de los Gobiernos y un apoyo fiscal con subvenciones para animar la utilización de tiempo para el tercer sector y legislación de apoyo a los servicios comunitarios.

            Se reconocen las críticas de los sindicatos (por la precarización del empleo público)  y de los sectores progresistas (que exigen derechos y no caridad). En 1967 ya se hizo en EEUU un informe sobre ingresos mínimos, con unos primeros programas ‘sin contrapartidas’. Ahora hay una tendencia a ‘compensar’ el salario social con servicios a la comunidad en el tercer sector con una transición a una cultura comunitaria.

            Por un lado se plantea la propuesta de ‘salario fantasma’ para los voluntarios que tienen empleo formal y que consiste en una deducción fiscal por el trabajo voluntario.

            Por otro lado, una propuesta de ‘salario social’ para los desempleados que trabajan en el tercer sector y por el servicio a la comunidad. Sería para los ‘pobres’ y consiste en una ‘ingreso mínimo garantizado’, similar a las RMI (Rentas mínimas de inserción) francesas.

            Por otra parte se añade un plan de salario social, para las personas en paro, que consiste en dos años de formación y beneficios sociales y después, sino encuentra empleo, una continuidad de un salario (a nivel del SMI.) con el compromiso de un mínimo de 15 horas semanales de trabajo público, concediendo gran importancia a la formación profesional y a la recualificación para participar en el tercer sector.

            La financiación sería con dos tipos de medidas: Una con el trasvase presupuestario del menor gasto social del estado de bienestar y del menor gasto en ‘orden social’, al haber una mayor integración social y laboral. Y la segunda, con un aumento del IVA a los productos no esenciales o bien a los productos de tecnología punta (con unos altos beneficios de la productividad).

D. Globalización de la economía social.

            Hay tendencias al aumento y globalización también del tercer sector a nivel mundial, así como a su papel de fortalecimiento de la democracia. Alto crecimiento de las ONG y de las redes internacionales.

            Tendencias en unos (optimistas) a tener una esperanza en la liberación por las nuevas tecnologías y en otros (pesimistas) a la pérdida del empleo y de la capacidad adquisitiva por el desplazamiento tecnológico. Considera Rifkin que puede haber efectos graves de paro y pobreza, que también van a afectar a la clase media y que hay riesgos de disturbios y de guerra abierta de crimen y violencia.

            Ante la tensión entre estado de bienestar (de los liberales progresistas) y neoliberalismo (de los conservadores) apuesta por el tercer sector y la renovación de la vida comunitaria. El voluntariado se ofrece como pilar independiente capaz de absorber gran parte del desempleo, al mismo tiempo que hay que buscar formas imaginativas para transferir ganancias de productividad hacia la economía social.

            El tercer sector es la última y mejor esperanza y supone desviar frustraciones de la gente y fortalecer la participación democrática y el sentido comunitario y tener una referencia institucional alternativa.

2ª parte: Algunos comentarios críticos.

A. Determinismo tecnológico y legitimación del orden mundial.

            Rifkin expone en su obra El fin del trabajo una visión tecnologista de los efectos sobre el empleo y el mercado de trabajo. Considera el cambio técnico imparable, sin valorar suficientemente el contexto de las fuerzas sociales y económicas a nivel mundial.  Es verdad que las causas tecnológicas tienen un mayor efecto en el nivel de paro que en otras épocas debido al extraordinario aumento de la productividad. Por otro lado, una gran parte de la población occidental tiene cubiertas sus necesidades básicas, e incluso se dan grandes consumos superfluos y despilfarradores. Sin embargo la economía mundial está estancada sin que estén satisfechas las necesidades básicas y demandas de la gran mayoría de las poblaciones del Sur, es decir, de más de dos terceras partes de la población mundial. Por tanto, aun contando con los límites ecológicos al crecimiento y dentro de una óptica de desarrollo sostenible ecológicamente, para avanzar hacia la igualdad mundial, todavía se deberían expandir la demanda de muchos bienes y servicios personales y sociales para una parte de la sociedad, mientras en el Sur hay una necesidad más amplia para un aumento del nivel de vida y por tanto para la demanda de productos. La cuestión es que eso supone un menor consumismo global en el Norte,  una reestructuración del tipo de consumo y del modelo de bienestar, y un cambio de algunos aspectos del estilo de vida occidental, al que se aferran amplios sectores sociales.

            Por otra parte, hay que tener en cuenta las propias opciones sobre la tecnología más apropiada. La introducción de las nuevas tecnologías no es gradual y no es sólo dependiente de una estructura de costes de producción. El cambio tecnológico se aplica desigualmente en el conjunto de la economía y con un proceso dinámico y heterogéneo que produce desajustes y desequilibrios entre los sectores y países. Por tanto depende de la actitud y las decisiones de las fuerzas sociales, de los empresarios, del Estado, etc. Es decir, los cambios tecnológicos están interrelacionados con la política, la economía, las redes institucionales y los valores culturales. A lo largo de estos tres últimos siglos, el desarrollo tecnológico ha obedecido, fundamentalmente, a unos intereses específicos para aumentar los beneficios y el poder de los grandes poderes económicos y de las potencias colonialistas e imperialistas. Por tanto, depende de una determinada correlación de fuerzas a nivel mundial que, en las últimas décadas, ha ido consolidando y ampliando unas relaciones de desigualdad[19] 

            En el marco político-económico actual se dan unas dinámicas neoliberales, de globalización económica, de predominio del sector financiero mundial, de competencia internacional abierta. Todo ello exige un abaratamiento de costos permanente y una exigencia de mayor productividad, es decir una presión constante por la innovación técnica, por el menor costo laboral unitario y por una disminución del gasto social. Rifkin, infravalora ese marco general de correlación de fuerzas, de relaciones sociales y económicas a nivel mundial, con lo que presenta a la tecnología como una fuerza neutral, una realidad dada e incuestionable. Asume los principios de la racionalidad económica, de la competitividad económica como motor del desarrollo, y por tanto el paro aparece como una consecuencia ‘natural’, sin responsabilidad de los poderes económicos internacionales. Legitima por tanto la actual división internacional del trabajo, la dinámica neoliberal actual y el proceso de desmantelamiento del estado de bienestar. Por tanto sus propuestas innovadoras de un nuevo contrato social se plantean sin cuestionar esas bases de fondo. La economía, o como se dice ahora, los mercados,  mandan, y a partir de ahí se plantea algunas correcciones parciales.

B. Desmantelamiento del Estado de Bienestar, tercer sector y voluntariado.

            El eje central de las propuestas de Rifkin es su nuevo contrato social consistente en potenciar la comunidad local y la llamada tercera fuerza basada en el voluntariado y la economía social. Ya se ha expuesto un resumen amplio de sus posiciones y hemos adelantado que Rifkin no se plantea la modificación sustancial de la relaciones económicas internacionales ni del grueso de la estructura económica y productiva. Como él mismo dice se está hablando del complemento de una economía social, que supone en el mejor de los casos en torno al 10% de la actividad económica. Lo más innovador y sugerente es el papel social del fortalecimiento de la comunidad local, los lazos asociativos y la actividad ocupacional y voluntaria que se le asocia. Este es uno de los aspectos más positivos en los mensajes y propuestas renovadoras de algunos sectores socialdemocratas europeos, como los británicos y alemanes.

Paso ahora a realizar algunos comentarios críticos.

            En primer lugar hay que comentar la actitud de Rifkin ante el desmantelamiento del Estado de Bienestar. Las medidas en esa dirección son cada vez más amplias y persistentes y los efectos sociales de desprotección y exclusión que genera son muy importantes para amplios sectores de la población. Por ello es imprescindible impulsar, desde las organizaciones sociales, desde la propia sociedad, actividades que palien esa situación y no quedarse en la simple exigencia de mantener las prestaciones y derechos sociales. Sin embargo hay que explicitar, por una parte la faceta positiva de estimular la solidaridad y la sociabilidad y la construcción de un tercer sector, y por otra, que esa acción alternativa, hoy por hoy, solamente puede contrarrestar muy parcialmente la ausencia de prestaciones de las administraciones públicas. Según comenta A. Etzioni[20], ‘el voluntariado no es una alternativa al Estado de Bienestar’, es decir, considera que el voluntariado, el tercer sector al margen del Estado o del mercado, es necesario, pero ‘es completamente equivocado decir que pudiera hacer más del 10% de lo que hace el Estado de Bienestar’.

En definitiva, Rifkin parte de la inevitabilidad del deterioro del Estado de Bienestar, al igual que otros sectores neoliberales y socialdemócratas europeos, justificando así su desmantelamiento como producto natural del proceso económico y social. A partir de ahí nos presenta su propuesta  del tercer sector como alternativa global frente al paro y la exclusión.  Lo que pueden ser unas propuestas y medidas innovadoras e interesantes para su aplicación y su cada vez más ampliación, tomadas como elementos complementarios con los otros mecanismos de protección social, se puede convertir en cortina de humo ante la crisis del Estado de Bienestar.

Aquí estamos distinguiendo entre la faceta positiva del tercer sector y del papel del voluntariado, las ONG o la economía social, en cuanto experiencia y construcción de la solidaridad, de redes de sociabilidad y de avances materiales concretos, de la pretensión de echarles toda la responsabilidad de suplir el deterioro del Estado de Bienestar, mientras de desresponsabilizan los poderes públicos.

C. Familia y control social.

Ante la crisis socioecómica y de las redes de protección social, se ha vuelto a potenciar la familia como institución básica de solidaridad e integración social. Ya no sólo es un refugio afectivo y psicológico. La utilización generalizada y prolongada de la familia como colchón social ha revalorizado su papel y la ha prestigiado como institución básica. Pero al mismo tiempo, se está agotando esa gran capacidad que, a diferencia de EEUU, está teniendo la familia en países como el nuestro. Ya hay síntomas de que se está generando una nueva crisis de esa red familiar que puede agravar a medio plazo la situación de vulnerabilidad de muchos de sus miembros más débiles. Pero las nuevas funciones de apoyo y asistencia social que se le exigen a la institución familiar, dentro de la perspectiva de fortalecimiento de la comunidad local, tienen una doble vertiente. Una la de servir de última red contra la exclusión y de colectivización de bienes y socialización básica. Y otra, de exigencia a la mujer (madre, abuela o hija) para que cumplan con esa función de soporte social básico, con riesgos de una nueva subordinación.

Por otra parte, el modelo de familia occidental, de tipo nuclear, expresión de la sociedad salarial, con incorporación masiva femenina al mercado de trabajo y con un amplio estado de bienestar y protección social, ha entrado en crisis. Por un lado se van conformando nuevas formas de los grupos domésticos y por otro se fortalecen nuevas redes de parentesco como ampliación del apoyo familiar nuclear. Se mantiene la tendencia a seguir constituyendo los matrimonios y emparejamientos entre personas de similar estatus socioeconómico y cultural pero, sobretodo, están cambiando las mentalidades sobre la familia. En la juventud se afirman nuevos valores sobre sus libertades personales y entre las mujeres se afianza un proceso de individualización y autonomía, todo lo cual lleva aparejado una crisis de los sistemas de relaciones y de autoridad en el seno de las familias[21].

Por tanto se abre un interrogante sobre el papel social de la familia, o mejor, el papel de los distintos tipos de unidades de convivencia o grupos domésticos  y de los diversos componentes de los mismos ante las nuevas necesidades y demandas sociales. Habrá que ver como se adecua su vinculación con otras redes sociales, comunitarias y de parentesco y, lo que preocupa a determinados sectores, cómo se transforma su función complementaria en la reproducción del sistema social. Otro aspecto de la preocupación de Rifkin es la disminución del control social en esta nueva situación y los efectos desestabilizadores del orden social y de la legalidad ante el aumento de la criminalidad y la delincuencia. Si falla el empleo, la protección social, la familia, en último término, según Rifkin, estaría la represión y las instituciones de control social.  Pero ante de financiar un aumento de los mecanismos de control social y represión, trata de realzar esos riesgos para intentar convencer a los gobernantes de que es mejor  invertir más medios humanos y presupuestarios en los mecanismos de integración social como los que propone, incluido una potenciación de la familia.

En relación a las medidas fiscales propuestas, pone el énfasis en esos objetivos de integración. Sin embargo, por mucho intento de persuasión a los gobernantes de sacar financiación del gasto en mantener el orden social, o de tratar de convencer a los grandes capitalistas de que renuncien a los altísimos beneficios del aumento de la productividad, mucho nos tememos que no va a ser suficiente para sacar adelante las reformas fiscales necesarias. En todo caso habría que llegar a una situación de mayor crisis social o de fenómenos más amplios de disgregación o desorden social, para que a los poderes públicos les apareciese la necesidad de adoptar, de forma más imperiosa, medidas y reformas más amplias en esa dirección. Pero llegados a ese punto, como pasa en muchos países del Sur, siempre tendrían la doble alternativa del palo y/o la zanahoria.

D. La reordenación de la jornada, el paro y la precariedad.

Una de las alternativas clave de Rifkin es su llamada ‘reingeniería de la semana laboral’. A su diagnóstico sobre la disminución global del empleo y la tendencia hacia el ‘fin del trabajo’, se plantea una redistribución de la jornada laboral Su posición es la de reordenar el tiempo de trabajo para conseguir más productividad. Es decir, se trata de hacer más competitiva la economía de los países avanzados en el mercado mundial, adecuando el tiempo de trabajo a esas necesidades. Después de eso es cuando también se plantea la conveniencia de una reducción del tiempo de trabajo y la necesidad de mayor ocio.

Rifkin destaca la disminución global del empleo y la polarización en dos extremos, por un lado una élite y, por otra, los parados, apareciendo una realidad excesivamente simplificada y sin cuestionar el modelo de consumo y de vida norteamericano. Sin embargo, hay que diferenciar empleo de trabajo, no quedándose en la realidad del paro, sino analizando las transformaciones negativas y la precarización de las condiciones del empleo y del trabajo. Partiendo del actual proceso económico internacional, hay una disminución del volumen global de empleo formal y bien remunerado, pero también hay un aumento de la precarización del empleo (subempleo, trabajo a tiempo parcial, menos salarios y menos derechos, etc.) y el aumento del trabajo (prolongando la jornada, o con más trabajo sumergido, precario, etc.). Por otra parte, hay un aumento del trabajo doméstico, repartido desigualmente, en perjuicio de las mujeres. Como señala Rifkin, es en los sectores más pobres y con menos poder adquisitivo, con una mayor crisis y desempleo, cuando las mujeres deben prolongar más su jornada global y doméstica.

Por tanto aparecen nuevas dinámicas de vulnerabilidad, inseguridad y exclusión social más allá de la segmentación entre las élites y clases medias y la gente en paro estable. Así, aunque hay una disminución del empleo estable y con derechos, es excesivo anunciar el fin del empleo, en general, y mucho menos del trabajo (si incluimos el doméstico y no mercantil). En el Norte, todavía va a permanecer una amplia población trabajadora, con nuevas segmentaciones y vinculaciones con el trabajo o rotando entre el empleo estable, precario y paro. En el Sur, la gran mayoría va a estar excluida del empleo formal y estable pero malviviendo con trabajo precario o subempleo.

En consecuencia nos encontramos ante una doble tendencia, ante el mantenimiento o aumento de grandes bolsas de desempleo y, al mismo tiempo, ante el establecimiento de unas condiciones de empleo precario y la degradación de las condiciones de trabajo. Esta distinción es fundamental, ya que la trampa principal a la que se puede llegar con el diagnóstico de la exclusividad del problema del paro, es que dada su gravedad hay que resignarse al empleo precario e inestable. El reto, por tanto es doble, cómo generar empleo y al mismo tiempo cómo conseguir que sea estable, digno y con derechos tanto para los nuevos empleos como para los precarizados actualmente.

Especial importancia tienen estos aspectos a la hora de abordar la conciencia y los vínculos sociales de la juventud con el trabajo. Su experiencia real durante bastantes años de su juventud es la rotación en el estudio y formación con un trabajo precario, o entre el paro, el subempleo, la temporalidad o el trabajo a tiempo parcial. En estos años, la mayoría tiene una socialización laboral que no se realiza a través de un empleo estable, regular y con derechos. Por tanto, su conciencia subjetiva, su representación del mundo laboral y del trabajo es diferente a la de la generación anterior. Y no solamente, hay diferencia en el mercado de trabajo actual sino también cuando hace veinticinco años, la actual generación adulta era joven y se integró al mercado de trabajo en otras condiciones de socialización laboral.

E. Efectos contradictorios sobre el ocio y el consumo.

Hay que constatar el aumento de la tendencia a generar una producción despilfarradora e innecesaria para el consumo de los sectores más pudientes que Rifkin apenas trata. Además de las consideraciones ecológicas, el asunto más específico que es preciso comentar aquí es la influencia del consumo y su cultura en la vida y trabajo de las personas y en particular como colonización del ocio. Es decir, ante la necesaria exigencia de reducción del tiempo de trabajo y la ampliación del tiempo libre y del paro, la dinámica no se trasforma en unas mayores posibilidades de actividad comunitaria, un aumento de la sociabilidad y una relativización del papel del trabajo. Por contra se genera un mayor consumo individualista, para quien puede, o bien, una cultura de ansiedad por realizar los deseos consumistas que termina en la frustración y en el intento de conseguir dinero por cualquier medio. Antes de la esclavitud, el robo ya era la primera forma de intentar vivir sin trabajar. Ahora, en muchas ocasiones, la lucha por la supervivencia, o simplemente el aumento del consumo propio, se consigue por la apropiación de la riqueza ajena. 

La reproducción económica está basada, cada vez más, en la creación de necesidades superfluas, generadas por la publicidad y pagadas por los usuarios con alto nivel adquisitivo. Estamos, en el Norte, ante una realidad y una gran cultura consumista y esa presión genera en la población trabajadora frustración y, por otra parte, deseos de más poder adquisitivo y por tanto de salario y de trabajo para mantener su imagen y estatus social. En la medida en que una gran parte de la población, que no es rentista de capitales o propiedades, depende del salario y del empleo para mantener su poder adquisitivo y se da esta fuerte tendencia social hacia el mayor consumo posible, se refuerza la exigencia de más empleo y de trabajar todos más. De ahí la resistencia en muchos sectores a reducir las horas extras, el pluriempleo o una reducción sustancial de la  jornada con cierta reducción salarial.

La paradoja, es que cuando en esta época, se alcanza el mayor nivel histórico de productividad de la economía, y por tanto una menor necesidad de trabajar por el conjunto de la sociedad, es cuando se despliega toda la cultura consumista, para seguir forzando a la gente al trabajo. Se han invertido los valores globales de la sociedad hasta el siglo XVIII, donde la consecuencia general del aumento de la productividad, una vez cubiertas las necesidades básicas, se traducía normalmente en aumento del tiempo libre. Tras el gran cambio cultural y moral de los siglos XVII y XVIII, en Europa el producir más y más y, en estas décadas, el consumir más y más, se ha convertido en el nuevo objetivo y mito mayoritario de la sociedad.

La antigua vinculación del trabajo artesano y profesional con la realización personal solamente se mantiene en unas capas minoritarias, o sólo es un rasgo muy parcial de los objetivos de las personas. El objetivo de conseguir más poder, estatus o influencia social se mantiene, pero la generalizada participación en el empleo de estas décadas de atrás ha sido sobretodo un instrumento necesario para vivir, ya sea de forma directa a través del salario o indirecta a través de las prestaciones y derechos sociales derivados del empleo. Pues bien, precisamente ahora que entra en crisis el empleo, se refuerza la necesidad de consumo y se revaloriza su papel como identidad y estilo de vida.

Pero el consumo de masas, más o menos homogéneo de los años 60 y 70, se quiebra con la crisis económica y social y ahora se estratifica y diversifica[22]. Se mantiene y amplía entre las clases medias mientras las capas bajas tratan, muchas veces, de buscarse la vida para sobrevivir y sin poder satisfacer esos modelos que aparecen en la publicidad televisiva y en los estereotipos culturales. Así se empuja al conjunto de la población occidental al objetivo de satisfacer ese deseo consumista por cualquier medio, formal o precario, legal o ilegal. Se pasa de la ética del trabajo a la ética del consumo. Se prefiere la penosidad del trabajo a cambio de la satisfacción en el consumo. Se utiliza el tiempo libre, no para fortalecer las actividades culturales y las relaciones solidarias sino para consumir más. El ocio se mercantiliza y es invadido por el consumismo. Y quién no puede consumir, le queda la pobreza, la frustración y el sentimiento de marginación.

El problema es que la disminución de la jornada de trabajo y del empleo, puede permitir una renovación de los hábitos sociales tras una actividad social y solidaria, pero también puede encontrar dificultades para ’civilizar el tiempo liberado’, según expresión de Gorz[23] y, por la gran presión económica y social, llenarse con una tendencia hacia la individualización y la mercantilización del ocio. Así, como dice Offe[24], ante la crisis del pleno empleo como uno de los ejes fundamentales de regulación social y para no caer en la tendencia mercantilista y consumista, habrá que reinventar unas nuevas bases de sociabilidad.

F. El espejismo de la tercera vía.

Por último está el gran problema de la plasmación práctica de esta propuesta de nuevo contrato social. Rifkin es realista al señalar que todo depende de la conformación de una nueva fuerza sociopolítica, y de que, ahora, no existe ni hay suficiente voluntad política para empujar hacia una transformación en esa dirección. Sin embargo deja una puerta abierta, es el potencial del voluntariado y cierta cultura solidaria. Pero el voluntariado todavía tiene una conciencia parcial, es heterogéneo y una gran parte también es asalariado. Por tanto, los objetivos del tercer sector, según los planteamientos de Rifkin, serían evitar la frustración y el descontento social y encauzar a los sectores más activos socialmente a rellenar algo el hueco dejado por el retroceso del Estado de Bienestar, y a los sectores desprotegidos llevarlos hacia unos cauces de estabilidad social con una referencia cultural alternativa.

Pero el punto más débil de su propuesta de nuevo contrato social, es la dificultad para su aplicación generalizada, es decir la ausencia de unos sujetos sociales, de una suficiente presión social que abra una dinámica más global de transformación social. En conclusión, se exponen unas ideas y propuestas concretas innovadoras e interesantes si se toman como aspectos parciales, pero todavía tienen una aplicación muy limitada y, al mismo tiempo, se ignoran los grandes obstáculos políticos y económicos para su generalización. Se han abandonado las propuestas de tipo keynesiano. Es la tentativa de abrir una tercera vía entre el Estado y el mercado como repiten en Europa algunos socialdemócratas. Son una serie de reformas para neutralizar algunos de los efectos más desastrosos de la actual dinámica económico-social, y el fortalecimiento de la actividad solidaria entre algunos sectores. En ese sentido, es positivo el no quedarse sólo ni en la economía (de mercado), ni en la política (acción estatal), sino en la promoción de ese llamado tercer sector (voluntariado, economía social, etc.), es decir, en el estímulo a la propia actividad solidaria en el seno de la sociedad.  Pero eso es un aspecto parcial en el planteamiento de conjunto de esta llamada tercera vía basado, por un lado, en  mantener las bases actuales del liberalismo económico (y las consecuencias hacia un menor Estado de Bienestar) y, por otro, intentar reelaborar unas nuevas políticas sociales para paliar los efectos más desastrosos.

Las limitadas reformas, pueden suponer algunas mejoras concretas de algunos segmentos de la sociedad, como por ejemplo, el apoyo a la economía social, o el plan de empleo juvenil del Gobierno francés o británico. Pueden ser experiencias positivas y caminos a explorar, en particular los programas de inserción laboral de sectores jóvenes, desempleados o en precario, con repercusiones positivas (mayor estabilidad, autonomía e independencia familiar o más colectivización de su experiencia laboral o social). Así mismo, es positiva la idea de generar puestos de trabajo de utilidad social, no directamente subordinados a las reglas del mercado. Pero aunque supondrían avances concretos, no constituirían el paso decisivo hacia una nueva etapa postmercado, como plantea Rifkin, que liberaría a la sociedad de las reglas del mercado capitalista y de la relación salarial. Queda entonces, muchas veces, la pretensión gubernamental o de diversos agentes sociales y económicos de generar una nueva ilusión en algunos sectores sociales, que pueda transformarse en un mayor apoyo electoral a esas corrientes políticas con una imagen más innovadora.

Por otra parte, hay que considerar que para ampliar esas mismas reformas y llevarlas más allá de los actuales niveles, serían necesarias unas transformaciones importantes tanto en la economía como en la política. Y la posición subyacente de Rifkin está inscrita en una aceptación de la actual dinámica económica internacional, en el respeto a la hegemonía de las reglas del mercado y por supuesto del liderazgo de los EEUU. En ese marco que genera desigualdad y el desmantelamiento del Estado de Bienestar, Rifkin y la llamada tercera vía intentan impulsar unas referencias culturales que quieren presentar como alternativas y nuevas pero sin la suficiente crítica y oposición a los fundamentos y valores neoliberales dominantes en la sociedad. En definitiva, hay algunas reformas positivas aunque muy limitadas, e ideas y propuestas ambivalentes, con elementos innovadores y aspectos legitimadores de la situación de desigualdad. Pero al mismo tiempo se van produciendo algunos cambios culturales y unas nuevas mentalidades sobre estos aspectos, especialmente en la juventud, que hay que considerar, y que pueden condicionar el futuro de estas sociedades.

Noviembre de 1998.

Burocracia e institucionalización

de los sindicatos

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Sumario:

I.  INTRODUCCIÓN.

II. MARX Y EL SINDICALISMO DEL SIGLO XIX.

III. LA INTEGRACIÓN DE LOS SINDICATOS.

A) Las tradiciones pesimistas.

B) Apreciaciones críticas a la teoría de la integración.

C) Los límites de la acción y la conciencia sindical.

IV. TRADICIONES Y NUEVOS RETOS.

A) La visión de la clase obrera y su espontaneidad.

B) Reformas y concertación social.

C) Las nuevas tendencias.

V. BUROCRACIA Y SINDICALISMO.

A) Política sindical y democracia sindical.

B) El capital y las relaciones industriales.

C) Organización y acción de las bases sindicales.

D) Conflicto y pacto.

VI. ALGUNAS REFLEXIONES FINALES.

Burocracia e institucionalización de los sindicatos[25].

I. INTRODUCCIÓN.

            El movimiento sindical siempre ha estado recorrido por una doble dinámica, tanto en relación al entramado institucional, político y económico de la sociedad, como en sus relaciones internas. Por un lado es una parte del sistema que tiende a adaptarse a él y por otro lado, tiene otro componente de oposición al mismo, de transformador de las relaciones sociales. Esa doble dinámica tiene también su reflejo en la configuración interna de los sindicatos, pudiendo tener un mayor dinamismo social, una capacidad y tensión movilizadora y con protagonismo de las bases obreras o bien, predominar una tendencia más jerarquizada con un peso mayor de la burocracia y de los aparatos sindicales. En este trabajo nos vamos a mover entre esas tendencias contradictorias.

            El movimiento obrero tiene una gran diversidad. Podemos diferenciar primero tres grandes bloques, el del mundo occidental, el del Tercer Mundo y el del llamado socialismo real. En estos dos últimos no vamos entrar a estudiarlos. En relación al mundo occidental se debe distinguir su situación en el siglo XIX de la del siglo XX. Por otra parte también hay bastantes diferencias entre los diferentes países occidentales en el índice de sindicación, en la dimensión de sus aparatos burocráticos, en su dependencia financiera. Es decir, su grado de autonomía o de imbricación con los organismos estatales consultivos o de concertación también es muy diverso.[26] Igualmente es diversa la historia del movimiento obrero y sus tradiciones y todavía más si consideramos no solamente el movimiento sindical, sino al conjunto del movimiento obrero, es decir, a los partidos de izquierda y las diversas organizaciones económicas, sociales y culturales obreras, que lo integraban y cuya composición y relaciones han sido muy diferente, en particular las relaciones entre el partido obrero y el sindicato[27].

            Sin embargo podemos adelantar un problema general que se ha ido ampliando en este siglo. La aparición de las burocracias ‘obreras’. Estas tienen una posición singular en la sociedad, distinta de la clase obrera. Tienen un prestigio y estatus social, un tipo de vida y de empleo, unos intereses diferentes a la mayoría de los trabajadores.

            En este estudio se van a contemplar dos aspectos fundamentales. El primero, el grado de institucionalización del sindicalismo occidental con la mayor o menor disposición a la adaptación o bien a la transformación del orden social. El segundo, la relación de este aspecto con el grado de burocratización interna y su tensión con la democracia sindical.

            El sindicalismo del siglo XIX era más débil organizativa e institucionalmente pero tenía un componente más reivindicativo, aunque ya el sindicalismo británico en la segunda mitad de siglo y el alemán de fin de siglo son unas grandes organizaciones que encuadran a millones de personas y múltiples actividades, con un aparato burocrático importante y con estrechas vinculaciones con los partidos de izquierda y las instituciones de la democracia parlamentaria[28]. Estas características y la problemática que conlleva se generalizarán a partir de la IIª Guerra Mundial.

En el primer capítulo, tras esta introducción, solo voy a hacer un comentario breve sobre algunas ideas de Marx y el sindicalismo del siglo XIX.

El segundo bloque contiene una exposición amplia de las polémicas más importantes sobre la integración de los sindicatos, en el marco de la situación de fuerte crisis social en Europa del primer cuarto de siglo. Desde los grandes conflictos rusos de 1905 y hasta los primeros años 20, con la experiencia revolucionaria en Rusia y Alemania se discute entre reforma y revolución y entre burocracia, partido y espontaneísmo. Estos debates señalarán por mucho tiempo las diferencias entre la IIª y la IIIª Internacional, es decir, entre los partidos socialdemócratas y comunistas y generaron una profunda división en el movimiento sindical, que todavía permanece.[29]

El tercer bloque trata de profundizar en las características del sindicalismo de los años 60 y 70, en el marco de la concertación social y del Estado de Bienestar. En esta etapa se da la institucionalización generalizada de los sindicatos en el contexto del pacto keynesiano y mantienen una capacidad de representación y presión social, que luego en los ochenta empieza a disminuir. Estas reflexiones se van a hacer especialmente sobre la experiencia del sindicalismo británico, y se va a partir de las opiniones del británico Richard  Hyman[30], aunque con referencias al conjunto del sindicalismo europeo.

En el último capítulo se sacan algunas conclusiones generales y se exponen algunas pinceladas sobre el inmediato futuro.       

II. MARX Y EL SINDICALISMO DEL SIGLO XIX.

            La posición de Marx y Engels expresada principalmente en 'La clase obrera en Inglaterra' y en 'El manifiesto comunista' es la siguiente: Veían la acción sindical como un medio para que la clase obrera comprobase su diferenciación de intereses con respecto a la burguesía, superando la competencia y corporativismo en el interior de ella.  Pero esa opinión va asociada a dos fenómenos de carácter general. Por una parte a la visión idealizada de una clase obrera, un sujeto social condenado a luchar contra el capitalismo hasta llegar al socialismo. Y por otro lado, a una concepción de las crisis económicas cíclicas, en el que la acción socioeconómica del proletariado llevaría a crisis revolucionarias. Ni lo uno ni lo otro se cumplió y, tras la derrota de las revoluciones de 1848, tienen una serie de reservas hacia el movimiento sindical.

Ellos mismos detallaron algunas facetas negativas del sindicalismo británico de la segunda mitad de siglo, del aburguesamiento de algunos sectores de la clase obrera. Los sindicatos no representaban a toda la clase obrera, sino a una minoría aristocrática de obreros privilegiados pero al ir afiliándose los obreros menos calificados, irían desapareciendo estas prácticas sectoriales. Consideraban que la corrupción de los líderes es una posible causa de la pasividad de la base sindical y que el ‘aburguesamiento’ de la clase obrera inglesa era debido a la posición monopolista del capitalismo inglés. El desarrollo de la segunda mitad de siglo en Inglaterra lo ven como excepción y enseguida se aferran al potencial ascendente del sindicalismo alemán.

Sin embargo, en la corriente marxista predominó una apreciación optimista e idealista de las potencialidades del movimiento sindical para atacar los fundamentos del capitalismo y una infravaloración de los componentes de aburguesamiento de amplios sectores obreros, de la aparición de las clases medias y de las tendencias burocráticas en las organizaciones obreras.

III. LA INTEGRACIÓN DE LOS SINDICATOS.

A. LA TRADICIÓN PESIMISTA. LENIN, MICHELS Y TROTSKY.

            Se van a destacar los tres planteamientos clásicos, los de Lenin, Michels y Trotsky, para posteriormente comentar algunas posiciones de los años 60. Hyman los define como ‘pesimistas’ con respecto a la tendencia dominante a la subordinación del movimiento sindical al capitalismo.         

1) La teoría leninista y el economicismo.

Lenin da una gran importancia al papel de la ideología: El movimiento obrero por sus propias fuerzas, sólo puede elaborar conciencia 'tradeunionista', 'sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario', aunque la conciencia sindical incluye la 'acción política por reformas' económico-legislativas. Las posiciones de Lenin, especialmente en ‘Qué hacer?’ son contradictorias con las posiciones de Marx y Engels, aunque no analiza las implicaciones. El economicismo sería la lucha económica por la mejora de las condiciones laborales sin representar una amenaza al orden capitalista. Lenin por tanto, es escéptico con respecto a las virtualidades de la lucha sindical, y pone el acento en la lucha política del partido obrero.

            2) Michels y la regla férrea de la oligarquía.

            El movimiento obrero a pesar de los orígenes y objetivos democráticos es propenso a la 'regla férrea de la oligarquía': Necesidad de 'funcionarios especializados', 'difíciles de reemplazar', que imponen sus políticas, con 'estilo de vida pequeño-burgués'. Además se pueden desarrollar 'necesidades institucionales' que actúan como determinantes importantes de la política, confiriéndole un 'profundo carácter conservador'.

            3) Trotsky, la crisis y la 'incorporación' de los sindicatos.

            Ante el reto del movimiento obrero a la estabilidad del capitalismo, Trotsky[31] plantea por un lado que en la época de depresión económica, los logros económicos están limitados y la lucha económica lleva a la 'reorganización socialista de la sociedad' . Por otro lado hay una obstaculización a este proceso, por la 'ideología conservadora de los líderes sindicales', que se sustenta en la 'burocracia sindical', y que es 'utilizada por el capitalismo para el control de los trabajadores'.

            Trotsky expone, de forma sistemática en 1940, la teoría de la 'incorporación de los sindicatos': 'El capitalismo monopolista exige que la burocracia reformista y la aristocracia obrera se transformen en su policía política y si no le reemplaza por el fascismo', ya que en la 'época de decadencia imperialista' la 'actividad sindical simple no puede ser absorbida por el capitalismo'. Según Trotsky, la 'incorporación' era factible por las características de los sindicatos en la época anterior de elevar la situación material y cultural del proletariado y por tanto tenían prestigio sus líderes. La 'función represiva' era factible si la burocracia se divorciaba totalmente del control de la base.

            4) Derivaciones recientes. La ortodoxia de las relaciones industriales.

            Podemos destacar dos posiciones. Una de Wright Mills que tiene también una perspectiva 'catastrofista' como Trotsky. Según esta tesis, hay un estrechamiento de vínculos entre burocracia sindical y las instituciones de control del capitalismo, no solo a nivel estatal, sino de empresa, donde se da de forma más completa.

            Otra de Lester  y Dahrendorf planteando que la causa de la 'incorporación' es la 'madurez', ya que la militancia joven y más dinámica del comienzo del sindicalismo cede progresivamente a la actividad burocrática. Según ellos estas condiciones 'externas' tienen una influencia fundamental para la 'incorporación' de los sindicatos, al igual que el objetivo de la 'seguridad sindical' del reconocimiento legal de los sindicatos. Señalan que 'la articulación del conflicto puede aumentar la estabilidad y cohesión de una sociedad' basado en que en la medida que 'los sindicatos ganen la aceptación de patronos y Estado, el conflicto industrial se vuelve cada vez más institucionalizado', y también es necesaria la 'integración en el cuerpo político más amplio', en decir en el conjunto de las instituciones democráticas.

            B. APRECIACIÓNES CRÍTICAS A LA TEORÍA DE LA ‘INTEGRACIÓN’.

            En relación a los planteamiento de Lenin, Hyman plantea una pregunta: ¿Tiene capacidad el sistema capitalista para absorber los ataques económicos del sindicalismo?. Y de forma sintética, contesta de la forma siguiente:

            En la fase de expansión capitalista, con capacidad de concesiones económicas, depende del margen de concesiones en la coyuntura económica y del nivel de aspiración y organización de los trabajadores. Los sindicatos se plantean mejoras hasta donde el patrono está dispuesto a ceder y lo presentan como 'el gran logro y éxito'.

            En la fase de recesión, hay una reducción ordenada y valoración de las 'necesidades institucionales' de los sindicatos, de negociación, etc. Se quedan en el nivel de ingresos relativos y no absolutos y con el criterio de 'salario justo'.

            En el contexto económico inglés se reduce al mínimo el margen para las reformas sindicales por:

            - El estancamiento económico que implica que el alza en los salarios no se puede financiar mediante crecimiento económico.

            - La redistribución en perjuicio de las ganancias es inaceptable por necesidad de inversión y por la competencia internacional.

            - Dificultad de financiarlas por la inflación debido a los desequilibrios externos.

- La capacidad del sindicalismo británico para contener las aspiraciones económicas de los obreros se va evaporando y se va cuestionado el consenso normativo respecto a la 'estructura justa de ingresos', forzando a los sindicatos a articular las expectativas de sus miembros, legitimándolas con las consecuencias por ejemplo del movimiento huelguístico de 1971.

            La conclusión, según Hyman, es que la conjunción de malestar económico crónico y la presión sindical sostenida produce ‘inestabilidad y un cuestionamiento a la teoría de la integración’, aunque también señala que 'la primacía de las características integradoras del sindicalismo sobre las de oposición es obvia en ciertas fases del desarrollo capitalista'.[32]

            En relación a Michels y su teoría férrea de la oligarquía, Hyman plantea algunas contratendencias:

            a) La actitud instrumental de los obreros hacia los sindicatos que exigen pragmáticamente buenos servicios y mejoras concretas, presionando a los funcionarios y limitando su libertad de acción. Y aunque los funcionarios sindicales pretenden 'aparecer' como que consiguen cosas, incluso regateando, no reducen totalmente la insatisfacción de los trabajadores.

            b) La presión normativa para una práctica democrática de que los sindicatos deben de funcionar democráticamente por la presión de diversos factores. Por un lado la patronal que pretende deslegitimar la representatividad de los dirigentes sindicales y les obliga a contar con el apoyo de los trabajadores. Por otro lado, la opinión pública general, de carácter democrático. Y por último la influencia de la propia base sindical más activa.

            c) No hay una organización sindical monolítica, como dice Michels y no sólo hay que atenerse a los canales formales de toma de decisiones (órganos regulares, estatutos, etc. ). Existe también la experiencia de participación del 'sindicalismo departamental', similar a nuestros comités de empresa.

            En relación a las ideas de Trotsky sobre la tendencia de 'incorporación' de la burocracia sindical, Hyman comenta que ‘se intensifica más de lo previsto’, ya que no se queda sólo en los líderes, funcionarios o burocracia, sino también llega a los 'delegados departamentales' en las fábricas por causas diversas. Por un deseo de relación estable con la dirección; por su tendencia a tratar las controversias como problemas a resolver; porque requiere la formalización del papel del delegado, y porque la 'regulación conjunta' con los empresarios sustituye las zonas en que los trabajadores ejercen autónomamente el control directamente, por ejemplo con los pactos de productividad de los años 60 en el Reino Unido.

            Para remontar el debilitamiento del control de la dirección del sindicato, Hyman propone un mayor compromiso de los funcionarios liberados en la supervisión de las relaciones de producción de la fábrica, y por otro una mayor integración de los delegados y de las estructuras de negociación y contratación colectivas en la estructura oficial del sindicato que presupone que tiene una mayor resistencia hacia las dinámicas 'integradoras' y una visión más amplia.

            Siguiendo a Hyman y contra las previsiones de Trotsky y Michels, no hay un consentimiento absoluto de la burocracia de los sindicatos a este proceso de 'incorporación', dando algunos líderes respaldo a la 'actividad autónoma de la base' ante el riesgo de perder su control.

            Hyman matiza también las teorías ortodoxas de las relaciones industriales. Según él, el análisis de la teoría de la 'madurez' sindical parte de que después de la primera fase de constitución del sindicato, en que se ve la necesidad de generalizar el descontento y los delegados son activistas opuestos al control capitalista, la segunda generación de delegados recibe la estructura sindical 'objetivamente' e incluso se suele descartar la posibilidad de un nuevo desafío de la clase obrera. Sin embargo, según Writg Mills, el delegado y líder es un 'administrador del descontento', que no puede eliminar enteramente la rebelión sin convertirse en obsoleto, combinando activismo y reposo.

C. LOS LÍMITES DE LA ACCIÓN Y LA CONCIENCIA SINDICAL.

            La experiencia inglesa de los 60 plantea que la actividad sindical pura y simple constituye 'una amenaza esencial' a la estabilidad de la economía capitalista en ciertas circunstancias, la ley férrea de la oligarquía sindical está sometida a importantes limitaciones y que el proceso de incorporación 'se topa' con importantes obstáculos. De ahí se deducen dos conclusiones:

            a) El sindicalismorepresenta una reacción contra la explotación capitalista’, contra la extracción de plusvalía del trabajo de los obreros y a veces las demandas económicas de los obreros no tiene cabida dentro del marco del capitalismo.

            b) El sindicalismo, aunque menos coherentemente, ‘plantea siempre los temas del poder y el control’. El intento de regateo es una fuente permanente de conflicto político. Aunque se cree una situación de inestabilidad, ésta es 'impretendida'.

            Pero según esa misma experiencia, no hay un reflejo del 'cuestionamiento general' de las relaciones capitalistas de producción. La hegemonía de la ideología burguesa es evidente. Los trabajadores aunque son incapaces de aceptar la ideología dominante en relación a su propia acción, esta actividad es transitoria y pocas veces tiene como resultado una revisión duradera de la conciencia social. Otra característica general es el respaldo tradicional del movimiento obrero inglés al parlamentarismo y el rechazo a utilizar la fuerza sindical de forma autónoma en pos de objetivos políticos.

            Siguiendo a Hobsbawm[33] la experiencia espontánea de la clase obrera está basada en:

            a) 'Demandas inmediatas e instituciones para conseguirlas'. Los trabajadores tienen ideas precisas sobre ello, y esta dinámica opera siempre y es compatible con la aceptación del sistema, a no ser que el sistema no logre permitir la demanda sindical mínima de 'una paga justa por una jornada laboral justa'.

            b) 'Un descontento general y antisistema, una aspiración general y un bosquejo general de alternativas socialistas'. Estas tienen poca importancia práctica, pero sí moral, cuando se presenta como probable el derrocamiento del sistema.

            Por otra parte Hobsbawm considera importante la 'demanda transitoria', es decir, la lucha por reformas objetivamente inalcanzables que producirá conciencia sobre los límites estructurales del sistema.

            Volviendo a Hyman sobre las relaciones de movimiento y organización nos topamos con las opiniones de Rosa Luxemburgo[34] que considera que la iniciativa y dirección de las organizaciones socialdemócratas sobre el movimiento sindical tienen un ‘papel secundario’, y al mismo tiempo, la actividad socialdemócrata surge de la lucha de clases elemental y sólo en el curso de la lucha se recluta el ejército de la clase obrera. Así la organización, los procesos en la conciencia y la lucha, son aspectos distintos de un mismo y único proceso.

            Según Hyman la diferencia entre Rosa y Lenin, o entre Lenin de 1902 y 1905, está en los límites de la conciencia sindical. No es tanto sobre la necesidad del Partido político, que ambos comparten, sino sobre el grado de ‘ensanchamiento revolucionario de la conciencia que producían las luchas sindicales'.

            Por otro lado, Gramsci mantendría las tesis de la integración de los sindicatos, a la que añade la de la burocratización. No obstante, considera que los sindicatos coordinan las fuerzas productivas e imprimen al aparato industrial la ‘forma comunista’. Plantea también la necesidad de los consejos obreros, para oponerse a la tendencia institucionalista inherente al sindicalismo, porque son organizaciones de base representativa e inmunes a las tendencias integradoras y burocráticas, que desafían la integración y son organizaciones de control y poder[35].

            Según Hyman la situación inglesa de 1970, no se debe identificar con los términos de Trotsky[36] y Gramsci, pues no hay un control usurpado por los trabajadores, sino lo que ocurre es que los controles tradicionales se han vuelto intolerables en un contexto económico y tecnológico cambiantes. Así, los controles habituales sólo pueden mantenerse mediante una estrategia agresiva general contra las estructuras políticas y económicas.

            Se puede sacar algunas conclusiones, a partir de las valoraciones de Hyman sobre el grado de oposición al capitalismo y de institucionalización de los sindicatos, al calor de las posiciones de estos autores:

            a) Hay que replantearse la teoría de Marx de que tras la 'pauperización' viene la radicalización. Igualmente la idea de que a través de los 'logros concretos' se camina hacia la 'economía política del trabajo', hacia el progreso, etc. El interrogante sería qué mejoras son estimulantes o cuáles son insuficientes o 'integradoras'.

            b) El modo de lograr esas demandas es un factor importante. Si está basado en la lucha de clases y no en la colaboración, o si existe un poder independiente y su movilización constituye la diferencia, o bien por la naturaleza 'autónoma del control obrero’.

            c) En relación al papel del Partido político, tanto Rosa Luxemburgo como Gramsci, expresan que el Partido no debe 'dominar' la lucha espontánea y tiene una función más ideológica que organizativa, aunque en Gramsci, el Partido interactúa más con el movimiento espontáneo.

d) En estos autores había un análisis optimista de los acontecimientos en Alemania, Italia y Europa de los años 20. La conciencia de la clase obrera y el sindicalismo revolucionario fueron muy transitorios. Los límites de la conciencia sindical pueden variar notablemente según los diferentes contextos históricas y pueden cambiar radicalmente con un breve paso del tiempo.

e) Es importante la 'percepción' que tienen los trabajadores sobre la dinámica de las mejoras materiales. Pero no se dispone de una teoría general que relacione lucha por reformas materiales con el desarrollo de la conciencia y, por tanto, la solución vendrá a través de la práctica.

IV. TRADICIONES Y NUEVOS RETOS.

            A. LA VISIÓN DE LA CLASE OBRERA Y SU 'ESPONTANEIDAD'.

            Hay una visión de la clase obrera, especialmente en Gramsci y Trotsky, y de la que no se desprende totalmente el propio R. Hyman, como si fuera una clase homogénea, económica y positiva, como un sujeto revolucionario en potencia, clase 'portadora' de una esencia o naturaleza revolucionaria, que va desarrollando su 'espontaneidad' y se ve constreñida por la burocracia sindical y/o por la aristocracia obrera aburguesada. En Hyman, al igual que en la mayoría de los clásicos marxistas, no aparecen las grandes contradicciones internas de la clase obrera, ni los problemas políticos derivados de ellas (nacionales, de género, paro/empleo, etc.) y que han sido tan importantes para el desarrollo de los movimientos obreros y populares.       

            La situación 'objetiva', y los intereses son contradictorios en el seno de la clase obrera y diferentes también con respecto al mantenimiento o transformación del sistema capitalista. A partir de esto cobra importancia el tener en cuenta la 'estratificación' de la conciencia de la clase obrera y el papel de las élites y sectores más avanzados y conscientes. Es a partir de esa visión contradictoria, como se enmarca el papel contradictorio de los sindicatos y la burocracia sindical y su relación con la clase obrera por un lado y con el sistema capitalista y el Estado, por el otro.

             Hay entre los clásicos de la época una visión idealista de la situación creada tras la revolución rusa y de la situación del movimiento sindical en los años 20. Hyman lo reconoce parcialmente, pero tiene también una sobrevaloración del mismo, en especial de su capacidad de generar 'contrapoder'. Sin embargo, tras el fracaso de la crisis revolucionaria alemana de 1923 o de la huelga general inglesa de 1927, no se darán en Europa unas condiciones similares para el movimiento sindical. La situación en la guerra civil española o la de la resistencia antifascista en los años 40 en Italia o Francia, tendrán ya otras características. Por otra parte, el ascenso de la lucha sindical desde fines de los 60 a finales de los 70, todavía quedará muy lejos de la problemática suscitada en aquellas décadas.

            Hyman está más próximo a Rosa Luxemburgo que de Lenin y no comparte el enfoque de éste de la lucha económica y su visión del movimiento sindical subordinado a las tareas generales de la revolución y del proceso revolucionario en su conjunto. Pero conviene detenerse algo en las ideas de Lenin, que influyeron en la IIIª Internacional y fueron adoptadas por los sindicatos de influencia comunista.

            Lenin es escéptico con lo que pueda dar de sí el desarrollo espontáneo de la lucha económica, pero no con las posibilidades de un conflicto revolucionario a partir de un gran movimiento huelguístico, en una coyuntura del poder en crisis y con una confrontación general como en 1905 y 1917. Lenin no comparte algunos enfoques unilaterales de algunos clásicos, como el 'espontaneísmo' de Rosa Luxemburgo y del primer Gramsci por las virtualidades de la lucha de la clase obrera. La diferencia de Lenin con Rosa no es sólo sobre los límites y efectos de la lucha sindical, sino en la necesidad de un proceso político diverso, no tan 'obrerista' de acumulación de fuerzas aprovechando todas las contradicciones. En ese sentido se habla más de soviets, que estrictamente de sindicatos. Tanto Lenin, como también Rosa y Gramsci, consideraban imprescindible la presencia de la llamada vanguardia organizada en el partido obrero, pero él primero todavía reforzaba más la tarea organizativa y dirigente del Partido.

Pero Lenin, al igual que Kautsky y el grueso de la IIª Internacional, cae en el esquematismo de que el Partido introduce la conciencia política en la clase obrera desde fuera. Al revalorizar al papel del Partido como portador de la teoría revolucionaria, lo separa excesivamente de la conformación de la experiencia de lucha de importantes sectores del proletariado. Es ilustrativa su tesis de que 'sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario'. Sin embargo el problema es más complejo y como expresa E.P. Thompson, hay que entenderlo como interacción entre la actividad propiamente teórica, ideológica o cultural y la experiencia social y política de los movimientos populares[37].

La posterior aplicación de la teoría leninista y también socialdemócrata, al acentuarse el papel de los Partidos políticos, llevará posteriormente a la instrumentalización del movimiento sindical, a la pérdida de autonomía de los sindicatos, utilizándolos como 'correa de transmisión' del Partido. Además pasados los años de crisis revolucionaria, con la institucionalización de los Partidos políticos en la actividad parlamentaria, la subordinación de los sindicatos al Partido obrero, llevará a la dependencia de la acción sindical a los intereses electorales de esos Partidos sean socialistas o comunistas. En la experiencia estalinista, además de los agravantes autoritarios, supondrá una mayor subordinación a los intereses del aparato del Partido.

            B. REFORMAS Y CONCERTACIÓN SOCIAL.

            Hyman acepta la importancia de las reivindicaciones transitorias, recogiendo también expresamente las posiciones de Hobsbawm de reivindicaciones inalcanzables que chocan con la capacidad del sistema. Con respecto a ello, creo que la 'oposición del sistema a la demanda justa', no siempre genera descontento general y conciencia política radical y progresiva. Puede haber una modificación de la 'demanda', o una derrota o simplemente un descontento parcial o incluso llegar a la impotencia. La evolución por tanto no es determinista, sino muy compleja y variada en sus causas y condiciones concretas.

            El sistema 'económicamente', siempre es capaz de integrar y/o derrotar la lucha del movimiento obrero. Se tiene que dar una grave crisis de poder, como tras la Iª Guerra Mundial o como se ha dado en algunos países del Tercer Mundo, para que con la presión popular se puedan alcanzar demandas importantes. En el caso europeo los avances substanciales pero más limitados, no son solo las reivindicaciones concretas logradas sino sobre todo, en qué condiciones se logran, es decir, en el grado de experiencia, organización, alianzas y de fuerzas sociales que se han adquirido. Es la valoración del grado de avance 'político', de reformas y derechos sociales y, no tanto del grado de reivindicaciones económicas conseguidas, como se deben comprobar las garantías del avance de los movimientos sindicales.

            Toda esta teoría marxista clásica posterior a la de Marx, está referida a una época excepcional de hace casi un siglo. Son sobre todo en los años 1917 a 1927 donde realmente han existido situaciones de aguda crisis social en diferentes momentos y países en Europa y en ese marco se da la polémica de estos clásicos. El resto de las décadas se han caracterizado más por una situación defensiva del movimiento obrero, aunque se puede destacar la experiencia de un gran avance reivindicativo e institucional del sindicalismo a finales del siglo pasado en Alemania, y en las décadas de los 50 y 60 en Europa en general. Todo ello nos situaría en el predominio de otra tradición de pensamiento marxista, de reformas graduales, y que se trata en el siguiente estudio.

            La gran conquista del movimiento sindical y de la izquierda en los últimos cincuenta años, junto a la presión del socialismo 'real' del Este y los propios intereses y condiciones del desarrollo capitalista, ha sido la consolidación del Estado de Bienestar, que no se puede asimilar completamente en el marco de las demandas transitorias de Hyman, o como fruto de la movilización obrera. Pero como hemos visto en esta década de los 90, esa conquista también es muy vulnerable ante las fuertes presiones neoliberales. Hoy día, prácticamente han desaparecido las posibilidades de una dinámica alternativa al capitalismo y el movimiento sindical está muy alejado de la problemática de una transformación radical de la sociedad. Las esperanzas del papel protagonista de la clase obrera, se fueron diluyendo poco a poco desde los años veinte aunque renacieron algo a finales de los sesenta. La segmentación y división interna producida por la reestructuración productiva y del mercado de trabajo ha debilitado la unidad y la cohesión interna de la clase obrera. El hundimiento del socialismo real, el desprestigio y crisis de los partidos comunistas y el desplazamiento hacia el centro de los partidos socialistas han dejado al movimiento sindical sin referencias políticas, y han acentuado su pragmatismo.

            Sin embargo, hay que constatar, que en los años finales de los 60 y primeros de los 70 (Mayo francés, otoño caliente italiano, transición política española...) se da en Europa una situación de ascenso de los movimientos sindicales y sociales en el marco de una cierta crisis política, social y cultural, pero que no llega a ser una crisis de poder o según los clásicos, manteniéndose en general el movimiento sindical en una situación defensiva. Es en ese momento donde hay un debate y recuperación de algunos de los elementos de reflexión de los clásicos, en el que está inmerso el propio Hyman.

En España, en los primeros años 80 se producen huelgas radicales contra la reconversión industrial, con una presión sindical en aumento que culmina en el 14-D de 1988 pero podemos decir que empieza su declive a partir de 1992, disminuyendo desde entonces la conflictividad social. La situación social española y europea desde hace veinte años hace que el movimiento sindical esté a la defensiva con un bloqueo o retroceso en el avance en las reformas y en la transformación social, intentando mantener las conquistas adquiridas. Por último, ante la actual situación de paro y precariedad, el debate publico sobre los graves problemas de la cohesión social y la revitalización de los movimientos de parados y una amplia solidaridad en Francia se ha abierto nuevamente en Europa, la reflexión sobre el papel de los sindicatos y su capacidad y flexibilidad organizativa y de base social para la articulación de este tipo de conflictos sociales. Pero estos nuevos problemas se dejan abiertos en este trabajo.

C. LAS TENDENCIAS ACTUALES.

Podemos recapitular algunas conclusiones sobre algunos rasgos generales, siguiendo también las apreciaciones críticas de Hyman tanto al 'optimismo', como al 'pesimismo'.

En primer lugar hay que destacar las reflexiones sobre el carácter contradictorio, no sólo de la burocracia sindical sino del conjunto de los sindicatos, y su relación con el sistema capitalista y el Estado por un lado y con la clase obrera por el otro. Es decir, los sindicatos tienen un carácter doble, como parte del Estado capitalista y del sistema, aunque parcialmente enfrentado al mismo, y al mismo tiempo, como 'representativo' de intereses inmediatos de diferentes sectores de la clase obrera, que encauza, negocia y participando en la 'regulación' del conflicto.

            En segundo lugar el grado de integración o 'incorporación' del movimiento sindical es también reflejo del grado de integración y consenso general de la sociedad en su conjunto. En este sentido están acertadas las valoraciones de Hyman sobre las tendencias del movimiento sindical inglés hacia la estabilización de las relaciones de la 'democracia' y del marco parlamentario.

            En tercer lugar, hay que destacar que, a diferencia del siglo XIX con un Estado limitado, y de la situación posterior a la Iª Guerra mundial con una gran inestabilidad de los poderes políticos e institucionales, en la Europa tras la IIª Guerra mundial se acentúan los mecanismos del Estado para la regulación y neutralización de los conflictos sociales. Además el papel de las fuerzas de izquierda, de los partidos socialdemócratas y comunistas han sido diferentes, favoreciendo la 'incorporación' de los sindicatos al marco estatal e institucional de las democracias. Es el marco general de la concertación social que evoluciona hacia el corporativismo institucional.

            Por otra parte, el derrumbamiento del socialismo real del Este ha generado también un mayor crisis ideológica en la izquierda debilitándose las esperanzas sobre unas alternativas al actual modelo capitalista. También la dinámica económica y social actual, con la competitividad económica internacional y la segmentación de la clase obrera, van a dejar a la población trabajadora mucho más indefensa y vulnerable y a la defensiva de sus anteriores conquistas económicas y sociales.

V. BUROCRACIA Y SINDICALISMO.

A. POLÍTICA SINDICAL Y DEMOCRACIA SINDICAL.

            En esta parte se abordan las características de los sindicatos, ya instalados y conformados como grandes instituciones sociales y en ausencia de una situación especialmente crítica como la de los años 20.

            Hyman[38]  señala las características principales de las relaciones industriales[39]:

            a) Definir su objeto exclusivamente en términos de normas es demasiado restrictivo. Implica que su tarea es lograr la estabilidad y la 'normalidad' en la industria.

            b) El trabajo, bajo el capitalismo, es mercancía, coste para el empresario en contradicción con el beneficio empresarial y de ahí vienen los conflictos. Pero a partir de eso la lucha por el poder es el fenómeno fundamental. Aparecen entonces las instituciones de regulación del trabajo para desviar la atención de las estructuras de poder y al mismo tiempo una serie de intereses económicos, tecnológicos y políticos. Hay un peligro de 'cosificación', de olvido de que son trabajadores vivos y no instrumentos. Estas instituciones encubren el carácter central que tiene el poder, el conflicto y la inestabilidad en los procesos de relaciones industriales.

            c) Los procesos de control sobre relaciones de trabajo son un proceso cambiante y continuo, que excluye las relaciones personales y proviene de un conflicto de intereses.

            La estructura de los sindicatos hace referencia a las relaciones organizativas internas, pero sobre todo al movimiento como un todo. Hay elementos contradictorios en la conciencia de los trabajadores hacia la unidad y hacia la división, que se reflejan en la estructura organizativa sindical.

            El empresario tiene derecho de iniciativa sobre la producción y el proceso de trabajo pero hay también procesos de resistencia 'informales' de los trabajadores.

            El sindicato, sólo a través del 'poder sobre sus afiliados', puede ejercer 'el poder para ellos', y tiene la función de arrebatar 'áreas de control' a la patronal. Hay una desviación sindical al utilizar el control sobre los trabajadores en función de su utilidad para intereses externos a la propia gente trabajadora, como el poder económico o la burocracia sindical. Por tanto son importantes las preguntas, ‘¿el poder y los intereses de quién?’.

            No hay que quedarse en las características personales, como la 'apatía', la 'corrupción' o el 'arribismo'. ‘La contradicción democracia/eficacia va paralela a la oposición poder popular/función de los expertos’. Así la tendencia es que se presentan los fines o plataformas reivindicativas completamente claras y por tanto no se discuten. Por otro lado se manifiesta que la negociación para ser 'eficaz' es cosa de buenos 'expertos'.

            En general se da una tendencia a desempeñar las funciones de los sindicatos como agencia de servicios y a mantener una estabilidad organizativa. Pero la institucionalización lleva a menos democracia y participación aunque habría que diferenciar el control sindical del control obrero[40].

B. EL CAPITAL Y LAS RELACIONES INDUSTRIALES.

            En relación a este tema Hyman expone, básicamente, las siguientes cuestiones:

            a) El capitalismo influye en la estructura, acciones y objetivos del sindicalismo. La acción sindical tiende a reaccionar más que a iniciar actividades ofensivamente, al igual que se preocupa más de las dificultades sectoriales e injusticias particulares que en generar conciencia sobre el capitalismo como sistema. Los métodos de lucha, incluida la huelga ordinaria son particularistas y fragmentados y son defensivos.

            b) El capitalismo estimula la fragmentación sindical por el grado de desarrollo desigual de las empresas. Así influye mucho el diferente papel del capital, de la mano de obra, de su dinamismo, de la inestabilidad del empleo, de la centralización del capital y sus 'racionalizaciones', etc.

            c) Las 'relaciones de poder' son un factor clave, así la política del capital para frenar la base de oposición sindical y fomentar la colaboración. También se utiliza el reconocimiento de derechos sindicales y la representatividad antes de consolidarse el movimiento para influir desde el principio, o bien haciendo reconocimientos selectivos. Igualmente se hace planteando un nivel de negociación más centralizado, con la introducción de tecnología, o con un sistema de retribuciones, en especial 'a prima', como medio de intensificación de los ritmos de trabajo y la negociación individual.

            d) La dominación de los individuos por un conjunto determinado de relaciones económicas es algo social e históricamente contingente. La conciencia y la ideología del sindicato son de importancia vital a la hora de mantener la subordinación ideológica. Con las formas más apropiadas de conciencia, organización y estrategia los sindicatos podrían tomar la iniciativa y hacer frente al poder del capital y del Estado que desempeña un papel crucial.

            e) Los objetivos del capital de mayor inversión y precios estables apuntan a un cambio de la relación capital/trabajo, entre beneficios y salarios y supone una limitación a los ingresos de los trabajadores, una intensificación de la presión en el trabajo y de la disciplina laboral y un refuerzo del control a pie de tajo.

            f) Por último se establece la relación entre ideología y Estado. Aquí se pone el acento en la necesidad de ir contra la ideología del 'interés nacional', la 'independencia y autonomía del Estado' y la 'neutralidad del Estado'. Hyman considera que el Gobierno y el Estado tienen un papel cada vez más activo y directo ya que necesitan una legitimidad social y deben evitar aparecer como favorecedores del capital, estimulando la idea de la 'nación como un todo'.

C. ORGANIZACIÓN Y ACCIÓN DE LAS BASES SINDICALES.

            1) La estructura de delegados de fábrica.

            Esta estructura comienza a partir de la defensa de los 'oficiales' ante la introducción del taylorismo y la extensión del pago por 'resultados', desde primeros de siglo XX, y se generaliza después de la IIª Guerra mundial. Tiene una función de 'negociar el orden' y 'participar' en las decisiones sobre empleo, disciplina, sanciones y organización del trabajo. También sobre las acciones huelguísticas, paros semiespontáneos ilegales o extraoficiales por motivos particulares, que van reforzando la negociación descentralizada de fábrica y por tanto el papel de los delegados.

            2) Dos sistemas: el sindicato oficial y los delegados de fábrica.

            Hay una relación e interdependencia que refleja una diversidad de influencias. Así, el grado de autonomía y dependencia refleja diversos aspectos: El grado de experiencia y agresividad de los delegados, las normas y políticas del sindicato, el papel de la empresa favoreciendo a uno y otro. Pero los funcionarios sindicales dependen de la información y la afiliación sindical y por otro lado los delegados dependen también del apoyo exterior a la empresa.

            3) El desafío desde abajo.

            Hyman considera que la presión y la movilización de las bases sindicales son necesarias para restaurar el equilibrio de poder en el centro de trabajo. Es importante el control obrero ante el cambio técnico y organizativo para una mayor o menor explotación del trabajo. Sin embargo la negociación normal es incapaz y tendente a la 'paz social' dejando la iniciativa al patrono.

            El desarrollo espontáneo y autónomo de la organización de base influye en la democracia interna y por tanto el poder del delegado depende del apoyo continuo de los trabajadores y trabajadoras. Hacia 1970 se incrementa la acción orientada directamente a presionar sobre la estructura oficial del sindicato y a intensificarse los conflictos sobre el control en el seno del sindicalismo.

            Sin embargo hay una serie de presiones y tendencias en sentido contrario en los delegados: Preocupación por relaciones estables de negociación pacífica, dependencia de los delegados de la disposición de la empresa a solucionar muchas pequeñas cosas de la gente, burocratización de los Comités, con jerarquización y disciplina sobre los delegados 'revoltosos'. Al mismo tiempo la estabilidad, un marco definido de relación y coherencia son tareas que se imponen a los delegados y cuestiones que necesita la empresa para aplicar su disciplina y control. Además hay inmediatismo en la acción, se habla de solidaridad y no se practica, mientras una serie de delegados se van integrando después de acceder a los puestos de dirección sindical, incluso a pesar de haber constituido antes ‘grupos combativos’.

            4) Los límites del sindicalismo.

            La contradicción más general, intrínseca a la acción y conciencia sindical es que el capitalismo proporciona el ímpetu para que los trabajadores se organicen colectivamente, pero también determina el marco de la acción colectiva. En consecuencia la lógica del sindicalismo imposibilita una puesta en cuestión seria de las desigualdades de poder y propiedad en que está basados el trabajo y el capital. Igualmente la estrategia de acción sobre objetivos inmediatos, salarios, condiciones de trabajo, etc., limita los logros del sindicalismo.

            Las razones principales de esta limitación son de dos tipos. El primero el proceso de institucionalización, con el impacto del poder del capital sobre la política y organización sindicales. El segundo la hegemonía ideológica del capitalismo, que hoy llamaríamos pensamiento único, que conforma las ideas de los trabajadores.

            5) Características políticas.

            Se pueden destacar las siguientes. Para la gran mayoría de sindicalistas sus acciones parciales son admisibles dentro del marco establecido por la economía política de los poderes económicos.

            La organización y acción en el centro de trabajo ha sido importante y sus efectos 'acumulativos' han sido corrosivos para las patronales. Han aumentado los costos del trabajo, desbaratado programas de producción y forzado concesiones, considerándose el 'problema central' de las relaciones industriales, pero que hay que complementarlo con varios limites expuestos a continuación.

            La inestabilidad económica y, en cierta medida social y política, que conlleva esta acción de las bases es 'deseada' sólo por una parte insignificante de sindicalistas. A menudo se esfuerzan en negar el carácter político de luchas que se enfrentan al poder del Estado y es una fuente de debilidad y confusión.

            Existe en la mayoría de la clase obrera una 'cuasi-ideología' crítica del orden social, aunque no radical y en absoluto revolucionaria, de defensa de sus intereses de clase, pero que coexiste con la aceptación práctica de las instituciones establecidas.

            En algún sector minoritario existe una ideología 'opositora' y la creencia de la posibilidad de un orden social alternativo. En época de estabilidad social solamente existe una pequeña minoría con esa ideología articulada. En períodos de inestabilidad la presencia de esa minoría en posiciones de influencia puede tener gran importancia. La escalada de la conciencia se incrementa y el peso de diversos sectores como mujeres , trabajadores inmigrantes, jóvenes, etc., con reivindicaciones y formas de acción nuevas y no institucionalizados favorecen los conflictos.

            Por último hay que señalar la influencia positiva de una serie de desafíos a los valores y orden establecidos, que saliendo al margen de lo laboral aumenta la receptividad de los trabajadores y trabajadoras a las alternativas industriales, como por ejemplo la inmigración, el feminismo, el pacifismo, etc.

            6) El particularismo.

            Éste es el principal obstáculo, según Hyman, a la radicalización coherente de la lucha sindical. Los trabajadores, a falta de una ideología alternativa, definen sus intereses, no en tanto miembros de una clase, sino de acuerdo a las demarcaciones impuestas por la división capitalista del trabajo.

            La posición de ventaja del capital también está protegida por la diversidad y el desfase de las luchas. Sólo se puede combatir con un programa amplio que deje como secundarias las diferencias entre la población trabajadora y evitar la resistencia al carácter necesariamente 'político' que tendría ese programa.

            Pero no todo es negativo. La conciencia de clase debe formarse a partir de la 'experiencia directa' de las personas en torno a las relaciones sociales de producción, y el contacto inmediato es en la empresa o sector. Además la lucha sectorial puede ser integradora según se perciban, articulen y refuercen los intereses sectoriales con respecto a los de otros grupos de gente trabajadora. Así pueden darse en oposición unas acciones de otras, en aislamiento o conjuntamente. Algunos temas y reivindicaciones son perfectamente unificadores y otros lo opuesto.

            Las características salariales en Gran Bretaña han tendido predominantemente a producir división, a centrarse en aspectos 'comparativos', en parte debido a la noción de que existe un 'fondo de salarios' fijo, lo cual implica que un grupo puede ganar sólo a expensas del otro.

            7) El control sobre el proceso productivo.

            Este control ha perdido el exclusivismo que tenía hasta el siglo XX de estatus privilegiado de los oficiales. Al igual que con otras condiciones de trabajo, es más probable que se reconozca la existencia de intereses comunes. Consiste en la determinación por el conjunto de la fuerza de trabajo de la naturaleza, métodos y objetivos de la producción.

            A través del control sobre el proceso productivo se pueden superar las divisiones con los sectores administrativos y técnicos. Conlleva la exigencia de democratización del control de la industria, de sus consecuencias ante las innovaciones tecnológicas, el desempleo y estimula la lucha por los derechos sindicales.

D. CONFLICTO  Y PACTO.

            1) Formas de conflicto, organizado y no.

            Las formas de conflicto pueden ser no organizadas o individuales, como absentismo, baja productividad, movilidad, accidentes, etc. que son expresión de descontento y que van acompañadas a menudo de 'indisciplina', sabotaje individual, etc. como reacción ante unas relaciones de trabajo desagradables. El conflicto organizado es una forma práctica, una transformación del papel pasivo y reactivo en un papel activo y con iniciativa.

            2) Las tendencias a la colaboración.

            El Sindicato perdería toda credibilidad ante la patronal si nunca adoptara una posición firme, pero tiende a ser la excepción, no la regla. Las ideas y tendencias para conseguir la paz laboral son sobre todo dos. Una la 'institucionalización' al expresarse el conflicto por una red de procedimientos e instituciones. La otra por la 'inevitabilidad' de colaborar, ser constructivos y cooperar.

            Estas dinámicas se basan en tres hechos:

            - 'La obtención de mejoras': Ya que los sindicalistas que negocian lo resaltan como grandes éxito, construyendo una válvula de escape al descontento y la frustración.

            - 'La legitimidad social de los sindicatos':  Su reconocimiento por los poderes públicos y la preocupación por la 'seguridad' de la organización y su estabilidad.

            - 'El ritualismo de los métodos': El huir del radicalismo en las forma de lucha y el considerar el paro y la huelga como el proseguir la 'negociación por otros medios'.

            Todo esto se justifica con el enfoque teórico del 'pluralismo', de que hay intereses contrapuestos pero no fundamentales, como para que no se puedan resolver mediante la negociación y el compromiso.

            3) Dualidad del sindicalismo.

            El sindicalismo es un instrumento mediante el que los trabajadores crean una fuerza social mucho mayor, ya que la unidad y la coordinación sustituyen a la competencia y la división. También puede considerarse como 'gestión del descontento' manipulable por la patronal y el gobierno con la tendencia en los representantes sindicales a ser instrumentos de transmisión ante los afiliados de las presiones externas.

            Según Marx la estructura y dinámica del capitalismo fijan estrechos límites a lo que puede lograrse y dan al traste con las condiciones conseguidas.

            En conclusión, conflicto y pacto es una dialéctica intrínseca al sindicalismo, un reflejo inevitable de las relaciones sociales de producción capitalista. El capital pone límites y en la medida que los sindicatos no respondan, habrá desafíos desde abajo, o bien apatía y desintegración, o bien la creación de nuevos cauces de expresión del descontento.

VI. ALGUNAS REFLEXIONES FINALES.

            A la altura de 1979 Hyman  se interroga sobre ‘¿delegados obreros o funcionarios sindicales?’[41] y se hace más realista con respecto a las expectativas del movimiento sindical. Aprovecho algunas de sus sugerencias para sintetizar unas conclusiones generales sobre los sindicatos, que se han ido expresando a través de los comentarios anteriores:

            1)   Acentuación de las tendencias burocráticas del sindicalismo.

            En relación al movimiento sindical inglés, o mejor británico, en 1979 se han ido operando, con el cierto reflujo y desmovilización iniciado en 1977 y 78 unas tendencias más negativas, de las expresadas en 1975, en un momento de movilizaciones importantes de las TUC, durante los años 1970 al 1975. Los rasgos y tendencias negativos que más se acentúan son los siguientes:

            - ‘Burocratización del movimiento de base. Más jerarquización y centralización sindical. Acentuación de las tendencias anteriores de corporativismo, seccionalismo y economicismo’.

            - ‘Grandes obstáculos para profundizar la participación y la democracia, siendo aspectos vitales’. Los problemas de la democracia sindical van unidos a los de la conciencia política general de la clase obrera y en ese momento hay un proceso de derechización del laborismo, de crisis económica, ofensiva conservadora antisindical y hay una ausencia de unos sectores o corrientes más organizados. 

            2) Debilitamiento del movimiento sindical.

            En la década de los 80, podríamos decir que junto a sectores con cierta combatividad y la existencia de luchas de importancia, la tendencia general es de debilitamiento del movimiento sindical británico, con una ofensiva antisindical muy agresiva del Gobierno Thacher. Igualmente después del auge del movimiento sindical en Europa entre los años 1968 a 1979, se ha ido configurando no solamente una mayor desmovilización, sino una acentuación de los rasgos más negativos en los grandes sindicatos de los que Hyman con mucha clarividencia señala. La década de los 90 con el nuevo auge del neoliberalismo, la segmentación de la clase obrera, el hundimiento del Este y los reflejos de cierta crisis de la izquierda, supondrá una nueva fase más defensiva y de crisis para los sindicatos europeos, con pérdida de capacidad transformadora, e incluso de base afiliativa y prestigio.

3) La democracia y la participación sindical.

            Además de los problemas de organización de las bases sindicales y de la propia acción sindical, apuntadas anteriormente, lo más significativo son los problemas de la propia participación y democracia sindical para que los sindicatos puedan ser un buen instrumento reivindicativo y asociativo. El problema central se sitúa en cómo hacer frente a la tendencia espontánea de todo sindicato a la negociación/colaboración/institucionalización. La cuestión no se resuelve como tradicionalmente en las teorías de la Tercera Internacional de entreguerras, o de la tradición de la IVª Internacional, de apuntar al cambio de la dirección de los sindicatos, conquistando sus aparatos y poniendo a personas más radicales en vez de más reformistas.

            La cuestión tampoco se agota en intentar dar un giro a las políticas sindicales. El auténtico problema, como empieza a apuntar Hyman es el cuestionamiento del propio papel de los sindicatos, de ver la complejidad y profundidad de esas tendencias negativas, de replantearse el papel de la burocracia y las formas organizativas. Pero todo ello también es dependiente del contexto general socioeconómico, político y cultural, e incluso de las condiciones demográficas de un movimiento sindical más envejecido.

4) La moderación de los sindicatos en un futuro incierto.

Para concluir podemos señalar los principales rasgos internos que influyen en la pérdida de capacidad de presión y movilización de los sindicatos, que son de dos tipos:

            La acusada especialización en lo laboral, limitándose al ámbito casi exclusivo de los problemas directamente vinculados al trabajo, a la lucha salarial y las relaciones laborales, sin conectar con otros problemas socio-políticos de la clase obrera, ni recoger las contradicciones diversas que se dan en el seno de la clase obrera. Al mismo tiempo centran su actividad en una parte de la clase obrera, los empleados estables de las grandes y medianas empresas, dejando en segundo plano a los sectores precarios.

            En segundo lugar la importancia cada vez mayor de la burocracia sindical, de sus condicionamientos e intereses específicos que les hace tender a minimizar los riesgos de la confrontación con los poderes económicos y políticos. La participación en múltiples organismos estatales, de las diferentes administraciones públicas o en instituciones diversas hace que el mantenimiento de los privilegios y estatus social tienda a manifestarse en una conducta pactista, concertadora y poco conflictiva. Igualmente el desarrollo de grandes servicios (inmobiliarios, de formación, de seguros, etc.) para la afiliación, acentúa el peso de los funcionarios sindicales. Todo ello supone un constreñimiento para una mayor participación y dinamismo interno.

            El clima social en general, en Europa, está bastante calmado, y ante la ausencia de una dinámica de movilizaciones sostenidas y con amplia participación de la población trabajadora, es difícil prever unas modificaciones substanciales de la propia dinámica de los sindicatos.

El futuro es incierto, e incluso pueden generarse dinámicas de profundización del debilitamiento sindical y de retroceso social y laboral. Sin embargo los graves problemas que aparecen, de alto nivel de paro y precariedad, recorte de las prestaciones sociales y del Estado de Bienestar pueden convertirse también en otra nueva fuente de malestar.

5) La juventud y el movimiento sindical.

Para terminar voy a señalar el papel importante que puede jugar la juventud y su incorporación al mercado de trabajo. La socialización en el trabajo y en el empleo de la juventud es completamente diferente a la de las generaciones anteriores. En particular habrá que ver la actitud de la juventud precarizada, ante la ausencia de expectativas socioeconómicas y la evidencia de nuevos valores culturales. Su expresión asociativa y de tipo de actividad puede ser parcialmente diferente a la de las década anteriores donde ha habido un fuerte protagonismo de los sindicatos. Ahora es indudable la cada vez mayor influencia de otros movimientos y corrientes sociales y la presencia de nuevos cambios culturales. Por otra parte las nuevas sensibilidades participativas y democráticas, las propias experiencias asociativas de la juventud pueden prevenirlas mejor ante las tendencias burocráticas de las grandes organizaciones como los sindicatos actuales.

Por tanto en la configuración de los grandes problemas sindicales de este siglo, en el papel transformador de los sindicatos, en su grado de institucionalización y burocratización va a influir el tipo de vinculación de la juventud al mercado de trabajo y al movimiento sindical. Ello podrá redundar en un rejuvenecimiento y regeneración del sindicalismo. Pero, la expresión del descontento socioeconómico se puede expresar de otras formas diferentes, la base obrera se puede distanciar de los sindicatos y el movimiento sindical puede debilitar aún más su capacidad transformadora. En este contexto los problemas de la institucionalización de los sindicatos y el papel de la burocracia sindical aparecen como problemas insuficientemente estudiados y que hay que tratar con rigor teórico. El futuro está abierto y el sindicalismo en una encrucijada histórica. 

Abril de 1999.

Trabajo, ecología y

modelo de bienestar

Notas críticas a

LA POLITICA DE LA TIERRA de

ERNEST U. von WEIZSÄKER

I. Introducción

                En el libro de ERNEST U. von WEIZSÄKER[42], La Política de la Tierra se exponen además de algunas opiniones y propuestas sobre los problemas ecológicos más importantes en el planeta, una serie de consideraciones, desde una perspectiva ecologista,  sobre el papel del trabajo en un nuevo modelo de bienestar. Este autor tiene unas posiciones pragmáticas y realistas y se suele situar por encima del propio movimiento ecologista alemán sobrevalorando la influencia del movimiento de intelectuales y científicos ecologistas en los Gobiernos. En todo caso es un pensador influyente en este campo y algunas de sus propuestas se recogen por el actual gobierno roji-verde alemán.

En este texto se valoran los dos últimos capítulos de su libro titulados LIBERTAD DE ACCIÓN Y POR UN NUEVO MODELO DE BIENESTAR, donde se plantean cuestiones de interés sobre la relación de la economía y la ecología, la producción y el medio ambiente, el papel del trabajo llamado ‘propio’ y la pretensión de una renovación cultural con respecto al tipo de sociedad a construir.  Este trabajo consta de dos partes. En la primera se hace una exposición sintética de las ideas y propuestas de Weizsäker, con el título de cada apartado del libro. La segunda parte es el comentario crítico a cada apartado, que está expuesta seguidamente.

II. Libertad de acción.

* TRABAJO. (Resumen):

            'El ser humano trabaja para apropiarse de los valores de la naturaleza'. 'La economía moderna ha puesto en primer plano la elevación de la productividad del trabajo humano... y la división del trabajo era un presupuesto para la elevación de la productividad...y el trabajo hubo de ir a situarse fuera del entorno en que tenía lugar la subsistencia'.

            'La economía de división del trabajo y el trabajo industrial generaron bienestar, poder y un nuevo sentimiento de la propia valía... Se aprovecharon de ello los dueños del capital más que los obreros, la ciudad más que el campo, los hombres más que las mujeres. En cualquier caso cobró un acento positivo el concepto de trabajo sobre todo desde que el movimiento obrero comenzó a ejercer influencia, entendiéndose como tal casi exclusivamente el trabajo remunerado. Las viejas formas de trabajo, el campesino, el del hogar e incluso el artesanal, perdieron peso real y prestigio... la esfera de la reproducción, dormir, comer, niños, pasó a ser suministradora de recursos para la producción en sentido propio. Y lo mismo ocurrió con la naturaleza. Las relaciones sanas y evidentes con la naturaleza han sido desplazadas del trabajo humano...

            Hay, por tanto, poderosas razones ecológicas para cuestionar el carácter del trabajo remunerado actual. Hay, asimismo, razones sociales para criticar la concepción actual del trabajo:

            1) Tener trabajo es hoy, de hecho, un privilegio. Más de la mitad de los seres humanos con capacidad para trabajar y con voluntad de trabajar de todo el mundo no tiene hoy un trabajo estable...

            2) El trabajo profesional ha pasado a ser hoy una parte cuantitativamente secundaria de la actividad humana...

            3) Hoy las actividades humanas son, sobretodo en el caso de la mujer, algo provisional, a corto plazo y que satisface bien poco.

            4) Y sobre todo: hoy incluso sería absolutamente insostenible la economía oficial, basada en el trabajo remunerado, de no seguir existiendo el trabajo informal.

            (Hay que) pensar sobre futuros en lo que el bienestar dependa mucho menos de que se tenga un puesto de trabajo y de la producción económica oficialmente constatable'

1. COMENTARIO:

            Es sugerente la caracterización de la cultura del trabajo y la pérdida de centralidad del trabajo, incluida también la de influencia marxista. Igualmente es interesante la idea de la apropiación desigual de los beneficios de la productividad. Aquí habría que indicar que la cultura del trabajo cobra un fuerte impulso y se hace determinante con el puritanismo y el ascenso de la burguesía, que en el movimiento obrero también ha sido muy importante aunque ha habido elementos en el propio marxismo de crítica a su carácter explotador y alienante y en la clase obrera más baja a considerarlo meramente instrumental como medio de vida y consumo.

* BIENESTAR. (Resumen):

            'El P.I.B. mide fundamentalmente todo lo que se obtiene o repara por medio del trabajo remunerado (ej. accidente automóvil)...una ligera disminución del P.I.B. o del trabajo remunerado puede significar una mejora del bienestar real y de la calidad de vida...

            Las rentas se calculan en función de los años en que se ha tenido un puesto de trabajo. El "año del Bebé" ha sido la primera medida que marca una nueva pauta y la sentencia sobre las "mujeres de los escombros". El trabajo remunerado goza, sin duda, de prestigio social al contrario de lo que ocurre con el dar de mamar, cuidar el jardín, o incluso hacer trabajos sumergidos. El sistema educativo y de formación está exclusivamente orientado hacia la obtención y el mantenimiento de puestos de trabajo remunerado... Esto es unilateral e injusto para los parados, amas de casa... y constituye además un obstáculo en el camino hacia un bienestar compatible con el medio ambiente. La clave de este capítulo está en este último punto... Nuestra cultura debiera al mismo tiempo, y sobre todo a largo plazo, mejorar o redescubrir una percepción del bienestar neto en la que el prestigio social y el sentimiento de felicidad de la actividad humana dependan de su adecuación ecológica y social y no de su aportación al P.I.B.

2. COMENTARIO:

            Es positiva la idea de no depender el bienestar del empleo remunerado y la de basar el bienestar social y la felicidad en otros aspectos de las relaciones humanas. Se destaca la contribución a la sociedad y la reproducción social (año del bebé, y las mujeres de los escombros). Importancia de 'percibir' otro tipo de bienestar.

* LA PROTECCIÓN DEL MEDIO AMBIENTE Y EL TRABAJO PROPIO. (Resumen):

            'En el marco del sistema económico actual es "bueno" el aumento de las ventas debido a la protección profesional del medio ambiente. La estrategia contrapuesta de evitar, desde el principio, que se produzcan una buena parte de los daños, teniendo luego que invertir menos en la protección del medio ambiente, significa, en cambio, menores ventas, menos ganancias, menos trabajo, un P.I.B menor por lo que es "mala".

            El marco de una estrategia de encogimiento sano (sustituyendo producción remunerada por trabajo propio:

            1) Energía: instalarse aislamiento térmico.

            2) Salud: Recuperar el 30% de las actuaciones médicas.

            3) Asistencia: Atender las familias a enfermos y ancianos.

4)  Reparaciones.'

3. COMENTARIO:

            En este párrafo se trata de mejorar el medio ambiente. Pero aquí empieza el asunto de la alternativa del 'trabajo propio' y aparecen varios problemas. Es importante la eliminación de las grandes barreras entre empleo remunerado y el no remunerado y la revalorización del trabajo propio (o doméstico o 'no mercantil'). Sin embargo, se puede proteger medioambientalmente muchas cosas no derivándose necesariamente hacia el trabajo propio (por ej. el sistema de construcción y aislamiento energético de la vivienda que se cita), y  por otra se pueden generar otros problemas como la privatización de servicios sociales hacia la familia, que puede suponer una tendencia a una nueva subordinación de las mujeres. Trabajo propio también es potenciar la actividad familiar y el autoconsumo. Además se sigue hablando de producir o reproducir, es decir seguimos estando en el ámbito económico, aunque informal. Se deja de lado el trabajo 'social' en sentido amplio, es decir, el trabajo asociativo, de cooperación, de solidaridad, cultural, etc. dirigido hacia la sociedad, que no es estrictamente para 'beneficio propio', cuya función principal es la de generar una mayor sociabilidad e integración social y no conseguir unos productos complementarios para el consumo individual.

* LIBERTAD DE OCUPACIÓN.(Resumen):

            'En nuestros países, de mayor bienestar, de lo que se trata es de proteger y hacer posible el trabajo propio, que responde a los deseos y habilidades de las personas...un derecho al trabajo propio... La libertad de elección de una profesión... un derecho relativamente  poco interesante... la libertad de ocupación pudiera serlo...

            Ocupación comprende el ejercicio de la profesión, el trabajo propio, el trabajo en sombra, el trabajo negro, el deporte, la educación y, quizá, más actividades aún... debe comprender también la libertad de desocupación... uso conscientemente el termino ocupación en un tono neutral, a diferencia de Dahrendorf (positivo) y al concepto trabajo entendido como negativo (Marx)... (al  estar a tiempo parcial posibilidad de un) menú de profesiones.

            Nuevos problemas que surgen... más paro en sentido convencional... ¿sin pérdida de bienestar?... Lo que ha de producirse es una disminución media del tiempo de trabajo remunerado que se corresponda con la "pérdida" de este trabajo remunerado. Una disminución esquemática del tiempo de trabajo en todos los sectores y a todos los niveles de cualificación sería contraproducente económicamente...        Cuando el campo de trabajo independiente del mercado de trabajo esté más valorado, financiera y culturalmente, se acentuará en muchas personas la necesidad de libertad de ocupación, es decir, de estructuras individuales de trabajo. Al desengancharse más y más la seguridad social del trabajo remunerado registrado oficialmente no habrá por qué tener miedo de un descenso social debido a un aumento de la parte de trabajo propio...

            Los valores generados en el sector del trabajo propio y de ayuda vecinal han de ser tenidos en cuenta en el cálculo de la seguridad social... que en la fijación de la cuantía de las pensiones se considere el trabajo propio; en segundo lugar, que la elevación del montante de las pensiones disminuya en término medio, aunque quizá compensándolo con otras ventajas. Uno no puede disminuir la aportación media de su trabajo a la economía contabilizada tratando luego de estrujar de ella igual, o más dinero, en forma de prestaciones sociales.

4. COMENTARIO:

            Son interesantes estos párrafos sobre la necesidad de revalorizar el trabajo no remunerado y poder elegir la 'ocupación'. Supondría modificar el conjunto de las reglas del mercado de trabajo y de todo el sistema de protección social basado en el empleo y sus cotizaciones sociales. Sin embargo tienen algunas pegas: Hay cierto individualismo metodológico en el planteamiento de libertad de ocupación. El problema principal es la pobreza y pérdida de estatus de la gente parada o que no tiene empleo remunerado. La salida es la protección social no mercantilizada, la monetización a través del salario social y el problema consiguiente de la redistribución de la riqueza. Hay ya algunas prestaciones universales (educación, sanidad...), y se puede dar un problema de solidaridad, es decir ¿quién paga impuestos y para quién?. La cuestión es cómo se financian los gastos sociales globales, con un trabajo propio no mercantil y que no cotiza. Puede ser desde luego aportando trabajo para la colectividad (que ya no sería propio sino social). En todo caso, el Estado de Bienestar es una especie de pacto contractual intergeneracional y entre los diferentes segmentos de la clase obrera y no solo de aportación y contrapartidas individuales. Y otro problema de importancia. Desde finales del XIX existe, junto al salario individual, el salario familiar, es decir, que el salario no solo cubre la venta directa de la fuerza de trabajo, sino su reproducción (es decir el trabajo doméstico y social necesario para su mantenimiento). Igualmente se contempla la reproducción generacional, es decir el salario indirecto, e incluso el salario diferido (por ejemplo para las pensiones). Es realista el 'si aportas menos, recibes menos', si estuviera basado en cierta voluntariedad. El asunto es que muchas situaciones de precariedad y ausencia de empleo remunerado son forzadas y que además habría que garantizar cubrir las necesidades básicas para una vida digna.

* TRABAJO REMUNERADO Y MEDIO AMBIENTE  (Resumen):

            'En Alemania hay hoy ya cerca de medio millón de personas trabajando profesionalmente en la protección del medio ambiente, y la tendencia es ascendente (primera estrategia).

            (segunda estrategia) forzar el desarrollo... la creación por parte del Estado, de puestos de trabajo remunerados para la protección del medio ambiente...

            Tercera estrategia, algo más convencional, consiste en endurecer la legislación del medio ambiente, de forma que la industria privada se vea obligada a emplear más gente en la protección del medio ambiente.

            Según los planteamientos actuales de la macroeconomía, es errónea toda política económica estatal que aplique cualquiera de estas tres estrategias, debido a la situación de competencia en el mercado internacional... Han de preferirse estrategias más adecuadas a la economía exterior (reforma fiscal ecológica)..

            Sin embargo...disminuirá de nuevo el número de puestos de trabajo ... al consistir ... en el evitar daños por medio de cambios en los procesos y comportamientos.'

5.- COMENTARIO:

            Es realista la idea de lo determinante de la competencia a nivel mundial, y por tanto que las reformas se deben hacer a nivel internacional. De momento eso es algo utópico, aunque imprescindible de defender. Para sortear esa competitividad económica de las empresas y países, lo posibilista que nos plantea es la reforma fiscal ecológica. La cuestión es que si recae en un Estado, o en sus ciudadanos (por el consumo) al final también se suben los precios. Por otra parte hay que citar las diferentes situaciones de los paises del Norte y del Sur en su nivel tecnológico que suele ser utilizado para imponer nuevos proteccionismos ante los productos más baratos del Sur, y adonde las multinacionales suelen trasladar su producción más contaminante.

III. Un nuevo modelo de bienestar.

* ¿CUÁL ERA AQUELLA CUESTIÓN? (Resumen):

            'En el Norte consumimos por persona cerca de diez veces la energía, agua, tierra y materias primas que los países en desarrollo. La Tierra no puede aguantar que, a escala mundial, se multiplique por cinco este consumo, por lo que es absolutamente necesario que los del Norte consumamos menos. No es sostenible la forma actual de bienestar... Si no nos encaminamos pronto, y todos juntos, hacia un bienestar sostenible, tenemos programada de antemano la pérdida por derrumbamiento del viejo idilio del bienestar'

6.   COMENTARIO:

            Correcto el diagnóstico. No es sostenible un desarrollo mundial similar al del Norte. Pero hay una infravaloración de las relaciones económicas internacionales, de la dependencia del poder del Norte y la resistencia de sus poblaciones acomodadas, para una redistribución de la producción y consumo mayor para el Sur y menor para el Norte. Es decir, habría que modificar el nivel de consumo de esas poblaciones acomodadas que si se verían afectadas. No es suficiente el ritmo de la evolución cultural hacia un bienestar más ecológico en el Norte. El Sur empuja y se le impone una relación desigual de intercambio para un desarrollo más limitado. O sea, se pueden generar unos conflictos graves, hasta que el Norte ceda, si cede, de mantener su bienestar actual y futuro.

* Y ¿EL PAPEL DE LA ECONOMÍA?(Resumen):

            'Todas las propuestas concretas de este libro se orientan hacia la realidad económica, hacia la adecuación con la economía y hacia la preferencia humana por el bienestar.. ¿Cómo cuadra esto? Caben dos respuestas.

            La primera de ellas se apoya en la filosofía histórica. La transición de un principio determinante a otro (o principio causante que sería la cultura ecológica) tiene lugar sin rotura reales... una política de medio ambiente sin, o contra, la economía es sonambulismo.

            La segunda respuesta es algo más profunda... Aun cuando la conservación de la naturaleza llegue a ser el principio rector de nuestro comportamiento... el egoísmo, el deseo de acumular poder, no desaparecerán por ello, sino que se darán en un marco sostenible a largo plazo. La economía, además, es capaz de aprender.'

7.   COMENTARIO:

            Desde el capitalismo, la economía manda. Pero es una mistificación. Los que mandan son unos sectores sociales con poder económico y político legitimado en la 'naturalización' de la economía, como leyes ‘científicas’ del mercado universal. El egoísmo y la ética utilitarista (desde Mandeville y los 'vicios privados producen virtudes públicas', es decir desde el ‘viva el egoísmo’ que produce beneficio) son la fundamentación moral del capitalismo, pero éste está basado en la desigualdad social y en la institucionalización de unas relaciones de poder. Por tanto, para poner en primer plano una ética solidaria (como la kantiana de los derechos universales), en este caso de la conservación de la naturaleza, y subordinar los principios económicos, habría que modificar esas relaciones sociales, y entonces sí que cabrían todavía unos comportamientos egoístas parciales. Si atacar la economía es sonambulista, eso nos lleva a una política y ética posibilista y gradualista, pero cuando se den cuenta los poderes económicos de que van perdiendo sus privilegios ¿qué harán?.

* ¿EN QUÉ CONSISTE EL NUEVO MODELO DE BIENESTAR? (Resumen):

            'El modelo no tiene aspecto. No es un estado, sino un proceso... de transformación del bienestar dilapidador actual a una nueva cultura (como esta segunda respuesta)... que se caracterizará por una rápida disminución de la contaminación y del consumo de naturaleza por persona... y también en que se llegue a percibir que el evitar gastos es realmente un beneficio...

            La protección del medio ambiente parece evolucionar históricamente, pasando de ser un factor de coste, a ser un factor de beneficio. Sin embargo, hasta ahora, la percepción y la realidad siguen aún fijas en el factor coste...

            La percepción del buen entorno y del aumento de la eficacia como beneficio lleva a la tercera respuesta, la más difícil, a la cuestión del aspecto del nuevo bienestar... imaginando.'

            De la suma de millones de respuestas individuales a estas cuestiones y de los cambios constantes, en parte por la moda, va plasmándose una nueva cultura... El lujo tendrá un aspecto del todo diferente. Cabe imaginar que a largo plazo el lujo y bienestar se conciban desligados en gran medida del consumo de naturaleza... Esta cuestión tiene una gran carga política’

8.   COMENTARIO:

            En las respuestas se desliza hacia el idealismo, a la sobrevaloración de los cambios culturales. Son fundamentales también estos cambios en las ideas y comportamientos sociales (más que la suma de individuales), a diferencia de lo que dicen muchos economicistas, o los que sólo contemplan los cambios estructurales y políticos. Sin embargo aquí se plantea la segunda respuesta como cambio cultural y la tercera como el cambio individual de las personas, según modas y formas de consumo. Es importante el cambio individual, y la generalización de unos hábitos menos consumistas y depredadores y eso puede suponer muchos cambios importantes de la vida social. Pero el poder de don dinero y la estructura social desarrollada en estos últimos cuatro siglos va por otro camino, muy acelerado en estas décadas de consumo individual desorbitado. No hay que olvidar que se comenzó precisamente por el 'puritanismo' y la austeridad del consumo, para favorecer el ahorro y la inversión, con la idea religiosa de la realización de una vida ordenada para conseguir la salvación. Por otra parte la ética aristotélica de la vida 'buena', o la de la teología de la liberación sobre la pobreza y la solidaridad están en franca retirada. Y las tendencias socialistas suelen estar también impregnadas de desarrollismo.

* ¿UNA DICTADURA ECOLÓGICA EN EL SIGLO DEL MEDIO AMBIENTE?(Resumen):

             La cuarta respuesta, y  quizá la más importante, a la cuestión acerca del aspecto del nuevo bienestar es de naturaleza política y es una exigencia motivada por una inquietud. Es el no claro a la dictadura ecológica.

            ¿Cómo puede impedirse la dictadura ecológica?:

            1) Tenemos que hacer a tiempo el cambio de rumbo ecológico.

            2) Fomentar la libertad ... y no una estructura policial.

            3) ...Defensa y protección de los espacios de libertad que estén amenazados (en el futuro): No deben restringirse los derechos humanos. La limitación ecológica... dentro de un marco transparente, ... principio de subsidiaridad... Ha de fomentarse la capacidad de autoabastacerse... El horario de trabajo y el ejercicio profesional a la carta debieran poder determinarse cada vez más por elección individual... Estado de derecho, democracia y limitación del poder económico... Contra la uniformidad para productos, territorios y para el sistema educativo.

            A primera vista todo eso parece idealista... pero alguien tiene que ser el primero en guiarse por los nuevos valores y normas. La tarea siguiente es la de encontrar compañeros dispuestos a lo mismo en Japón y otros lados...’

9.   COMENTARIO:

            Es adecuada la actitud de defensa democrática y participativa, pero él mismo contempla la necesidad y también la dificultad de su implantación mundial. Se supone que en Europa, somos más conscientes, que es mucho suponer, y ahí tenemos la construcción europea, con la prioridad precisamente a la unión monetaria. Pero no sólo habría que convencer a Japón. También a EEUU, y a los tigres asiáticos, y  mañana a países como China o India o los países musulmanes que, entre ellos, tienen la mitad de la población mundial.

* EDUCACIÓN Y CULTURA(Resumen):

            'Hemos de desarrollar, asimismo, nuestra cultura y adaptar el sistema educativo a las nuevas tareas, que actualmente está orientado ... hacia la cualificación profesional. Lo que cuenta es, sobre todo, el control, la justicia y la medición objetiva del rendimiento.. La educación de la responsabilidad es también un objetivo.

            Varios rasgos de la nueva cultura serán fundamentales para sobrevivir en el nuevo siglo: una estética de la diversidad, de la estabilidad ecológica, del largo plazo, de la lentitud, del error benigno, de la limitación consciente, de lo invendible, del trabajo propio, de la propiedad compartida. Pueden cambiar profundamente las concepciones de valores y la valoración monetaria de servicios y mercancías, quedando muchas cosas y actividades completamente fuera de la tasación monetaria.’

10. COMENTARIO:

            Para no variar, ideas sugerentes e interesantes. Positiva la orientación general de los valores que presenta. Importancia como educación ética y como procesos de transformación cultural. Hay mucho camino para avanzar, tanto en amplitud de sectores sociales, especialmente de la juventud, como en algo más que la superficialidad de las modas. Sin embargo, las propuestas flojean si se quieren presentar como alternativa global y vía de transformación del conjunto de la sociedad o de los comportamientos sociales mayoritarios. En este sentido es pertinente la crítica del epílogo, de quién es el sujeto de la transformación, ¿la élite científico-ecológica que persuade a la élite económico-política?. Sin un fuerte movimiento ecologista y la impregnación de la conciencia ecologista en las fuerzas sociales más dinámicas, no se va a producir un avance sustancial. Claro que amplios sectores de la sociedad e incluso los grandes poderes mundiales pueden tomar conciencia rápida ante diversas catástrofes o conflictos que se pueden venir encima y hacer amplias reformas. Pero la solución que se les podría ocurrir, también podría ser la de imponer la austeridad a la gran mayoría de la población mundial y unas relaciones de poder autoritarias, incluido el chantaje nuclear (o el químico, o bacteriológico o simplemente la miseria y el hambre). Por tanto el futuro ecológico no está escrito, y no hay ninguna filosofía de la historia que nos permita adivinarlo.

Octubre de 1998.      

Sujeto  y cambio  social

(Una introducción al pensamiento de

Rousseau, Marx, Weber y Marcuse)

Sumario:

I. El contrato social y el discurso de Rousseau

II. Marx y la clase obrera.

A)  LA IDEOLOGÍA ALEMANA

B) EL 18 BRUMARIO DE LUIS BONAPARTE.

C) LA TEORÍA DE LA REVOLUCIÓN EN MARX:

* La misión histórica del proletariado.

                   * El desarrollo de las fuerzas productivas y la revolución.

                   * Economía, Estado y lucha de clases.

                   * Conciencia y cambio social.

III. Weber y Marcuse. El cambio social.

A) WEBER Y MARCUSE. INTRODUCCIÓN.

B) LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO.

         C) EL HOMBRE UNIDIMENSIONAL.

I. El contrato social y el discurso de Rousseau.

            Rousseau realiza su obra en el marco histórico y cultural de la Ilustración en el Siglo XVIII. En este siglo de Las Luces todavía dominaba la ideología naturalista que basaba las garantías de la justicia y la libertad bien en el orden natural o bien en las leyes divinas. Así aparecen instancias externas al individuo que imponen las leyes y las normas en nombre del bien común. El sujeto por tanto no es soberano y debe cumplir y aceptar la norma impuesta. Según Rousseau, si la ley fuera anterior a la constitución del individuo no tendría sentido hablar de libertad y justicia. El es partidario de la idea de la construcción humana de la propia sociedad.      

            Los precedentes modernos se encuentran ya en Maquiavelo entre los siglos XV y XVI, que asienta la ruptura de la política con respecto a la moral e inaugura la moderna doctrina sobre la soberanía y su ejercicio. El Príncipe crea el poder como hecho desnudo aunque aparezca como poder construido por la tradición o por el orden natural. Aparece aquí el sujeto moderno soberano.

            Según la tradición humanista liberal, el origen de la legitimación del poder moderno se ubica en la soberanía, en la doble vertiente de sujeto autónomo, libre e igual, y la voluntad general del conjunto del pueblo. Rousseau forma parte de la tradición contractualista y supone un paso adelante respecto a la legitimación iusnaturalista del poder o a la de su fundamentación teológica. Su contractualismo funda la legitimación del orden social en la voluntad de los ciudadanos que constituyen esa sociedad y proyecta un nuevo sujeto de libertad y responsabilidad. Sin embargo mantiene siempre la tensión entre el componente individual, más desarrollado en Emilio y el colectivo y contractualista expresado a través de la voluntad general y desarrollado en el Contrato Social.

            Rousseau parte de una visión antropológica optimista del ser humano y planteará que su naturaleza es buena y ha sido reprimida o desviada por la sociedad y la cultura. A partir de esta concepción del individuo, se tienen que eliminar esas trabas sociales y mediante la educación, la cultura y el nuevo pacto social dejar desarrollar la bondad natural y consolidarla en una nueva sociedad. A pesar de este optimismo, tiene también un acusado realismo social, que le hace ver las dificultades y condicionamientos históricos y sociales que influyen en el comportamiento del individuo.

            Con esta tensión ve al ser humano desde una doble perspectiva. Por ejemplo "cada individuo puede, como hombre, tener una voluntad particular contraria o diferente a la voluntad general que tiene como ciudadano". Es decir, en cuanto individuo privado tiende a defender sus intereses más inmediatos y egoístas, y en cuanto ciudadano se guía por la voluntad general. Ve también que puede haber una disociación entre la voluntad de la mayoría e incluso de todos, es decir de la suma de la voluntad de los individuos, y la voluntad general basada en el bien común colectivo.

            Aparece aquí uno de los problemas más complejos del pensamiento moderno, el de la relación entre la autonomía individual y su vinculación social en una comunidad concreta. Es decir volveríamos al conflicto entre la vieja concepción aristotélica del ser humano como ser social, construido por la razón y en una comunidad dada, y la concepción moderna del individuo como ente autónomo y anterior a la propia sociedad. En este sentido Rousseau intenta un nuevo equilibrio entre estos dos componentes del ser humano individual y colectivo. Tanto la libertad como la justicia vendrán determinados por el énfasis a dar a cada uno de estos dos componentes.

            Rousseau ha tenido desde su posición contractualista y con ese difícil equilibrio diferentes interpretaciones liberales, conservadoras y marxistas. Incluso se le achaca un espíritu anarcoliberal y por otra parte elementos totalitarios. Veamos los elementos centrales de su concepción sobre la libertad:

            "El pacto social implica...que quien rehuse obedecer a la voluntad general será obligado a ello por todo el cuerpo, lo cual no significa sino que se le forzará a ser libre". 

            "Lo que pierde el hombre por el contrato social es su libertad natural... que hay que distinguirla de la libertad civil, que está limitada por la voluntad general, y la posesión, que no es más que el efecto de la fuerza o del derecho del primer ocupante, de la propiedad que no puede fundarse sino sobre un titulo positivo".

            " Sólo la voluntad general puede dirigir las fuerzas del Estado según el fin de su institución, que es el bien común"

            En estos breves párrafos de El Contrato Social se define la vinculación y dependencia del individuo a la voluntad general. Está claro que al individuo hay que educarlo y enseñarlo y hacerle asumir su deber de ciudadano, pero en último extremo está la voluntad general dotada de los instrumentos necesarios para obligar a cumplir la voluntad general o en todo caso impedir actuar en su contra. Hay un poder coercitivo, un poder externo al individuo, e incluso al conjunto de individuos expresados a través del consenso democrático. La voluntad general se escaparía así al control soberano y explícito de todo el pueblo y sería una expresión del bien común, o interés general interpretado por la élite correspondiente. Estaríamos en un nuevo Leviatán por encima del pueblo y con capacidad para imponerse a él.

            El poner el énfasis en esta faceta nos llevaría a conclusiones totalitarias y despóticas. Sin embargo Rousseau pone el acento siempre en la necesidad de legitimación de la soberanía popular, de la voluntariedad del contrato social originario, de la deliberación permanente. Por otra parte no debemos pasar por alto su mención al papel de la posesión, es decir de la propiedad privada basada en la fuerza, como elemento justificador de los límites de la libertad.

            Sin embargo también es deudor de la visión individulista dominante en la modernidad. La polarización es entre el individuo, a veces abstracto, y el conjunto soberano expresado en la voluntad general. Es más, ve como negativo el asociacionismo al considerarlo como interferencia para la formación de la voluntad general y que restringe la libertad individual. Este es uno de los fundamentos del liberalismo, desarrollado en su lucha contra las organizaciones del Antiguo Régimen, como los estamentos, los gremios o la propia Iglesia. Sin embargo en el comunitarismo moderno aparece desde otra perspectiva este conflicto intentando asumir el papel de cada comunidad concreta en la constitución del ser humano y en tensión con la conformación de la propia personalidad social del individuo y su libertad.

            En todo caso podemos decir que Rousseau supone un nuevo intento sugerente para plantear esta tensión entre individualismo y colectivismo, entre autonomía y libertad individual y comunidad o soberanía popular expresada a través de una voluntad general. Así cuando habla de individuos los considera libres e iguales, aunque se quede en el ámbito político-jurídico. En esa doble dinámica influirá en pensadores de la Ilustración como Kant y su ética de los fines o en pensadores actuales como Habermas con su voluntad racional.

            Por último hay que citar su filosofía política con respecto al cambio social, importante en un contexto preliminar a la gran Revolución francesa y sobre la que influyó. Rousseau reconoce el agotamiento del Antiguo Régimen y presiente que no puede durar mucho al estar basado en la corrupción. Adivina la revolución viendo un rasgo positivo de cambio hacia algo mejor, abriendo el camino al progreso de la civilización humana. Sin embargo también temía la rebelión violenta de las masas, y como Montesquieu temía el despotismo que se podría derivar.

                                                                                                                       Diciembre de 1995

II. Marx y la clase obrera.[43]

A) LA IDEOLOGÍA ALEMANA

            Marx y Engels escribieron La ideología alemana[44] en Bruselas entre septiembre de 1845 y agosto del año siguiente. En esta obra pretenden dar cuenta de su evolución, resumiendo su visión de la sociedad burguesa y de sus conflictos, del papel del proletariado y de la lucha de clases. Hay que considerar, que no fue publicada hasta el año 1932 con lo que no influyó decisivamente en la fundación del marxismo. No obstante las ideas básicas, a veces de forma más esquemática, las mantendrán a lo largo de su vida.

            La Ideología alemana se puede considerar como un paso de gran importancia en la formación de la teoría de la revolución comunista de Marx y Engels, aspecto que constituirá uno de los fundamentos de lo que más tarde se llamará materialismo histórico.

            La revolución que está empezando en el seno de la sociedad burguesa la conciben como el fruto de una convergencia de condiciones prácticas. Consideran necesario un gran desarrollo que "hace posible un intercambio universal que propicia la reproducción en diferentes lugares de esa masa desposeída, hace depender a cada país de las conmociones que se producen en otros países y crea individuos histórico-universales y no puramente locales" (IA pág. 36).

            Uno de los párrafos que sintetizan mejor su concepción es el siguiente:

            "En el desarrollo de las fuerzas productivas, se llega a una fase en la que surgen fuerzas productivas y medios de intercambio que, bajo las relaciones existentes, sólo pueden ser fuente de males, que no son ya tales fuerzas de producción, sino más bien fuerzas de destrucción (maquinaria y dinero); y, lo que se halla íntimamente relacionado con ello, surge una clase condenada a soportar todos los inconvenientes de la sociedad sin gozar de sus ventajas, que se ve expulsada de la sociedad y obligada a colocarse en la más resuelta contraposición a todas las demás clases; una clase que forma la mayoría de todos los miembros de la sociedad y de la que nace la conciencia de que es necesaria una revolución radical, la conciencia comunista, conciencia  que, naturalmente, puede llegar a formarse también entre las otras clases, al contemplar la posición en que se encuentra colocada ésta." (IA, pág. 81).

            Después van concretando las trabas que se oponen al desarrollo de las fuerzas productivas, que son la división del trabajo y la propiedad privada.

            El proletariado aparece en el centro de la teoría de la revolución que se esboza en estos párrafos de La ideología alemana. Es una de las consecuencias del movimiento económico de la sociedad, y al mismo tiempo es capaz de impulsar la revolución cuando se agudizan las contradicciones generadas por este movimiento económico.

            Una de las características principales del proletariado es la desposesión que capacita a la clase obrera para realizar una nueva apropiación colectiva: "Sólo los proletarios de la época actual, totalmente excluidos del ejercicio de su propia actividad se hallan en condiciones de hacer valer su propia actividad, íntegra y no limitada, consistente en la apropiación de una totalidad de fuerzas productivas y en el consiguiente desarrollo de una totalidad de capacidades" (IA pág. 79).

            La revolución comunista a diferencia de lo sucedido en las anteriores revoluciones "es llevada a cabo por la clase a la que la sociedad no considera como tal, no reconoce como clase" (IA, pág. 81), y que necesita hacer la revolución para "acabar con su propia condición de existencia anterior, que es al mismo tiempo la de toda la sociedad anterior" (IA pág. 90).

            El proletariado es revolucionario en la medida que necesita hacer la revolución, y es comunista en la medida que necesita el comunismo y es capaz de conseguirlo. Así el comunismo está planteado en La ideología alemana como el producto de las propias necesidades de la clase obrera. El comunismo "no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual" (IA, pág. 37).

            Aquí hay ya una diferencia con los planteamientos de los años anteriores. La filosofía crítica ya no va por delante del movimiento obrero. Ahora pensamiento y acción se condicionan mutuamente. Por otra parte Marx y Engels niegan, ahora, la posibilidad de que las ideas comunistas se hagan mayoritarias en una sociedad dominada por la burguesía y el capitalismo, "las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes de cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante" (IA, pág. 50).

            Pero dicen que algún día dejarán de serlo, aunque "sólo podrá conseguirlo mediante un movimiento práctico, mediante una revolución" (IA, pág. 82). La revolución comunista, en tanto movimiento teórico-práctico, transforma a un tiempo la sociedad y los propios agentes principales de la revolución.

            Esta concepción del proletariado como clase revolucionaria de la sociedad burguesa, y que tiene una misión histórica que cumplir pesará seriamente sobre las diferentes corrientes marxistas tanto ortodoxas, como Kautsky, como más o menos heterodoxas, como Gramsci o Korsch.

            En esta concepción de la clase obrera revolucionaria pesa la influencia de Hegel con una justificación ontológica derivada de la propia naturaleza del proletariado que le debería llevar necesariamente a la revolución proletaria. Hay un esencialismo similar a la Idea hegeliana que se despliega en la historia para alcanzar el fin de la humanidad.

B) EL 18 BRUMARIO DE LUIS BONAPARTE

            Europa a lo largo de 1848[45], conoce una serie de estallidos revolucionarios en los que se manifiestan un gran malestar social, tanto en las ciudades como en el campo, frente a las consecuencias del deterioro económico, que confluyen con una dinámica de oposición al absolutismo y en diversos movimientos de autoafirmación nacional. En Francia estas luchas sociales adquieren una especial virulencia en 1848 y se instala la República, pero luego se paraliza el proceso revolucionario y a los pocos meses se inicia el reflujo de la lucha. Sin embargo aun se mantiene una cierta inestabilidad social durante los años 1849/50 hasta que el Golpe de Estado de Luis Bonaparte a fin de 1851 consolida una situación más reaccionaria.

            Las conclusiones que sacan Marx y Engels de esas experiencias se exponen fundamentalmente en 'La Lucha de clases en Francia de 1848 a 1850' y en '18 Brumario de Luis Bonaparte' de Marx, y 'Revolución y contrarrevolución en Alemania' de Engels. El texto del 'Mensaje del Comité Central de la Liga de los Comunistas' es donde se recoge de un forma más sistemática y sintética las lecciones políticas que sacaron de estos acontecimientos.

            Aquí nos vamos a centrar en 18 Brumario'[46]  como brillante análisis y descripción de este proceso y de la valoración del propio aparato estatal como elemento central para su teoría revolucionaria del cambio social.

            Napoleón Bonaparte encabezó un golpe de Estado en el año 1799 el día 18 del mes Brumario. Esta denominación de los meses, vigente en el período de la Revolución francesa, corresponde al día 9 de noviembre en el calendario actual. El día 2 de Diciembre de 1851 Luis Bonaparte, que había sido elegido presidente de la República, se adueñó del poder en Francia como emperador, a través de otro golpe de Estado.

            Marx comienza su ensayo haciendo una alusión a Hegel cuando decía que "todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvido de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa". Marx asociaba así los dos acontecimientos encabezados por los dos Bonaparte con más de 50 años de diferencia, valorando como una farsa el golpe de estado de Luis Bonaparte.

            Seguidamente, Marx hace la primera afirmación de carácter general sobre la relación de la acción humana en la historia: "Los hombres hacen su propia historia pero no la hacen arbitrariamente, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo circunstancias directamente dadas y heredadas del pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, como este disfraz venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal" (O.E. pág. 95) Es una cita larga, pero bastante representativa de su pensamiento sobre el papel de las revoluciones del 48, con un enfoque materialista.

            Marx posteriormente sintetiza este período del que ya se había ocupado en parte en 'La lucha de clases en Francia'. Define tres fases generales recorridas por la revolución francesa desde el 24 de febrero de 1848 hasta el mes de diciembre de 1851: "Hay tres períodos capitales que son inconfundibles: el período de febrero (que puede catalogarse como el prólogo de la revolución); del 4 de mayo de 1848 al 28 de mayo de 1849, período de constitución de la república o de la Asamblea Nacional Constituyente; del 28 de mayo de 1849 al 2 de diciembre de 1851, período de la república constitucional o de la Asamblea Nacional Legislativa" (O.E. pág. 99).

            Había en Francia unas interpretaciones sobre el éxito de Bonaparte que Marx critica, considerando que la excusa de que la nación había sido cogida por sorpresa no era correcta: "No basta decir, como hacen los franceses, que su nación fue sorprendida. Ni a la nación ni a la mujer se les perdona la hora de descuido en que cualquier aventurero ha podido abusar de ellas por la fuerza. Con estas explicaciones no se aclara el enigma; no se hace mas que presentarlo de otro modo. Quedaría por explicar cómo tres caballeros de industria pudieron sorprender y reducir al cautiverio, sin resistencia, a una nación de 36 millones de almas" (O.E. pág. 99)

            A lo largo de las páginas Marx va desgranando los acontecimientos concretos, las diferencias, alianzas y rupturas entre los diferentes grupos y clases sociales. El éxito del golpe de Estado de Bonaparte se basa en la neutralización del lumpemproletariado parisiense, ante el que presenta una imagen de sí mismo como cabeza de unas reformas benefactoras. Pero las bases de su fuente de poder son la vieja aristocracia financiera, que celebra sus victorias como la vieja aspiración a imponer el orden social, y la burguesía industrial y comercial, también temerosas de una época de desórdenes e inestabilidad social y que según Marx se movilizó cuando vio riesgos para sus negocios privados.

            Por último hay que citar el gran apoyo de masas que el campesinado presta a Bonaparte: "El poder del Estado no flota en el aire. Bonaparte representa a una clase, que es, además, la clase más numerosa de la sociedad francesa, los campesinos parcelarios" (O.E. pág. 171). Los campesinos franceses están muy dispersos y no pueden constituirse en una fuerte red social y comunitaria que pudiese hacer valer sus intereses ante los poderes políticos y es entonces cuando delegan en el Estado que asume la representación de sus intereses.

            Quizás lo más significativo de 18 Brumario son sus valoraciones con respecto a la base social del Estado y a su propia configuración. De aquí parte uno de los enfoques marxistas sobre la concepción del Estado basada en una relativa autonomía de la base social de clase. Igualmente el análisis del Estado como una máquina burocrática con sus propios privilegios a los que la revolución se tiene que enfrentar. Este aspecto sólo lo desarrollará con la gran experiencia de la Comuna de París en 1871. Durante el período de la República parlamentaria parecía más que el aparato estatal era un instrumento de la propia clase dominante, sin embargo, con Bonaparte, el Estado aparece con vida más propia y más autónomo de los dictados e intereses inmediatos de la burguesía: "Es bajo el segundo Bonaparte cuando el Estado parece haber adquirido una completa autonomía" (O.E. pág. 170).

            Este proceso de traslación del poder legislativo al ejecutivo y, específicamente, la gran importancia del ejército, está bien descrito por Marx: "Era la victoria de Bonaparte sobre el parlamento, del poder ejecutivo sobre el poder legislativo, de la fuerza sin frases sobre la fuerza de las frases. En el parlamento, la nación elevaba su voluntad general a ley, es decir, elevaba la ley de la clase dominante a su voluntad general. Ante el poder ejecutivo abdica de toda voluntad propia y se somete a los dictados de un poder extraño, de la autoridad... Y la lucha parece haber terminado en que todas las clases se postraron de hinojos, con igual impotencia y con igual mutismo, ante la culata del fusil... Pero la revolución es radical... lleva primero a la perfección el poder parlamentario, para poder derrocarlo. Ahora, conseguido ya esto, lleva a la percepción al poder ejecutivo, lo reduce a su más mínima expresión, lo aísla, se enfrenta a él, como único blanco contra el que debe concentrar todas sus fuerzas de destrucción" (O.E. pág. 169).

            La caracterización de esta maquinaria estatal y de la burocracia está descrita en otro párrafo muy sugerente: "Este poder ejecutivo, con su inmensa organización burocrática y militar, con su compleja y artificiosa maquinaria de Estado, un ejército de funcionarios que suma medio millón de hombres, junto a un ejército de otro medio millón de hombres, este espantoso organismo parasitario que se ciñe como una red al cuerpo de la sociedad francesa y le tapona todos los poros, surgió en la época de la monarquía absoluta, de la decadencia del régimen feudal, que dicho organismo contribuyó a acelerar. La primera revolución francesa... tenía necesariamente que desarrollar lo que la monarquía absoluta había iniciado, la centralización; pero al mismo tiempo amplió el volumen, las atribuciones y el numero de servidores del poder del Gobierno" (O.E. pág. 170). Estas valoraciones llevarán a Marx a la conocida posición de que hasta entonces "todas las revoluciones perfeccionan la maquinaria estatal cuando habría que destrozarla" que es una de las tesis básicas de Lenin en el Estado y la Revolución.

C) LA TEORÍA DE LA REVOLUCIÓN EN MARX

            Marx y Engels a lo largo de toda su vida mantuvieron los fundamentos de estas doctrinas revolucionarias descritas en la Ideología Alemana y en los escritos en torno a las enseñanzas de las revoluciones de 1848. Desde el Manifiesto Comunista, donde se realza más el papel de la lucha de clases, hasta La Crítica a la Economía política y El Capital, donde se pone el acento en las dinámicas económicas, en el antagonismo de las relaciones de producción y las fuerzas productivas, como generadores de la revolución, ellos siempre aspiraron y colaboraron con el cambio social. A título de conclusiones, se pueden realizar varios comentarios en torno al núcleo central de estas ideas.

            * La misión histórica del proletariado.

            Hoy día, pasados más de un siglo de estos escritos, podemos decir que uno de sus puntos más vulnerables es el papel revolucionario y la misión histórica del proletariado. La realidad social ha demostrado que sólo una pequeña parte de la clase obrera y en circunstancias excepcionales ha sido revolucionaria y que entre el proletariado, segmentado y dividido, ha dominado el impulso a la confrontación con la burguesía, pero para mejorar sus condiciones materiales dentro del marco político-económico establecido.

            Marx califica al proletariado como revolucionario de un modo esencial, es decir ligado a su propia naturaleza y de ahí le lleva a predecir su comportamiento revolucionario necesario que le lleva a la revolución. En La Ideología Alemana que tiene un enfoque más teórico y filosófico están claros estos presupuestos hegelianos. En los escritos más descriptivos y analíticos está más matizados pero también está subyacente esta teoría general sobre la misión histórica del proletariado impulsado a hacer la revolución socialista.

            * El desarrollo de las fuerzas productivas y la revolución.

            El segundo aspecto que se puede cuestionar, es la posición de que la dinámica revolucionaria está inscrita de una forma objetiva en las contradicciones económicas y el desarrollo del propio capitalismo. Según la teoría materialista de Marx la sociedad burguesa no sólo contiene condiciones que permitirán desarrollar una nueva sociedad sino que además contiene ya elementos de la misma, las fuerzas productivas, y la fuerza social del proletariado. Sin embargo Marx y Engels en algunas ocasiones plantean la presencia de lo nuevo en lo viejo de una forma que conlleva problemas. Para ellos también habría un germen de nueva forma de producción, especialmente el proceso de concentración de capital y las cooperativas que estarían orientados al socialismo, es decir, que cuanto más desarrollo del capitalismo más cerca del socialismo.

            Esta teoría revolucionaria basada en las bondades del ascenso del modo de producción capitalista se basa en la analogía con el ascenso del capitalismo en el feudalismo, el cual se va destruyendo progresivamente. Pero en el caso del capitalismo, aunque haya condiciones favorables, como las empresas públicas, las cooperativas, etc. éstas no constituyen una nueva economía, o un nuevo modo de producción en pugna con el capitalismo. Es decir el capitalismo se va desarrollando en el sistema feudal y mediante revoluciones o reformas sociales se consolida. Pero el socialismo no puede apoyarse en una economía socialista que no existe y necesita de la revolución política previa para transformar las relaciones económicas y sociales.

            En conclusión las nuevas fuerzas productivas no acaban de dar origen a un nuevo modo de producción, rompiendo las relaciones de propiedad burguesas que las frenan. En el ascenso del capitalismo,  las fuerzas productivas, el modo de producción y la fuerza social de la burguesía, coinciden en un mismo movimiento entorpecido por el régimen feudal que se ve desplazado. En la sociedad burguesa las fuerzas productivas están bajo un régimen económico capitalista que siguen encarnadas por la burguesía, mientras el proletariado no puede llevar a cabo la transformación comunista al no estar apoyado por una economía propia. Es decir necesita hacer la revolución socialista para generar y consolidar una economía en transición al comunismo.

            * Economía, Estado y lucha de clases.

            Desde La Ideología alemana la teoría sobre la revolución de Marx y Engels descansa sobre dos pilares complementarios: el desarrollo de las fuerzas productivas que ponen en cuestión las relaciones de producción, y paralelamente el desarrollo de la lucha de clases, con la constitución del proletariado en fuerza social hegemónica. En los escritos posteriores más económicos y tras el fracaso del proletariado europeo de las revoluciones del 48, pondrá más el acento en la raíz fundamentalmente económica de las contradicciones sociales.

            Como tercera reflexión que se puede hacer es la problemática de la interrelación de los dos aspectos anteriores, es decir entre la base económica y la lucha de clases y el papel del Estado. Aquí aparece la complejidad de los aspectos de mediación entre uno y otro es decir de los `problemas de la constitución de la conciencia social, del poder político, y del papel de la burocracia y de las élites.

            En el 18 Brumario se describe cómo la burguesía no gobierna sino que lo hace una burocracia especializada. Aquí Marx se distancia de otras posiciones más rígidas sobre el Estado como mero instrumento y representante mecánico de los intereses económicos de la burguesía. En la sociedad burguesa el poder económico es el fundamental, de ahí el que la burguesía reina, pero no gobierna directamente. La burguesía establece una compleja red con el personal estatal y logra un fuerte condicionamiento y una compenetración en su actuación con los grandes intereses del poder económico. El aparato estatal en parte es un instrumento pero que tiene su propia autonomía y sus propios intereses. Esta es una de las lecciones más fructíferas sobre el papel del Estado.

            * Conciencia y cambio social.

            Por último hay que mencionar otra enseñanza sobre el problema de la conciencia social. En las revoluciones del 48, o mejor dicho de la experiencia de su posterior fracaso, se deduce también la debilidad política y de conciencia de las clases populares. En 18 Brumario se hace alusión a la confusión e incluso apoyo a Bonaparte del lumpemproletariado y del campesinado. La conciencia predominante de las clases populares contiene elementos de la burguesía, tradicionales, posiciones más o menos radicales y en ocasiones, en sectores más reducidos, ideas revolucionarias. Es difícil que el movimiento espontaneo de las masas genere conciencia revolucionaria, ni siquiera en los períodos de fuerte lucha revolucionaria como en aquellos años.

            Todo ello nos lleva a matizar de forma diferente algunos de los presupuestos de La ideología alemana reforzado más en otros escritos. Así se debe considerar que la conciencia socialista no es un simple reflejo del antagonismo fuerzas productivas/modo de producción, o resultados de la situación del proletariado en la sociedad. La existencia, la vida, determinan la conciencia, pero aquellas constan también de conciencia. En la economía, política, lucha de clases, etc. pesan elementos que preceden a la conciencia, pero ésta también actúa en la existencia social. Es decir los niveles de conciencia no son producidos automáticamente por los elementos existenciales, sino que se influyen mutuamente.

            El hundimiento del socialismo real ha venido a confirmar la falta de realismo de algunas de estas ideas sobre la misión revolucionaria de la clase obrera occidental o sobre las condiciones favorables para la revolución socialista que debía traer el desarrollo capitalista. Sin embargo todavía es cierto que se dan graves problemas en la humanidad aunque no se vea claro qué nuevos sujetos sociales y como se pueden conformar para promover la transformación social.

Noviembre de 1997.

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III. Weber y Marcuse. El cambio social.

A) INTRODUCCIÓN: WEBER Y MARCUSE[47]

            Max Weber, quien se considera un 'miembro de la clase burguesa' mostrará sus reservas respecto al papel tan relevante que el marxismo da a la lucha de clases, y por tanto al papel de la clase obrera como sujeto social. Distingue tres tipos de estratificaciones de primera importancia: la de las clases, basada en diferencias económicas, la de estatus, fundada en el prestigio social, y la derivada de la ocupación del poder político. Aunque admite que la posición de clase es el factor predominante en el sistema de relaciones sociales propio del capitalismo, destacará el papel de los otros factores y de su interacción.

            Para Weber, y su obra más significativa La ética protestante y el espíritu del capitalismo, una de sus preocupaciones centrales es cómo se ha conformado la burguesía occidental, con sus características y particularidades y vinculada al origen del capitalismo. La visión pesimista que Weber tiene sobre la evolución final de la racionalidad técnica encarnada por las élites burocráticas, correrá pareja con la valoración de Marcuse de las dificultades de las sociedades occidentales y en particular de sus clases obreras para salirse de ese proceso de asimilación global. Pareciera que la jaula es de hierro, y que ya no hay ningún sujeto suficientemente capaz para impulsar el progreso y la liberación de la humanidad. Estos dos autores, con grandes influencias hegelianas, y por tanto de gran confianza en el poder de la razón ilustrada, mantendrán esa contradicción con el diagnóstico, a veces pesimista, de la evolución futura de la sociedad.

            Para Marcuse, en las tesis de El hombre unidimensional, la clase obrera se ha integrado social y culturalmente y se han destruido sus capacidades para un cambio global de la sociedad. El contexto son los Estados Unidos de los años 60, donde se ha instalado un sistema de control social que ha neutralizado el potencial de clase del proletariado.

            Sin embargo, la reactivación del movimiento sindical, unido a las luchas estudiantiles y el surgimiento de los nuevos movimientos sociales, a finales de los 60 y comienzos de los 70, pondrá en cuestión nuevamente estas conclusiones que habían destacado de forma tan unilateral el fin de la clase obrera en cuanto sujeto social.

            Nuevamente en la década de los años 80, tras la crisis económica y social iniciada en 1973, y las transformaciones económicas con un desempleo masivo y una mayor segmentación social, el movimiento sindical da muestras de un menor capacidad de resistencia, debilitándose su papel movilizador.

            En el Marco de los años ochenta se publican también dos obras de gran impacto, que teorizan sobre esa disminución del papel de la clase obrera y del movimiento obrero como sujeto transformador. Son 'Adiós al proletariado' de André Gorz, y 'El post-socialismo' de Alain Touraine. El primero, como su título indica anuncia el fin del papel histórico del proletariado, ocupando su lugar en las transformaciones sociales, una nueva clase de 'no-trabajadores'. Por su parte, Touraine pone el acento en el protagonismo de los nuevos movimientos sociales.

            En el pensamiento de las diferentes corrientes de izquierda en los últimos 150 años se había mantenido un acuerdo en dos presupuestos básicos. El primero, que la división en clases sociales era el aspecto más importante de la sociedad. Y el segundo, que el progreso de la sociedad depende de la lucha y confrontación entre la burguesía y la clase obrera que, finalmente, impondrá su hegemonía hasta llegar a la transformación socialista.

            Como hemos visto, en los últimos 20 años se van cuestionando estos presupuestos y tras el hundimiento del Este, se amplia la crisis ideológica del marxismo y la credibilidad de las transformaciones de los estados socialistas realizadas en nombre de la clase obrera.

            La concepción tradicional de la izquierda sobre el papel de la clase obrera está en crisis. Pero también, ligadas a las dinámicas de agotamiento de la sociedad industrial y la modernidad avanzada, resurgen las tendencias culturales postmodernas iniciadas hace un siglo, cuestionando la propia existencia del sujeto ilustrado, incluida la propia razón crítica en cuanto sustituto del propio sujeto racional.

            En este trabajo se sintetizan las posiciones de dos autores ya clásicos, fundamentalmente sobre el tema común de la constitución de esos sujetos que son las clases sociales, dejando al margen otros elementos similares entre Weber y la escuela de Francfort.

B) LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO. Weber

            Max Weber, que no era un hombre religioso, dedicó una gran parte de su vida al estudio de la religión, o mejor dicho, al estudio de las religiones y su papel en el desarrollo de las sociedades. Su obra más importante, en este campo, es La ética protestante y el espíritu del capitalismo[48]. De este libro se entresacan unos párrafos ilustrativos y se hace un comentario general.

            Se centra su tesis en que esta ética protestante será un elemento específico, precisamente de la Europa Occidental, que explica el desarrollo del espíritu del capitalismo. Esta ética no se da en otras civilizaciones por lo que deduce que tiene más dificultades para el desarrollo del capitalismo.

            Para Weber el problema central de su investigación no es analizar el funcionamiento del capitalismo y de la sociedad burguesa sino explicar las causas específicas que dieron lugar a su nacimiento en la Europa occidental. Según nos dice en la Introducción,

"el problema central no es, en definitiva, el del desarrollo de la actividad capitalista... sino más bien el del origen del capitalismo burgués con su organización racional del trabajo libre; o en otros términos, el del origen de la burguesía occidental con sus propias características" [49].

            Algunos autores como Mandeville o Bentham, plantean de forma simplista que el motor del origen del capitalismo es la búsqueda del beneficio propio. Weber es más complejo y tampoco tiene una explicación unidireccional o monocausal, en el sentido de achacar la causa exclusiva a la ética protestante para el origen del capitalismo. Es decir, no se basa en el idealismo, en que la causa explicativa fundamental son las ideas, como oposición al materialismo marxista que busca los fundamentos de la evolución económica y social en el desarrollo de las fuerzas productivas.

            En Weber se pone el acento en que la ética protestante y más específicamente la calvinista, supuso un factor fundamental en la conformación del espíritu capitalista. Pero también considera diversas variables y condiciones materiales como el desarrollo técnico o de otras racionalizaciones, como el derecho. Por tanto aquí expone una relación causal concreta, no una ley general.

            Estamos ante una gran transición cultural e histórica que comienza en el humanismo renacentista. Con Maquiavelo se produce la ruptura de la política con respecto a la moral. Con la Reforma se impulsa la ética protestante como base de apoyo al desarrollo del espíritu capitalista. En los siglos XVII y XVIII se aviva la lucha por la hegemonía en el plano cultural y moral, es decir en la fundamentación de la vida social. Weber se plantea comprobar, en ese contexto, la influencia de la ética del protestantismo ascético en la conformación de ese espíritu económico, y en particular de la moderna ética económica liberal.

            En el capítulo sobre La relación entre la ascesis y el espíritu capitalista se dice,

 "el ascetismo laico del protestantismo, podemos decir resumiendo, actuaba con la máxima pujanza contra el goce despreocupado de la riqueza y estrangulaba el consumo, singularmente el de artículos de lujo; pero en cambio, en sus efectos psicológicos, destruía todos los frenos que la ética tradicional ponía a la aspiración a la riqueza, rompía las cadenas del afán de lucro desde el momento que no sólo lo legalizaba, sino que lo consideraba como precepto divino"[50].

            Otro párrafo ilustrativo en relación a esta valoración general es el siguiente:

"El poder ejercido por la concepción puritana de la vida no solo favoreció la formación de capitales, sino, lo que es más importante, fue favorable sobre todo para la formación de la conducta burguesa y racional (desde el punto de vista económico), de la que el puritano fue el representante típico y mas consecuente"[51].

            Por último hay que citar uno de los párrafos finales y más significativo de su proyecto de investigación para intentar encuadrar el grado de influencia del protestantismo ascético en la evolución social y cultural en la Europa de esos siglos:

 "En primer lugar, convendría mostrar el alcance que el racionalismo ascético posee para la ética político-social... En segundo lugar, debería estudiarse su relación con el racionalismo humanista y sus ideas de vida e influencias culturales, y ulteriormente, con el desarrollo del empirismo filosófico y científico, con el desenvolvimiento técnico y con los bienes espirituales de la civilización. Por último, valdría la pena seguir su evolución histórica desde los atisbos medievales de un ascetismo laico hasta su disolución en el utilitarismo". 

            Se está ventilando una lucha de fondo de los sectores de la burguesía ascendente, que cobra nuevo impulso con la revolución inglesa del siglo XVII, y los sectores más vinculados al Antiguo Régimen. Es una lucha cultural y de ideas morales que intentar despejar el camino en el terreno de la fundamentación de la vida social y las costumbres intentando echar abajo los viejos criterios morales que constreñían la libre expansión del trabajo metódico. Posteriormente se legitimarán los valores que como el egoísmo y el utilitarismo favorecen abiertamente el nuevo capitalismo.

            En el capítulo sobre Los fundamentos religiosos del ascetismo laico hace un breve comentario de las Confesiones de Westminster donde se expone que "al caer el hombre en el pecado ha perdido la capacidad de salvarse y haga lo que haga no podrá conseguirla". Por tanto el hombre está desencantado. Dios es omnipotente, y el individuo no puede engañar a Dios que lo ha predestinado y está al servicio de Dios. Estos principios sobre la predestinación podían haber llevado a la pasividad y resignación, pero con el protestantismo en esa época lleva a lo contrario, a buscar sin cesar los síntomas necesarios para saber que Dios le ha elegido. Y esa búsqueda llevará a un fuerte estímulo para el trabajo que se convierte en una actividad metódica. Luego, el individuo ordena su vida metódicamente, es decir económicamente, y eso le supone una fortaleza en relación a los demás, ya que sería un síntoma de que Dios lo ha elegido para la salvación.

            El trabajo se convierte por tanto en el elemento central de la vida social con la finalidad de alcanzar el Reino de Dios. En la Grecia no había más allá. La vida era aquí. En el cristianismo la persona está aquí de forma provisional y de paso a la auténtica vida en los Cielos. El catolicismo resuelve la búsqueda de la salvación a través de las buenas obras, la confesión o las bulas, etc. No necesita cristianizar la vida porque resuelve de otra forma su salvación. Sin embargo en la Reforma Dios es arbitrario y haga el individuo lo que haga, no va a modificar sus posibilidades de salvación. Tiene angustia de no saber si se va a salvar y dedica toda su vida a trabajar  concienzudamente.

            La teología y la moral de la Reforma dan lugar a una persona que convierte al trabajo en el centro de su vida. Este trabajo como actividad metódica y regular será el impulsor del capitalismo. También la persona busca la salvación de su alma, pero aquí lo importante es que se consigue un fin, el desarrollo del capitalismo, que en un principio no se buscaba. El calvinismo y el puritanismo al desarrollar las ideas sobre la vida metódica llegan a valorar la gran importancia de la profesión como vocación, como deber profesional y también supone la utilización racional del trabajo.

            ¿Porqué se produce ese cambio del papel del trabajo? En la Edad Media el trabajo era para sobrevivir. Ahora con el ascetismo protestante el trabajo es un bien en sí mismo, independiente de los resultados, de los productos del trabajo. El trabajo dignifica al individuo y es moralmente bueno. Posteriormente con la secularización el trabajo pierde el fin de salvación, o de cumplir la voluntad de Dios, y se justifica simplemente como éticamente bueno. Más tarde el significado ético se va transformando y en el utilitarismo posterior el trabajo es bueno en la medida que produce beneficios.

             En la Edad Media y para la Contrarreforma, el trabajo es indiferente desde la moral. Para el catolicismo, el trabajo no tiene que ver con el bien o el mal. Tiene que ver con los efectos del trabajo, no con el trabajo mismo. Lo que discute la teología es si es bueno el fruto del trabajo, o por ejemplo el interés prestado.

            Lutero plantea una posición intermedia y según La concepción luterana de la profesión, frente a la vida monástica se defiende "la idea a la vez profana y religiosa del trabajo profesional como manifestación palpable de amor al prójimo"[52]. El calvinismo y el puritanismo ya se plantean el trabajo como tema central. Para éstos la pérdida del Paraíso no es mala, sino motivo de alegría y de esfuerzo para ganar el cielo. Por tanto para el protestantismo el papel del trabajo es al revés. Los efectos del trabajo son indiferentes desde el punto de vista moral y el trabajo en sí mismo es bueno.

            Podemos llegar a algunas valoraciones generales a partir de sus planteamientos metodológicos y sus estudios históricos. El capitalismo es racional, pero se asienta en un proceso de dominación conquistado en dura pugna hasta el siglo XIX, en que se expande de forma generalizada con la revolución industrial. Por tanto el capitalismo no ha venido por el desarrollo de la naturaleza de las cosas, de unas leyes del mercado, sino que se ha asentado en un liderazgo moral, en una legitimidad y dominación de una clase social, la burguesía, que los consiguió precisamente con la ética protestante.

            La burguesía en cuanto sujeto social y el capitalismo se han ido asentando social y políticamente a través del despliegue de un nuevo sistema de valores morales como la ascética protestante. Por tanto no hay leyes de la naturaleza que hayan impuesto ese desarrollo. Weber está más cerca en este aspecto de Hobbes que de Smith. Las leyes se construyen socialmente, el mundo es fuerza y poder y las relaciones sociales se han construido a partir de ese poder social favorecido por una amplia transformación cultural.

            Según Weber no hay leyes objetivas que sean fundamento de la evolución de la sociedad. El capitalismo es causa eficiente, al igual que el poder en Nietzche o Foucault, pero no tiene causa final. Las leyes son construcciones posteriores subjetivas. Son explicaciones, pero no causa del desarrollo de la historia.

            Según Weber hay un destino trágico de la razón, que conduce necesariamente al capitalismo, como máxima expresión de la racionalidad formal. El destino parece ineluctable, pero el origen, la fuerza que ordenó la actividad fue un hecho religioso y por tanto contingente. Por tanto en el origen del capitalismo hubo una posibilidad de cambio social a través de la ruptura de la escala de valores tradicionales por parte del puritanismo, que se podría considerar un factor profético o irracional.

            Es una de las grandes paradojas de la historia, la racionalidad substantiva favoreció la dinámica en que se construyó la racionalidad formal que es ahora la dominante. Estaríamos en la "jaula de hierro", en un sistema dominado por la racionalidad formal, por la hegemonía de un sistema basado en el derecho abstracto, en un proceso de burocratización universal. Weber ve imparable esta dinámica aunque teme algunos de sus efectos irracionales.

            Sin embargo, tras casi un siglo de su publicación, podemos ver que esa jaula, como prisión de la razón técnica y burocrática tiene muchas grietas. En esta modernidad tardía la generalización de esa racionalidad ha proporcionado más seguridad en determinadas facetas, pero también más riesgos. El futuro está más abierto de lo que pensaba Weber y, por ello mismo, más lleno de incertidumbres.

            En conclusión, hemos visto la gran trascendencia que la ética protestante tuvo, en el contexto cultural y social de la Europa Occidental de los siglos XVI, XVII y XVIII, para impulsar el espíritu capitalista y consolidar el gran sujeto social, la burguesía, que condujo la modernización.

C) EL HOMBRE UNIDIMENSIONAL. Marcuse.

            En El hombre unidimensional[53], Marcuse expone una teoría completa sobre el proceso de integración de la clase obrera en las sociedades occidentales. Podemos seleccionar algunos textos:

          'En cuanto a Occidente los antiguos conflictos dentro de la sociedad son modificados y juzgados bajo el doble (e interrelacionado) impacto del progreso y el comunismo internacional. Las luchas de clase se atenúan y las contradicciones imperialistas se detienen ante la amenaza exterior. Movilizada contra esa amenaza, la sociedad capitalista muestra una unión y una cohesión internas desconocida en las etapas anteriores de la civilización industrial. Es una cohesión que descansa sobre bases muy materiales; la movilización contra el enemigo actúa como un poderoso estímulo de la producción y el empleo, manteniendo así el alto nivel de vida'.[54]

            Evidentemente, Marcuse tiene enfrente a una sociedad norteamericana que deslumbra por su imagen de prosperidad y en un contexto todavía de guerra fría con la URSS. Pero para su teoría, el desarrollo tecnológico es decisivo:

          'El proletariado de las etapas anteriores del capitalismo era en verdad la bestia de carga, que proporcionaba con el trabajo de su cuerpo los medios para satisfacer las necesidades y los lujos de la vida, mientras vivía en la suciedad y en la pobreza. De este modo, era la negación viviente de su sociedad. En contraste, el trabajador organizado en las zonas avanzadas de la sociedad tecnológica vive esta negación menos directamente y, como los demás objetos humanos de la división social del trabajo, esta siendo incorporado a la comunidad tecnológica de la población administrativa. Más aún: en las áreas más adelantadas en materia de automatización, una especie de comunidad tecnológica parece integrar a los átomos humanos que trabajan'...'La tendencia hacia la asimilación se muestra en la estratificación ocupacional'... 'Estos cambios en el carácter del trabajo y los instrumentos de producción modifican la actitud y la conciencia del trabajador, que se hace manifiesta en la ampliamente discutida integración social y cultural de la clase trabajadora con la sociedad capitalista' [55]

            En estos párrafos, Marcuse expresa su opinión del debilitamiento de la posición negativa de la clase trabajadora que ya no puede cumplir ese papel de oposición al capitalismo. Pero no es un problema sólo de cambio en la conciencia, sino que también hay un cambio en la 'existencia social'. Marcuse expresa sus dudas sobre las posibilidades de cambio del capitalismo, aunque ve elementos de crisis y la posibilidad de nuevos sectores sociales que podrían coger la bandera dejada por el proletariado:

          'Bajo la base popular conservadora se encuentra el substrato de los proscritos y los extraños, los explotados y los perseguidos de otras razas y de otros colores, los parados y los que no pueden ser empleados. Ellos existen fuera del proceso democrático; su vida es la necesidad más inmediata y la más real para poner fin a instituciones y condiciones intolerables. Así, su oposición es revolucionaria incluso si su conciencia no lo es. Su oposición golpea al sistema desde el exterior, y por tanto, no es derrotada por el sistema.'[56]

            En estas últimas páginas, es donde expresa Marcuse los aspectos críticos más interesantes. La teoría crítica poseía hasta entonces una base social, el proletariado que la encarnaba. Los años 30 con el ascenso imparable del fascismo, habían dado a la escuela de Francfort un alto grado de escepticismo sobre el cambio social. No es casual que las últimas frases del libro citen a Walter Benjamín: 'Sólo gracias a aquellos sin esperanza nos es dada la esperanza'.

            Unas líneas antes Marcuse había reconocido:

          'La teoría crítica de la sociedad no posee conceptos que puedan tender un puente sobre el abismo entre el presente y su futuro: sin sostener ninguna promesa, ni tener ningún éxito, sigue siendo negativa. Así, quiere permanecer leal a aquellos que sin esperanza, han dado su vida al Gran Rechazo'.

            Estos párrafos expresan su sentido crítico, de no basar su actitud radical y transformadora, en las potencialidades de la clase obrera como afirmaba el optimismo generalizado de la tradición de la izquierda. Sin embargo hay que decir que Marcuse peca de cierta unilateralidad en el diagnóstico de la sociedad norteamericana. Sus conclusiones las expresa como una generalización para el conjunto del mundo desarrollado. Sin embargo, como se demostró poco después, especialmente en Europa a finales de los años 60 y en los 70, se rompe la supuesta estabilidad del mundo occidental, tanto por las luchas sociales y sindicales, como por el comienzo de una larga crisis económico-social y del estado de bienestar con sus consecuencias de paro y malestar social.

            Por otra parte, aunque en el libro se acepta la importancia del condicionamiento soviético, no valora suficientemente otros aspectos de la dimensión internacional, ya que no tiene en consideración la contradicciones generadas entre los propios países capitalistas que pueden provocar una mayor competitividad e inestabilidad a nivel mundial.

            Marcuse desde sus comienzos intelectuales recoge las ideas e interpretaciones más hegelianas de Marx sobre el papel del proletariado. La vinculación entre trabajo manual y actitudes radicales clásicas en el marxismo y punto de partida de Marcuse, contribuirá posteriormente a reforzar su idea sobre el debilitamiento del papel del proletariado, de su capacidad negadora en las sociedades occidentales. Las transformaciones en el tipo de trabajo, supondrán una ampliación de los sectores de 'cuello blanco' y de las clases medias, que tendrán una menor combatividad.

            Marcuse en sus últimos años se volverá más realista tanto en la unilateral valoración de la completa integración de la clase obrera, como en el excesivo optimismo con el que miraba los nuevos sujetos sociales, aunque entonces su pensamiento tenía un menor eco social. El problema principal es que sus análisis y propuestas están condicionadas por el uso de unas categorías hegelianas abstractas que no terminan de encajar en la realidad histórica. Marcuse piensa en una clase obrera revolucionaria que se supone que debería existir, y desde esa posición, la clase obrera realmente existente, con su heterogeneidad, tradiciones, divisiones internas etc. habría traicionado esa misión histórica.

            Casi al mismo tiempo que 'El hombre unidimensional' publicaba E.P. Thompson su obra 'La formación histórica de la clase obrera' en el marco de la tradición historiográfica anglosajona donde se revela otro enfoque, mucho más concreto y desde otra tradición marxista menos hegeliana, de las dinámicas por las que se ha conformado históricamente el proletariado en sus orígenes en Inglaterra.

            Pero un último valor positivo habría que destacar en Marcuse a diferencia de otros muchos intelectuales. El descubrimiento de una clase obrera segmentada y relativamente pasiva e integrada, no le llevará a abandonar su agudo sentido crítico y sus aspiraciones de transformación de la sociedad capitalista.

            En definitiva, en esta últimas décadas se produce un mayor debilitamiento tanto del pensamiento crítico como de los sujetos sociales transformadores, aunque sin llegar a las tesis generalizadoras de la muerte de la clase obrera o de todo sujeto social. Pero además, hay un aumento cultural general y al mismo tiempo una diversificación y una disociación entre ese pensamiento más crítico y unos sujetos sociales parciales y más heterogéneos. Ante esta relativa crisis de la modernidad, se nos abre un nuevo siglo y milenio, sin un futuro claro y sin grandes certezas. He ahí, un nuevo reto para la razón crítica.

Abril de 1998

Mandeville

y la justificación del egoísmo

(Un comentario crítico a la fundamentación de los valores

en el comienzo de la modernidad.)

Sumario:

I.  INTRODUCCIÓN.

II. EL CONTEXTO CULTURAL DEL SIGLO XVIII.

III. ENSAYO SOBRE LA CARIDAD Y LAS ESCUELAS DE CARIDAD.

IV. INVESTIGACIÓN SOBRE LA NATURALEZA DE LA SOCIEDAD.

V. EL PROYECTO DE MANDEVILLE.

VI. RAZÓN Y PASIÓN. VICIOS Y VIRTUDES.

VII. EL RELATIVISMO MORAL Y EL ORDEN NATURAL.

VIII. LA CONCEPCIÓN DE LA JUSTICIA Y LA ECONOMÍA.

Mandeville y la justificación del egoísmo[57]

I. INTRODUCCIÓN

            Mandeville, con su obra fundamental La Fábula de las abejas o los vicios privados hacen la prosperidad pública, trata de despejar el camino en el terreno de la fundamentación de la vida social y las costumbres, criticando y echando abajo los viejos criterios morales que constreñían la libre expansión de las pasiones humanas. Según Mandeville la generalización de la virtud lleva a la destrucción de la propia sociedad y por contra los vicios privados, el egoísmo y la avaricia, generan el progreso y el beneficio público. Con su gran influencia en siglo XVIII trata de legitimar los valores, que como el egoísmo y el utilitarismo favorecen la expansión del nuevo capitalismo. Hoy día con el auge del neoliberalismo se ha puesto otra vez en primer plano el debate sobre el papel del egoísmo en la constitución de la sociedad.     

            Bernard Mandeville nació en Holanda en 1670 pero se trasladó a Inglaterra en 1700 donde realizó lo fundamental de su obra. En 1705 publicó de forma anónima una versión titulada La colmena gruñona o los bribones convertidos en gente honrada. Ya en 1714 la volvió a publicar con su nombre y su nuevo y definitivo título: ‘La fábula de las abejas o los vicios privados hacen la prosperidad pública’[58].

            Progresivamente se habían ido añadiendo diversas partes entre las que hay que destacar el Ensayo sobre la caridad y las escuelas de caridad y una Investigación sobre la naturaleza de la sociedad de los que se seleccionarán algunos párrafos significativos para su comentario.

            Esta obra, en forma de poema, narra la historia de una colmena próspera pero llena de vicios. Por ello se planteó la reforma moral de sus costumbres y se perdieron los vicios pero también la prosperidad.

            El propio título de La fábula de las abejas tiene dos partes. La primera representa el estilo simbólico y literario con que se redacta este escrito. En este libro se representa a la sociedad humana en forma de colmena, en donde reinan los vicios y las virtudes.

            Van sucediéndose médicos charlatanes, jueces corrompidos, sacerdotes hipócritas, funcionarios corrompidos, etc. Con tono a veces irónico, a veces sarcástico, va repasando diversas actividades en la colmena que rebosa actividad, prosperidad y poder.

            En la colmena todos trabajan para contribuir al bien de la comunidad y al mismo tiempo para satisfacer sus necesidades. Todo parecía sincronizado y feliz. Hasta que uno de los mayores depravados comenzó a quejarse de los vicios generales y otros de su propia calaña se unieron a él para reclamar honradez y luchar contra la corrupción.

            Y el gran Dios escuchó su petición y se comenzó a reformar la moral y las costumbres. Así se volvieron pacifistas y se renunció a la guerra como conquista de los bienes ajenos. Se redujo el burocratismo, el lujo de las élites y por otra parte desapareció la pobreza y aumentó la abundancia.

            Se saneó la economía, aumentando la autarquía y restringiendo las importaciones. Por tanto se mejoró el bienestar social y se avanzó en la solidaridad. Pero al final la población de la colmena disminuyó, fue atacada por un enemigo más fuerte y sucumbieron la mayoría de las abejas. El resto se retiró al hueco de un árbol, con la satisfacción del deber cumplido y de haber reforzado su virtud:

            "Voló dentro del árbol hueco,

             Bendito con alegría y honestidad".

            En estos versos se expresa sintéticamente la moraleja: Virtuosos pero derrotados y escondidos.

            La segunda parte del título expresa a la perfección el contenido y moraleja del tema: Las virtudes individuales no pueden sobrevivir fuera de la sociedad. La generalización de la virtud lleva a la destrucción de la propia sociedad, es incapaz de conservar el Estado.

            Por contra los vicios privados generan riqueza, progreso y por tanto son un beneficio público. A más vicios privados más fortaleza del Estado, más prosperidad pública. Los diferentes vicios, el egoísmo, la avaricia, la ambición, la hipocresía son las bases fundamentales para la constitución de la sociedad.

            A partir de ahí los vicios se califican por su utilidad para el bienestar público y por tanto su calificación moral es de ser buenos éticamente. Las virtudes no sirven para estimular la economía, para generar riqueza y por tanto son malas moralmente porque perjudican al bien común de la sociedad. La virtud privada puede servir para agradar a Dios y ser religioso pero no para fomentar la prosperidad pública. En conclusión las virtudes individuales promueven la autodestrucción de la sociedad.

            En La investigación sobre la naturaleza de la sociedad encontramos un buen resumen de esas posiciones de Mandeville:

                        "Ni las cualidades sociales, ni los efectos benévolos, que  son naturales en el hombre, ni las virtudes reales que es capaz de adquirir con la razón y la abnegación, son el fundamento de la sociedad; sino que lo que nosotros llamamos mal en este mundo, mal moral o natural, es el gran principio que nos hace criaturas sociables, la base sólida de la vida y el sostén de todos los negocios y empleos sin excepción"

II. EL CONTEXTO CULTURAL DEL SIGLO XVIII.

            Mandeville es muy leído durante el siglo XVIII y llega a alcanzar gran influencia. Sus planteamientos son una reacción crítica a Shaftesbury[59] y a la tradición de la escuela escocesa del XVII.

            En la primera mitad del siglo XVIII, el papel de los filósofos morales es fundamental en Inglaterra y Escocia. Eran los defensores de los fundamentos racionales de la teología y moral cristiana y por tanto de la ley y la justicia.

            En la tradición cultural escocesa, con su representante Hutcheson[60] al frente, la moral tenía el objetivo de proporcionar las bases y principios fundamentales del que deberían depender la justicia y el derecho positivo y las formas de organización social. Junto al espíritu protestante, de tipo calvinista, todavía conservaban bastantes elementos de la tradición aristotélica.

            Mandeville tiene una gran influencia divulgativa en desacreditar los planteamientos moralistas de aquella tradición y dar nuevos soportes doctrinales a la nueva moral. Planteará otro salto despegándose todavía más de la tradición más racionalista y consolidando la concepción de la nueva moralidad basada en las pasiones humanas determinadas por la naturaleza.

            Estamos ante una gran transición cultural e histórica que comienza en el humanismo renacentista y posteriormente con la reforma protestante. Con Maquiavelo se produce la ruptura de la política con respecto a la moral. El Príncipe ya no debe de depender de la Iglesia y de la moral y tiene sus propias leyes. Con la Reforma se impulsa la ética protestante como base de apoyo al desarrollo del espíritu capitalista, según nos indica Weber.

            En los siglos XVII y XVIII se aviva la lucha por la hegemonía en el plano cultural y moral, es decir en la justificación y fundamentación de la vida social. 

            El conflicto se da entre las ideas provenientes de la Escolástica y sus raíces aristotélicas, más o menos tamizadas por la Reforma y las nuevas ideas utilitaristas basadas en el individualismo moderno. Entre las doctrinas con una base racional autónoma de la propia naturaleza  y otra doctrina basada en los propios impulsos pasionales con su correspondiente defensa de los propios intereses como base de constitución de la sociedad.

            Es en Inglaterra, y especialmente en Escocia, con el gran papel de las Universidades como foro de debate intelectual de la época, donde se libra una aguda pugna entre las diferentes concepción sobre la moral. Se está ventilando la lucha de fondo de los sectores de la burguesía ascendente que cobra impulso con la revolución inglesa del XVII, y los sectores más vinculados al Antiguo Régimen.

            Se trata de despejar el camino en el terreno de la fundamentación de la vida social y las costumbres, criticando y echando abajo los viejos criterios morales que constreñían la libre expansión de las pasiones humanas. Por otra parte trata de legitimar los valores, que como el egoísmo y el utilitarismo favorecen la expansión del nuevo capitalismo.

            En este marco nos encontramos con Mandeville y su Fábula de las abejas de donde vamos a seleccionar una serie de párrafos más ilustrativos de estas ideas haciendo un pequeño comentario de cada uno de ellos para luego hacer una valoración más de conjunto.

            En primer lugar se exponen algunos textos más significativos del capítulo sobre Ensayo sobre la caridad y las escuelas de caridad muy representativos de todo el esfuerzo crítico contra las costumbres morales dominantes entonces.

III. ENSAYO SOBRE LA CARIDAD Y LAS ESCUELAS DE CARIDAD.

                        "La caridad es la virtud que nos impulsa a transferir parte de ese sincero amor que no profesamos, puro y sin mezcla, a otros seres a los que no nos unen lazos de amistad o parentesco, simples desconocidos hacia quienes no tenemos ninguna obligación y de los que nada esperamos".(pág. 165)

            Aquí ha definido en primer lugar el concepto de caridad que pasa a criticar con el falseamiento e hipocresía de la llamada piedad o compasión.

                        "Suele falsear con frecuencia a esta virtud (la caridad), esa pasión nuestra llamada piedad o compasión, que consiste en una simpatía y condolencia por las desgracias y calamidades de los demás, la que, más o menos, afecta a toda la humanidad, aunque con mayor intensidad, por lo general, a los espíritus débiles"(Pág. 166)

                        "La que acabo de nombrar (la piedad), no es la única pasión que remeda y asemeja a la caridad: el orgullo y la vanidad han edificado más hospitales que todas las virtudes juntas. Los hombres están tan apegados a sus bienes, y el egoísmo está tan incrustado en nuestra naturaleza, que quienquiera que pueda encontrar algún medio de dominarlo obtendrá del público todo el aplauso y toda la tolerancia imaginables para disimular sus flaquezas y excusar cualquier otro apetito en el que se le ocurra incurrir. El individuo que con su fortuna particular suministra lo que, de otro modo hubiera tenido que proporcionar el conjunto, obliga  a todos los miembros de la sociedad, y, por tanto, todos están dispuestos a demostrarle su reconocimiento y sentirse obligados por el deber a declarar virtuosas todas las acciones de este genero, sin examinar, y menos averiguar, los motivos que influyeron en su realización.

                        Nada hay más destructor que la virtud, incluido para la religión, que el hacer a los hombres creer que, dando dinero al pobre, aunque no se decidan a desprenderse de él hasta la muerte, expían completamente en el otro mundo los pecados que haya cometido en éste". (pág. 170)

            En el extenso pero importantes párrafo anterior ya expone dos de sus elementos centrales. El primero que los vicios, aquí la vanidad y el orgullo, producen efectos buenos e independientemente de los motivos que suelen ser egoístas. El segundo, que la virtud genera destrucción y no sociabilidad.

                        "Por tanto, los males que lamentamos obedecen a causas completamente distintas de las que nosotros les asignamos. Muy irresolutos han de ser los hombres en sus sentimientos, si no inconsecuentes consigo mismos, para sostener unas veces que la inteligencia y el saber son los medios más eficaces para fomentar la religión, y otras afirmar que la ignorancia es la madre de la devoción".(pág. 181)

            Ya se señala la dificultad de grandes certezas sobre las motivaciones y el cuestionamiento de la educación y el saber.

                        "Los administradores suelen proceder de la clase media...Si se les preguntara a estos apreciables administradores por qué toman sobre sus hombros tanto trabajo en detrimento de sus negocios particulares y con la consiguiente pérdida de tiempo, uno a uno o todos a la vez, contestarían unánimemente que la razón es el interés que tienen por la religión y la Iglesia y el placer que reciben al contribuir al bienestar y la salvación eterna de tantas pobres inocentes criaturas que, seguramente, en estos lamentables tiempos de burlones descreídos y librepensadores caerían en la perdición...

                        Uno de los motivos, sobre todos los demás, y que no es de menor importancia para la mayoría de ellos, pero que debe ocultarse cuidadosamente, es la satisfacción que causa ordenar y dirigir... Quienes saben analizar la naturaleza humana, siempre descubren que es esto último lo que con más ganas pretenden siempre dichas personas, y que lo que todos niegan rotundamente es siempre su principal motivo. No hay hábito o cualidad que más fácilmente se adquiera que la hipocresía, ni nada se aprende con mas prontitud que negar lo que sentimos en nuestro interior y las razones que nos obligan a obrar; pero las semillas  de todas las pasiones nacen con nosotros y nadie viene al mundo sin ellas". (pág. 184)

            Uno de los párrafos más sugerentes sobre los fundamentos de la hipocresía humana y de la explicación naturalista.

                        "Es apenas concebible que los hombres conozcan tan mal sus sentimientos e ignoren hasta tal extremo sus verdaderos instintos como para confundir la fragilidad, la pasión y el entusiasmo con la bondad, la virtud y la caridad". (pág. 186)

            Señala la confusión del pensamiento dominante que según él ve de forma contradictoria los auténticos impulsos morales.

                        "Otro de los encantos que hacen a las Escuelas de Caridad tan irresistibles para la multitud, es la opinión establecida de que no solamente son provechosas para la sociedad en cuanto a la felicidad temporal que producen, sino además, la cristiandad las goza y requiere de nosotros que las erijamos por nuestra futura salvación."(pág. 187)

            Otra vez señala la motivación hipócrita de las obras de caridad.

                        "Por tanto, el bienestar y la felicidad de todo Estado o reino exige que los conocimientos de la clase pobre trabajadora se limiten a la esfera de sus ocupaciones y que nunca se extiendan, respecto a las cosas visibles, más allá de lo que se relaciona con su profesión. Cuando más sepa del mundo y de las cosas ajenas a su trabajo o empleo un pastor, un labrador o cualquiera otro campesino, más difícil le será soportar las fatigas y penalidades de su oficio con alegría y satisfacción". (pág. 190)

                        "Un criado dejará de tener respeto a su dueño tan pronto como adquiera bastante sentido para comprender que sirve a un necio" (Pág. 192)

                        "Así como combatiendo la pobreza con artificio y constancia podréis instar al pobre al trabajo sin violencia, también, criándolo en la ignorancia, podréis acostumbrarlo a los trabajos realmente penosos, sin que se percate de que lo son... su conocimiento debe confinarse dentro de la esfera de sus ocupaciones... He aquí la manera noble y humana de hacer frente a los rivales de nuestro comercio, y a fuerzas de mérito, sobrepujarles en los mercados extranjeros". (pág. 211)

            Ejemplos de franqueza en la lógica de conseguir el máximo rendimiento y sumisión a los trabajadores a los que hay que impedir la cultura. Es la forma fundamental que ve para aumentar la competitividad de la economía frente a otros competidores extranjeros por los mercados internacionales.

            Seguidamente se van a exponer una serie de extractos que son de los más significativos del capítulo sobre la Investigación sobre la naturaleza de la sociedad.

IV. INVESTIGACIÓN SOBRE LA NATURALEZA DE LA SOCIEDAD.

                        "Hasta ahora, la generalidad de los moralistas y filósofos han estado de acuerdo en que la virtud no podría existir sin la abnegación; pero he aquí que un autor moderno, muy leído por personas prudentes, es de opinión contraria e imagina que los hombres pueden ser naturalmente virtuosos, sin pena ni violencia... Este escritor noble, pues me refiero a lord Shaftesbury en sus Characteristicks, imagina que, puesto que el hombre está hecho para la sociedad, ha de nacer con un bondadoso afecto para con el conjunto del cual forma parte y con una propensión a procurar el bien del mismo. Como consecuencia de esta suposición, llama virtuosa a toda acción realizada con el propósito de contribuir al bien público, y vicio a toda actitud egoísta completamente ajena a esa intención. Respecto a nuestra especie considera a la virtud y al vicio como realidades constantes, que han de ser las mismas en todos los países y en todas las edades, e imagina que una persona de inteligencia sólida, observando las reglas del sentido común, no solamente puede descubrir ese pulchrun & honestum, tanto en la moral como en las obras de arte y de la naturaleza, sino también gobernarse a sí misma por su propia razón, con la misma facilidad y habilidad con que un buen jinete maneja de la brida a un caballo bien amaestrado".(pág. 216)

            Es una exposición clara de las ideas de Shaftesbury y de su filosofía moral basada en una antropología optimista. La verdad es que la realidad histórica especialmente en este siglo XX con tantas guerras y capacidad destructiva nos acercaría más a una visión más realista y contradictoria de la naturaleza humana.

            En las siguientes páginas empieza a describir la diversidad de gustos y costumbres en las diferentes épocas y países para combatir la concepción de la objetividad y universalidad de la moral.

                        "Ese término medio tan alardeado y las tranquilas virtudes recomendadas en las Characteristicks no valen más que para crear zánganos ..., pero nunca le harán apto para el trabajo y la asiduidad, ni le impulsarán hacia los grandes logros y las empresas audaces y peligrosas" (pág. 222).

            Combate aquí el viejo criterio del justo medio como base para el sentido común que según él genera pobreza y no riqueza.

            "Lo que he intentado ahora ha sido el demostrar que el pulchrum & honestum, la excelencia y el real valor de las cosas son, con suma frecuencia, precarios y el real valor de las cosas, son, con suma frecuencia, precarios y alterables a medida que varían los usos y costumbres; que, por consiguiente, las deducciones que puedan sacarse de su certeza son insignificantes y que las generosas ideas relativas a la bondad natural del hombre son dañosas, porque tienden a desorientar, y resultan meramente quiméricas; la verdad de esto último la he ilustrado con los ejemplos más evidentes sacados de la Historia. He hablado de nuestro amor por la compañía y nuestra aversión de la soledad, examinando escrupulosamente sus distintos motivos, y demostrando claramente que todos ellos se centran en el amor propio"(Pág.  229).

            En este párrafo justifica el relativismo moral y la dependencia de nuestras acciones de las motivaciones del orgullo y amor propio.

                        "Lo necesario que son nuestros apetitos para el desarrollo de todas las industrias y artesanías ha quedado demostrado a lo largo del libro y nadie podrá negar que son nuestras malas cualidades las que las producen.

                        Por tanto lo que me queda por exponer es la variedad de obstáculos que estorban y embrollan al hombre en la labor a que está constantemente dedicado, el procurarse lo que necesita, lo cual en otras palabras, se llama ocuparse en la autoconservación. Mientras, al propio tiempo, demostraré que la sociabilidad del hombre proviene solamente de dos cosas, a saber: la multiplicidad de  sus deseos y la constante oposición con que tropieza para satisfacerlos". (pág. 230)

            Están claros sus proyectos. Los fundamentos son las pasiones que construyen el tejido social. Hay que dejarlos desarrollar y eliminar los obstáculos que lo impiden.

                        "En la moralidad, lo mismo que en la Naturaleza, nada existe en las criaturas tan perfectamente bueno que no pueda resultar perjudicial para nadie en la sociedad, ni tan totalmente malo que no pueda ser beneficioso para una parte u otra de la Creación; de suerte que las cosas sólo son buenas o malas en relación con otra cosa y con arreglo a la posición en que estén colocadas y a la luz a que se las mire. Lo que nos place es bueno en ese aspecto, y según esta regla, cada uno desea el bien para sí mismo con todas sus fuerzas, con poca consideración hacia su vecino". (pág. 247)

            Expresa nuevamente el relativismo moral, todo depende de la posición de cada cual, y el criterio fundamental del egoísmo como móvil humano.

            Todos estos textos son suficientes para resumir las ideas fundamentales de Mandeville, sin embargo se pueden entresacar unos párrafos que expresan su proyecto de conjunto y sus conclusiones generales. Lo hacemos a continuación.

V. EL PROYECTO DE MANDEVILLE.

            En las primeras páginas de La fábula de las abejas, Mandeville expone su proyecto:

                        "Demostrar que aquellas pasiones de las cuales todos decimos avergonzarnos son, precisamente, las que constituyen el soporte de la sociedad próspera, ha sido el propósito del precedente poema" (pág. 22).

            Como vemos el objetivo central de su demostración va a ser el mostrar que las pasiones de los individuos son la base de construcción de la sociedad, y que su naturaleza  individual trae como consecuencia su papel social. Las relaciones entre individuo y sociedad se establecen de forma lineal. La persona sigue sus propios instintos e inclinaciones y construye la sociedad. Sus pasiones tendrán móviles egoístas, o más bien, el egoísmo será la principal inclinación natural y será la base de la sociedad. Cuanta más libertad se deje para desarrollar el egoísmo, más avanzado y desarrollado será el sistema social.

            En la página 282 de La fábula de las abejas escribe a forma de conclusión:

                        " ... me congratulo de haber demostrado que ni las cualidades amistosas ni los efectos simpáticos que son naturales en el hombre, ni las virtudes reales que sea capaz de adquirir por la razón y la abnegación, son los cimientos de la sociedad, sino que, por el contrario, lo que llamamos mal de este mundo, sea moral o natural es el gran principio que hace de nosotros seres sociables".

            Mandeville en este texto procede con dos fases diferentes. En la primera reduce los comportamiento de los individuos a la finalidad de la persecución de los propios intereses. En la segunda fase, plantea una actividad reflexiva y racional en la concreción del propio interés.

            En esta fase se establece una deliberación, un cálculo racional, pero que se basa en el impulso central de sus pasiones, de sus intereses, de la satisfacción de sus propios deseos. A partir de ahí es cuando se da una convergencia espontanea entre las dinámicas de los diferentes individuos construyéndose las relaciones sociales y el propio sistema social.

            En la página 181 escribe otro párrafo muy significativo:

                        "El hombre nunca se esfuerza sino cuando le excitan los deseos; mientras éstos permanezcan adormecidos, sin que haya nada que los despierte, sus excelencias y habilidades quedarán por siempre desconocidas y la indolente máquina humana, sin la influencia de las pasiones, podrá compararse con toda propiedad a un enorme molino de viento sin un soplo de aire".

            Es decir, las pasiones son el impulso fundamental del individuo. La razón no interviene en sus acciones. A diferencia de Hobbes, que planteaba la agresividad de las personas entre sí como elemento determinante y constitutivo de su propia naturaleza, Mandeville considera que no hay conflictividad entre los deseos de los diferentes seres humanos. Las pasiones de cada cual tienden a coincidir con las de los demás, y por tanto con las del conjunto. No se necesita la fuerza coercitiva del Estado/Leviatán para impedir la destrucción de la sociedad, sino la libre expansión de la propia naturaleza de las personas que a través de los vicios construyen armónicamente la paz y prosperidad.

            Este planteamiento tiene puntos en común con los nuevos moralistas como Hutcheson, que también se basa no en racionalidades externas al individuo sino en su propia naturaleza. Solamente que, el individuo en ellos no tenderá hacia el egoísmo como impulso primario sino que se moverá por impulsos virtuosos. A partir de entonces se reafirman los propios sentimientos morales del ser humano como el elemento decisivo para guiarse en el comportamiento social.

            El sentido común vendrá definido por ese sentimiento moral, por las sensaciones placenteras o penosas que genera. La razón tampoco es una guía para la acción, y en todo caso es un instrumento para encontrar los mejores medios con los que conseguir esa finalidad que se deduce del estímulo pasional.

            Por tanto con la misma base filosófica, Mandeville y Hutcheson se diferencian en que el primero pone el acento en los vicios como pasiones positivas para la sociedad y en el segundo en que son las virtudes. Pero ambos, vicios y virtudes, son pasiones innatas que obedecen al impulso primario del individuo y están inscritas en el orden natural dado por Dios.

            Sin embargo en la tradición anterior el hombre se disfraza de caritativo y virtuoso y modifica la acción natural. Se define la virtud como ajena a la Naturaleza y que viene determinada por la voluntad racional.

            Las escuelas de caridad pueden tener unas consecuencias positivas pero la motivación es un vicio, el egoísmo. El hombre rico que es piadoso y deja en herencia su dinero para la caridad estará buscando mantener su nombre, o llegar al cielo, es decir su motivación es egoísta para él mismo, aunque tiene consecuencias beneficiosas para la sociedad. Contra estas escuelas de caridad y de forma especialmente sarcástica realiza este trabajo destructivo Mandeville.

VI. RAZÓN Y PASIÓN. VICIOS Y VIRTUDES.

            Una de las contraposiciones fundamentales es entre razón y pasión. En Mandeville lo primero es la pasión y lo segundo es la razón que en él se convierte en instrumento de la pasión. El virtuoso es hipócrita porque mediante la razón esconde sus pasiones. Así el individuo debe ser transparente, mostrándose a sí mismo con todas sus pasiones por delante.

            La razón que define los fines, es decir el deber ser, sería negativa y hay que rechazarla o subordinarla. Los fines son fijados por la pasión. Pasión es también interés que tampoco se rige por ninguna racionalidad. Utiliza el término vicio igual que los moralistas de su época, como pasión, es decir que se considera al ser humano con unos instintos básicos y lo que hay que hacer es dejarles que se desarrollen porque es su propia naturaleza.

            En el marco del XVII la moral tiene todavía influencia de la Escolástica aunque se produce entonces una gran traducción de los clásicos griegos, especialmente de Aristóteles y de algunos romanos como Cicerón. La tradición católica se reafirma en el tomismo con la Contrarreforma. Pero en Inglaterra también la tradición protestante se mezcla con cierto aristotelismo y estoicismo, en los filósofos moralistas.

            Según estos moralistas y en especial, la escuela escocesa, el  bien se realiza con esfuerzo y contención de los vicios. La virtud es obrar conteniendo las pasiones y deseos. Los intereses más inmediatos hay que subordinarlos a la razón que debe estar dirigida al bien público.

            Ahora, con Mandeville, la visión antropológica es diferente. El individuo en primera instancia no es un animal racional, sino un ser deseante, pasional. La virtud no existe en cuanto motivación, es la propia pasión, el vicio el que produce la utilidad pública. Antes era necesario una instancia exterior, la ley divina interpretada por la Iglesia, para corregir las tendencias de la propia naturaleza que se inclina hacia el mal.

            En Mandeville la Naturaleza es buena y lleva al bien. Es decir lo que el individuo hace siguiendo sus deseos es lo bueno. El sistema social es el que pone trabas al desarrollo natural y positivo del individuo. Estamos ante una de las bases del liberalismo moderno.

            Mandeville ataca la concepción vigente hasta entonces de virtud, como mortificación y sacrificio de los impulsos humanos, y plantea que precisamente la sociedad humana debe estar basada en servir a las necesidades derivadas de esos impulsos básicos. Es más, le lleva a considerar que no hay una auténtica virtud, y lo que se suele llamar así, está enmascarando el egoísmo, planteado no de forma abierta y brusca sino como cálculo racional para conseguir esa finalidad de satisfacer el interés propio.

            En Mandeville las pasiones o vicios llevan a la sociabilidad, a la construcción de la sociedad. Sólo necesitan el apoyo de una razón instrumental y ni siquiera necesitan del gran papel del Leviatán de Hobbes. Hasta entonces habían predominado las bases de una metafísica, que estaba basada en la idea de la existencia de un orden natural. Por tanto se deducía que hay una moral objetiva que se corresponde y adecua a ese orden. Surge así una teología de finalidad objetiva.

            En conclusión, el funcionamiento del sistema social se produce porque está ordenado y es bueno en si mismo. Se desarrolla según su propia naturaleza, según la cual las personas se guían por las pasiones/vicios.

            En el caso de Hume[61], continuador de estos enfoques, considerará que la moral debe estar basada, explicada y justificada o bien en la razón o bien en los deseos y pasiones. El también se inclina por la conclusión de que la moral es obra de las pasiones, pero antes de argumentar cualquier razonamiento. También entiende todo juicio moral particular como expresión de sentimientos, de pasiones que son los que mueven a la acción.

            Pero Hume observa, como también Diderot, que cuando se juzga moralmente se invocan reglas generales y se aspira a explicarlas mostrando su utilidad para ayudarnos a conseguir los fines que nos fijan las pasiones. Volvemos a admitir una racionalidad, pero instrumental de las pasiones. Son los fundamentos del empirismo inglés.

VII. EL RELATIVISMO MORAL Y EL ORDEN NATURAL

            En La fábula de las abejas se defiende el relativismo moral. El siglo XVI y XVII había abierto Europa al conocimiento de los distintos mundos y culturas. Se supera cierto etnocentrismo y específicamente la universalidad de las doctrinas morales religiosas dominantes desde la Edad Media en Europa y de base racionalista tomista. Ante esa gran diversidad cultural se produce esa crisis de la certeza en un único criterio moral y se deriva hacia el relativismo. Este relativismo moral que proporciona cierta apertura cultural y tolerancia por las diferentes costumbres, es engañoso que vaya a modificar las estructuras sociales existentes y el predominio de la propia civilización occidental que en esos siglos se hace hegemónica en el mundo. En ese momento se expresa como una fuerte crítica a la ideología de los valores universales cristianos vinculados al Antiguo Régimen. Se apuesta con estas nuevas bases morales y filosóficas a crear los cimientos del pensamiento que va a apuntalar el nuevo Régimen que está apareciendo en el siglo XVIII.     

            Según Mandeville la razón propiamente dicha no existe. Sólo se actúa sobre el influjo de la pasión y no de la razón. A veces habrá algo de razón, pero sólo es apariencia porque, en el fondo, es una pasión encubierta. Por tanto es una razón instrumental y dependiente de la pasión o vicio.

            En La fábula de las abejas no hay un obrar autónomo desde la razón, como defenderá más tarde Kant[62] en su ética. El que se mueve por la pasión no es libre y solamente se es libre y autónomo cuando se guía por la razón, dirá Kant. Sin embargo en Mandeville el individuo no tiene autonomía ni libertad y sigue siempre su pasión, es decir el orden natural en que está inscrito  sus pasiones y vicios, orden natural que por otra parte es el mejor posible y no se debe ni intentar cambiar.

            Según Mandeville la sociedad avanza  en la medida que sigue el orden natural de las cosas y precisamente en tanto que lo siga. Así no hay margen para posibilitar el cambio y reforma de la sociedad como en Hobbes con su Leviatán. El mundo es producto de Dios que ya lo ha construido bueno y por tanto está bien ordenado. Pero no podemos conocer sus bases y sus leyes y por tanto debemos renunciar a influir en él y cambiarlo, ya que desviaríamos su curso natural positivo y lo haríamos degenerar. Debemos seguir nuestros impulsos naturales, nuestros instintos y pasiones, nuestros vicios basados en el egoísmo para seguir construyendo la sociedad y desarrollar el bien común y la prosperidad pública.

            Como se puede ver es otra corriente diferente a la que está desarrollándose en la Ilustración francesa, donde se ensalza el poder de la Razón para construir la propia sociedad y estimular el cambio social.

            En Mandeville, por tanto, la Naturaleza es buena y los seres humanos al ser una parte de esa Naturaleza son buenos, siempre que se guíen por sus propios instintos. La razón da prejuicios, confunden y desorientan y por tanto los criterios principales para la acción vienen al dejar la espontaneidad de sus propias pasiones, de su naturaleza, desechando las motivaciones racionales.

            La propia religión está llena de prejuicios que además llevan al caos y a las guerras de religión. Así concluirá que hay que eliminar este aspecto racional de la religión y quedarnos con el orden natural. La prioridad no es el alma racional sino el cuerpo pasional.

            Desde la época de los antiguos griegos, pasando por Aristóteles y la escolástica, siempre se había distinguido el orden natural del no natural. Una parte donde no interviene directamente la propia persona y que tiene una base natural y otra parte social, cultural, psicológica donde se puede intervenir y reconstruir de forma convencional y positiva.

            En Mandeville no hay distinción entre estos dos ordenes. El orden social, la propia moralidad se construye a partir del único orden existente, el orden natural y lo mejor es seguir esa naturaleza del hombre y no dejar que interfiera la razón. De aquí se deduce un concepto de libertad como continuación de las leyes de la naturaleza, es decir como conciencia de la necesidad, cuestión que más tarde compartirán otros sectores como en ciertas interpretaciones marxistas.

            En el caso de Marx el desarrollo del propio movimiento económico, de su propia lógica interna, nos llevará al socialismo y al comunismo. Por tanto se pueden tener otras ópticas de las características de las leyes históricas pero con la misma base metafísica de subordinación de la dinámica social al orden espontáneo de la evolución cuasi natural de la sociedad.

            La otra corriente estará basada en el pensamiento de Hobbes[63] y Kant.     Su concepto de libertad es opuesto y basado en una razón construida socialmente y por tanto autónoma de la propia naturaleza. En el caso de Francia podemos señalar el contractualismo de Rousseau como exponente de la construcción de la sociedad mediante el contrato social.

            Por último señalar la existencia también de un relativismo epistemológico en Mandeville. La realidad objetiva no se puede conocer, por lo que no se puede deducir ninguna ley humana, natural o divina de carácter objetivo. En Mandeville el orden viene dado de Dios, pero no podemos conocerlo y mejor no cambiarlo.

VIII. LA CONCEPCIÓN DE LA JUSTICIA Y LA ECONOMÍA

            La concepción de la justicia está determinada por esta concepción básica de las pasiones y la subordinación de la razón. Así en Mandeville el desarrollo de la propia pasión egoísta será lo justo. No hay una justicia basada en las consecuencias que traen los propios actos como en Hume, o dependiente de la voluntad del soberano como en Hobbes.

            Hasta esa época, la moral y la justicia tenían que justificarse al margen del interés particular de cada persona o grupo de personas. Para lograr ser moralmente bueno, para ser justo no había que poner por delante la consecución del interés propio, sino ver también el de otras personas y el del conjunto de la sociedad, y adecuar el comportamiento a esta valoración del bien común. Distribuir la justicia era distribuir según el mérito de cada cual, no según la utilidad que cada individuo consigue para sí mismo.

            Ahora se acentúa la separación de esa tradición aristotélica, reformulada por el tomismo, de valorar el juicio moral en la racionalidad, en el bien común de la polis, en la concepción de la persona como ser social que busca la felicidad en un marco colectivo.

            Hutcheson avanza ya su concepción del sentido común y pone el acento en los sentimientos y afectos morales según la teoría del sentido moral, de tipo irracional o pre-racional. Y en Mandeville es la pasión, el vicio del egoísmo quién construye lo social y su soporte moral. Es útil por tanto y esa utilidad es objetiva en la medida que es necesaria y está determinada por la vinculación del vicio al orden natural.

            La economía también se construye dependiendo de esos impulsos pasionales inscritos en la propia naturaleza de las personas. En La Fábula de las abejas se resume su modelo económico donde plantea que la riqueza se  genera por el trabajo no por el oro y los metales preciosos. Sin embargo para crear riqueza hace falta pobres laboriosos que trabajen y además que no se asocien para no interferir en la generación de riqueza.

            Será posteriormente Smith[64], quién contando con todos estos nuevos elementos morales, separará el ámbito de la moral de la economía y le dará a ésta una justificación racional basada en el estímulo del propio interés egoísta como fundamento de la actividad económica y del desarrollo del capitalismo.

            Igualmente los fundamentos utilitaristas de Mandeville influirán en economistas ingleses como Bentham y Stuart Mill. Sobre la misma base del liberalismo introducen algunas correcciones a la libre expansión de los intereses egoístas de las personas, es decir, llegan a un cierto liberalismo social. Hoy día a las puertas del siglo XXI, estas bases justificativas del egoísmo y el utilitarismo vuelven a desarrollarse de la mano de la gran ofensiva neoliberal que está intentando hegemonizar el mundo con su pensamiento único. Por eso es conveniente profundizar críticamente en sus fuentes y ver su desarrollo histórico para proporcionarnos un mejor bagaje cultural, desarrollar un pensamiento más crítico y estimular una ética y unos valores más solidarios.

                                                                       Diciembre de 1995.

Liberalismo y

ciudadanía social

Sumario:

A. La justicia y el derecho a la propiedad privada.

B.  El liberalismo social  y los derechos sociales ‘básicos’.

C. Más libertad no presupone más igualdad.

D. La subordinación a la eficiencia productiva y a la economía.

E. El objetivo y los resultados de la igualdad.

F.  Derechos y deberes. La incondicionalidad y el vínculo social.

G.  Contrato social y laboral y sociabilidad.

H. Deberes o participación social.    
LIBERALISMO Y CIUDADANÍA SOCIAL[65]

A. La justicia y el derecho a la propiedad privada.

En las discusiones sobre el contenido de la ciudadanía social, sobre los derechos sociales y en particular sobre el ingreso social o renta básica se entrecruzan justificaciones que se fundamentan en diversas concepciones de la justicia y del bien. Se va a tratar aquí una valoración crítica sobre el núcleo de pensamiento liberal sobre esta temática empezando por autores muy representativos del liberalismo, como Rawls[66], Dahrendorf[67] y Van Parijs[68].

En primer lugar se va a plantear la posición liberal general sobre dos cuestiones clave, la situación originaria de los individuos y la jerarquía de valores que propone como objetivo. Esta posición parte de unos individuos aislados, dispersos y autosuficientes que a partir de ahí establecen sus contratos de colaboración con los demás. Se rechaza la existencia de objetivos comunes de la sociedad y diferentes de los intereses individuales de cada persona. Por otra parte, tratan de establecer unos principios o libertades individuales iguales para todos, donde se destacan las llamadas libertades básicas políticas y civiles. Es aquí donde aparece como una libertad fundamental el derecho a la propiedad privada. Y siguiendo con su justificación, como no hay un bien común de la sociedad, por ejemplo, el favorecer la igualdad social, por encima de los intereses de cada individuo, no se puede establecer ninguna norma que cuestione esta libertad básica, en este caso el derecho a la propiedad privada. Por esa vía se llega al derecho a la libre empresa y  a enriquecerse cuanto se pueda, evitando cualquier interferencia moral o política  sobre ese derecho ‘natural’.

Rawls defiende con firmeza que ninguna desigualdad social o económica puede atenuarse si con ello se limita la libertad fundamental de un individuo. El primer principio de la justicia sería el derecho a un ‘sistema de las libertades básicas’ (dentro de una estructura básica liberal), en segundo lugar se defiende el apoyo al ‘menos aventajado’ y a la ‘igualdad de oportunidades’, pero subordinado al primer principio y, en tercer lugar, expone el ‘principio de la diferencia’, la idea de que son positivas las desigualdades socioeconómicas siempre que supongan una mejora o expectativa de mejora para los más desfavorecidos. Por tanto, contempla una acción distribuidora de los propios empresarios o del Estado, matizando a los neoliberales, pero sigue legitimando los mecanismos de desigualdad social. Dentro de esta jerarquía de principios o valores, la idea de justicia estará basada fundamentalmente en el primer criterio sobre la libertad. La teoría de la justicia de Rawls también tiende a reforzar la defensa del individuo frente a la intromisión del Estado y de la sociedad mediante el rechazo a los bienes colectivos, ya que podrían amenazar al individuo. 

Se deja aquí la complejidad de las discusiones entre liberalismo y comunitarismo[69], así como la filosofía subyacente en la declaración de la ONU sobre los derechos humanos. Desde la Modernidad, el reconocimiento y valor del individuo, de sus libertades y su autonomía como sujeto moral es fundamental, pero se trata de combinarlo con su vinculación a los grupos y colectividades sociales y por tanto con las ideas del bien que existen en esas comunidades[70]. Es desde esta interrelación desde la que se escriben estas líneas.

Como elemento central hay que señalar la crítica al derecho a la propiedad privada como libertad individual incuestionable[71]. Aunque el punto de partida, aparentemente es la política, son las libertades, en la mayor parte de las corrientes liberales desde Locke aparece en un lugar privilegiado el derecho a la propiedad privada incluso por encima de la sensibilidad democrática de otros derechos civiles y políticos. Por tanto en el fondo se está poniendo en primer lugar también la economía (la propiedad) y en segundo plano la política (los derechos políticos y sociales). Los sectores neoliberales, como continuadores del liberalismo económico y del utilitarismo desde Smith, en su jerarquización de valores, ponen el acento en la libertad económica.

B. El liberalismo social  y los derechos sociales ‘básicos’.

El llamado liberalismo social, en autores como Dahrendorf es más progresista en esto, ya que admite la conveniencia de corregir la desigualdad económica por arriba en la medida que se pueda convertir en una situación de poder y privilegios y por tanto en fuente de derechos y titularidades contrapuestos a los derechos de los desfavorecidos. Este autor sigue priorizando el valor de la libertad, pero corregido con el de la igualdad política para disminuir la desigualdad económica y social también por abajo.  Por tanto con una fundamentación de la justicia similar dentro del liberalismo hay dos sensibilidades. Esta segunda pone más el acento en la acción social y política frente a la desigualdad económica, y desemboca en una concepción de la ciudadanía, del conjunto de derechos políticos y sociales, de una concepción ética (siguiendo a Kant) de los derechos humanos en general, que condicionan la espontaneidad de la naturaleza y esencia egoísta del individuo. No se desligan del tronco común, desde Hobbes y Mandeville, de que las personas se mueven por su beneficio propio, por su interés egoísta, y eso les lleva a la riqueza, a la cooperación o al bien de la sociedad, pero lo atenúan mediante la ciudadanía y la moral racional.

Por tanto, en el liberalismo ese desarrollo ‘natural’ del individuo sería lo principal, y sus objetivos serán defender y ampliar la libertad de más individuos para que desarrollen su naturaleza, es decir, para defender sus intereses individuales. Según ese razonamiento, eso sería lo más justo, no tanto corregir la desigualdad. Pero aunque los liberales tengan esa fundamentación común de la justicia conviene diferenciar, como se viene señalando,  a los que plantean una subordinación clara a lo económico, de quienes le dan cierta importancia a lo político, a lo social. Se trata de señalar las diferencias entre el liberalismo económico y el liberalismo social, de pensadores como Polanyi[72]. Diferentes autores definen solamente como liberales (o neoliberales) a la primera corriente, y demócrata, a la segunda. Estos últimos pondrán más acento en la ciudadanía y en la crítica hacia la exclusividad de la economía y del trabajo, por lo que la racionalización de la economía se debería corregir por la acción estatal o de la propia sociedad. Es la tradición defensora de la protección social y el Estado de Bienestar, que aunque mantenga como principal el polo económico lo complementan con la acción social, enlazando con las corrientes democráticas y de izquierda.

En el caso de J.C. Espada[73], que se reclama del liberalismo ‘activo’, se expresa muy bien este pensamiento liberal: ‘el objetivo de los derechos civiles no es fomentar la igualdad, sino la oportunidad; no es evitar la desigualdad, sino la exclusión de un mundo de oportunidades. Puesto que los hombres son libres e iguales como ciudadanos, pueden ser libres y desigualdades como individuos’.  Es decir, los individuos son desiguales (por naturaleza o condición social originaria) y la ciudadanía proporciona un contrato social, en el ámbito ‘público’ o ‘político’ que no debe interferir los fundamentos de esa ‘libertad de desarrollo individual’ del campo ‘pre-político’ o ‘natural’. Así se reconoce que los derechos sociales proporcionan un nivel mínimo a todas las personas necesitadas y que eso constituye una obligación moral para la sociedad. Pero a partir de ahí considera que la distribución de los bienes básicos no necesariamente debe ser pública y colectiva, sino que preferentemente debe buscarse insertar nuevamente a la persona en el mercado y evitar su exclusión (del mercado y del empleo). Infravalora que las causas de la exclusión y pobreza son amplias y permanentes y que deben suponer una acción estructural y colectiva contra la desigualdad y por una redistribución de la riqueza, que muy parcialmente ha realizado el Estado de Bienestar y que hoy día, ante el deterioro de las prestaciones y derechos sociales, es todavía más urgente y perentoria. Se acepta que para poder ser una persona ‘libre’ ha de tener resueltas sus necesidades básicas, es decir, tener unos bienes básicos, para poder tener autonomía y ser un sujeto moral. Pero tras ese ingreso social para cubrir esas necesidades básicas y por encima de ese umbral mínimo se justifica la desigualdad en la acumulación de riqueza, con el argumento de que lo principal es la libertad, y la búsqueda de la igualdad no puede violar ese primer objetivo. Es más, ‘la búsqueda de la igualdad social es intrínsecamente incompatible con el mantenimiento de la libertad’.

Sin embargo, el liberalismo social da un paso adelante al defender la satisfacción de unos bienes básicos en nombre de la ciudadanía social, proporcionando un estatus mínimo como ciudadano. En ese sentido también reclama la exigencia moral a los ricos para responsabilizarse de la acción contra la pobreza, pero no afronta los grandes desequilibrios de la desigualdad social, contemplando esta acción a través del fortalecimiento y legitimación de la acción de los mercados, corrigiendo algunos de sus excesos. Se sostiene un concepto de la libertad ‘negativa’ como ausencia de coacción para decidir, y aunque se admite cierta libertad ‘positiva’ de ofrecer los medios concretos, los bienes básicos,  a través de los derechos cívico-sociales, se defienden para el objetivo de hacer a las personas más libres, no para avanzar en una sociedad más justa e igualitaria. Esta última tendencia progresista que supone un juicio moral global sobre la desigualdad social y una búsqueda de instrumentos de transformación igualitaria enseguida cuestionará las estructuras sociales al tratar de superar las exigencias mínimas de dar un soporte básico a las personas, cuestionando las bases de la propia posición liberal.

C. Más libertad no presupone más igualdad.

Ahora se entra en la justificación liberal de Van Parijs sobre la universalidad para todos de una renta básica (RB) con una formulación muy explícita según la cual esa renta básica no es para corregir la desigualdad y no está en conexión con las necesidades básicas de la población. Su fundamentación está en la necesidad de dar una base común a cada persona porque así se ampliaría el suelo de la libertad real de todos. Y debería ser igual para todas las personas para no incurrir en afianzar la desigualdad del punto de partida y para que todos los individuos puedan tener las mismas oportunidades. Supuestamente con esa aportación igual, se aumentaría de forma similar el grado de libertad individual y por tanto sería más justo. En todo el desarrollo de esta argumentación se nota la fundamentación liberal, que hace abstracción de la situación social en que nacen y viven los individuos, ya que la realidad es de una gran desigualdad social y económica, existiendo un reparto muy desigual de los mecanismos de distribución de la riqueza, del empleo y el patrimonio material y cultural, tanto en el plano individual como entre los diversos grupos sociales. El valor de la libertad es desigual, unas personas son mucho más ‘libres’ que otras, es decir, tienen más capacidades reales para realizar sus proyectos vitales. Por tanto lo que se trataría es de reequilibrar las condiciones originarias, de favorecer una mayor igualdad real, y en el fondo también una mayor libertad real para los sectores empobrecidos y excluidos.

Una distribución de bienes sociales igual para todos es justa cuando el punto de partida es similar. Por ejemplo en las tradiciones comunales de la revolución francesa, o en el ámbito de comunidades locales o grupos sociales homogéneos, o en una sociedad más igualitaria.  Entonces la distribución igual para todos y todas mantendría y consolidaría la igualdad. Pero en una realidad social no equilibrada, se puede defender que el reparto de bienes y rentas para ser igualitario, podría ser desigual cuantitativamente. Es decir debería guiarse según las necesidades de los diferentes sectores y personas de la población, que pueden ser desiguales, manteniendo un criterio redistributivo justo e igualitario en el fondo, pero con resultados diferentes según los segmentos de la población. En las sociedades modernas actuales con un alto grado de segmentación, de diversidad y diferenciación se trata de buscar, como resultado, el tener una base común básica.[74] Pero los criterios de equilibrio o equidad no conllevan necesariamente el repartir los mismos bienes a todo el mundo, y en la tradición de la izquierda y del ‘bienestarismo’ siempre se ha defendido de que paguen más los que más tienen, y reciban más los que menos tienen, es decir, los más desfavorecidos, buscando el resultado global de una mayor igualdad.

La argumentación del liberalismo radical de Van Parijs, sobre la universalidad de la renta básica, de dar a todos el mismo importe, se justifica con dar a todos un mínimo común denominador, un punto de partida de igualdad de oportunidades, pero haciendo abstracción de que ya en el origen el punto de partida es desigual. Que se nace más rico o más pobre, que existe la herencia y la acumulación del patrimonio material y cultural y que unos cuentan de partida con más libertad real que otros, porque tiene otros mecanismos de los que se han ido dotando a lo largo de la historia. Por tanto para garantizar la libertad real las clases pudientes ya tienen muchas rentas y mecanismos suficientes. La cuestión es modificar la desigualdad, compensar a los que no tienen recursos suficientes para acceder a una ciudadanía real para todos.

En ese proceso de argumentación Van Parijs llega a justificar la desigualdad del capitalismo, porque con su productividad puede ser capaz de dar una renta común y básica para todo el mundo. Van Parijs presupone que con una renta igual para todos se garantiza un punto de partida común, pero la realidad es que para unos es una renta para sus necesidades básicas y para otros es una acumulación a su riqueza previa. Además sólo se preocupa de ese primer peldaño común y a partir de ahí justifica la desigualdad de la riqueza y privilegios, con el argumento de que una vez que se tiene una renta básica, cada cual es libre para aumentar las diferencias de riqueza con respecto a los demás. Esta posición de distribuir una renta igual para todos podría incluso ser injusta y similar a los impuestos ‘negativos’ defendidos por los neoliberales como Friedman[75].

En definitiva con un criterio universalizador se le amplían los beneficios a las clases medias en detrimento del gasto social y de las deducciones específicas de amplios sectores de la población y por tanto se redistribuye la renta en un sentido regresivo. Por una parte resuelven los problemas de la pobreza de las personas sin recursos al garantizar una renta básica. Pero, por otro, si se mantienen las mismas bases económicas y el tipo de fiscalidad, y tenemos en cuenta que los impuestos son regresivos, nos encontramos que estas deducciones fiscales darían más ventajas a los ricos. En conclusión, la generalización de la renta básica para todos, independientemente de su riqueza, la propuesta de una renta incondicional del nivel de ingresos y propiedades del individuo no es nada radical, sino muy aceptable para las clases medias y pudientes.

D. La subordinación a la eficiencia productiva y a la economía.

Para Rawls, primero es la justicia (las libertades básicas) y, como se ha dicho, después el bienestar y la igualdad social. En este segundo momento socioeconómico, también pone la subordinación de la eficiencia económica a su idea de justicia. Se estaría defendiendo, al estilo kantiano, a las libertades básicas y los derechos humanos por encima del interés egoísta y el beneficio propio. Pero hay una delgada línea que se suele traspasar cuando un criterio fundamental de la justicia y la libertad es el derecho del individuo a la apropiación individual. Y en el caso de Rawls este criterio de justicia se sobreentiende que se da en la afirmación de una sociedad ordenada según la estructura básica de una democracia occidental, de acuerdo al orden social vigente. Enseguida aparece la defensa del mercado y de la estructura de relaciones económicas internacionales como componente fundamental de esa estructura básica, a partir de la cual los ciudadanos pueden ser libres.

Después de la caída del Muro y el desprestigio del socialismo, se ha afianzado el punto de vista liberal, y el marco capitalista y la dependencia del Sur aparecen como las únicas opciones posibles. En el caso de Van Parijs y de Dahrendorf, para defender el supuesto avance en la libertad que supondría una renta básica para todos, habría que aceptar la racionalidad económica y defender el aumento de productividad del  sistema capitalista, habría que garantizar la eficiencia de la economía y del trabajo. Así se encadena el discurso justificativo del actual orden social. La implantación de la RB, tampoco supondría frenar la tendencia mayoritaria de la población de buscar a través del empleo o la propiedad una ampliación de la riqueza, del poder y del estatus social, por tanto tampoco cuestionaría las bases de la cultura del trabajo. Como la RB es la base, a partir de ahí viene el resto del edificio y cada cual sería ‘libre’ para edificarlo, cada cual estaría legitimado para acumular bienes y patrimonios sin límite y aprovechando las desigualdades de partida que hay en las relaciones sociales y económicas actuales, sin que se pueda interferir ningún proyecto de bien común por la igualdad. Y si al pobre, que se le ha dado una RB, ve con ojos de envidia al rico, se le dice que ya tiene la misma libertad real que el rico y que su vida es ya responsabilidad individual de él mismo. Las instituciones colectivas ya no podrían interferir, ya se tendría la misma oportunidad para enriquecerse, con un empleo o lo que pueda. Y tampoco se puede interferir en la libertad del rico para que también siga enriqueciéndose o en la lógica de la competitividad y eficiencia económica. En conclusión lo que Van Parijs presenta como la propuesta más radical, incluso como la mejor vía para llegar al comunismo, se legitima en una defensa de un orden desigual e injusto. Es la concepción liberal de que contra más desarrollo del capitalismo más riqueza, pero el auténtico problema aquí (aparte de cómo se produce y de los efectos ecológicos y sociales) es precisamente el reparto desigual de esa riqueza que conllevan las estructuras capitalistas, y que nos aleja de una sociedad más igualitaria, especialmente si se contempla desde una óptica mundial.

E. El objetivo y los resultados de la igualdad.

El Estado de Bienestar se ha caracterizado por una distribución horizontal de la riqueza, es decir que lo que pagaban unos sectores y clases sociales en impuestos revertía en esos mismos sectores y clases sociales en protección social colectiva. El extraordinario aumento de la productividad y la generalización del pleno empleo, permitió a la mayoría de las clases trabajadores a salir de pobreza y tener un poder adquisitivo suficiente (a través del salario, los subsidios o las pensiones). Con el Estado de Bienestar y los derechos sociales la mayoría de la población aumentó su seguridad y bienestar, pero permanecieron las grandes desigualdades sociales. No era, fundamentalmente, una redistribución de rentas de las clases pudientes a las más desfavorecidas, como de forma embellecida se ha tratado de presentar, sino sobre todo ( por la alta productividad y generalización del empleo) un traslado desde los salarios al gasto social y a la solidaridad entre los diferentes segmentos y generaciones de las clases populares.

Históricamente los criterios universales no se han instaurado de una vez, para todos y para siempre. La burguesía ascendente en el XVIII, presentó como universales una ampliación de los derechos que sobretodo beneficiaba a esa clase social frente a los privilegios que el Antiguo Régimen reservaba a la nobleza y al clero. Avanzar en la universalidad ha consistido en una lucha continuada por extender los derechos de los que no los tienen. Los derechos sociales, la ciudadanía social fue una extensión de las garantías al grueso de la población trabajadora occidental. Seguir avanzando en la universalidad de las titularidades civiles y sociales es seguir profundizando y ampliando los derechos y garantías a los que no los tienen o los tienen en precario, no duplicándolos a los que ya los tienen con suficiencia.

Las medidas redistributivas a favor de las clases populares siempre necesitan de cierto poder político, al igual que en los estados capitalistas actuales, los regímenes políticos son más favorables a las rentas del capital que a las del trabajo. La lucha por los derechos sociales es por conseguir una mayor igualdad de las clases trabajadoras y tener más garantías de poder acceder a una mayor seguridad, estatus y poder adquisitivo que, en general, ya tenía la burguesía. La universalización de las libertades, de los derechos ciudadanos, ha sido un proceso histórico por la ampliación desde los sectores pudientes a los más desfavorecidos de las condiciones de vida digna y por una relación social más igualitaria y más libre.

La corriente más democrática, la izquierda y el movimiento socialista desde el siglo XIX, han defendido esta dinámica más igualitaria. Hoy día todo ello es una propuesta radical y es difícil de poner en práctica, aunque todavía se pueden defender la justicia, la igualdad y la libertad como valores morales que fundamentan unas propuestas transformadoras y de reforma social. En definitiva se resalta la vigencia de la universalidad del derecho a una vida digna, garantizando unos ingresos imprescindibles para cubrir las necesidades básicas de todas y cada una de las personas, pero contemplando los recursos que ya tiene cada cual, para profundizar en una relación más igualitaria.

En este texto se parte de la relación de desigualdad socioeconómica real existente, para realizar unas propuestas que pueden favorece más a una parte, con el objetivo de alcanzar una mayor igualdad. Es el antiguo punto de vista de no ser neutral, el de ponerse desde el lado del gran campo de los oprimidos, de que las grandes transformaciones sociales son una gigantesca discriminación positiva para los más desfavorecidos, que podemos justificar con el derecho a la devolución para el pueblo de todo aquello que se considera patrimonio del pueblo, de reafirmar el principio democrático de soberanía popular y pertenencia al pueblo de los bienes colectivos de la sociedad. Por tanto es el criterio de avanzar en la igualdad real de todos, en la libertad real a la gran mayoría aunque otra parte se vea algo perjudicada, como admite un liberal como Dahrendorf. No se está hablando principalmente de libertades civiles y políticas, ni sólo en el campo jurídico de los derechos, sino en el de una nueva ciudadanía social que supone una interrelación y jerarquización de libertades, valores y derechos con una acción  social transformadora. Es un punto de partida con la afirmación de los derechos sociales, de la protección social ante las situaciones de vulnerabilidad social, del fortalecimiento del polo social del Estado social, para generalizar el bienestar.

F. Derechos y deberes. La incondicionalidad y el vínculo social.

Ahora se va a tratar el tema de la incondicionalidad, el de la combinación de derechos y deberes, que es la base del contrato social moderno. La incondicionalidad, la defensa de derechos al margen de la contribución del empleo, es una posición necesaria frente a la presión productivista de vincular la vida de las personas a su inserción en el mercado de trabajo. Por tanto se puede defender un salario social independientemente de su aportación al empleo, o su disposición a la inserción laboral. La gran mayoría de la población no empleada, están en paro involuntario o con empleo precario, son amas de casa con tareas domésticas y de maternidad, jóvenes con cierta actividad formativa, cultural o asociativa, o pensionistas. Es decir la gran mayoría realiza o ha realizado una actividad útil socialmente, o en todo caso no tiene responsabilidad directa en su inactividad o desempleo.

Por tanto reconociendo esa función social o esa imposibilidad práctica de ejercerla sería suficiente para que aún aceptando una condicionalidad débil, se generalizase un ingreso social. Tendría similar amplitud con una incondicionalidad y tendríamos un salario social para toda la gente desempleada o sin recursos.

Pero otro aspecto fundamental es el de la vinculación social. No se pone en primer plano las contraprestaciones de deberes ante lo que te aporta la sociedad, sino de ampliar, renovar y llenar un vacío de sociabilidad y desarrollo solidario o en términos más clásicos de cohesión e integración social.  Entonces, en vez de hablar de una condicionalidad débil, de deber social, se pone el acento en el derecho a participar en lo público, en el reconocimiento  de la actividad social, en lo positivo de estimular otras actividades humanas independientes del empleo. La corresponsabilidad social no aparece entonces como negativa sino como desarrollo de la propia personalidad, de la solidaridad y de los vínculos comunitarios.

Desde una fundamentación individualista, se puede llegar al primer planteamiento, basado en los derechos individuales de toda persona. Es más, se puede llegar a posiciones radicales desde la defensa democrática del individuo contra la cultura del trabajo o a la insumisión frente al Estado y la Ley. Esta variante de individualismo radical se fundamenta en los derechos del individuo, frente al sistema económico y político y desde la justificación de la prioridad a su interés individual, poder rebelarse frente al Estado o la producción. Se trata de poner el acento en la capacidad de elegir, como derecho inalienable del individuo.

Pero ahora no se valoran los efectos políticos, que también pueden ser muy positivos, sino la fundamentación ideológica liberal, que puede llegar a ser ambivalente. En la tradición moderna, al mismo tiempo que ese individualismo opuesto a las instituciones opresoras, se mantiene el individualismo opuesto o al margen de todo tipo de institución social, es decir de todo tipo de vínculo social. El liberalismo más extremo no puede traspasar esa frontera del individualismo metodológico, si no es a costa de alejarse del núcleo fundamental del liberalismo, del individuo aislado y por tanto ‘libre’ de ataduras sociales. Permanece entre el individuo asocial y el autoritarismo impuesto por el Estado, que obliga a colaborar con las instituciones y el orden social vigente. Sin embargo, la persona es un ser social, se construye, necesita y se beneficia de su relación social, desde su nacimiento y  durante su estancia en la sociedad. Bien es verdad que su relación con la sociedad también le acarrea sufrimiento, explotación y subordinación. Por tanto puede ser justa la resistencia individual a la integración forzada, a la normalización, y según esta discusión al rechazo de que la vía del empleo sea la única para poder sobrevivir. Pero es insuficiente la contraposición individuo y sociedad. El moderno contrato social, según el pensamiento liberal, se establece por la conveniencia y complementariedad de los intereses de los individuos. La ciudadanía y el Estado serían las bases comunes que garantizan el desarrollo de los individuos. Pero las bases de esa convivencia y sociabilidad son frágiles y se mueven entre el individualismo de ‘cada cual hace lo que puede’ y le interesa y las tendencias autoritarias del Estado-Leviatán como garantía del orden social.

G. Contrato social y laboral y sociabilidad.

Después de tener un ingreso social suficiente para vivir, aparece otro problema central: qué relación vital se establece con los demás, cómo desarrolla su personalidad y su identidad social, cómo se construye la sociedad. Los proyectos de la modernidad basados en la participación a través del empleo remunerado y en la ciudadanía liberal presentan insuficiencias. A partir de esa constatación la cuestión se desplaza a mejorar las capacidades para participar en la sociabilidad, en el desarrollo personal y colectivo de forma voluntaria y por tanto pudiendo elegir más libremente. De ahí también surge la conveniencia de una actividad social y cultural, de una acción solidaria y de modificar las pautas sociales y culturales que lo impiden. No se pone en primer plano la condicionalidad débil o suave como restricción de la libertad individual a no hacer nada con los demás porque daña el interés y desarrollo propio. Desde ese razonamiento la única salida es la incondicionalidad total, defensora de un individualismo absoluto.

Desde otros planteamientos éticos también se puede defender la incondicionalidad para romper una correspondencia individual y muy estricta, dejando los deberes en un plano más general de la moral o la ética y contemplando el conjunto de la vida de una persona, o bien estableciendo diferentes niveles de derechos que se corresponden con diferentes niveles de deberes.

Según Dahrendorf tanto los derechos sociales como los deberes cívicos están en el plano de lo público, de la ciudadanía. Las contraprestaciones de empleo, de la disposición a participar en el mercado de trabajo pertenecería al ámbito de lo privado y por tanto no se pueden poner en el mismo plano, como deberes ante el ejercicio del derecho a un ingreso mínimo. Llega pues a la misma conclusión de exigir un ingreso mínimo incondicional e independiente del empleo. Es decir, se plantea como incondicional con respecto a otras contrapartidas en el plano laboral o socioeconómico porque es un derecho en el plano político de la ciudadanía, en el plano de lo público. Pero como la defensa de unos ingresos mínimos para cubrir las necesidades básicas se establecen en el marco político de la ciudadanía, también se sobreentienden que las contrapartidas se deben de ofrecer en el mismo plano de la ciudadanía política y pública, es decir, en ser buen ‘ciudadano’, tener espíritu cívico y corresponsabilizarse con la ‘cosa’ pública. Así, en este caso, también se exige una corresponsabilidad en los deberes. La cuestión es que se separa el marco de los derechos y deberes en cuanto ciudadano, el plano de lo público y el contrato social, y el marco de los derechos y deberes ‘privados’ en este caso regulados por el contrato laboral, mercantil o matrimonial, y donde se deja ‘libertad’ a las partes para concertar sus derechos y obligaciones. Sin embargo sabemos que en este ámbito también se dan unas relaciones previas de desigualdad y dependencia que hacen que los contratos avalen una relación desigual, ya sea entre empresario y trabajador o entre hombre y mujer. La condicionalidad se da en la sociedad política, la obligatoriedad de los deberes también se desarrolla en el plano de lo público y consiste en la aceptación y cumplimiento de la Ley o en la contribución personal con una parte del tiempo de cada cual a la sociedad (en forma de servicio militar o prestaciones sociales diversas, o en todo caso con impuestos).

Esta es la tradición universalista kantiana en que los derechos se basan en la condición humana, pero en donde no hay una correspondencia estricta y automática con los deberes. Las obligaciones quedan también en el ámbito general de la corresponsabilidad social o la pertenencia a la ciudadanía. Ante la insuficiencia de concreción regulativa de la ética, la articulación de los derechos y deberes debe pasar del ámbito las declaraciones universales y generales y bajar al ámbito de la regulación jurídica concreta, donde se establecen por un lado derechos y por otro los deberes, que suelen estar separados, aunque todo confluye en cada persona. Esta tradición ética universalista ha sido y todavía es un poderoso elemento cultural con capacidad igualitaria.

H. Deberes o participación social.

En la fundamentación de un ingreso social como derecho ciudadano, desde el propio pensamiento liberal también se justifica sin necesidad de contrapartidas y deberes en el plano de lo económico, es decir de la inserción en el mercado de trabajo, y por tanto  se considera incondicional en este campo. Pero la defensa de ese componente de universalidad, al igual que el conjunto de los derechos fundamentales no excluye sino que presupone la corresponsabilidad de deberes en el mismo plano de la ciudadanía.

Desde Dahrendorf hasta Offe[76] se ven los límites del contrato laboral como base de la sociabilidad en este fin de siglo y conciben una renta mínima no en el campo estricto de lo económico, sino en el de las condiciones mínimas de la ciudadanía, situando en ese plano el deber moral de corresponsabilidad, que ya la sociedad y el Estado, deberían precisar y reglamentar. En consecuencia caminamos de la obligación moral de trabajar al deber ciudadano de ser ‘patriota’ o ser ciudadano ‘cívico’.[77] Es esta concepción la que late tras Marshall y Beveridge al fundamentar el Estado de Bienestar y las prestaciones básicas como derecho de carácter universal, pero con el compromiso de fortalecer la cohesión social, la estabilidad del orden social y económico, en un marco geoestratégico de frenar el avance del bloque socialista en la posguerra mundial.  Se ha salido del debate de derechos y deberes muy reglamentados en cada individuo según su participación en el empleo, al de los derechos y deberes ciudadanos, en tanto individuos que existen. En la tradición más individualista las obligaciones aparecen como una necesaria contrapartida, pesada y que conviene siempre dejar en segundo plano. Es la prioridad al egoísmo individual y el asociacionismo y cooperación del contrato social es muy instrumental. En el otro extremo, desde sectores conservadores o más totalizadores se ha puesto en primer plano la razón de Estado para exigir las obligaciones.

La ciudadanía, especialmente la social, desde un enfoque más colectivo o comunitario se puede plantear desde la perspectiva de la inserción o integración social, desde la ampliación de los derechos colectivos del individuo como ser social a fortalecer el vínculo social y participar en la vida pública. Así la actividad democrática, la acción social o cultural, etc., no aparecen tanto como deberes impuestos, sino como derechos a que la propia sociedad amplíe los cauces para su desarrollo, como contradictorio con el egoísmo individual pero como expresión del desarrollo humano. Así el ‘mérito’ de la acción solidaria se revalorizaría ante la sociedad. En definitiva no es tanto exigir contrapartidas frente al derecho a un salario social o unos derechos sociales, sino poner en primer plano la necesidad de mecanismos de integración, actividad social y desarrollo comunitario, evitando los riesgos de desvertebración y exclusión social, y admitiendo la amplitud de las formas de relación social y sociabilidad de la gran mayoría de la población, que no puede o no quiere aportar su contribución a través del empleo.

Se trataría de superar la simple visión contractualista y no poner el énfasis tanto en la contrapartida a una prestación social o laboral , sino en la ampliación de los vínculos solidarios y en los cauces de participación social[78]. Consistiría en ir más allá de la simple integración social, de la esquemática posición de inclusión en la normalización social para luchar contra la exclusión, o de tener que realizar un contrato de inserción social o contrapartida vivida negativamente. Por tanto, se abre el reto de remover y reinventar las nuevas pautas de comportamiento social, los criterios morales, una nueva actitud de solidaridad y cooperación social, que solamente se puede hacer hoy muy parcialmente y entre sectores muy limitados. Pero es un debate ético y teórico fundamental que viene asociado a la acción contra la exclusión y a la ampliación de los derechos sociales.

Desde ese punto de vista, se puede llegar también a la defensa del derecho a no trabajar. No como derecho a la pereza, sino a que libremente se pueda rechazar un empleo formal, o la necesidad de estar integrado en el aparato productivo, exigiendo el derecho a poder tener una vida digna con un ingreso o salario social y realizando una actividad útil socialmente. Por ahí se llega a una nueva concepción más radical de la ciudadanía social.

La idea de situar a la economía, al trabajo en primer plano, que avanzó con fuerza desde el siglo XVIII,  es hegemónica en la sociedad actual desde hace poco más de dos siglos, con la generalización de la industrialización. El movimiento en defensa de la ciudadanía, y en particular de la ciudadanía social,  ha supuesto un freno a ese economicismo y tiene un componente igualitario, pero casi siempre se ha expresado en un segundo plano y subordinada a las exigencias de la economía. La vinculación social colectiva se ha desarticulado en beneficio del contrato individual. Ahora la crisis del empleo puede tener efectos contradictorios, dejando en la vulnerabilidad y dependencia a las personas sin empleo. La crisis de la sociedad salarial puede no llevar a la liberación y sí a la instauración de viejas subordinaciones sociales. Los elementos beneficiosos de relativizar lo económico, dejan un importante hueco, pero puede permanecer vacío ante la ausencia de unas nuevas bases de sociabilidad.

Las dos corrientes que se han estudiado, la liberal y la democrático-radical presentan insuficiencias, pero los viejos valores de libertad, igualdad y fraternidad todavía están vigentes. El reto se sitúa en poner el énfasis en la prioridad de lo social, en unas relaciones libres e igualitarias, en el desarrollo personal y el bienestar colectivo que se deberían colocar por delante del imperio de la economía y del empleo. La actual crisis socioeconómica y del Estado de Bienestar, las nuevas funciones del trabajo y la actividad social están generando nuevas identidades sociales y corrientes culturales y otro marco para la acción por una nueva ciudadanía social, siendo necesario avanzar en un pensamiento crítico.

Septiembre de 1999.

[1] Una versión de la tercera parte y otra de la cuarta parte de este trabajo se presentaron como Comunicaciones al Simposio de CÁRITAS ‘Políticas sociales contra la exclusión social’ de Mayo de 1997, publicándose en Julio junto al resto de Ponencias.

[2] El presente trabajo fue editado por ‘BABEL Colectivo de iniciativas solidarias’, como Cuaderno de Trabajo en abril de 1998. Una reelaboración a partir del segundo capítulo fue publicada en la revista ‘MIENTRAS TANTO’ en la primavera de 1998, con el título de ‘Reparto del trabajo y salario social’.

[3] Se utiliza esta denominación genérica de salario o ingreso social, aunque en diferentes capítulos se utiliza la denominación empleada por cada autor que hacen referencia a diversos matices. Las citas textuales de diversos autores están en cursiva. La bibliografía utilizada se cita en las notas a pie de página.

     [4]  Las referencias a C. Offe, están extraídas de su escrito ‘Precariedad y mercado laboral: Un análisis a medio plazo de las respuestas disponibles’ publicado en el libro ‘¿QUÉ CRISIS?, Retos y transformaciones de la sociedad del trabajo’ Ed. Gakoa - 1997.

     [5]  Las fuentes utilizadas para los datos sobre pobreza, mercado de trabajo y distribución de la riqueza de los próximos capítulos han sido, fundamentalmente, el Informe nº 8 del Consejo Económico y Social (CES) sobre ‘Pobreza y la exclusión social’ de Marzo de 1997, junto al informe complementario del CES de la Comunidad de Madrid (1996/97); la Revista de Cáritas Documentación social nº 106 (1997) monográfico sobre ‘Políticas ante la exclusión social’, así como la EPA (Encuesta de la población activa); además sobre los IMI el estudio más amplio está en ‘La caña y el pez’ de Mario Gaviria; también es de interés el nº monográfico del 2º trimestre de 1997 de la Revista de servicios sociales y políticas, sobre la Exclusión social editada por el Colegio de Trabajadores Sociales.

     [6]  Las fuentes utilizadas, son fundamentalmente, el Informe de la Comisión francesa de Evaluación del RMI, ‘La caña y el Pez’ de Mario Gaviria, así como el citado informe del CES (estatal) sobre la Exclusión social y el Informe sobre la Situación de la Comunidad de Madrid de 1996 y 1997 del CES de Madrid.

     [7]  A partir del artículo ‘Del reparto del trabajo al reparto de la renta’ de José Iglesias Fernández, escrito en junio de 1994 y publicado en Mientras Tanto nº 61 de primavera del 1995. Posteriormente, José Iglesias ha desarrollado sus argumentos en ‘La renta básica, un programa de implantación, en Papeles de la FIM (1996). También son muy sugerentes los debates en torno al Ingreso social, dentro de la polémica abierta en Euskadi en torno a la Carta de derechos sociales presentada, recientemente, ante el Parlamento Vasco.

     [8]  Recogido del artículo de Jorge RIECHMANN ‘Sobre trabajar, comer, holgar y liberarse: el debate acerca del subsidio universal incondicional’, publicado en Mientras Tanto, primavera de 1996, y donde polemiza con el artículo de José Iglesias.

     [9]  Además de las citas que se seleccionan de Gorz y Aznar, se puede ver una posición de Gorz algo más matizada en ‘Salir de la sociedad salarial’, André Gorz - Ed. Germanía, donde se publica junto a otros artículos de C. Offe y Albert Recio. Este último ha publicado recientemente ‘Trabajo, personas, mercados’ en Ed. Icaria-Fuhem. En relación al reparto del trabajo, especialmente para ver sus implicaciones en la generación de empleo, se puede ver ‘El debate sobre el reparto del empleo’ de Jesús Albarracín y Pedro Montes, en Viento Sur nº 12 de 1993.

     [10]  Publicados en 1988 en Zona Abierta nº 46/47.

     [11]  Ver ‘Clase y estratificación’ de Rosemary Crompton, Ed. Tecnos - 1994. También son interesantes ‘Pobreza y ciudadanía social’  de Silvia Levin en Revista Internacional de Filosofía Política (RIFP) nº 8, Diciembre de 1996, y ‘El ingreso básico como derecho ciudadano y la justicia’ de Francisco José Martínez, en Papeles de la FIM (Fundación de Investigaciones marxistas) nº extraordinario sobre el ‘Ingreso universal’ del 2º semestre de 1996.

     [12] Ejemplos: La educación formal (en donde se basa en gran medida la 'reproducción cultural') está funcionalmente ligada (e individualmente motivada por) la inserción esperada de la mano de obra 'educada' en papeles ocupacionales... y lleva a sectores de la juventud al 'abandono de los estudios'... La organización espacial de las ciudades modernas está a menudo marcada por esquemas de segregación.. Dependencia de métodos desprotegidos, informales y delictivos de adquisición de ingresos y 'mercados clandestinos de trabajo'. Erosión de la forma de vida y reproducción en familia. Cuando ésta no cumpla con la función de microsistema de seguridad social, la precariedad se intensificará. Los factores externos políticos... incremento de formas etnocéntricas y racistas de 'exclusivismo'. Todos estos factores externos de precariedad son colectivamente relevantes y se transmiten a la atención de audiencias masivas.

[13] Ver `Una revolución en la teoría de las clases de Van Parijs, en el libro Teorías contemporáneas de las clases sociales de Ed. Pablo Iglesias. Se puede ver también en 'Ingreso universal y pleno empleo: la alianza de lo inevitable' de Van Parijs, en el Papeles de la FIM citado.

     [14]  Se inicia la discusión con los artículos de 1985 en ‘Una vía capitalista al comunismo’ de Van Parijs y Van der Veen, que son contestados, entre otros, en ‘Por qué algo como el socialismo es necesario para la transición a algo como el comunismo’, de E. O. Wright,  y vueltos a rebatir por los primeros en ‘Subsidios universales frente a socialismo’. Todo ello está publicado en el nº monográfico de Zona Abierta nº 46 y 47 sobre ‘Un salario mínimo (garantizado) para todos’  publicado en 1988.

     [15]  Ver la ‘Teoría de las necesidades humanas’ de Doyal y Gough Ed. Icaria-Fuhem, que hacen un estudio a nivel mundial, integrando las diferencias entre el Norte y el Sur en una perceptiva unitaria de la humanidad. Sus investigaciones han influido en el enfoque de los programas de desarrollo de la ONU.

[16] Este artículo se publicó en la revista ‘Página Abierta’ en Abril de 1998 y una versión resumida en la revista ‘Alandar’ en Mayo de 1998.

[17] Una versión de la segunda parte de este texto fue publicada en la revista ‘Página Abierta’ en Febrero de 1999.

[18] Jeremy Rifkin, EL FIN DEL TRABAJO, editorial Paídos (1996).

[19] Lewis Munford. TÉCNICA Y CIVILIZACIÓN (1934). Última edición en castellano en Alianza Editorial (1997). Este libro es una de las críticas, ya clásicas, más documentadas y amplias a las pretensiones de la neutralidad de la técnica.

[20] Entrevista de este líder comunitarista de EEUU en EL PAIS el 7 de febrero de 1996.

[21] Una interesante sociología de la familia, con una amplia base empírica y estadística y con una crítica al mito de la familia occidental nuclear se puede ver en el libro ‘Antropología histórica de la familia’  Ed. Taurus-1997,  de la francesa Martine Segalen.

[22] Sobre este proceso, ver el libro de Luis Enrique Alonso ‘Historia del consumo en España’, Debate, 1994

[23] André Gorz, ‘Metamorfosis del trabajo’ Ed. Sistema, 1997

[24] Claus Offe, ¿Qué crisis? Retos y transformaciones de la sociedad del trabajo. Ed. Gakoa, 1997

[25] Este texto es una ampliación y reelaboración de otro realizado en Marzo de 1997 titulado ‘Sociología del sindicalismo’. Aquí he recogido algunos datos y valoraciones del libro de Eugenio del Río, ‘¿Ha muerto la clase obrera?’ Ed. Revolución, 1989.  

[26] Por ejemplo, los sindicatos franceses permanecieron en la ilegalidad hasta 1884, y los alemanes fueron legalizados en 1890. En el caso de la afiliación existe desde el 80% de la población activa en Suecia o Finlandia, hasta entre el 10% y el 30% en Francia, España o Estados Unidos. En relación a la burocracia sindical, se puede citar que en la primera década de este siglo el sindicalismo británico ya contaba con unos mil funcionarios y hoy tiene unos tres mil.

[27] Es el lenguaje de entonces. Hoy día los partidos de izquierda ya no se considerarán obreros sino interclasistas e intentarán representar e integrar a las clases medias. En el caso del sindicalismo también se encuadrarán en algunos sindicatos corporativos sectores de las élites asalariadas.

[28] Análisis pioneros fueron los de Robert Michels, ‘Los partidos políticos’ (1912) Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 1979, y Max Weber en ‘El trabajo intelectual como profesión’ (1919), Ed. Bruguera, 1983.

[29] Habría que citar a las corrientes anarquistas que tenían bastante influencia hasta primeros de siglo, aunque habían iniciado su declive. Esta corriente tiene una particular posición en estos debates, pero solamente se va a tratar aquí de forma muy colateral. En el Estado español tuvieron mucha importancia hasta la guerra civil. Se puede ver el libro de Manuel Tuñón de Lara ‘El Movimiento Obrero en la historia de España’ Editorial Sarpe 1985 (dos tomos)

[30] El segundo bloque, sobre la integración de los sindicatos, lo baso en un comentario crítico al libro de Richard Hyman, Marxismo y sociología del sindicalismo. 1971. Editorial ERA - México (1978). Las citas entrecomilladas de varios autores están recogidas de ese libro.

[31] Los principales textos de Trotsky sobre este tema son ‘Adónde va Inglaterra’ (1925) y 'Los sindicatos en la era de la decadencia imperialista’ (1940), repetidamente citados por Hyman.

[33] Entre los muchos trabajos de Eric Hobsbawm, tiene especial interés el libro ‘El mundo del trabajo. Estudios históricos sobre la formación y evolución de la clase obrera’ (1984), Ed. Crítica, 1987.

[32] En este sentido seguiría a Anderson que opina que 'los sindicatos son, dialécticamente, tanto una oposición al capitalismo, cuanto un componente del mismo', por 'la diferencia de capital y trabajo en una sociedad de mercado'. Por tanto se genera conciencia de clase obrera, pero 'no socialista', ya que ésta 'sólo puede crearla un Partido revolucionario'.

[34] Hyman cita a Rosa Luxemburgo de 1904 para criticar al Lenin del Qué hacer (1902), su rígida división entre conciencia sindical y socialista y la ausencia de 'ideología intermedia'. Por otra parte, plantea el 'optimismo' de Lenin en 1895 (Proyecto explicación del programa del Partido socialdemócrata), 1899 (Sobre las Huelgas), en 1905 (Huelga de Petesburgo) y en 1917 (Informe sobre la revolución de 1905), es decir, critica las tesis donde Lenin plantea la transformación y combinación de la lucha económica y política en el movimiento huelguístico.

[35] Se puede citar también a Pannekoek que defiende, al igual que el primer Gramsci, los consejos frente a los sindicatos, en ‘Los consejos obreros y la cuestión sindical’ Ed. Castellote, 1977. Con respecto al idealismo del papel de la clase obrera tienen similitud los planteamientos 'consejistas', los comunistas sobre los 'soviets' y los anarquistas sobre el ‘asambleísmo’. Por otra parte la tradición anarquista, con particular radicalidad en la Guerra Civil española, también pone más el acento en la propia autonomía sindical y la separación del Estado e incluso de las organizaciones políticas comunistas o socialistas.

[36] Hay que recordar que para Trotsky, la dualidad de poder en la fábrica, el llamado ‘control obrero’ puede preceder considerablemente a la dualidad de poderes políticos en un país determinado.

[37] Entre varias de las obras de E.P. Thompson se puede destacar su libro básico ‘La formación histórica de la clase obrera’ (1963) Ed. Laia 1977 en tres tomos, y el último publicado ‘Costumbres en común’ (1991). Ed. Crítica 1995. Suponen un estudio profundo y multilateral del papel de las tradiciones culturales y la experiencia popular en la conformación de la identidad obrera en la Inglaterra del XVIII y comienzos del XIX. Aquí se ha tenido en cuenta sus ideas polémicas frente al estructuralismo de Althusser (en ‘Miseria de la teoría’) y la contestación de P. Anderson ‘Teoría, política e Historia (Un debate con E.P. Thompson)’ (1980) Ed. Siglo XXI 1985.

     [38] Para este bloque vamos a seguir el libro ‘Relaciones industriales - Una introducción marxista’ de Richard Hyman publicado en H. Blume Ediciones en 1975, y basado especialmente en la experiencia del movimiento sindical británico. Las citas entrecomilladas de este capítulo están sacadas de este texto.

[39] En la introducción de este libro, Hyman expone la importancia de la teoría en las cuestiones sindicales manifestando su oposición al pragmatismo. Según él, el enfoque marxista es aplicar unas perspectivas a las relaciones industriales, a las relaciones sociales con los criterios siguientes:  a) De totalidad, como interrelación de las cosas, como sistema de conjunto. b) De cambio, con una visión dinámica, como proceso histórico. c) De contradicción, es decir viendo los aspectos opuestos. d) De práctica, partiendo  de que las personas hacen su propia historia.

[40] Dos textos de particular interés y complementarios con el de Hyman son: Michel Crozier ‘Movimiento obrero y conflictos de trabajo’ en Tratado de sociología del trabajo. Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1978 y Frank Parkin, ‘Orden político y desigualdades de clase’ Ed. Debate, 1978

     [41]  En el artículo publicado con este título en la Revista Transición en 1979, R. Hyman matiza algunas de sus posiciones anteriores.

[42] Presidente del Instituto WUPPER de Alemania, dedicado a la investigación de los problemas medioambientales.

[43] He seguido en este capítulo las ideas básicas de Eugenio del Río en el libro ‘La clase obrera en Marx’ Ed. Revolución. 1986.

[44] Las citas y numeración de páginas corresponden a la edición de 1968 de Ediciones Grijalbo.

    [45] Para el contexto de estos años, he tomado las referencias del libro 'Las revoluciones burguesas' de E.J. Hobsbawm (Ed. Guadarrama) y '1848 Las revoluciones románticas y democráticas de Europa' de J. Sigmann (Ed. Siglo XXI)

    [46] Las citas y numeración de páginas están tomadas de la edición de las Obras escogidas de Marx y Engels de Editorial Progreso

[47] Sobre Weber he tenido en cuenta las valoraciones de A. Giddens en ‘        ‘ y sobre Marcuse he seguido los comentarios de Eugenio del Río en ‘¿Ha muerto la clase obrera?’. Ed. Revolución. 1989.

         [48] La primera versión, en alemán, fue publicada en el año 1904. Las citas y la numeración de páginas son de la undécima edición de 1992 publicada por Ediciones Península.

         [49] La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Pág. 15

         [50]  Ídem. pág. 242.

         [51]  Ídem pág. 248.

         [52]  Ídem. pág. 92.

[53] El hombre unidimensional de Herbert Marcuse fue publicado en 1964. Las citas están tomadas de la 1ª edición de Seix Barral, Barcelona, de 1969.

          [54]  El hombre unidimensional, pág. 51

          [55]  Ídem. pág. 56 y siguientes.

     [56] Ídem. pág. 285

[57] Una gran parte de las ideas expuestas en este artículo están extraídas de la discusión colectiva realizada en un Seminario sobre ‘La historia de la ética’,  realizado durante el curso 1993/94 y dirigido por el profesor Andrés Bilbao de la Universidad Complutense. Una versión resumida fue publicada en la Revista RIFF-RAFF de la Universidad de Zaragoza, en el nº 8/9 de 1997.

    [58] Edición de FONDO DE CULTURA ECONÓMICA - MÉXICO, 1982. Todas las citas y su numeración de página corresponde a esta edición.

    [59] Shaftesbury nació  en Londres en 1671 y murió en 1713.  Elabora sus teorías morales sobre un fondo de lecturas de Platón, Aristóteles, Cicerón y los estoicos. Sus obras las publicó con el título Charasteristics of Men, Manners, Opinions, Times. Influyó en Hutcheson, Hume y Smith. Intentó establecer una moral autónoma e independiente de Dios y la religión. Mandeville lo consideró su adversario principal.

    [60] Hutcheson (1694-1747) es catedrático de filosofía moral en la Universidad de Glasgow. Sigue a Shaftesbury y entra en conflicto con Mandeville.

    [61] Hume (1711-1776) de educación escocesa mantendrá permanentemente la tensión contra la tradición escocesa dominante. Su principal obra es Treatise donde expone las características de la naturaleza humana desde el tipo de orden social y cultural dominante en Inglaterra. Supuso una ruptura epistemológica.

    [62] Kant, alemán de origen escocés (1724-1804) publicó Crítica de la razón pura en 1781 abriendo una serie de grandes obras de filosofía moral con influencia hasta nuestros días. Continúa la labor crítica del empirismo inglés y pretende establecer una teoría moral con una base racional.

    [63] El inglés Hobbes (1588-1679) escribió el Leviatán donde hace del Estado la instancia desde la que se ordena la vida social. El orden social no viene determinado por la Naturaleza sino por el Leviatán al que los ciudadanos están subordinado, han dado su soberanía y que construye la sociabilidad. Tiene una antropología pesimista.

    [64] Smith (1723-1790) también era escocés. Publicó su ‘Teoría de los sentimiento morales’ en 1759 y se mueve en la separación de la sociabilidad nacida de la moral y la nacida de la economía, que al final está regida por la mano invisible del mercado.

[65] Texto presentado como COMUNICACIÓN para la XI Semana de ÉTICA Y FILOSOFÍA POLÍTICA, organizada por el Instituto de Filosofía-CSIC en Madrid, Octubre de 1999.

[66] Ver la ‘Teoría de la Justicia’ Ed. FCE (1997) de John Rawls, libro publicado en 1971 y de gran influencia en el moderno pensamiento liberal. Posteriormente este autor publicó ‘Liberalismo político’ Ed. Crítica. 1997.

[67] Dahrendorf es un prestigioso e influyente liberal progresista en cuya obra ‘El conflicto social moderno’ Ed. Mondadori (1994), expone la defensa de un ingreso social universal, dentro de un desarrollo amplio de la concepción de la ciudadanía.

[68] Van Parijs ha sistematizado su justificación de la renta básica en el libro ‘La libertad real para todos’, Ed. Paídos. 1996. Se declara deudor de una concepción liberal radical cuya base es el pensamiento de Rawls.

[69] Sobre la discusión entre liberalismo y comunitarismo hay una buena síntesis de los problemas planteados en ‘El individuo frente a la comunidad’ de Stephen Mulhall y Adam Swift. 1996, Ed. Temas de hoy, y en ‘El centauro  transmoderno: Liberalismo y democracia en la democracia liberal’, de Rafael del Águila, Epílogo del libro ‘Historia de la teoría política’ tomo 6, compilado por Fernando Vallespín, 1995. Alianza Editorial.

[70] Esta es una cuestión compleja y todavía sin resolver satisfactoriamente, desde los intentos de Rousseau con la tensión entre individuo y voluntad general o la de libertad individual y soberanía popular, dentro de la misma tradición liberal democrática, o dentro de la tradición holista hegeliana y marxista la pretendida identificación del individuo con el interés del Estado, la nación o la clase social.

[71] El objetivo de estas líneas no es atacar la propiedad privada en general y en todos los campos (de bienes de consumo, culturales, etc.) y amplitud (la pequeña o la grande), sino admitiendo la legitimidad e incluso tradición social de la pequeña propiedad, cuestionar la gran propiedad de recursos que sostiene las grandes desigualdades socioeconómicas y el discurso de ‘principios’ defensor de la ‘libertad de propiedad’ para mantener los privilegios de los grandes propietarios.

[73] Espada, autor muy vinculado al pensamiento de Dahrendorf, ha escrito ‘Derechos sociales del ciudadano’ Ed. Acento (1999), donde hace una crítica tanto al neoliberalismo de Hayek, por ser pasivo con respecto a los aspectos políticos e institucionales como al ‘igualitarismo’ del laborista R. Plank, que según este autor subestimaría la función de los mercados.

[72]  K. Polanyi, ‘La gran transformación’ Ed. Fondo de Cultura Económica. México. 1992.

[74] Una posición similar es defendida por Walzer en ‘Las esferas de la justicia’. Ed. Fondo de Cultura Económica. México 1993.

[75] Se puede ver en M. Friedman ‘Capitalismo y libertad’ Ed. Rialp (1996)

[76] Ver C. Offe, ‘Precariedad y mercado laboral: Un análisis a medio plazo de las respuestas disponibles’ publicado en el libro ‘¿QUÉ CRISIS?, Retos y transformaciones de la sociedad del trabajo’ Ed. Gakoa - 1997.

[77] Un intento de justificación de ese nuevo ‘civismo’ lo encontramos en Adela Cortina, ‘Ciudadanos del mundo’. 1997 Ed Alianza. Combina los dos planos de la ciudadanía para pasar a fundamentar la ciudadanía económica y la participación en el empleo.

[78] Tres textos con planteamientos diversos entre sí, pero con la tensión de dar una nueva dimensión a la justicia y a la ética son: ‘El poder y el valor’, de Luis Villoro. Ed. Fondo de cultura económica. 1997;  ‘Justicia y Racionalidad’ de Alasdair Macintyre, Ed. Eiunsa 1994, y ‘Desde la perplejidad’, de Javier Muguerza. 1990 Ed Fondo de Cultura Económica.

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